Sombrero de pluma
Viejos conocidos
Tocó a
la puerta del departamento más cercano, este departamento era igual que el de
Catalina solo que por diferentes colores ya que este departamento era café y
los sillones estaban recubiertos por plástico. Esperaron unos momentos y salió
un sujeto narigón, flaco, alto, lampiño, se le veía un tatuaje que le subía por
el cuello, vestía pantalón de mezclilla y una sudadera negra, era algo seco.
- Buenas tardes, señora.
- Buenas tardes, disculpa ¿Me puedes regalar dos vasos de agua? Es que aquí tengo dos amigos que se sienten mal y no pueden subir más.
- Sí, claro, pasen en lo que les sirvo los vasos.
- Gracias, hijo.
- Ayúdame catalina – dijo Ceferino
- Ves que apenas me puedo agachar y luego quieres que te ayude, no friegues, que te ayude Beatriz
- Déjeme pararme y los ayudo
Se levantó Beatriz
con demasiada dificultad y alzó a Ceferino. Pasaron a la sala del departamento
del chavo. Ceferino se echó como vaca en pastizal. Cuando el chavo regresaba de
servir los vasos, era alguien ya conocido, o por lo menos, para Beatriz.
- ¿Carlos? – dijo Beatriz con dulzura
- ¿Beatriz? – contestó Carlos – ¿Qué haces aquí?
- ¿Se conocen? – preguntó Catalina
- ¿Cómo no conocerla? Ella es la mujer más maravillosa que conocí jamás – dijo Carlos
- No digas eso, amor – contestó Beatriz
- ¿Amor? – preguntó Ceferino – oye Beatriz
- Dígame, Don Cefe
- Acaso él es del que me hablaste la otra vez
- Así es, él es mi novio. Carlos, ellos son los viejitos que me encomendaron en el hospital
- ¡NINGÚN VIEJITO! – gritaron Catalina y Ceferino
- Perdonen. La señora es Doña Catalina y vive en el edificio, el señor es Don Ceferino quien vive algo apartado de este edificio
- Mucho gusto señores, yo soy Carlos, novio de mi pequeño caramelo vestida de enfermera
- Haces que me sonrojes – dijo Beatriz
- Perdonen si les interrumpo la telenovela, – dijo Ceferino – pero ¿Me puedes regalar uno de los vasos de agua que traes en la mano?
- Claro señor, tome
Les da un
vaso a Ceferino y otro a Beatriz, pasa a cerrar la puerta y se sienta al lado
de Beatriz abrazándola.
- Déjalos, Ceferino, eso es amor como del que ya no se encuentra hoy en día, es mejor embarrar de miel a amargura que es propia de nuestra edad
- En eso tienes razón mi amor
- ¿Ustedes también son novios? – pregunta Carlos
- Así es, ¿Cómo te quedó el ojo? – dijo Ceferino
- No presumas con Carlos, Ceferino – intervino Catalina
- ¿Y qué haces por acá mi cereza? – preguntó Carlos
- Hay días que me toca cuidar a Catalina y tengo que venir hasta acá, también debo de ir hasta la casa de Ceferino para cuidarlo. Hay veces que ambos quieren verse y traigo a uno a la casa del otro, pero no sabía que el maldito elevador estaba descompuesto
- ¿Entonces cambias de turno con ellos?
- Sí, digamos que es como mi servicio comunitario, pero dejemos ese tema por ahora ¿Tú qué haces aquí?
- Prefiero no decírtelo por ahora
- ¿Por qué no?
- Ya dínoslo – dijo Ceferino – de todas maneras, nos enteramos de todo
- Cállate, Ceferino, es un tema que involucra a ellos dos y no a nosotros – dijo Catalina
- Está bien, les diré que hago aquí. Pues repentinamente vengo aquí para…para…para…
- ¿Para qué? – dijo Catalina
- ¿Y el chismoso soy yo? – dijo Ceferino
- Lo mío se justifica porque soy mujer, tú ya estás muy viejo para el chisme
- Estamos dijo el otro
- Espérense un momento – dijo Beatriz
- Gracias, amor. Bueno, vine a este departamento para cuidar a…a…a mi madre
- ¿Tienes madre? – preguntó Beatriz
- Se ve que es buena onda, no me digas que no tiene madre – dijo Ceferino
- Otra vez, ya déjalos, es más, vámonos a sentar a la cocina de allá para que platiquen ellos solos – dijo Catalina
- Sí, porque ahora se van a soltar los fregadazos – dijo Ceferino
- Ahora tienes razón mi amorcito – dijo Catalina
Se
van para la cocina, Beatriz y Carlos se quedan en la sala
- ¿Por qué nunca me dijiste que tienes mamá?
- Porque realmente no lo consideré necesario, además, aunque la estoy cuidando le tengo mucho rencor
- ¿Por qué?
- Porque cuando nos dejó mi papá, yo tendría unos siete años, me estaba culpando de que se fue y comenzó su vida de borrachera. Ahora está postrada en silla de ruedas y cuando quiere me llama para ayudarle y darle dinero, aunque la detesto es mi madre
- ¿Por qué nunca me habías dicho?
- Porque no quería meterte en el infierno de esa señora
- ¿Qué pasa acá? – grita Isabella
Va a
la sala Doña Isabella, una mujer mucho mayor que Ceferino y Catalina que se
encuentra en silla de ruedas. Esta señora utiliza lentes de fondo de botella y
utiliza aparatos para la sordera, tiene una piel muy pálida y le tiemblan los
brazos, a duras penas pudo llegar a la sala en la silla de ruedas. Es madre de
Carlos.
- ¿Qué pasa mamá? – dijo Carlos
- ¿¡Qué es eso!? – dijo Ceferino – Parece un tlacuache o nahual.
- Cállate, no ves que es la mamá del novio de Beatriz – dijo Catalina – aunque yo tampoco le encuentro la forma.
- Ya me largo mejor, los veo en el departamento.
- ¿Aguantarás otros cinco pisos y veinte de bajada?
- Este…mejor me quedo callado.
- Vamos a escuchar.
- Estoy ciega y no sorda, ustedes dos que están por la cocina – dijo Isabella – dejen de hablar mal de mí.
- Buenas tardes, señora – dijo Beatriz
- ¿Quién eres? – preguntó Isabella
- Soy su…
- Ejem… – interrumpe Carlos – luego te explico, por ahora ya se van mamá, mucho gusto por haber venido, gracias por la visita
- No tienes que ser tan grosero Carlos – susurró Beatriz
- Para esta situación sí Beatriz – contestó Carlos
- Vámonos Don Cefe y Doña Cata – dice enojada Beatriz
- Perdóname mucho amor – dice susurrando Carlos
- Luego hablamos – susurró Beatriz – hasta luego señora – alzó la voz
- Hasta luego a todos – dijo Isabella
Salieron del
departamento rápido y a Beatriz se le quitó el cansancio y subió más rápido que
Catalina, Ceferino se quedó muy atrás. Al llegar al departamento esperaron a
Ceferino ya que estaba muy atrás, en eso, Catalina se puso a hablar con Beatriz.
- Realmente estás muy enojada.
- Bastante Doña Cata.
- Tal vez no le hagas caso a una vieja como yo y tampoco voy a justificar a Carlos, pero compréndelo ya que él te ama mucho.
- ¡Ah! – suspira – Mire, sé que me ama demasiado, con todo su ser, pero no se vale que me hubiera ocultado algo tan importante como a mi suegra.
- Sé lo desagradable que es que te oculten algo, recuerda que todos tenemos secretos que guardar ya sea para proteger a los que más amamos o para protegernos nosotros mismos de los demás.
- Este es uno de esos momentos más confusos de mi vida, ¿Qué me recomienda hacer?
- Primera, todavía te falta vivir muchas cosas más hasta llegar a mi edad. Segunda, cuando te vayas o tengas un tiempo con él habla con toda sinceridad y que te cuente su historia, estás bastante agobiada para perdonarlo ahorita, tomate tu tiempo para poder hablar con Carlos y no romperle a tu suegra.
- Tiene razón Doña Carta, gracias.
- No tienes que agradecerme nada mi niña.
- El que debería agradecer soy yo a quienes me ayudaran – gritó Ceferino desde la escalera
- Perdóneme, Don Cefe, – dijo Beatriz – con este coraje, usted se me olvidó
- Te perdono, solo que no maltrates mucho a Carlos.
- ¿Lo defiende?
- No, no, no, solamente que sé que es tener a una persona muy querida que no puede valerse por sí mismo.
- Su hermana Berta, ¿cierto?
- Así es Beatriz
- A ver, te quejas de mí que Julio se quedó conmigo cuando él era un adolescente y ¿Por qué tú sí pudiste mantener a tu hermana conmigo?
- En primera, no te he reclamado de tu hermano desde la vez que me agarró como bolsa de hielo contra el piso, creo que todavía le tengo miedo. Segunda, Berta murió cuando yo todavía estaba en el campo.
- ¿A qué edad murió?
- No recuerdo, pero no pasaba más de los diez años.
- Perdóname, amor.
- Mejor cambiemos de tema – interrumpió Beatriz.
- Sí, amor, ¿Podemos pasar a tu departamento?
- Solo te estábamos esperando a ti – dijo Catalina
- Y vuelvo con lo mismo, si me hubieran ayudado no hubiera reclamado nada.
- Ya pásenle mejor.
Entraron al departamento, Ceferino
fue al baño ya que el subir tanto hizo que se le aflojara el esfínter. Catalina
y Beatriz continuaron hablando.
- Ahorita que se fue Ceferino, cuéntame su historia de cómo se conocieron
- Recuerdo que lo conocí por casualidad, Carlos trabajaba en un restaurante cerca del hospital, siendo sincera jamás lo había visto. Él me atendió varias veces, hasta me dejaba pequeños halagos en las servilletas. Una vez un señor se me acercó y me estaba incomodando porque decía que quería tener todo conmigo y más, Carlos debió ver mi incomodidad y se enfrentó al tipo que medía más de dos metros, pero por defenderme perdió su trabajo. Salió decepcionado y se dirigía sin rumbo, lo alcancé y le pedí disculpas por su trabajo y yo ingenuamente le dije que, si necesitaba algo, el muy sinvergüenza me pidió una cita conmigo. De ahí me siguió invitando a salir y me fui enamorando de él y sus pequeñas acciones…
- ¿Piensas casarte con él? – interrumpe Catalina
- Nunca lo había pensado – dudosa
- No te pregunté si lo habías pensado, pregunté que si quieres o no pasar con él y tener una familia
- Sí quiero tener familia con él, lo amo mucho, tal vez no tener niños, pero sí perros o gatos
- Supongo que técnicamente está bien, es respetable que no tengas hijos, veme a mí
- Está sin hijos y sin marido y es exitosa
- Fueron años de perseverancia, pero me arrepiento
- No debe arrepentirse, ahora tiene a Ceferino y ambos se aman
- Claro que lo amo con todo mi ser, aunque a veces sea medio imbécil, y sí quiero pasar mis últimos días con él antes que el alzhéimer me termine de matar
- O el cáncer…
- No tengo cáncer
- Perdone, estaba pensando en alguien más
- Ojalá que no sea de Ceferino
- No, no – apanicada – es de otro paciente del hospital
El
agua del sanitario se escuchó, Ceferino venía para la sala.
- Ahora que salí de platicar con mi abogado – dijo Ceferino – vino a mi memoria el día de muertos ¿Qué tienen planeado?
- Yo tengo que ir a trabajar al hospital
- Yo solamente tenía planeado poner mi ofrenda y quedarme en casa
- Entonces no creo que nos puedas acompañar Beatriz
- ¿Dónde? – dijeron Catalina y Beatriz
- Es una sorpresa, ¿Quieres ir Catalina?
- Sí, claro
- Entonces vendré a recogerte el día de muertos, ¿Te parece a las seis?
- ¿Por qué tan temprano?
- Porque tendrá algo que ver con los colores del atardecer y la festividad de este
- Me parece interesante el plan
- ¿De dónde le surgió ese entusiasmo Don Cefe? – preguntó Beatriz
- Pues he estado reflexionando y quiero pasar más tiempo con Catalina
- Eso me parece muy romántico – Dijo catalina
En esos momentos tocaron
la puerta con un poco de desesperación, Beatriz fue a abrir y, para sorpresa de
todos, era Carlos con una rosa.
- Beatriz, ¿Podemos hablar? – preguntó Carlos
- ¿Qué es lo que quieres? – seca
- Quiero que me perdones por ocultarte lo de mi madre, sabes que no quiero que te afecten mis cosas
- ¿Crees que no me hubiera encantado conocer a mi suegra?
- En realidad, no
- ¿Por qué?
- La terminarías odiando más que yo
- Tal vez sea cierto porque un hombre como tú ya no existe, alguien tan maravilloso y bondadoso
- ¿Y estaba enojada con él? – susurró Ceferino a Catalina
- Sí, pero no porque esté enojada lo dejará de amar – susurró Catalina
- Soy así gracias a ti, tú eres todo mi mundo y más
- No quiero tus alegatos ahorita
- ¿Qué quieres que haga para que me puedas perdonar?
- No quiero n…de hecho, hay algo que puedes hacer por mí
- Lo que sea
Beatriz se le acerca al
oído y le susurra algo imperceptible
- ¿En serio? – pregunta Carlos
- ¿Qué tiene de malo?
- Nada, solo que no los conozco
- Bueno, será el momento que los conozcas ya que son personas muy especiales para mí
- Está bien, haré eso por ti
- Gracias, quiero hablar contigo, pero no es ni el momento ni el lugar
- Podemos vernos en el restaurante
- Sí, el sábado nos vemos
- Adiós, amor
- Adiós – azota la puerta
- ¿Por qué le azotaste la puerta? – pregunta Catalina
- Porque sigo enojada con él
- Tienes tus razones
- ¿Qué le pediste? – preguntó Ceferino
- Algo que ustedes no pueden saber
- Golosa
- No, no, no es nada de eso, en su momento lo sabrán
- Pues hasta entonces
- Don Cefe, perdone que lo enchinche, pero ya es hora de irnos
- ¡No me voy a bajar veinte pisos, me voy a morir!
- Hay que ver si el elevador ya funciona o no
- Además, puedes hacer ejercicio – dijo Catalina
- A mi edad si hago ejercicio me quiebro
- Ya hay que irnos Don Cefe
- Está bien, adiós, amor
- Adiós corazón, y adiós, Beatriz
- Adiós, Doña Cata
Beatriz
y Ceferino salen de la casa y van al elevador, para su suerte esta vez sí
funcionó el elevador, cuando estuvieron en la recepción del edificio Beatriz le
preguntó a Ceferino.
- Lo del día de muertos, ¿Será por el miedo que se muera antes de poder hacer algo con Catalina?
- Sí, el cáncer me tiene con mucho miedo, quiero hacer cosas con ella antes de que sea demasiado tarde
- Lo comprendo
- Y tú – la interrumpe – debes aprender a perdonar, aunque parezca casi imposible
- Tomaré su consejo
Beatriz pasó
a dejar a Ceferino a su casa, Beatriz estaba bastante aturdida por las
enfermedades, la guerra de su novio y su suegra y además su cuerpo el cual le
causaba mil y un conflictos diariamente con ella.
Llegaba
la noche, Beatriz llegó a su departamento, empezó a buscar unos papeles del
hospital y encontró una foto de ella con Carlos, en el reverso decía “No sé
cómo te enamoraste de alguien como yo, lo que sé es que yo me enamoré de una
diosa omnipotente irradiante de beldad”.
Décimo cuarto capítulo: Sombrero de pluma. Capítulo 14. (plumaalaireescritores.blogspot.com)
Décimo sexto capítulo: Sombrero de pluma. Capítulo 16. (plumaalaireescritores.blogspot.com)
Créditos: Doctor Suavecito
Comentarios
Publicar un comentario