Sombrero de pluma
Última fumada
Al día siguiente, Catalina tiró el último puro que tenía, fue a la cocina y comenzó a
hacer el desayuno, en lo que estaba cocinando empezó a recordar por qué inicio
su vida de vicios y excesos, fue a sentarse y sus recuerdos la invadieron.
Recordó
cuándo Don José murió, se recuerda cuando ya habían pasado un par de semanas
desde la el 50 aniversario del bar donde trabajaba, un día cualquiera fue de
nuevo a trabajar y, curiosamente, estaba cerrado era muy extraño que la cantina
estuviera cerrada un día tan transitado. Entró e inició con la limpieza, luego
de dos horas no había llegado don José así que fue a una puerta trasera y daba
a un pequeño callejón donde había unas escaleras metálicas de color negras que
se dirigían arriba de la taberna, subió a ver si había rastro de él.
Cuando
llegó a la parte alta del negocio tipo de azotea, había un pequeño
departamento, al acercarse la puerta estaba entreabierta, decidió entrar con
mucho sigilo para ver qué pasaba. Cuando entró había muchas cajas de cartón
regadas por ese cuarto, la mayoría estaba vacía, todavía recuerda que en la
habitación principal había una pequeña mesa y dos sillas, un viejo sillón con
los resortes salidos, un tocadiscos polvoriento, algunas botellas vacías de
tequila y vodka, las paredes humedecidas y una pared mohosa, había una sola
ventana e iluminaba la habitación en tono deprimente. De repente escuchó unos
llantos de la otra habitación, fue hacia ella y encontró a Doña Amaranta
sentada a lado de Don José que él estaba acostado en un catre viejo, me acerqué
más y le preguntó.
- ¿Qué pasó Doña Amaranta?
- ¿Cómo entraste niña? – espantada
- Estaba emparejada la puerta… ¿Por qué está así? ¿Qué le pasa a don José?
- ¡Ay mi niña! – empieza a llorar – algo horrible… terrible, Don José… mi José… falleció
- ¿¡CÓMO!?, ¿¡POR QUÉ!?, ¿¡CUÁNDO!? – anonadada
- Deja te cuento – comienza a sollozar – antier me dijo que en un sueño el ángel de la muerte se le apareció diciéndole que se lo llevaría en dos días, o sea hoy, yo le dije que era una tontería y que no pasaría nada – se le corta la voz y empieza a llorar con fuerza – ¡yo tuve la culpa de no haber pasado más tiempo a su lado!
- Déjeme entender, ¿Eran novios?
- Sí, – las lágrimas comienzan a empapar la ropa de ella – éramos novios casi para los tres años
- No empiece a llorar porque voy a llorar con usted
- Perdona, pero no puedo evitarlo
- Déjame abrazarte por favor niña, me siento muy mal
- Claro señora
Doña
Amaranta se levanta y se le acerca dándole un doloso abrazo a Catarina, la pena y desesperación emitidas son demasiados a tal punto que Catarina le da sentimiento provocándole un nudo en la
garganta.
- ¿Cómo murió? – empezando a lagrimar
- Eso es lo peor que no sé cómo, ¡Que idiota fui al dejarlo solo! – sus lamentos empiezan a crecer
- No se diga así señora, – limpiándose pequeñas lagrimas – pero ¿Acaso no le dejo algo o le dijo algo?
- Ayer por la noche llegué, comenzamos a cenar una pasta que él sabía preparar y me dijo “sabes cariño… he vivido una vida plena durante tantos años, pero contigo encontré la verdadera felicidad, ya no le temo a la muerte porque vi mi muerte y no quiero dejarte desprevenida a ti que te has convertido en la mujer de mis sueños y que quiero pasar durante toda mi vida, ni mucho menos quiero dejar sin nada a Catalina que en este tiempo se ha convertido en una hija para mí así que toma este pequeño papel” – la voz se le empezó a cortar y las lágrimas cayeron más rápido – y en ese momento le pregunté que era y me contestó que era su testamento, no lo he abierto así que no sé de su contenido, léelo en voz alta
- Sí, dice lo siguiente – desenvuelve el pequeño listón para poder leerlo – “Yo José Carbajal Pulido ante este documento con validación oficial dejo las siguientes pertenencias a mi linda y amada novia Amaranta Del Río Plata se quedará con las dos casas de Veracruz y mi pequeño bote. Por otra parte, a mi querida ayudante del bar y amiga a Catalina del Valle Sosa le dejo las escrituras y el completo control de bar junto con el pequeño departamento de arriba de la misma, asimismo le dejo otro bar siendo el doble de grande del bar donde trabajó, está cercano al Zócalo. Como último a ambas les dejo una pequeña cantidad de dinero de $5000 la que se encuentra debajo de la barra de bebidas, el dinero lo pueden gastar como quieran. No quiero que lloren ante mi despedida, recuérdenme siempre.”
Ambas
se quedaron mudas por unos instantes, a Catalina empieza a llorar en silencio y
temblarle las piernas, Doña Amaranta siguió con su llanto, no sabían que
decirse una a la otra. Luego
de un rato de sollozo, Doña Amaranta se le acercó para leer ese documento ya
que no creía que fuera cierto lo anteriormente dicho, era caso inminente. Pasó
un rato hasta que a Doña Amaranta se le pasara un poco y le dijo lo siguiente a
Beatriz.
- Niña, no hay más que decir, – a Amaranta comienza a cortársele la voz – hay que aceptar la muerte de mi querido José y seguir, tú tienes vida por delante –empieza a llorar – y yo ya no tengo nada, estoy vieja y decrepita, no soy nada ya sin él
- No se diga eso, hay que recordarlo como se merece, pero usted también tiene muchos años por vivir
- Vete niña, – en tono de melancolía – ahora quiero estar sola y no estar con nadie solo con mi José, llévate el testamento porque yo no quiero nada solamente a mi José – con pequeñas lágrimas en sus ojos
Catarina
salió de la casa y bajó las escaleras, fue corriendo a su pequeño departamento,
en un tramo casi la atropellaban por no fijarse antes de cruzar la calle. Una
vez llegando a su casa azotó la puerta y quedó en shock, no sabía qué hacer,
las lágrimas le empezaron a brotar y devastada empezó a arrojar todo lo que
tuviera cerca de ella, sacó la botella de mezcal que tenía entre sus abrigos y
tristemente comenzó su vida de vicios para curar esa gran pérdida.
La
tetera chifló y Catalina volvió a la realidad, pero sintió mojada sus manos e
inconscientemente lloró por esos recuerdos. Julio fue a la cocina y vio a
Catalina llorando sin aparente motivo.
- ¿Qué te pasa? – pregunta Julio
- Nada que te importe – con la voz cortada
- No creo, estás llorando como si te hubieran hecho algo ¿Fue ese tal Ceferino quien te hizo llorar? – con tono fiero
- No seas tonto, recordé la muerte de Don José
- ¿Fue quien te dejo los bares?
- Por lo menos tienes memoria para eso
- Y hablando de memoria ¿Qué harás con tu problema?
- ¡Déjame con ese tema! – enojándose – Ya sabes lo que pienso al respecto
- Perdón, pero me preocupas e insisto en que te vengas conmigo a Baja California para empezar tus tratamientos
- Aquí en la ciudad puedo iniciarlos
- Pero son ineficientes
- No lo sabemos, solamente hay que tener un poco de fe para que este problema sea un chiste a largo plazo
- ¿Segura que no quieres irte conmigo?
- Estaré bien, Julio, me sé cuidar sola, sabes que siempre he estado sola
- Aunque me preocupas y te quiero mucho, no te voy a insistir más. Vamos a desayunar para irme al aeropuerto
- Vamos
Comenzaron
a desayunar algo apresurados, hicieron los labores y Julio se fue corriendo al
aeropuerto despidiéndose de Catalina. Al irse, nuevamente la soledad
entró en los recuerdos de Catalina volviéndose a su pequeña vida de vicios;
todavía se recuerda días después de que muriera Don José, con el dinero que les
había dejado se lo gastó todo en alcohol para poder olvidar esa pena, estaba
encerrada sin dirigirle la palabra a nadie, no salía para nada ni para comer
únicamente estaba tomando tequila, vodka, mezcal y tantas bebidas de las cuales
no me acuerdo. También en esa depresión por la cual pasaba, consumió marihuana
y aprendió a fumar en pipa y los puros ya que nunca le agradó el sabor del
cigarro.
Al
primer mes de la muerte de Don José pudo dejar casi todos los vicios, excepto
el puro y cada vez que fumaba uno la mente se le llenaba al olor característico
de la taberna al anochecer. Nunca pudo superar esa gran pena que arribó a su
vida, pero pudo controlar su adicción de alucinógenos, alcohol y tabaco.
En esos instantes llamaron a la puerta y de nuevo estaba llorosa con la cara empapada, se limpió las lágrimas y abrió la puerta, era Beatriz con Ceferino.
- Hola Beatriz y hola, cariño
- Hola, amor, ya no está tu hermano ¿Verdad? – temeroso
- No, ya no, no tiene mucho que se fue de nuevo
- Hola Doña Cata, le puedo decir algo – contestó Beatriz
- Dime – atenta
- No me agradó su hermano para nada
- Ja, ja, ja, a mí tampoco me agrada cuando está de loco
- Como si a él le gustara mi presencia – dijo Ceferino
- Ya déjenlo al pobre, Julio podrá ser atrabancado, pero aun así es mi hermano y trata de cuidarme
- Es muy sobreprotector, ¿no lo crees? – pregunta
- Cincuenta, cincuenta
- Me gustaría seguir esta platica, pero con permiso, voy con el abogado
- ¿Cuál abogado Don Cefe? – pregunta Beatriz
- Al baño – Ceferino contesta sonriente
- Ah…pues explíquese así
Lentamente
se fue con rumbo al sanitario, quedándose solas Catalina y Beatriz.
- Beatriz, – inicia Catalina – ¿te puedo contar algo?
- Dígame en confianza
- Mira, es algo muy delicado, pero hace dos meses fui a hacerme unos estudios y tengo principios de Alzheimer, mi hermano vino por eso, para llevarme con él, me negué y no quiero decirle a Ceferino de esto, quiero que esto quede entre nosotras
- No se preocupe, si quiere puedo mandarla con unos amigos que trabajan en un asilo con que trabajan con los viejitos que tienen alguna enfermedad
- En primera, me dijiste vieja y me ofendes. Segunda, todavía no estoy para irme a un asilo…
- Tampoco la podemos mandar a una guardería –interrumpiéndola – pero sí les voy a hablar de usted para que no tenga alguna complicación
- ¡Me niego desde ahora a irme a un asilo! – enojada – ¡No me encerrarán ahí!
- Mire, no sé en qué concepto los tiene, pero puedo darle alguna vez algún recorrido para que les pierda el miedo, y yo guardo su secreto – guiñando el ojo
- Gracias por guardarlo, y de lo otro…
- Ya volví – a lo lejos se escuchó a Ceferino – y díganme ¿De qué estaban hablando?
- Nada amor, cosas de mujeres
- Cosas de mujeres, ¿Eh?, ahí no me meto porque me van a querer sacar las verdades de la otra
- No hago eso desde la secundaria – dijo Beatriz
- ¿Qué tienes planeado para hoy Beatriz? – comentó Ceferino
- Estaba pensando en salir a un parque, un parque que si mal no recuerdo se llamaba PEX
- ¿PEX? ¿Qué es eso? – respondió Catalina
- Parque Ecológico de Xochimilco, según recuerdo está muy hermoso
- ¿Hace cuánto tiempo fuiste? – dijo Ceferino
- Más o menos hace un año, pero acabo de pasar de nuevo por ahí y estaba más bonito de lo que recuerdo
- Vamos ¿Te parece Ceferino? – con insistencia
- Si tú quieres vamos, no tengo problema
- Vamos –dijo Beatriz – pero hay que hacer unos sándwiches antes de irnos para evitar comprar por allá
- ¿Con cuántos sándwiches? –preguntó Ceferino
- Hay que hacer unos 15 –contestó Beatriz – yo los hago rápido, solamente que ustedes vayan empacando unas botellas de agua
Una vez
hechos los sándwiches y empacado el agua en una mochilita, los tres partieron
en un taxi hasta ese parque. Cuando llegaron, la barda que rodeaba ese parque
estaba pintada de colores grisáceos, verdosos y azulados con dibujos
representativos de la fauna y flora de Xochimilco, no había señales de
vandalismo pues no tenía grafiti ni nada por el estilo, una vez adentro del
parque ecológico contenía un camino de concreto con pequeños tulipanes y rosas
coloridas, este camino tenía varios rumbos y uno de ellos se dirigía hacia un
lago de aguas casi cristalinas con garzas, patos, ranas, pequeñas aves, peces
de todos los tamaños. Otro atractivo de ahí es el pequeño museo en el cual se
conservan algunas plantas exóticas de la región y un criadero de ajolotes.
Caminaron cerca del lago para ver sus dimensiones y a donde los llevaba, pronto
llegaron a una zona de descanso donde había zonas para comer, aparatos de
ejercicio y juegos infantiles en muchos lados, se detuvieron a comer los
sándwiches. Una vez que terminaron, siguieron caminando y llegaron a un gran
anfiteatro con dibujos de ajolotes rosados y verdosos, garzas y demás animales
de la región era sublime, subieron hasta la última grada para ver el paisaje
verdoso y acuoso que les rodeaba. Catalina fue la primera en poder subir y se
sentó unos momentos en lo que subían Beatriz y Ceferino, pero al sentarse tuvo
otro recuerdo momentáneo el cual se apoderó nuevamente de ella y del qué pasó
con los bares y Doña Amaranta.
Se recordó a cinco meses de la muerte de Don
José, ella volvió a decaer en el alcohol y en el puro sin poderse controlar
tanto tiempo y por el mísero vicio del alcoholismo perdió el bar del Zócalo y
se estaba viniendo para abajo el otro bar, Doña Amaranta había entrado a una
desesperación y depresión con la cual se encerró más de un mes. Casi cumpliendo
el año del fallecimiento a Doña Amaranta la soledad junto con la tristeza la
orillaron a tener fin en este mundo pues decidió alcanzar a Don José, una noche
fría de luna llena, con las lágrimas derramándose Doña Amaranta fue al bar y
subió al pequeño departamento, una vez estando ahí encontró un lazo que se ató
en el cuello y lo amarró a las escaleras, en un movimiento rápido se aventó
poniendo fin con esa historia, Catalina fue quien la descubrió al día siguiente
viniendo algo cruda al bar para sacar otra botella y vio un zapato negro muy
fino, volteó a todos lados y no había nadie hasta que dirigió su vista hacia
arriba y la vio colgada, gritó hasta quedarse sin aliento. Nuevamente volvió a
la realidad cuando Beatriz pudo subir a donde estaba ella.
- ¿Por qué está llorando? – pregunta Beatriz
Catalina,
extrañada, se toca el rostro y nota el surgimiento de minúsculas lágrimas.
- Por el hermoso paisaje – contesta insegura
- Si, está muy hermoso este parque – ingenua
- Esperemos a ver si Ceferino puede subir hasta acá
- Podrá, Doña Cata
- Pero si mírate tú, estás sudando horrible
- No empecemos a criticarnos, por favor, Doña Cata
- Yo nada más decía, no es para que te enojes – sonriente
Esperaron
dos minutos para que Ceferino pudiera subir hasta donde estaban ellas.
- Valió la pena haber subido esas malditas escaleras para ver este paisaje maravilloso – comenta Ceferino
- Hasta inspira el amor, ¿Verdad Ceferino? – pregunta Catalina
- Sí, mi Catalina
- No vayan a unirse de amor ahorita – contesta Beatriz
- No te preocupes, no habrá nada de nada…por ahora
- ¿Cómo dices? – contestó Ceferino
- Nada, nada – responde Catalina
Pronto
unos nubarrones se empezaron a acumular cerca de donde ellos estaban, una
tormenta se acercaba.
- Creo que será mejor que ya nos vayamos – comentó Beatriz
- Será lo mejor – contestó Catalina
- Por acá hay una salida más rápida, síganme para irnos más rápido – articuló
De
nueva cuenta Catalina bajó más rápido que ellos dos, les hace falta mucho
ejercicio a ambos, fueron los cinco minutos más largos del mundo para que
bajaran. Cuando bajaron, quisieron descansar y darse un pequeño respiro para
reponerse de la bajada tan atroz, según ellos.
Luego
de que estuvieron listos, Beatriz lideró la marcha llevándolos por un pequeño
humedal desconocido por muchos; esa agua era cristalina y reflejaba la tenue
luz del momento; hubo un punto en donde varios puentes de madera se
interconectaban y en cada unión estaba un sauce llorón cubriendo ese trayecto,
cada puente llevaba a una diferente zona del PEX. Fueron divisando a más
animales que, en ningún otro lugar, se vieron. En un pequeño estanque un par de
víboras y algunos peces, ranas y ajolotes se movían dentro. Entraron de nuevo
al suelo firme y pronto encontraron la salida del parque.
Al
salir, tomaron un taxi, justo a tiempo porque empezó a chispear. Primero
dejaron a Catalina en su casa porque era la más cercana al parque. Catalina, estando
en sus aposentos, se dirigió a su cuarto y al acostarse en su cama recordó el
último pedazo de ese día que encontró a Doña Amaranta…
Gritó tan fuerte que se quedó sin aliento,
muchas personas se dirigieron a auxiliarla, pero por el olor alcohólico
creyeron que fue ella quien había tenido algo que ver con esa muerte. Llegaron
los policías y la subieron a la patrulla, al llegar a la comisaria la
arrestaron sin pruebas de nada, la metieron con unas cabareteras que casi no
traían ropa, les cubrían más una especie de bufanda de plumas multicolor, otra
traía un sombrero peculiar de color rojo con adornos de plumas verdosas,
azuladas y amarillas…o ¿acaso este último fragmento de recuerdo fue parte de
una película que simplemente no existió en su vida? La memoria de catalina
comenzaba a fallarle pues ya no recordaba más de su juventud borracha, quería
recordar lo que pasó posteriormente, pero parecía que alguien le hubiera
borrado la memoria…
Octavo capítulo: Sombrero de pluma. Capítulo 8. (plumaalaireescritores.blogspot.com)
Créditos: Doctor Suavecito
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