Sombrero de Pluma. Capítulo 6.

Sombrero de pluma

Lágrimas y olvido 

Después de esa visita que le hicieron a Catalina, Ceferino siguió alegre, pero algo en su alma impedía que siguiera con esa alegría incesante que tenía hace unos cuantos días. Ese sábado estaba un poco cansado y agitado sin saber porque, así que se fue a la cama muy temprano antes de que dieran las cinco, acostado en su cama y envuelto en sabanas delgadas empezó a reflexionar bastante sobre él; tomó pluma y papel y escribió algunas preguntas que se hizo:

  1. ¿Por qué mal gasté mi tiempo en idioteces?
  2. ¿Cómo llegué a estar solo y triste?
  3. ¿Realmente sí viví lo que debí?
  4. ¿Por qué soy tan idiota para no decir lo que siento?
  5. ¿Acaso mi tiempo en este mundo me alcanzará para poder experimentar el amor?

Se fue respondiendo poco a poco porque no sabía que responderse en esos momentos. Pensó hasta que la cabeza le estalló, pero las ideas le surgieron para contestarse:

  1. ¿Por qué mal gasté mi tiempo en idioteces? Gasté mi tiempo porque no me quiero, no me quise.
  2. ¿Cómo llegué a estar solo y triste? Llegué a la eterna soledad por estar pensando en un futuro sin nadie a mi lado, no me tomé el tiempo para mí.
  3. ¿Realmente sí viví lo que debí? No, jamás viví lo que fue para mí, porque me enfoqué en los demás que se preocupaban solamente en ellos.
  4. ¿Por qué soy tan idiota para no decir lo que siento? ¡Soy un idiota, tarado, inepto, escoria por no decir lo que siento! ¡Quiero decirlo, pero no sé cómo!
  5. ¿Acaso mi tiempo en este mundo me alcanzará para poder experimentar el amor? No sé, a lo mejor terminando de escribir estas contestaciones me pueda morir, incluso estando dormido o pueda que llegar al centenar y seguir muerto en vida si no le digo lo que siento a Catalina.
  6. Esta respuesta es extra para poder decir que no fui un conquistador en mi juventud, aunque nadie me pudo derrotar estando más vulnerable, ahora estando más experimentado que nunca ¿Qué me podrá detener a llegar a esa isla llamada “amor”? absolutamente nada me detendrá

Terminando de escribir, guardó el bolígrafo en su cajón y la hoja se quedó entre las cobijas, Ceferino se acomodó y se durmió con sus lentes puestos, entre sus sueños solo se le aparecían las tórtolas las cuales son esas palomas que siempre están juntas para toda su vida y la imagen de Catalina...

El sonido del gallo hizo que despertara, eran las 8 de la mañana del domingo, muchas horas dormido le hizo que subiera la energía. Después de hacer sus quehaceres, el timbre sonó repetidas ocasiones, abrió y era Beatriz que daba pequeños brincos desesperados, apretándose los labios y el lapicero que traía en la mano, parecía que quería explotar.

  • Buenos... días Don Cefe
  • Buenos días   – extrañado – ¿Quieres pasar al baño?
  • ¡SÍ! ¡POR FAVOR! – desesperada
  • Pasa – dudoso
  • Con permiso

Se pasó corriendo, desapareciéndose de la puerta principal pasando al baño más cercano, se escuchó que azotó la puerta, solo se escuchaba una guerra allá dentro donde la taza de baño estaba perdiendo la batalla contra el tan adolorido estómago y esfínter delicado de la pobre Beatriz. Media hora después salió con una cara de que vio a un espectro ya que estaba demasiado pálida y hasta se notó un poco más delgada.

  • No le recomiendo que entre – preocupada y agotada
  • Ya lo olí, – con cinismo – gracias
  • ¿Cómo ha estado Don Cefe?
  • Reflexivo, ¿Y tú?
  • Yo bien, gracias, ¿Por qué ha estado reflexivo? ¿En qué o en quién piensa?
  • Realmente en nadie, solo en mí
  • ¿Sobre su vida?
  • Más bien en lo que soy ahora y si el tiempo me permita poder enamorarme
  • Creo que lo que usted tiene es simple nostalgia y pena por usted
  • La nostalgia será de toda mi vida, la pena es reciente, el dolor en mi alma desde que recuerdo
  • Ahí está, solo vaya antes de que el reloj deje de marcar la hora
  • Eso es lo que más miedo tengo, a que me lleven al mundo de las sombras lúgubres cabalgando con el señor dueño de ese valle de esqueletos
  • ¿Por qué no dice lo que siente?
  • Por temor, cobardía y tontería. Temor porque no sé qué pasará; cobardía por no atreverme a decirlo; y tontería porque pienso en el qué dirán de mí, a esta edad de novio sería una ridiculez
  • Recuerde que las cosas más grandes inician con un miedo enorme
  • Cierto, entonces vamos a la casa de ella
  • Es un poco temprano, pero vamos si usted quiere

Con apuraciones, fueron se fueron hacia el edificio de Catalina, en el trayecto Don Ceferino estaba pensando en cómo poder decirle a Catalina lo que sentía mientras que Beatriz lo miraba con mucha curiosidad. El tiempo se fue demasiado rápido tanto que en menos de lo que si diera cuenta ya habían llegado al piso donde vivía Catalina, Beatriz tocó el timbre y una voz grave contestó al timbre. – ¡Un momento por favor! – Ambos se quedaron congelados por la voz tan gruesa e imponente que respondió y ambos se voltearon a verse, la perilla rodó y abrió un hombre alto como de dos metros, con bigote grueso tupido y algo canoso, moreno, delgado con pecho amplio, se notaba que ejercitaba, mal encarado, traía una gorra y ropa de colores fríos.

  • Listo, ¿Qué necesitan aquí? – un tanto enojado
  • Buenas tardes, señor – contestó Beatriz con voz tambaleante – venimos a estar con la señora Catalina para el programa que abrió el gobierno
  • No nos interesa, – con voz sórdida – ¡Largo!
  • Perdón, pero ya el gobierno designó a las personas de la tercera edad y a sus cuidadores, ya había venido y Doña Catalina aceptó en la primera visita que hice, de hecho, vine en la semana a darle consultas y acompañarla aquí en su morada
  • ¡No está Catarina, ahora largo! – insistente
  • ¿Qué pasa Julio? – la voz delicada de Catalina se oye desde el interior del pequeño departamento
  • Métete, – irritado – solamente es una mocosa y un viejito panzón me están hablando de no sé qué programa al que te metiste
  • Deja de estar de grosero, deja ver quiénes son y siéntate mejor

Aparta a Julio y sale cerrando la puerta suavemente

  • Hola Beatriz, hola, Ceferino
  • ¿Quién era ese gorila en feo? – Ceferino le pregunta con miedo y burlándose
  • Era Julio, nadie importante en este momento
  • ¿Podemos pasar Catalina? – ansioso – Por lo de la última vez
  • Claro, adelante ambos, y no le hagan caso a Julio es algo…temperamental – temerosa
  • Mejor no lo provocamos, vámonos Don Cefe, me dio algo de pánico – aterrada intercede Beatriz
  • No te preocupes, me han intimidado mejores
  • ¿Qué no le ha pasado a usted?
  • Para que te des una idea, si no he ido a la luna es porque no he ido a la NASA
  • Luego nos cuentas tus historias tan interesantes – dice Catalina – mejor pasen y así platicamos mejor
Les abre la puerta de su casa, esta era totalmente blanca al igual que el pasillo solo que mucho más limpio y reluciente, el sol le daba una iluminación fantástica y natural, había una pequeña sala blanca con café, cocina que parecía de restaurante y comedor para 6 personas ambos grises, tenía una pantalla grandísima casi del tamaño de una pared, un tocadiscos con algunos discos polvosos, una pequeña mesa que estaba en la sala. A lado de la sala había un corredor donde se encontraban los cuartos; dos cuartos principales y uno de visitas, cada uno contaba con ropero de madera, baño con tina, cama matrimonial y pequeñas ventanas. Al final del pasillo estaba el baño con regadera, tina y un mueble con espejo iluminado.
  • ¡Está increíble tu departamento! – emocionado
  • ¡Ni te acomodes! – Julio contesta enojado Julio – Viejito sin chiste
  • El único que es un viejito sin chiste eres tú
  • ¿¡CÓMO DIJISTE!? – gritando
Julio se levanta de donde estaba sentado y con una mano toma a Ceferino del cuello levantándolo un poco del suelo. Una verdadera escena de terror para Ceferino pues le estaba cortando el suministro de aire.
  • ¡Julio, te calmas o te largas! – Catalina alterada – ¡No me volverás a hacer esto!
  • Está bien – exaltado y agotado
Baja a Ceferino, él se quedó en blanco por el miedo, de tanto pánico que sintió y empezó a temblar como nunca, jamás nadie lo había podido levantar, de hecho, él era quien levantaba a los demás. Después de esa montaña rusa de emociones tan gachas, Julio se salió yéndose a quién sabe a dónde y pudieron platicar a gusto. El alma de Ceferino, al fin, le pudo volver al cuerpo.
  • ¿Está bien Don Cefe? – inicia Beatriz
  • Creo que la azúcar se me acaba de colapsar – temeroso – y ya viste las cosas que me pasan, los problemas me buscan a mí
  • Perdona al idiota, – dice Catalina – es que él es muy agresivo, me apena muchísimo
  • Un poco más y necesitaría cambiarme el pantalón – temeroso – ¿Me podrías regalar un vaso de agua por favor?
  • Sí, claro, ahora vuelvo
Catalina fue a la cocina por un vaso de agua. Beatriz y Ceferino se sientan temerosos. Ceferino pareciera que tuviera párkinson crítico en esos momentos porque no le dejaban de temblar las manos, hasta le temblaban los dedos de los pies. Catalina regresó de la cocina y le dio el vaso de agua.
  • Bueno – inicia Catalina – ya conocieron a Julio y él es mi…
  • De seguro tu esposo – interrumpe decepcionado Ceferino
  • No, ¿Cómo crees? Julio no es mi esposo, él es mi hermano
  • Perdóneme, señora Catalina, – dice Beatriz – pero no se parecen en nada
  • Bueno, no sé porque, él nació 3 años después que yo, solamente somos nosotros dos los que no nos quedamos en el campo
  • ¿Dónde vive su hermano?
  • Él vive con su familia hasta Baja California, y hace mucho tiempo no venía para acá
  • Puedo parecer algo chismosa, pero quiero saber ¿Qué pasó para que se distanciaran?
  • Fueron muchas cosas, pero si quieren saber les voy a contar exactamente qué fue lo que pasó. Yo ya tenía 20, todavía trabajaba en una cantina que ahora ya no existe, en ese tiempo empecé a mandar una carta por mes a mis papás y nunca me respondían hasta que me llegó una carta a la taberna, no le tomé importancia y la leí hasta que llegué a mi casa, en ella decía más o menos así Hermana, soy el único que recibe y lee tus cartas, mis papás ya no quieren saber más de ti por haberte ido y querer ser diferente… Solo te digo que cuando te llegue esta carta yo ya estaré por allá tratándote de buscar… Con o sin cariño, Julio. Y sí, fui esa noche a buscarlo a las terminales de autobuses, encontré a mi hermano que estaba pidiendo limosna en la terminal más lejana. En ese entonces, con 17 años no sabía ni leer ni escribir en español, con decirles que solamente sabía leer y escribir en nuestra lengua. Cabe aclarar que esa notita la escribió en nuestra lengua, mazateco. El encontrarnos, para mí, fue muy emotivo porque ya me había ido hace tres años de la casa y yo era todo para él, lo llevé a mi casa, empezó a conseguir trabajo y el muy méndigo consiguió un puesto en un hotel de alto prestigio después de un mes lo corrieron, según lo que él me dijo. Prefirió irse para no ser una carga para mí, y sí que era una carga, según él se iría al pueblo, poco después supe que se fue al norte donde jamás pude ir, o más bien no quise. Con el pasar de los años cada uno hizo sus vidas separadas, él de repente venía a visitarme con su familia y me invitaba a irme con él, esta vez me dice que quiere que viva con él allá en Baja California a vivir mis últimos años.
  • ¡NO TE VAYAS POR FAVOR! – con un grito ensordecedor
  • Parece que para ti soy muy importante ¿Verdad Ceferino?
  • La verdad sí, Beatriz, me harías un pequeño favor
  • Dígame, Don Cefe – contesta Beatriz
  • Puedes dejarnos un pequeño momento solos
  • Sí, voy a… hacerme pato por la cocina – dudosa
  • Gracias Beatriz. Catalina, mira, desde aquel día en que te encontré o más bien esa bolita de estambre nos unió algo cambio en mí. Mi corazón latió más fuerte como locomotora a todo vapor, perdí mi calma, no sabes lo que provocaste en mí y no quiero dejar pasar más tiempo porque no sé cuánto tiempo queda en este plano terrenal antes que la Catrina me quiera envolver en su reboso y me desenvuelva en un campo negro con esqueletos y la muerte misma me lleve al galope a un lugar que no sé más.
  • Ceferino, – seria – también tú provocaste algo en mí que no sentía en años siéndote sincera creo que nunca sentí lo que tú hiciste. Me imagino que por lo de mi hermano te decepcionaste o te espantaste aún más, pero quiero preguntarte algo.
  • Con lo de tu hermano sigo espantado, sino es que traumado, y dime tu pregunta.
  • Fuera de lo que nos dicte la sociedad del amor y también fuera de lo que nos digan personas cercanas, yo quiero vivir acompañada los años que me quedan de vida ¿Quieres acompañarme en esta pequeña aventurilla? ¿Quieres ser mi novio?
  • Jamás pensé que fueras a decirme eso… y sí, quiero ser tu novio
Ambos se toman las manos agrietadas por el tiempo, los rostros de ambos se pintan con sonrisas, se acercan poco a poco y con un beso se demuestran ese sello de amor que ambos tenían desde que se encontraron en aquel parque y como las palomas empezaron a decir sobre ese amor que no tendrá fin ¿O sí?...
Detrás de ellos se oye un lloriqueo lleno de emoción por parte de Beatriz por ese bonito amor, pero ese dulce momento se agrió porque la puerta que se abrió. Julio entró y al ver que ambos se estaban besando a la par que Beatriz estaba chillando como María Magdalena, quiso impedir eso.
  • ¡Suéltala desgraciado! – gritando – Respetas a mi hermana porque la respetas
Toma a Ceferino de la camisa y lo empieza a zangolotear en el aire.
  • ¡Alto Julio! – intrigada – ¡Lo vas a lastimar! Deja de meterte en mi vida
  • Hazle…caso a…tu hermana – perdiendo la voz
  • ¡Deje a Don Cefe!, – Beatriz agarra el brazo de Julio – No ve que él está más débil que usted, ¡Véalo!
  • ¡DÉJENME PINCHES VIEJAS, ESTO ES ENTRE ÉL Y YO! – amenazando
  • Bájalo, Julio, o llamo a los de seguridad – retándolo
  • ¡Llama a todos los que quieras, no podrán conmigo!
  • Atente a las consecuencias
Catalina tomó el teléfono y estaba a punto de llamar a la recepción, pero se escuchó un tronido tan grande como el de madera quebrándose.
  • ¡MI ESPALDA! – grita de dolor
  • ¡Te lo dije! – en tono burlón – Ahora esas son las consecuencias, ahora abre tus manos y suéltalo
Lo dejó caer, pero Julio se quedó engarrotado en la posición viendo hacia arriba sin poder moverse por más que lo intentaba.Ceferino se pudo levantar con bastante dificultad, se tronó la espalda y el cuello, se acercó a Julio y lo confrontó.
  • Ahora, después que me agarraste como costal de hielos contra el piso, quiero que escuches – con valentía – me va a valer lo que diga todo el mundo, ahora quiero disfrutar lo que me queda de mi vida y por fin sentir lo que jamás sentí con nadie que eso es amor y si a ti te disgusta no me importa, solo quiero estar con Catalina, ¿Entiendes eso?
  • Siempre quise que mi hermana fuera feliz, aunque no tuviera a nadie y contigo espero que sea diferente. En dado caso que no lo seas, bueno, ya viste lo que pasará.
  • Verás que sí.
  • Aunque no estoy del todo contento, y te agarraría como costal de box si no estuviera engarrotado, te doy una única oportunidad, si estás con ella solo por lo que tiene te voy a fusilar y mandar a camposanto.
  • El deseo es mutuo
  • ¿¡Qué dijiste!? – gritando
  • Que continúes – temeroso
  • ¿Qué intenciones tienes con ella?
  • Básicamente enamorarla y experimentar el amor fuera de estereotipos para nuestra edad
  • Tengo que decirte que, aunque me caes en la punta del hígado, quiero que mi hermana sea feliz. ¡Ahora tú, enfermerita ayúdame a desentumirme!
  • Discúlpese con Don Cefe y le doy tratamiento – con orgullo
  • Chamaca diabla, prefiero quedarme así – estilo fanfarrón
  • Julio, discúlpate y no empecemos – Catalina le contesta algo enojada
  • Está bien, Ceferino
  • Dime – burlón
  • Perdóname por agarrarte de costal de box – entre dientes
  • ¿Cómo que no escuché?
  • Que me perdones por agarrarte de costal de box, ya lo dije, ¿Contentos?
  • No te preocupes, mejor hagamos las paces
  • Beatriz, – comienza Catalina – ¿Puedes atender a mi hermano, por favor?
  • Sí, voy
Dejando a un lado esta pequeña batalla campal dada entre todos contra todos, Beatriz le empezó a dar masaje en la espalda hasta que pudo moverse con mayor libertad, se tomó algunas pastillas de Catalina para evitar el entumecimiento y el dolor que se le pudiera presentar en los próximos momentos, sin darse cuenta la noche empezó a caer. Tuvieron que partir de la casa de Catalina despidiéndose el amor que todavía se sentía a pesar de esa adversidad familiar, esto es un nuevo capítulo en la vida de todos y dejando aprendizajes a todos, más traumas que, de hecho, no se olvidarían tan fácilmente.
Ceferino llegando a su casa se empezó a preguntar dónde estaban esas palomas que siempre lo seguían, ¿Qué les pasó? Olvidándose rápidamente de sus pequeñas amigas voladoras, se fue a la cama y se acostó, en la cara se le empezó a pintar una sonrisa grandísima que no se le borró para nada y lentamente se durmió.
Del otro lado del mapa, Catalina estando acostada leyendo una historia de un doctor que anda con la muerte, sus pensamientos le estaban inundando su mente y no se sacaba las imágenes de lo que pasó con Julio y Ceferino, su mente empezó a divagar en locura y un poco de sentimentalismo, en eso, le tocan suavemente la puerta.
  • ¿Puedo pasar?  – pregunta
  • ¿Qué quieres Julio?
Entra y cierra suavemente la puerta. Se sienta en una punta de la cama y empieza a decir en tono relajado.
  • Quiero disculparme por lo hice en la tarde
  • Sabes que no me gusta que actúes como un animal
  • Ya lo sé, pero no quiero que te lastimen y menos por lo que te acaban de diagnosticar
  • Primera, Ceferino nunca me lastimará. Segunda, dejemos ese tema de lo que me diagnosticaron, no quiero recordarlo hoy quiero saber que por primera vez estoy feliz.
  • ¿Y cuándo trabajaste en la empresa?
  • Bueno, es diferente porque eso es felicidad de superación o de logro, lo que estoy sintiendo es felicidad de amor.
  • Me gusta verte feliz, descansa.
  • Hasta mañana.
Julio sale de la habitación dejándola sola con sus pensamientos. Sin poder quitarse esa pelea de la cabeza, empezó a envolverse entre las cobijas sin lograr conciliar el sueño, el insomnio inició a hacer estragos a su mente y se levantó, abrió su mueble y sacó una caja donde tenía sus dos últimos puro y sacó uno, fue hacia la sala por el ventanal, salió al balcón y prendió el puro con un encendedor que traía en su bata. Entre el viento y el humo, se prometió dar su última fumada…




Créditos: Doctor Suavecito

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