MONSTRUOSIDAD GUERRERA
Atraco de reliquias
- ¿¡QUÉ HACEN AQUÍ!? – gritando
- ¡Aguas! – dijo un chaneque asustado
- ¡Quédense! – exclamó Mariana
- ¿Nos vamos o nos quedamos? – susurrando dice el mismo chaneque
- ¡Aquí está tu pedido! – con emoción
- ¿Qué te pedí? – replica la líder
- Un grupo de aluxes o chaneques
- Exacto, solamente uno, pero, aquí entre nos – susurrando – ¿Qué les ofreciste para que reunieras a tantos?
- Les ofrecí dos cosas. La primera es que les regalaré las plantas que quisieran...
- ¿Y la segunda?
- La segunda es que no los comeré si nos ayudan
- Plan con maña, me gusta
- ¿Qué les hiciste? – pregunta la líder
- Me supongo que es porque no durmieron nada, estuve amenazándolos a todos y me devoré a uno que otro para que me respetaran
- Eres más sádica que yo, pero la técnica del miedo funciona
- ¿Qué hacemos con los desmayados?
- Hay que arrumbarlos allá atrás
- ¿Habías visto eso?
- Jamás, a lo mejor sea una nueva táctica de supervivencia
- ¡Si se mueren, te voy a matar a ti!
- ¿Qué te pasó? – ambas preguntan
- ¡Ay! – sufriendo – Me duele todo – sollozando
- Ya notamos que estás fregada – dice Mariana – ¿Qué te pasó?
- Las quemadas fueron por el sol reflejado en el agua y las heridas fueron porque cuando llegamos al lago extrañamente se rompió el hechizo y el alfa aulló haciendo que toda la manada me atacara a voluntad. Me transformé en humo y volví a lanzar el hechizo, solamente así me pude salvar.
- ¿¡Por qué no te dejaron como un taco o un pambazo!? – Mariana burlándose
- ¡A la que voy a transformar en enchiladas eres tú!
- ¡Dejen de pelear! – interfiere la líder – Y dime, ¿Cuántos son?
- Alrededor de cincuenta – contesta Marcela
- ¿No crees que son muy pocos?
- Era eso o no traer nada – enojada
- Oye – interrumpe Mariana – Dos cosas, ¿Cómo controlarás a todos los Ahuízotl? Y ¿No viste a las momias?
- Los controlaré con el líder, siempre y cuando no se rompa el hechizo no pasa nada. Con las momias no sé, desde que salí de la cueva no las he visto
- Ya es raro – dice la líder en un tono frío – no se irían si no tuvieran razón
- ¿No puedes ver dónde están? – pregunta Marcela
- No, a pesar de que tienen mi sangre no puedo ver ni sentir nada de lo que ellos experimenten
- Cambiando de tema, ¿Qué es eso que arece un capullo? – señala
- Son los chaneques que traje – contestó Mariana
- ¿Están muertos o por qué tienen esa forma?
- No sé, supongo que son mecanismos de defensa o qué sé yo
- Tenemos que curarte – pronuncia la líder – ¡Agárrala!
Mariana la tomó de brazos y la líder
tomó unas piedras, las trituró y se las lanzó sobre las heridas abiertas. A
Marcela le ardió. La líder tomó unas plantas que crecían en la cueva y le roció
con el jugo que sacaban, pronto sopló sobre las heridas, éstas tomaron un color
verdoso y velozmente la piel le empezó a regenerar. Hasta parecía que jamás
hubiera tenido las heridas ni llagas. Ambas se quedaron sorprendidas por esa
capacidad de curación. La líder estaba bastante agotada, se orilló y esquinó
para así poder descansar, Mariana y Marcela la acompañaron en el repentino
descanso.
- ¿Qué te aventó hasta acá?
- ¿Cómo crees que te va a contestar? – contesta Marcela
- Deja que la momia diga – reprocha Mariana
- Ale, ale – forzadamente
- ¿Ale? – las tres preguntan
- ¡ALEBRIJES! – grita
- ¡Vengan conmigo!
- ¡Aléjenlo de mí! – la líder gritó desesperada
- ¿Por qué actúas así? – pregunta Mariana
- ¡ALÉJENLO DE MÍ! – grita más fuerte
- ¡RATA INSIGNIFICANTE! – gritando – ¡MÁS TE VALE QUE LEVANTES A TODAS ESAS RATAS Y QUIERO QUE ATAQUEN AL ALEBRIJE – amenazando
- Y si no quiero ¿Qué pasará? – altanero
- Acepto – dice atemorizado
Los chaneques empezaron a despertar
de poco a poco y se dirigieron a atacarlos. De alguna extraña manera pudieron
desviar la atención de casi todos los alebrijes dirigiéndolos hacia donde
estaban las momias. Hubo un alebrije del tamaño de un caimán y sus patas eran
de éste, tenía cuernos de carnero, tres ojos de águila, cabeza de ajolote,
colmillos de xoloitzcuintle, lengua de serpiente, contaba con dos colas de anquilosáuridos,
en su nariz tenía un pequeño cuerno, principalmente era acuático, su cuerpo se
asemejaba al de una tortuga, podía camuflarse. Él se dirigió hacia la cueva y
apareció cuando estuvo enfrente de la líder Tlahuelpuchi. Ella, por otra parte,
empezó a atemorizarse y a sudar frío, el corazón le latió al mil por hora, el
cuerpo no le respondió ya que se tensó, dejó unos arañazos en el suelo de la
cueva, trató de transformarse en humo y no pudo. Quiso gritar para pedir
auxilio, pero su voz la había abandonado dejándola con el alebrije. El alebrije
la olfateó y con su lengua rasposa empezó a babearle todo su rostro, la
respiración de la Tlahuelpuchi aumentó a tal grado que parecía que iba a tener
un paro cardiaco. Soltó un rugido atronador y la líder se desmayó.
- ¡Están idiotas! – grita Mariana – ¿Cómo se les ocurre?
- ¿Por qué trajeron a los alebrijes sin amarrar? – pregunta Marcela
- No pudimos amarrarlos, quisimos escapar y aparecieron más – contesta una momia
- ¿Cuántos encontraron?
- Solamente habíamos encontrado al más grande, al venenoso, – contesta apenada – pronto aparecieron todos los demás y corrimos para acá
- ¡Ahora por su culpa ya no tenemos al cien a los Ahuízotl! – enojada
- ¡Tampoco a los chaneques! – agrega Mariana
- Pero – formulando – podemos utilizar a los alebrijes
- ¿Cómo los planeas utilizar? – pregunta
- Primero, necesito que todas ustedes – señalando a las momias – reúnan a los alebrijes
- Pero unos son muy pesados – contesta una momia
- ¡QUE LOS TRAIGAN! – grita Marcela
- Vamos
- Podemos utilizarlos como amarré al Ahuízotl – dice Marcela
- ¿Crees que podamos?
- Yo digo que sí, de todas maneras, creo que si controlamos al más grande podamos controlar a los demás
- ¿Cómo le hicimos con los Ahuízotl?
- Exactamente, oye, ¿Qué le pasó a la líder?
- ¿Cómo te sientes? – pregunta Marcela
- Estoy ansiosa, nerviosa, me siento muy mal, necesito algo de sangre – con voz cortada
Tomó a un chaneque y lo aspiró hasta
dejarlo más seco que un desierto. Los demás chaneques, al ver esa terrorífica imagen,
salieron despavoridos con las momias.
- Ya me siento mejor – se limpia los labios
- ¿Qué te pasó? – pregunta Mariana
- Sí, – agrega Marcela – jamás te habíamos visto así ¿Le tienes miedo a los alebrijes?
- ¿YO? – indignada – Ja, ja, ja, ja, ja, no les tengo miedo – hace una pausa – ¡LES TENGO PÁNICO! – temblorosa
- ¿Por qué? – ambas preguntan
- No sé, entre más lejos los tenga es mucho mejor – empieza a temblar – me dan ñañaras
- Oigan, una duda – dice Mariana – ¿No estaban extintos?
- Hace un par de siglos no los veía, – contesta Marcela – pero parece que regresaron de la extinción
- ¿Cómo pudieron dormirlos? – pregunta la líder
- El alebrije más grande soltó muchas púas y con mucho cuidado las lanzamos a todos los alebrijes haciendo que se desmayaran
- ¿Cuánto tiempo durará el efecto?
- No lo sabemos – contesta Mariana – así que necesitamos que nos ayudes para controlar al más grande
- ¿Por qué al más grande? – angustiada
- Porque creemos que ese es el que controla a todos
- ¡Háganlo ustedes! – enojada – No me les voy a acercar a esas cosas
- Necesitamos que tú lo hagas, ándale – suplica Mariana
- ¿Por qué no lo haces tú?
- Estás viendo y no ves – reprocha Marcela –, es la más fácil de enredar
- ¿Por qué no los han amarrados? – pregunta Mariana
- No tenemos nada con qué amarrarlos – responde una momia
- Además de que no es tan fácil con tremendos tamaños – agrega un chaneque
- Ahora controla al mayor de los alebrijes – dice Marcela
- ¡Animal! – responde la líder
Inhaló hasta que sus pulmones se
llenaron, el alebrije abrió los ojos y la vio fijamente. A la líder se le hizo
un nudo en la garganta. Sudó frío, exhaló con temor, tragó saliva y con una voz
temblorosa recitó el encantamiento. El alebrije quiso escaparse de las cadenas,
pero no pudo levantarse. Algo no salió bien pues al finalizar el hechizo el
alebrije se transformó en una versión pequeña al tamaño de las Tlahuelpuchis,
era civilizado, se libró de las cadenas y se dirigió donde las Tlahuelpuchis,
momias y chaneques. Todos se quedaron plasmados.
- Aunque trataste de controlarme – inicia el alebrije – solo hiciste despertar de mi forma más primitiva – serenamente
- ¿No son así? – pregunta un chaneque
- ¿Cómo se transformaron en esas bestias? – pregunta una momia
- ¿Por qué tomaron esas formas? – pregunta Mariana
- ¿¡PERO QUÉ CARAJO PASÓ!? – gritó la líder
- Contestando a sus preguntas, – pasivamente – nos transformamos en esas criaturas, que son guías espirituales, para poder adaptarnos a nuestro entorno cambiante. Esta forma es la verdadera que tenemos. Y pasó que tú me liberaste de esa forma, te agradezco mucho ¿Cómo podría recompensarlo?
- Ya que lo dices – contesta la líder – me pudieras ayudar con tus amigos alebrijes
- ¿En qué?
- Dentro de dos noches más tendremos una pequeña batalla campal contra el Charro Negro y, como puedes ver, necesitamos de su ayuda ya que un ejército de tres Tlahuelpuchis, un par de momias y algunos grupos de chaneques no harán gran diferencia
- ¿Quieres que nos unamos a tu cruzada?
- Exactamente, ¿Qué dices?
- Si así puedo compensar la deuda que tengo contigo, acepto
- Marcela, – dice la líder – libera a los alebrijes
- ¿Segura? – dudosa
- Sí – aterrada
- Ya está todo listo – dijo el alebrije
- ¿A dónde va ese alebrije? – pregunta Mariana
- Por unas cosas, no se preocupen
Las Tlahuelpuchis, junto al alebrije y las momias, empezaron a planear sus tácticas para la guerra que emplearían dentro de dos noches más.
El colibrí llegó hasta la mansión del Charro Negro y se pudo meter por la ventana rota por la que Mariana entró hace un par de días. Divisó toda la casa y en el pasillo de la ventana rota se dirigió hasta el final, pero había una puerta que no pudo abrir. Vio para arriba y en el techo había una grieta en la que, con bastante dificultad, pudo meterse y entró a una habitación en la que múltiples vitrinas resguardaban reliquias de todo tipo; joyas de todo el mundo, un par de libros, la primera botella de vino de toda la historia, un traje del príncipe de la canción, unas botellas con almas sollozantes, y muchas más cosas curiosas. No encontraba lo que buscaba hasta que en una esquina algo se movió así que fue a averiguar, resultó que lo que buscaba estaba ahí, era el Xiuhcóatl transformado en un talismán café con diversos relieves ¿Cómo terminó convertido en eso tan insignificante?
Cuando lo tomó, no supo cómo escapar
pues no cabía con el amuleto por la pequeña abertura. En eso, la puerta del cuarto
se abre, era el Charro Negro. El colibrí intentó escapar, aunque, en un veloz movimiento,
lo pudo atrapar. Trataba de escapar de sus manos, pero le era imposible.
- Gracias por volverlo a encontrar – dice en una voz fría
– pero yo lo necesito para mis propósitos
- Hace mucho que no te veía
- ¡Yo fui arma de dioses y me transformaste en esto! – reclama Xiuhcóatl – ¡FUI IGUAL O MÁS QUE UN DIOS!
- Y ahora yo te controlo – con cinismo
- Si llego a escapar de la prisión en que me tienes, te convertiré en cenizas – amenaza
- Aunque me amenaces con eso, me debes un favor
- ¿¡QUIERES QUE TE CONCEDA UN FAVOR CUANDO TÚ ME APRISIONASTE AQUÍ DESDE HACE SIGLOS!? – furioso
- Quien te tenga en su poder te pueda controlar, ¿Acaso no recuerdas cuando le serviste a Huitzilopochtli?
- En ese momento fue diferente
- Para no seguir discutiendo, te propongo un trato que te convendrá bastante
- ¿Qué? – dudoso
- En dado caso que necesite tu ayuda, romperé el amuleto y con él se romperá el hechizo que ahora te aprisiona
- ¿A qué quieres llegar?
- Si me ayudas te dejaré libre para que te vayas a donde quieras
- Dime dos cosas – dice Xiuhcóatl
- Pregúntame lo que quieras
- ¿Qué pasó después de la caída de Tenochtitlán? ¿Cuánto tiempo ha pasado?
- El país se unificó en un territorio hermoso a pesar de que nos quitaron territorios y esa batalla sucedió hace quinientos años
- Medio milenio, me siento viejo
- ¿Cuál era la otra cosa que querías preguntar?
- Cierto, ¿Por qué me quieres para tu batalla?
- No te quiero para ella, solamente te tengo de respaldo por cualquier cosa que pudiera pasar
- ¿Ya sabes cuál es tu futuro? – metiendo cizaña
- Hay muchos, tú lo sabes bien
- Sí, pero ¿Sabes por qué mueres?
- ¿Y eso que está por acá? – extrañado
- Es mi casa, Pancho
- Perdón, pero pensé que seguía en su cuarto
- Te entiendo y antes de que limpies…
- Dígame – interrumpe
- ¿Cómo siguen nuestros huéspedes?
- ¿Cuáles?
- Los que tenemos en la caballeriza
- La Chupacabras se sigue transformando en su forma canina y renacuaja, dejó de transformarse en su forma voladora. Los hombres lobos se transforman con cada amanecer y anochecer, se están volviendo locos
- ¿Ya están las plantas carnívoras?
- Mañana terminarán de crecer
- Acércate y toma
- ¿Por qué me da a Xiuhcóatl? – miedoso
- ¡Ya olí tu miedo! – Xiuhcóatl emocionado
- Para que lo guardes en dado caso que lo necesitemos para la guerra – contesta el Charro Negro
- ¿Dónde lo pongo? – temblando
- En un lugar seguro
- Conmigo nada estará a salvo – interfiere Xiuhcóatl
- ¡Lárgate ya! – eufórico dice el Charro Negro
- Dime Pancho, ¿Por qué le eres fiel?
- Porque él me ayudó a cambiar
- Sabes que yo tengo más poder que él, ¿Verdad?
- Lo sé…
- Libérame y yo te puedo cambiar
- ¿Cambiar?
- Sí, no te hagas tonto, te puedo cambiar por algo más funcional, puedo quitarte tus dolencias, puedo construirte un cuerpo, jamás quedarás como el lamebotas de nadie ahora será al revés ¡Ayúdame y te recompensaré! Solamente tienes que romper esta cosa que me aprisiona
- ¿Cómo sé que no me mientes? – interesado
- ¿Crees que te mentiría? – irónicamente – ¡Estoy desesperado por salir de aquí!
- No sé si mentirías
- Ayúdame y te ayudo, todos ganamos – rogando
Pancho salió del cuarto y cerró con llave, fue a limpiar la casa. Mientras hacía el quehacer, se quedó pensando en la propuesta de Xiuhcóatl, esa idea no se iba tan fácil, seguía dudando de ello, pero finalmente lo descartó ya que le iría mucho peor si accedía a lo que quería a ese mítico dragón.
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