Monstruosidad guerrera. Capítulo 4.

MONSTRUOSIDAD GUERRERA

Atraco de reliquias

La mañana estaba llegando, la líder Tlahuelpuchi se quedó intranquila pues ni las momias ni sus otras dos ayudantes habían llegado. Estuvo en vela toda la noche, las cenizas abundaban pues había fumado de manera excesiva la noche anterior. De pronto, muchos chaneques entraron corriendo un tanto asustados a la par que emocionados, llenaron casi toda la cueva, la líder Tlahuelpuchi se sorprendió y enfureció.
  • ¿¡QUÉ HACEN AQUÍ!? – gritando
  • ¡Aguas! – dijo un chaneque asustado
Un humo se transformó y Mariana había llegado con todos los chaneques.
  • ¡Quédense! – exclamó Mariana
  • ¿Nos vamos o nos quedamos? – susurrando dice el mismo chaneque
  • ¡Aquí está tu pedido! – con emoción
  • ¿Qué te pedí? – replica la líder
  • Un grupo de aluxes o chaneques
  • Exacto, solamente uno, pero, aquí entre nos – susurrando – ¿Qué les ofreciste para que reunieras a tantos?
  • Les ofrecí dos cosas. La primera es que les regalaré las plantas que quisieran...
  • ¿Y la segunda?
  • La segunda es que no los comeré si nos ayudan
  • Plan con maña, me gusta
Los chaneques empezaron a desmayarse boca arriba, se quedaron completamente rígidos y parecía que no respiraban.
  • ¿Qué les hiciste? – pregunta la líder
  • Me supongo que es porque no durmieron nada, estuve amenazándolos a todos y me devoré a uno que otro para que me respetaran
  • Eres más sádica que yo, pero la técnica del miedo funciona
  • ¿Qué hacemos con los desmayados?
  • Hay que arrumbarlos allá atrás
Empezaron a arrumbarlos en un rincón hasta atrás de la cueva, los encimaron como piezas de dominó. Luego de un rato, salieron unas plantas las cuales rodearon por completo a todos los chaneques, los envolvieron como si estuvieran en una especie de capullo bastante delicado.
  • ¿Habías visto eso?
  • Jamás, a lo mejor sea una nueva táctica de supervivencia
  • ¡Si se mueren, te voy a matar a ti!
La tarde entró y unos aullidos de dolor sonaron afuera de la cueva, en eso entró el Ahuízotl alfa y se las miró con desagrado y reprobación, pero no les tomó importancia así que se acostó en la entrada haciendo guardia. Un humo entró y se convirtió en Marcela, tenía un par de quemaduras y mordeduras severas.
  • ¿Qué te pasó? – ambas preguntan
  • ¡Ay! – sufriendo – Me duele todo – sollozando
  • Ya notamos que estás fregada – dice Mariana – ¿Qué te pasó?
  • Las quemadas fueron por el sol reflejado en el agua y las heridas fueron porque cuando llegamos al lago extrañamente se rompió el hechizo y el alfa aulló haciendo que toda la manada me atacara a voluntad. Me transformé en humo y volví a lanzar el hechizo, solamente así me pude salvar.
  • ¿¡Por qué no te dejaron como un taco o un pambazo!? – Mariana burlándose
  • ¡A la que voy a transformar en enchiladas eres tú!
  • ¡Dejen de pelear! – interfiere la líder – Y dime, ¿Cuántos son?
  • Alrededor de cincuenta – contesta Marcela
  • ¿No crees que son muy pocos?
  • Era eso o no traer nada – enojada
  • Oye – interrumpe Mariana – Dos cosas, ¿Cómo controlarás a todos los Ahuízotl? Y ¿No viste a las momias?
  • Los controlaré con el líder, siempre y cuando no se rompa el hechizo no pasa nada. Con las momias no sé, desde que salí de la cueva no las he visto
  • Ya es raro – dice la líder en un tono frío – no se irían si no tuvieran razón
  • ¿No puedes ver dónde están? – pregunta Marcela
  • No, a pesar de que tienen mi sangre no puedo ver ni sentir nada de lo que ellos experimenten
  • Cambiando de tema, ¿Qué es eso que arece un capullo? – señala
  • Son los chaneques que traje – contestó Mariana
  • ¿Están muertos o por qué tienen esa forma?
  • No sé, supongo que son mecanismos de defensa o qué sé yo
  • Tenemos que curarte – pronuncia la líder – ¡Agárrala!

Mariana la tomó de brazos y la líder tomó unas piedras, las trituró y se las lanzó sobre las heridas abiertas. A Marcela le ardió. La líder tomó unas plantas que crecían en la cueva y le roció con el jugo que sacaban, pronto sopló sobre las heridas, éstas tomaron un color verdoso y velozmente la piel le empezó a regenerar. Hasta parecía que jamás hubiera tenido las heridas ni llagas. Ambas se quedaron sorprendidas por esa capacidad de curación. La líder estaba bastante agotada, se orilló y esquinó para así poder descansar, Mariana y Marcela la acompañaron en el repentino descanso.

La noche yacía en los alrededores de la caverna, las Tlahuelpuchis estaban imperturbables e ininterrumpidas en el lecho hasta que el gruñir y ladrar de los Ahuízotl les molestó, pero lo que provocó la verdadera desesperación y un poco de terror fue que una momia golpeó con la última pared de la gruta haciéndose pedazos. La líder Tlahuelpuchi fue a checar y levantó la cabeza de la momia.
  • ¿Qué te aventó hasta acá?
  • ¿Cómo crees que te va a contestar? – contesta Marcela
  • Deja que la momia diga – reprocha Mariana
  • Ale, ale – forzadamente
  • ¿Ale? – las tres preguntan
  • ¡ALEBRIJES! – grita
La cabeza de la momia terminó desmayándose, la líder Tlahuelpuchi no supo que hacer porque hace siglos no veía a ningún alebrije, pensó que estaban extintos. Con un poco de miedo se estaba dirigiendo a la entrada.
  • ¡Vengan conmigo!

Las otras dos fueron detrás de ella. Al ver desde la caverna, pudieron ver a diez alebrijes que estaban peleando contra las momias y los Ahuízotl. Los alebrijes le estaban dando una verdadera paliza a las momias, parecían muñecos de trapo. La líder Tlahuelpuchi, en acto involuntario, lanzó la cabeza de la momia dándole al alebrije mayor. Este alebrije tenía tres cabezas de caimán, sus lenguas eran de sapos, contaba con un único ojo en cada cabeza, sus largos cuellos parecían a los cuerpos de una serpiente, sus patas eran de camaleón con garras de lince, la cola y el cuerpo lo tenía de un ajolote, en toda su espalada y cuellos tenía pequeñas espinas filosas que podía disparar a voluntad además de que contenían un ligero veneno que provocaba desmayos. Medía casi siete metros de alto. Al ver a las Tlahuelpuchis se dirigió hacia la cueva.
  • ¡Aléjenlo de mí! – la líder gritó desesperada
Ambas se quedaron confundidas por la reacción de la líder, jamás la habían visto así.
  • ¿Por qué actúas así? – pregunta Mariana
  • ¡ALÉJENLO DE MÍ! – grita más fuerte
Marcela hizo que el Ahuízotl alfa llamara a todos y se fueran contra él. Mariana se lanzó a atacarlo. Las momias siguieron atacando al restante de alebrijes, pero muchos se estaban yendo donde el alebrije mayor. La líder Tlahuelpuchi, en un intento desesperado, rompió el capullo de los chaneques y uno de los lideres se despertó.
  • ¡RATA INSIGNIFICANTE! – gritando – ¡MÁS TE VALE QUE LEVANTES A TODAS ESAS RATAS Y QUIERO QUE ATAQUEN AL ALEBRIJE – amenazando
  • Y si no quiero ¿Qué pasará? – altanero
La líder abrió sus fauces causándole un trauma irreversible al líder chaneque.
  • Acepto – dice atemorizado

Los chaneques empezaron a despertar de poco a poco y se dirigieron a atacarlos. De alguna extraña manera pudieron desviar la atención de casi todos los alebrijes dirigiéndolos hacia donde estaban las momias. Hubo un alebrije del tamaño de un caimán y sus patas eran de éste, tenía cuernos de carnero, tres ojos de águila, cabeza de ajolote, colmillos de xoloitzcuintle, lengua de serpiente, contaba con dos colas de anquilosáuridos, en su nariz tenía un pequeño cuerno, principalmente era acuático, su cuerpo se asemejaba al de una tortuga, podía camuflarse. Él se dirigió hacia la cueva y apareció cuando estuvo enfrente de la líder Tlahuelpuchi. Ella, por otra parte, empezó a atemorizarse y a sudar frío, el corazón le latió al mil por hora, el cuerpo no le respondió ya que se tensó, dejó unos arañazos en el suelo de la cueva, trató de transformarse en humo y no pudo. Quiso gritar para pedir auxilio, pero su voz la había abandonado dejándola con el alebrije. El alebrije la olfateó y con su lengua rasposa empezó a babearle todo su rostro, la respiración de la Tlahuelpuchi aumentó a tal grado que parecía que iba a tener un paro cardiaco. Soltó un rugido atronador y la líder se desmayó.

El poderoso alebrije iba a comérsela, pero por una espina del alebrije mayor se desmayó, Mariana le había lanzado esa púa. Fue a socorrer a la líder, pero tuvo que ir a atender los daños así que llamó a los chaneques para que la atendieran y cuidaran. Pronto, reunió a todas las momias.
  • ¡Están idiotas! – grita Mariana – ¿Cómo se les ocurre?
  • ¿Por qué trajeron a los alebrijes sin amarrar? – pregunta Marcela
  • No pudimos amarrarlos, quisimos escapar y aparecieron más – contesta una momia
  • ¿Cuántos encontraron?
  • Solamente habíamos encontrado al más grande, al venenoso, – contesta apenada – pronto aparecieron todos los demás y corrimos para acá
  • ¡Ahora por su culpa ya no tenemos al cien a los Ahuízotl! – enojada
  • ¡Tampoco a los chaneques! – agrega Mariana
  • Pero – formulando – podemos utilizar a los alebrijes
  • ¿Cómo los planeas utilizar? – pregunta
  • Primero, necesito que todas ustedes – señalando a las momias – reúnan a los alebrijes
  • Pero unos son muy pesados – contesta una momia
  • ¡QUE LOS TRAIGAN! – grita Marcela
  • Vamos
Las momias salieron a reunir a todos los alebrijes, los arrastraban con mucho esfuerzo. Los estaban arrastrando a un área alejada de la cueva. Las dos Tlahuelpuchis fueron detrás de las momias y estaban dialogando lo referente al breve ataque.
  • Podemos utilizarlos como amarré al Ahuízotl – dice Marcela
  • ¿Crees que podamos?
  • Yo digo que sí, de todas maneras, creo que si controlamos al más grande podamos controlar a los demás
  • ¿Cómo le hicimos con los Ahuízotl?
  • Exactamente, oye, ¿Qué le pasó a la líder?
Desde la cueva se escuchó un grito espantoso – ¡LLÉVENSELO RÁPIDO! – y, acto seguido, muchos chaneques aventaron al alebrije que estaba junto a la líder Tlahuelpuchi.  Marcela y Mariana fueron a verla por el bramido que dio. Al llegar, la líder estaba bastante asustada.
  • ¿Cómo te sientes? – pregunta Marcela
  • Estoy ansiosa, nerviosa, me siento muy mal, necesito algo de sangre – con voz cortada

Tomó a un chaneque y lo aspiró hasta dejarlo más seco que un desierto. Los demás chaneques, al ver esa terrorífica imagen, salieron despavoridos con las momias.

  • Ya me siento mejor – se limpia los labios
  • ¿Qué te pasó? – pregunta Mariana
  • Sí, – agrega Marcela – jamás te habíamos visto así ¿Le tienes miedo a los alebrijes?
  • ¿YO? – indignada – Ja, ja, ja, ja, ja, no les tengo miedo – hace una pausa – ¡LES TENGO PÁNICO! – temblorosa
  • ¿Por qué? – ambas preguntan
  • No sé, entre más lejos los tenga es mucho mejor – empieza a temblar – me dan ñañaras
  • Oigan, una duda – dice Mariana – ¿No estaban extintos?
  • Hace un par de siglos no los veía, – contesta Marcela – pero parece que regresaron de la extinción
  • ¿Cómo pudieron dormirlos? – pregunta la líder
  • El alebrije más grande soltó muchas púas y con mucho cuidado las lanzamos a todos los alebrijes haciendo que se desmayaran
  • ¿Cuánto tiempo durará el efecto?
  • No lo sabemos – contesta Mariana – así que necesitamos que nos ayudes para controlar al más grande
  • ¿Por qué al más grande? – angustiada
  • Porque creemos que ese es el que controla a todos
  • ¡Háganlo ustedes! – enojada – No me les voy a acercar a esas cosas
  • Necesitamos que tú lo hagas, ándale – suplica Mariana
  • ¿Por qué no lo haces tú?
  • Estás viendo y no ves – reprocha Marcela –, es la más fácil de enredar
La líder calló momentáneamente, su mente se le llenó de terror y muchas cosas que le pudieran pasar en esos instantes. Se armó de valor y, sin decir nada, se dirigió donde el gran alebrije y se paró enfrente suyo. Las otras dos Tlahuelpuchis la siguieron de cerca. Los alebrijes seguían tumbados en el suelo, las momias con los chaneques seguían acomodándolos.
  • ¿Por qué no los han amarrados? – pregunta Mariana
  • No tenemos nada con qué amarrarlos – responde una momia
  • Además de que no es tan fácil con tremendos tamaños – agrega un chaneque
Acto seguido, Marcela chasquea y da dos aplausos, con eso aparecieron cadenas con un encantamiento especial que amarraban a todos los alebrijes.
  • Ahora controla al mayor de los alebrijes – dice Marcela
  • ¡Animal! – responde la líder

Inhaló hasta que sus pulmones se llenaron, el alebrije abrió los ojos y la vio fijamente. A la líder se le hizo un nudo en la garganta. Sudó frío, exhaló con temor, tragó saliva y con una voz temblorosa recitó el encantamiento. El alebrije quiso escaparse de las cadenas, pero no pudo levantarse. Algo no salió bien pues al finalizar el hechizo el alebrije se transformó en una versión pequeña al tamaño de las Tlahuelpuchis, era civilizado, se libró de las cadenas y se dirigió donde las Tlahuelpuchis, momias y chaneques. Todos se quedaron plasmados.

  • Aunque trataste de controlarme – inicia el alebrije – solo hiciste despertar de mi forma más primitiva – serenamente
  • ¿No son así? – pregunta un chaneque
  • ¿Cómo se transformaron en esas bestias? – pregunta una momia
  • ¿Por qué tomaron esas formas? – pregunta Mariana
  • ¿¡PERO QUÉ CARAJO PASÓ!? – gritó la líder
  • Contestando a sus preguntas, – pasivamente – nos transformamos en esas criaturas, que son guías espirituales, para poder adaptarnos a nuestro entorno cambiante. Esta forma es la verdadera que tenemos. Y pasó que tú me liberaste de esa forma, te agradezco mucho ¿Cómo podría recompensarlo?
  • Ya que lo dices – contesta la líder – me pudieras ayudar con tus amigos alebrijes
  • ¿En qué?
  • Dentro de dos noches más tendremos una pequeña batalla campal contra el Charro Negro y, como puedes ver, necesitamos de su ayuda ya que un ejército de tres Tlahuelpuchis, un par de momias y algunos grupos de chaneques no harán gran diferencia
  • ¿Quieres que nos unamos a tu cruzada?
  • Exactamente, ¿Qué dices?
  • Si así puedo compensar la deuda que tengo contigo, acepto
  • Marcela, – dice la líder – libera a los alebrijes
  • ¿Segura? – dudosa
  • Sí – aterrada
Marcela chasqueó y liberó a los alebrijes. El alebrije dijo unas palabras inentendibles e hizo que las espinas se desvanecieran, el restante de los alebrijes comenzó a despertarse. El más pequeño de los alebrijes, era similar a un colibrí, pero con cola de pavorreal, pequeñas garritas de halcón, lengua de mariposa y ojos de águila, se acercó y el líder alebrije lo mandó por un encargo importante. Los demás alebrijes tenían cara de enojo, pero siguieron las instrucciones de él.
  • Ya está todo listo – dijo el alebrije
  • ¿A dónde va ese alebrije? – pregunta Mariana
  • Por unas cosas, no se preocupen

Las Tlahuelpuchis, junto al alebrije y las momias, empezaron a planear sus tácticas para la guerra que emplearían dentro de dos noches más.

El colibrí llegó hasta la mansión del Charro Negro y se pudo meter por la ventana rota por la que Mariana entró hace un par de días. Divisó toda la casa y en el pasillo de la ventana rota se dirigió hasta el final, pero había una puerta que no pudo abrir. Vio para arriba y en el techo había una grieta en la que, con bastante dificultad, pudo meterse y entró a una habitación en la que múltiples vitrinas resguardaban reliquias de todo tipo; joyas de todo el mundo, un par de libros, la primera botella de vino de toda la historia, un traje del príncipe de la canción, unas botellas con almas sollozantes, y muchas más cosas curiosas. No encontraba lo que buscaba hasta que en una esquina algo se movió así que fue a averiguar, resultó que lo que buscaba estaba ahí, era el Xiuhcóatl transformado en un talismán café con diversos relieves ¿Cómo terminó convertido en eso tan insignificante?

Cuando lo tomó, no supo cómo escapar pues no cabía con el amuleto por la pequeña abertura. En eso, la puerta del cuarto se abre, era el Charro Negro. El colibrí intentó escapar, aunque, en un veloz movimiento, lo pudo atrapar. Trataba de escapar de sus manos, pero le era imposible.

  • Gracias por volverlo a encontrar – dice en una voz fría – pero yo lo necesito para mis propósitos

Chasqueó y la reliquia apareció en su cuello mientras que el colibrí alebrije apareció encerrado junto con el nahual. El Charro Negro tomó el talismán y lo observó detenidamente.
  • Hace mucho que no te veía
  • ¡Yo fui arma de dioses y me transformaste en esto! – reclama Xiuhcóatl – ¡FUI IGUAL O MÁS QUE UN DIOS!
  • Y ahora yo te controlo – con cinismo
  • Si llego a escapar de la prisión en que me tienes, te convertiré en cenizas – amenaza
  • Aunque me amenaces con eso, me debes un favor
  • ¿¡QUIERES QUE TE CONCEDA UN FAVOR CUANDO TÚ ME APRISIONASTE AQUÍ DESDE HACE SIGLOS!? – furioso
  • Quien te tenga en su poder te pueda controlar, ¿Acaso no recuerdas cuando le serviste a Huitzilopochtli?
  • En ese momento fue diferente
  • Para no seguir discutiendo, te propongo un trato que te convendrá bastante
  • ¿Qué? – dudoso
  • En dado caso que necesite tu ayuda, romperé el amuleto y con él se romperá el hechizo que ahora te aprisiona
  • ¿A qué quieres llegar?
  • Si me ayudas te dejaré libre para que te vayas a donde quieras
Silenció y reflexionó un poco, el gran dragón veía cosas un poco raras en el trato del Charro Negro, no ofrecería algo así sin recibir algo a cambio, según su propia experiencia.
  • Dime dos cosas – dice Xiuhcóatl
  • Pregúntame lo que quieras
  • ¿Qué pasó después de la caída de Tenochtitlán? ¿Cuánto tiempo ha pasado?
  • El país se unificó en un territorio hermoso a pesar de que nos quitaron territorios y esa batalla sucedió hace quinientos años
  • Medio milenio, me siento viejo
  • ¿Cuál era la otra cosa que querías preguntar?
  • Cierto, ¿Por qué me quieres para tu batalla?
  • No te quiero para ella, solamente te tengo de respaldo por cualquier cosa que pudiera pasar
  • ¿Ya sabes cuál es tu futuro? – metiendo cizaña
  • Hay muchos, tú lo sabes bien
  • Sí, pero ¿Sabes por qué mueres?
El Charro Negro enmudeció, no supo que contestarle y salió de la habitación con el talismán en mano, fue a la habitación principal. Al llegar se sentó y vio frente a la chimenea apagada y sucia, observó con detenimiento al talismán sin que este dijera ninguna palabra. Pancho pasaba por el lugar para poder limpiar la chimenea y se sorprende por su patrón.
  • ¿Y eso que está por acá? – extrañado
  • Es mi casa, Pancho
  • Perdón, pero pensé que seguía en su cuarto
  • Te entiendo y antes de que limpies…
  • Dígame – interrumpe
  • ¿Cómo siguen nuestros huéspedes?
  • ¿Cuáles?
  • Los que tenemos en la caballeriza
  • La Chupacabras se sigue transformando en su forma canina y renacuaja, dejó de transformarse en su forma voladora. Los hombres lobos se transforman con cada amanecer y anochecer, se están volviendo locos
  • ¿Ya están las plantas carnívoras?
  • Mañana terminarán de crecer
  • Acércate y toma
Pancho se acerca a él y recibe el talismán, empieza a revisarlo y se da cuenta de que es Xiuhcóatl, temeroso, temblando traga un poco de saliva.
  • ¿Por qué me da a Xiuhcóatl? – miedoso
  • ¡Ya olí tu miedo! – Xiuhcóatl emocionado
  • Para que lo guardes en dado caso que lo necesitemos para la guerra – contesta el Charro Negro
  • ¿Dónde lo pongo? – temblando
  • En un lugar seguro
  • Conmigo nada estará a salvo – interfiere Xiuhcóatl
  • ¡Lárgate ya! – eufórico dice el Charro Negro
Pancho se retira de ahí y va hacia el cuarto de armas dejándolo a la mano. Recogió unas coas y antes de que se vaya, Xiuhcóatl le dice.
  • Dime Pancho, ¿Por qué le eres fiel?
  • Porque él me ayudó a cambiar
  • Sabes que yo tengo más poder que él, ¿Verdad?
  • Lo sé…
  • Libérame y yo te puedo cambiar
  • ¿Cambiar?
  • Sí, no te hagas tonto, te puedo cambiar por algo más funcional, puedo quitarte tus dolencias, puedo construirte un cuerpo, jamás quedarás como el lamebotas de nadie ahora será al revés ¡Ayúdame y te recompensaré! Solamente tienes que romper esta cosa que me aprisiona
  • ¿Cómo sé que no me mientes? – interesado
  • ¿Crees que te mentiría? – irónicamente – ¡Estoy desesperado por salir de aquí!
  • No sé si mentirías
  • Ayúdame y te ayudo, todos ganamos – rogando

Pancho salió del cuarto y cerró con llave, fue a limpiar la casa. Mientras hacía el quehacer, se quedó pensando en la propuesta de Xiuhcóatl, esa idea no se iba tan fácil, seguía dudando de ello, pero finalmente lo descartó ya que le iría mucho peor si accedía a lo que quería a ese mítico dragón.

Del otro lado del mapa, el líder alebrije supo que su pequeño mensajero había sido capturado, posiblemente para jamás salir de esa trampa mortal considerada una mansión por sus huéspedes y una prisión de la cual era casi imposible salir para las criaturas y objetos que se encontraban ahí.
El tiempo comenzaba a correr, la luna de sangre ya estaba a una noche para que aquella guerra se desatara.


Créditos: Doctor Suavecito

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