Archipiélago.
Tercera isla
Isla desértica
El ardiente sol y la arena quemante
hizo que el capitán despertara en las costas del desierto, notó que el traje se
le había secado por el intenso calor. Trató de levantarse, pero un dolor
abdominal se lo impedía así que se desabrochó el saco y la camisa para
revisarse, la sorpresa no le fue grata ya que tenía un gran pedazo de metal que
le atravesó el vientre y le estaba goteando un par de gotas de sangre, eso
sería su final.
- Niña – inició – ¿Cómo estás? – moviéndola – ¿Estás bien?
- ¿Qué pasó? – adolorida
- Despierte jovencita
- ¿Se encuentra bien? – asustada
- ¿Crees que estoy bien con esta herida? – cínico
- No se ponga así, le estoy preguntando bien
- Realmente no estoy bien, ¿Cómo te encuentras tú?
- Fuera de este sol está horrible y estoy deslumbrada, estoy bien ¿Puede levantarse?
- Lo intenté, pero me duele mucho el vientre
- ¿Qué puedo hacer por usted?
- Por ahorita, trae esa caja para ver qué hay adentro
- Mira – dice el capitán – ¿Sabes cómo hacer curaciones?
- No tengo ni idea – impresionada – soy maestra de matemáticas y no enfermera
- Yo nada más sé inyectar y curar con alcohol
- ¿Nos arriesgamos a curarlo?
- No creo que haga daño, total, de todas maneras, moriré
- Saldremos de aquí
- No lo creo
- ¿Por qué?
- Porque no tengo ni la menor idea del dónde estamos
- Usted como capitán debe saber, ha explorado y navegado demasiado, debe haber oído algo de esta isla
- Recuerdo algo, pero vagamente
- ¿Qué recuerda?
- Cuando yo inicié navegando, recuerdo que un marinero árabe dijo que se había topado con un archipiélago de cuatro islas y que había dibujado un mapa
- ¿Vio el mapa? – interfiere
- No recuerdo, y si lo vi ya no debe existir en mi memoria
- ¿Y qué más?
- Según recuerdo, la isla mayor combinaba las regiones de las otras cuatro islas
- ¿Cómo que se combinaban?
- Sí, por ejemplo, está isla desértica era una parte de la gran isla
- ¿Recuerda si dijo aquel navegante si había animales en las islas?
- Ya no recuerdo más de lo que dijo
- ¿Cómo salió de ahí?
- Dijo que naufragó en la gran isla, después de mucho explorarla encontró dos barcos y pudo reparar uno
- Me sorprende su habilidad, cambiando de nuevo el tema, ¿Quiere que lo cure?
- No, no gastes esos medicamentos, si puedes llévatelos por cualquier cosa
- Insisto, intentemos limpiarle la herida
- No – irritado – y ve a buscar una salida de aquí, déjame morir
- No lo dejaré, me quedaré aquí con usted
- ¿Por qué?
- Simplemente por ser empática con usted
- ¿No quiso venir con nosotros? – preguntó ingenuamente
- No era una persona – perturbada
- ¿Qué era?
- Un cactus caminador
- Siento que los había escuchado, pero no sé en dónde
- ¿En alguno de sus viajes?
- No, creo que en un libro
- ¿Qué fue eso? – atemorizado
- No tengo ni la menor idea, – apanicada – pero creo que hay que movernos
- Yo no me puedo mover
- ¿Puede intentarlo con el bastón?
- Pásamelo por favor – dudoso
- No creo que podamos ir lejos a mi paso – pesimista
- Mejor vayámonos de aquí antes de que esa cosa venga
- Pero llévate unas cuantas gasas y latas
- ¿Cree poder seguir para mañana?
- A duras penas llegué para hasta hoy
- ¿Cómo va su herida?
- No sé, ya casi no me duele
- Déjeme revisar
- ¿Cómo está la herida? – intrigado
- Bien, bien – dudosa – yo diría que le está sanando un poco
- ¡Niña! – asustado – ¡NIÑA! – alzando la voz
- ¿Qué pasa? – adormilada
- ¡Despiértate!
- Es muy temprano, deme cinco minutos más – insistente
- ¡MARCELINE! – gritando
- ¿¡QUÉ QUIERE!? – malhumorada – ¿¡Qué no ve que estoy durmiendo!? – irritada
- Hay algo acechándonos – asustado
- ¿Dónde? – escéptica
- Arriba, en el cielo, – aterrado – algo volador
- ¿De qué tamaño?
- Como de tres vaquitas marinas
- ¿De envergadura?
- ¡De largo!
- ¿Qué fue eso? – expresa Marceline – No veo nada, me entró arena a los ojos
- Par, par – tartamudeando
- ¿Par de qué?
- ¡PAJARRACO! – asustado
- ¡BUITRE! – gritó Marceline
- ¡CORRE! – grita el capitán exaltado – ¡Huye lejos de aquí!
- Si me dejó – susurrando
El koskakuautli iba a perseguir a
Marceline, pero el capitán comenzó a aventarle las gasas que traía consigo.
Koskakuautli tomó con su pico al capitán por la mitad del cuerpo, él gritó a
los cuatro vientos por la fuerza que aplicó sobre su herida, lo sacudió como si
fuera un trapo viejo y lo dejó caer al suelo. El capitán, estando tirado, tomó
el bastón y cuando el koskakuautli lo iba a tomar de nuevo con su pico, le
lanzó el bastón dándole en el ojo sano. Perturbó momentáneamente al
koskakuautli, acto seguido, el koskakuautli saltó encima del capitán haciendo
que se le enterrara más el pedazo de metal causándole una hemorragia interna.
Con sus garras enterradas en la arena y encima del capitán, el koskakuautli
voló muy rápido hacia su nido. Antes de que perdiera la vida, pudo observar que
Marceline se dirigía en el camino opuesto al koskakuautli, a lo lejos pudo
notar una formación rocosa que se adentraba en el mar llevando a quien sabe
dónde y a los cactus que parecían caminar sin detenerse por nada. Por último,
vio a unos meocuiles gigantescos los cuales estaban peleándose entre sí. La
sangre estaba escurriéndole por toda la camisa hasta llegar a su cuello, notó
que todavía traía su navaja, la tomó y se la clavó en la garra del koskakuautli
soltándose de su poderío. Cuando iba cayendo parecía que todo iba muy lento, la
sangre le llenó por completo, todo se le fue oscureciendo y en el aire la
muerte lo alcanzó, al llegar de nuevo a la arena había caído un cuerpo sin
vida…
Bombón
Marceline
seguía corriendo sin parar, solamente estaba escuchando a la enorme ave dar su
supuesto canto. Pronto entró a una parte con muchas rocas y un poco de plantas
silvestres un tanto extrañas pues se parecían a los cactus caminadores, pero
formaban figuras geométricas y traían un fruto muy parecido a las tunas de los
nopales en su parte más alta. En ese conjunto de plantíos se encontraban muchos
agujeros en la arena y se detuvo momentáneamente para observarlos con mayor
detenimiento.
- ¿Por qué están tan abrazables? – lo apretó un poco
- Sé que me tengo que asustar, pero ¿Cómo asustarme con cositas tan bellas?
- Tú pareces que te encariñaste de mí, te llamaré Bombón porque estás igual de suavecito
- ¿Por qué se meten tan temprano?
- ¿Comes metal?
- Ñam
En un
abrir y cerrar de ojos ya se había acabado el metal blando, Marceline pudo
comer el atún y con esta lata no estaba crudo como la anterior que se comió con
el capitán y cuando se lo terminó, Bombón se devoró toda la lata dejando los
trocitos de atún que había dejado. La noche se fue enfriando más y Bombón
estaba temblando desenfrenadamente, Marceline lo tomó y lo metió en una ligera
capa de arena con la cabeza descubierta, parecía enojado pues le estaba
reclamando por qué lo metió ahí aprisionándolo. A los diez minutos se acorrucó
con la capa de arena y se volvió a dormir, mientras que Marceline se levantó y
recorrió un poco su perímetro. Se subió en la roca más grande de la zona y a lo
lejos notó algo que se estaba moviendo, no eran los cactus pues era mucho más
descomunal y masivo, hasta acá se podían escuchar los golpeteos en la arena, le
entró un poco de miedo y se regresó con Bombón que él estaba dando unos
estornudos muy adorables que ni podían alzar la arena.
- ¿Ya me quieres devorar o qué? – enojada y alterada
Bombón le
señaló que venía una tormenta de arena descomunal capaz de enterrar a
cualquiera por más masivo que fuera. Marceline tomó a Bombón y comenzó a correr
lejos de la tormenta de arena, Bombón lo estaba disfrutando pues le estaba
pegando el aire arenoso en su pequeño pico, hasta parecía que tuviera una
sonrisa en su cara. La tormenta de arena los alcanzó, pero esta tormenta los
lanzó lejos antes de que los envolviera en sus arenas. Estando en el aire, algo
golpeó en la nuca a Marceline y la dejó inconsciente mientras que Bombón estaba
experimentando una alegría con pánico pues jamás había volado.
- Bombón
- Necesito que vayas por los demás de tu especie
- Ñam – responde
- Y me ayuden a salir de aquí y rápido
- ¿Bombón? – gritó
- ¡Bombón!
- También te extrañé condenado
El
momento se vio arruinado pues el gran koskakuautli la vio y se dirigió hacia
ella. Se quedó congelada sin poder hacer nada, pero Bombón llamó a toda su comunidad
y tiraron a Marceline para que este koskakuautli no se la llevara. El
koskakuautli no pudo atraparla en el primer intento, pero no se rendiría tan
fácilmente. En consiguiente, Marceline regresó a los túneles con Bombón en su
hombro. El koskakuautli lanzó un segundo ataque y casi puede tomar a Marceline,
pero de la arena salió un meocuil del tamaño de un edificio de cinco pisos,
tenía dos mini brazos, sus ojos eran igual de diminutos que sus brazos, su
hocico estaba lleno de dientes similares a cuchillas, solamente mostró la mitad
de su cuerpo, el koskakuautli se detuvo y empezó a confrontarlo.
Marceline
se pudo esconder momentáneamente en los túneles, pero decidió irse en lo que
estaban peleando esos dos titanes.
El meocuil pudo derribar al koskakuautli dejándolo patas arriba, el meocuil le mordió la pata a destajo y lo hirió de gravedad en la pata izquierda, esto enfureció más al koskakuautli y quiso tomarle del cuello, pero otro meocuil salió y le tomó la pata malherida. Con el dolor que sentía no fue impedimento para que volviera al aire. Con la pata buena, tomó al meocuil que le estaba mordiendo la pata malherida mientras que el otro meocuil se sumergió de nuevo en la arena. Estando en el aire resultó que los dos meocuiles eran solo uno, tenía dos cabezas en sus extremos, era algo verdaderamente inquietante.
Las dos cabezas lo siguieron mordiendo en las alas, lo estaban despedazando, le arrancaban las plumas y la sangre fluía hasta que la gran ave terminó rendida y cayeron sin más. El meocuil recibió el mayor impacto, pero le sanó rápido ese golpe. Disfrutó de aquel gran festín.
Pelea de titanes
Marceline siguió corriendo hasta que sus fuerzas se lo impidieron,
accidentalmente resbaló con la arena y se cayó de rodillas, Bombón salió
disparado y, como las veces anteriores, salió con una gran sonrisa por la
velocidad a la que iba. Marceline y Bombón se quedaron unos momentos sentados y
por detrás les llegó un cactus caminante.- ¿Qué son ustedes?
- ¿Cómo salir de la isla? – volvió a preguntar
- ¿Gracias?
- Ñam, ñam – rugió Bombón
El cactus
se despidió de Bombón moviéndose de nuevo, Marceline siguió bastante confundida
de lo que acababa de ver. El cactus andante siguió su camino.
- ¿Dónde vamos, Bombón?
- ¿Qué te pasa? – preocupada
- Ñam – enojado
- ¿Hay más de ustedes?
- Ñer – rugió el jefe azul
- Ñam – reclamó – ñam
- ¿Qué dicen? – preguntó Marceline
- ¿Ganaste al jefe?
- Ñam
- ¿Ya eres líder de ellos?
- Ñam, ñam
¿Por qué no te quedas con ellos?
- Bombón
- Ñam – entusiasta
- Dime, ¿A cuántos días estamos de llegar? Dilo en saltos
- Gracias Bombón
Marceline
se sentó y sacó de su pantalón una última lata de atún que traía, Bombón le
ayudó a abrir la lata y a comerse el metal. Después de cenar, Bombón se le
acomodó en el hombro de Marceline y ella se acomodó junto con él para que no le
lastimara la cara.
Unos
terrores nocturnos los acechaban aquella noche, pero no era nada de gravedad
pues era el séquito que Bombón había ganado en la pelea contra el jefe azul.
Bombón se despertó y vio a todos los nuevos acompañantes, primero los corrió
vilmente ya que no quería saber nada de liderazgo, aunque estuvieron dialogando
un poco en su dialecto y Bombón accedió a que estuvieran cerca de ellos por
cualquier cosa. Los tozan se quedaron despiertos haciéndoles guardia y
jugueteando mientras que Bombón y Marceline dormían profunda y tranquilamente.
- ¿No que no querías nada? – reclama
- Ñam, – apenado – ñam, ñam
- Ñer – respondió una de las criaturas azules – ñer
- Ya me estoy volviendo loca, hablo con ratas topo mutantes, debo salir de aquí, vámonos
- ¡Ñam! – reclamó
- ¡Uy perdón, rosa te pisé!
- ¡Ñam, ñam!
- Sentí que me mentaste la madre
- Bombón
- Ñam
- Súbete a mi hombro
- ¿Sabes a dónde vamos?
- Ñam, ñam – justificando – ñam, ñam
- Tomaré eso como un sí
- ¿Fue tu estomago?
- Ñam – negándolo
- Ven Bombón
- Ñam – negándolo
¿Por qué?
Se
levantó en dos patas e imitó el movimiento del meocuil. Bombón corrió hacia
donde estaba el meocuil. Marceline entendió y fue corriendo con mucho cuidado
por ese puente que entraba en el mar y estaba muy resbaloso.
Bombón
llamó a todo su séquito y a los cactus, todos ellos le asistieron para
enfrentarse al gran meocuil. Bombón y sus iguales subieron por el cuerpo del
meocuil y comenzaron a morderle el rostro, los cactus caminantes se abalanzaron
y abrazaron al meocuil causándole un dolor horrible. Sería la última batalla
para todos los que ahí se encontraran. Se hizo una verdadera batalla de
titanes.
- ¿Quién eres tú? – dijeron
- Soy Marceline, ¿Ustedes quiénes son?
- Emiliano y Ofelia – dijo Ofelia
- ¿De qué corren?
- De una criatura espantosa, vámonos para allá
- ¡No! – replicó Ofelia – Estamos corriendo de otra criatura
- ¿Qué hacemos? – preguntó Emiliano
- No podemos regresar para ninguna de las islas
- ¿¡QUÉ ES ESO!? – gritó Emiliano
- Una… ¿Bengala? – preguntó Marceline
- ¿Quiénes son? – resonó la voz de Amaranta
- ¡Amor! – exclamó Marceline – ¡Te extrañé!
- ¡Yo también! – dijo Simón
- Perdonen que les interrumpa la novela romántica – interfiere Emiliano – pero ¡HAY UNA CRIATURA DE ESTE LADO QUE NOS QUIERE DEVORAR! – alterado
- ¡De este lado también! – incluyó Marceline
- Ballena – dice Amaranta – ¿Podrás con el peso de todos?
- Koskakuautli. Buitre.
- Tozan. Rata/roedor.
- Meocuil. Gusano.
- Huēyimichin. Ballena.
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