Archipiélago. Tercera isla. Noveno cuento.

Archipiélago. Tercera isla

Isla desértica

El ardiente sol y la arena quemante hizo que el capitán despertara en las costas del desierto, notó que el traje se le había secado por el intenso calor. Trató de levantarse, pero un dolor abdominal se lo impedía así que se desabrochó el saco y la camisa para revisarse, la sorpresa no le fue grata ya que tenía un gran pedazo de metal que le atravesó el vientre y le estaba goteando un par de gotas de sangre, eso sería su final.

Volteó a todos lados, enfrente suyo estaba una caja que estaba casi intacta y a su izquierda vio a Marceline que estaba con unas cuantas marcas de la arena. Antes de que la despertara se abrochó su camisa y se arrastró con muchísima dificultad hasta donde ella estaba.
  • Niña – inició – ¿Cómo estás? – moviéndola – ¿Estás bien?
  • ¿Qué pasó? – adolorida
  • Despierte jovencita
Marceline se levantó, frotó sus ojos y volteó a todos lados y vio al capitán que tenía una gran mancha de sangre en su vientre.
  • ¿Se encuentra bien? – asustada
  • ¿Crees que estoy bien con esta herida? – cínico
  • No se ponga así, le estoy preguntando bien
  • Realmente no estoy bien, ¿Cómo te encuentras tú?
  • Fuera de este sol está horrible y estoy deslumbrada, estoy bien ¿Puede levantarse?
  • Lo intenté, pero me duele mucho el vientre
  • ¿Qué puedo hacer por usted?
  • Por ahorita, trae esa caja para ver qué hay adentro
Se levantó y casi se regresa desplomada a la arena pues se mareó por el sol tan fuerte. Pasando el mareo similar a un terremoto, trajo la caja con bastante dificultad a un lado del capitán y él la abrió con una navaja que traía en una bolsa interior del saco. En su interior tenía equipo médico como gasas, vendas, medicamentos y analgésicos, un bastón de metal que se alargaba y unas latas de atún.
  • Mira – dice el capitán – ¿Sabes cómo hacer curaciones?
  • No tengo ni idea – impresionada – soy maestra de matemáticas y no enfermera
  • Yo nada más sé inyectar y curar con alcohol
  • ¿Nos arriesgamos a curarlo?
  • No creo que haga daño, total, de todas maneras, moriré
  • Saldremos de aquí
  • No lo creo
  • ¿Por qué?
  • Porque no tengo ni la menor idea del dónde estamos
  • Usted como capitán debe saber, ha explorado y navegado demasiado, debe haber oído algo de esta isla
  • Recuerdo algo, pero vagamente
  • ¿Qué recuerda?
  • Cuando yo inicié navegando, recuerdo que un marinero árabe dijo que se había topado con un archipiélago de cuatro islas y que había dibujado un mapa
  • ¿Vio el mapa? – interfiere
  • No recuerdo, y si lo vi ya no debe existir en mi memoria
  • ¿Y qué más?
  • Según recuerdo, la isla mayor combinaba las regiones de las otras cuatro islas
  • ¿Cómo que se combinaban?
  • Sí, por ejemplo, está isla desértica era una parte de la gran isla
  • ¿Recuerda si dijo aquel navegante si había animales en las islas?
  • Ya no recuerdo más de lo que dijo
  • ¿Cómo salió de ahí?
  • Dijo que naufragó en la gran isla, después de mucho explorarla encontró dos barcos y pudo reparar uno
  • Me sorprende su habilidad, cambiando de nuevo el tema, ¿Quiere que lo cure?
  • No, no gastes esos medicamentos, si puedes llévatelos por cualquier cosa
  • Insisto, intentemos limpiarle la herida
  • No – irritado – y ve a buscar una salida de aquí, déjame morir
  • No lo dejaré, me quedaré aquí con usted
  • ¿Por qué?
  • Simplemente por ser empática con usted

Se quedó callado. El tiempo pasó y el sol se intensificó al por mayor, pusieron dos latas de atún y la calentaron con la arena. Siguieron platicando hasta casi perder la cordura por el calorón. Cuando el sol comenzó a bajar, a lo lejos, Marceline, vio a algo que se estaba moviendo, como si de una persona se tratase, fue corriendo hacia lo que estaba caminando, dejando solo al capitán. Al llegar se dio cuenta de que era un cactus delgado, encorvado, seco y que traía sus raíces salidas las cuales parecía que movía para caminar, daba la ilusión que se estaba moviendo en realidad ¿O sí estaba caminando? A Marceline le pareció perturbadora aquella escena. Regresó con el capitán.
  • ¿No quiso venir con nosotros? – preguntó ingenuamente
  • No era una persona – perturbada
  • ¿Qué era?
  • Un cactus caminador
  • Siento que los había escuchado, pero no sé en dónde
  • ¿En alguno de sus viajes?
  • No, creo que en un libro
El tiempo siguió pasando, abrieron las latas con la navaja del capitán y comieron el atún que ya estaba echado a perder, se refrescaron ocasionalmente con el agua de la costa. Cuando el sol ya había pasado su máximo esplendor, un gran rugido se escuchó muy cerca de donde estaban.
  • ¿Qué fue eso? – atemorizado
  • No tengo ni la menor idea, – apanicada – pero creo que hay que movernos
  • Yo no me puedo mover
  • ¿Puede intentarlo con el bastón?
  • Pásamelo por favor – dudoso
Con mucha dificultad trató de levantarse, lo ayudó Marceline, pero no pudo erguirse porque mientras más se alzaba más dolor sentía, el dolor que ahora estaba presente era insoportable. Marceline le dio el bastón para que se pudiera apoyar para que no se lastimara y funcionó, pero no muy bien porque se enterraba en la arena haciendo que le costara desplazarse.
  • No creo que podamos ir lejos a mi paso – pesimista
  • Mejor vayámonos de aquí antes de que esa cosa venga
  • Pero llévate unas cuantas gasas y latas
Fue hacia la caja y tomó lo que el capitán le dijo, las latas se las guardó en el pantalón y le dio un par de gasas al capitán. El sol cayó más rápido de lo que hubieran imaginado, avanzaron bastante y vieron que los cactus se estaban apresurando con la penumbra, eso los dejó perturbados. El atardecer en ese lugar fue fantástico, aunque el calor intenso era reemplazado por el frío congelante. La noche por fin llegó, decidieron descansar pues el capitán necesitaba descansar.
  • ¿Cree poder seguir para mañana?
  • A duras penas llegué para hasta hoy
  • ¿Cómo va su herida?
  • No sé, ya casi no me duele
  • Déjeme revisar
Lo acostó y le desabrochó la camisa, la herida estaba muy mal pues ya contenía pus y su piel estaba un tanto morada, la sangre manchó gran parte de la camisa y un rastro de sangre que dejó en la arena. La herida parecía similar a las de un choque a gran velocidad.
  • ¿Cómo está la herida? – intrigado
  • Bien, bien – dudosa – yo diría que le está sanando un poco
Ambos sabían que no era así. Le volvió a abrochar la camisa empapada de sangre, se acomodaron para dormir, pero el capitán no podía dormir ya que el dolor le era insoportable, no le dijo a Marceline. Antes de que el sol saliera, el capitán seguía despierto, las ojeras se le habían transformado en ojos de mapache, le dolía la cabeza y vio algo en el cielo, vio a un objeto negro del tamaño aproximado de tres vaquitas marinas. Despertó a Marceline de inmediato.
  • ¡Niña! – asustado – ¡NIÑA! – alzando la voz
  • ¿Qué pasa? – adormilada
  • ¡Despiértate!
  • Es muy temprano, deme cinco minutos más – insistente
  • ¡MARCELINE! – gritando
  • ¿¡QUÉ QUIERE!? – malhumorada – ¿¡Qué no ve que estoy durmiendo!? – irritada
  • Hay algo acechándonos – asustado
  • ¿Dónde? – escéptica
  • Arriba, en el cielo, – aterrado – algo volador
  • ¿De qué tamaño?
  • Como de tres vaquitas marinas
  • ¿De envergadura?
  • ¡De largo!
Un rugido atronador provino del cielo dejándolos con la piel helada, el capitán se quedó pálido por el susto de aquel rugido que dejaba sordo a cualquiera. En seguida, se soltó una ráfaga de viento detrás de Marceline, ella se cubrió y le entró arena en los ojos, pronto se calmó, pero el capitán se quedó sin palabras.
  • ¿Qué fue eso? – expresa Marceline – No veo nada, me entró arena a los ojos
  • Par, par – tartamudeando
  • ¿Par de qué?
  • ¡PAJARRACO! – asustado
Marceline, confundida, se limpió los ojos y volteó a ver, a pesar de que veía borroso, pudo ver que era un koskakuautli de tamaños descomunales pues en la envergadura con sus alas extendidas llegaba a la medida de seis metros, tenía una altura de diez metros, uno de sus ojos traía una gran herida y, evidentemente, no veía con ese ojo.
  • ¡BUITRE! – gritó Marceline
  • ¡CORRE! – grita el capitán exaltado – ¡Huye lejos de aquí!
Marceline corrió lo más rápido que pudo sin mirar atrás.
  • Si me dejó – susurrando

El koskakuautli iba a perseguir a Marceline, pero el capitán comenzó a aventarle las gasas que traía consigo. Koskakuautli tomó con su pico al capitán por la mitad del cuerpo, él gritó a los cuatro vientos por la fuerza que aplicó sobre su herida, lo sacudió como si fuera un trapo viejo y lo dejó caer al suelo. El capitán, estando tirado, tomó el bastón y cuando el koskakuautli lo iba a tomar de nuevo con su pico, le lanzó el bastón dándole en el ojo sano. Perturbó momentáneamente al koskakuautli, acto seguido, el koskakuautli saltó encima del capitán haciendo que se le enterrara más el pedazo de metal causándole una hemorragia interna. Con sus garras enterradas en la arena y encima del capitán, el koskakuautli voló muy rápido hacia su nido. Antes de que perdiera la vida, pudo observar que Marceline se dirigía en el camino opuesto al koskakuautli, a lo lejos pudo notar una formación rocosa que se adentraba en el mar llevando a quien sabe dónde y a los cactus que parecían caminar sin detenerse por nada. Por último, vio a unos meocuiles gigantescos los cuales estaban peleándose entre sí. La sangre estaba escurriéndole por toda la camisa hasta llegar a su cuello, notó que todavía traía su navaja, la tomó y se la clavó en la garra del koskakuautli soltándose de su poderío. Cuando iba cayendo parecía que todo iba muy lento, la sangre le llenó por completo, todo se le fue oscureciendo y en el aire la muerte lo alcanzó, al llegar de nuevo a la arena había caído un cuerpo sin vida…

Bombón

Marceline seguía corriendo sin parar, solamente estaba escuchando a la enorme ave dar su supuesto canto. Pronto entró a una parte con muchas rocas y un poco de plantas silvestres un tanto extrañas pues se parecían a los cactus caminadores, pero formaban figuras geométricas y traían un fruto muy parecido a las tunas de los nopales en su parte más alta. En ese conjunto de plantíos se encontraban muchos agujeros en la arena y se detuvo momentáneamente para observarlos con mayor detenimiento.

Los primeros rayos de sol salieron y demasiadas criaturas salieron de los hoyos haciendo que Marceline se asustara. Estas pequeñas criaturas no medían más de diez centímetros de largo y cinco de alto, estaban muy pachoncitos y abrazables, no tenían pelo, tenían un pequeño pico que les servía para arrancar pedazos de los frutos, su colita la tenían aplanada para apilar la arena, traían unas pequeñas garritas las cuales les servía como defensa, tenía tres ojos los eran muy grandes a comparación de su cuerpo. Parecían a un tozan pelón. Estas criaturas se le acercaron con mucho cuidado a Marceline, ella se inclinó y recogió a uno de ellos.
  • ¿Por qué están tan abrazables? – lo apretó un poco
Esta criatura sintió que lo apretujaban y empezó a emitir un pequeño rugido para que lo dejara en paz.
  • Sé que me tengo que asustar, pero ¿Cómo asustarme con cositas tan bellas?
Se agachó de nuevo y dejó a esa criatura enojona, de pronto, otra de las criaturas se le acercó y no se le quiso separar a pesar de que se lo quitaba de encima.
  • Tú pareces que te encariñaste de mí, te llamaré Bombón porque estás igual de suavecito
La pequeña criatura no le entendió para nada lo que le dijo, pero con un gran salto se le subió al hombro y no se le movió de ahí en todo el rato, parecía un pequeño loro. El sol entró en su máximo apogeo y Marceline no se movió de las pequeñas plantas, Bombón le estaba dando pequeños trozos del fruto del cactus y ella se los estaba comiendo, el sabor de esta fruta era muy similar al lichi y a las fresas. A pesar de que el calor estaba un tanto insoportable y las pequeñas bestias estaban jugueteando, comiendo y disfrutando del sol, Marceline se relajó pensando que ahí pudiera sobrevivir un par de días antes de que se acabaran las frutas. Marceline terminó durmiéndose profundamente con Bombón en su hombro, el sueño fue bastante pegajoso pues a todas las tozan desérticas les dio sueño y se acomodaron en todo el cuerpo de Marceline con excepción en la cara. Despertó muy agitada pues sentía muchas espinitas en su cuerpo, resultó que eran esas tozan estaban pasando encima de ella y ya estaban metiéndose a su guarida, faltaba muy poco para que anocheciera, la cara le ardía pues se había quemado por el intenso sol y Bombón le lamió el cachete y soltó una pequeña lágrima, no de ternura sino porque su lengua raspaba horrible y lo sintió mucho más por la piel quemada.
  • ¿Por qué se meten tan temprano?
Bombón volteó la mirada hacia el sol, parecía que los tozan no toleraban mucho tiempo sin el calor del sol o de la arena, pero Bombón se quedó con Marceline a pesar de que estaba temblando de frío. La noche cayó y a Marceline le hizo estragos el hambre, ya se empezaba a sentir mal, sacó la lata y Bombón se abalanzó hacia la lata y arrancó algunos pedacitos del metal blando de la lata de atún.
  • ¿Comes metal?
  • Ñam

En un abrir y cerrar de ojos ya se había acabado el metal blando, Marceline pudo comer el atún y con esta lata no estaba crudo como la anterior que se comió con el capitán y cuando se lo terminó, Bombón se devoró toda la lata dejando los trocitos de atún que había dejado. La noche se fue enfriando más y Bombón estaba temblando desenfrenadamente, Marceline lo tomó y lo metió en una ligera capa de arena con la cabeza descubierta, parecía enojado pues le estaba reclamando por qué lo metió ahí aprisionándolo. A los diez minutos se acorrucó con la capa de arena y se volvió a dormir, mientras que Marceline se levantó y recorrió un poco su perímetro. Se subió en la roca más grande de la zona y a lo lejos notó algo que se estaba moviendo, no eran los cactus pues era mucho más descomunal y masivo, hasta acá se podían escuchar los golpeteos en la arena, le entró un poco de miedo y se regresó con Bombón que él estaba dando unos estornudos muy adorables que ni podían alzar la arena.

Y de nuevo, a Marceline, le pegó el sueño y volvió a dormirse. De nueva cuenta, Marceline, se despertó de golpe pues Bombón se pudo escapar de la capa de arena y le estaba mordiendo la nariz, estaba muy asustada porque creyó que se la quería comer.
  • ¿Ya me quieres devorar o qué? – enojada y alterada

Bombón le señaló que venía una tormenta de arena descomunal capaz de enterrar a cualquiera por más masivo que fuera. Marceline tomó a Bombón y comenzó a correr lejos de la tormenta de arena, Bombón lo estaba disfrutando pues le estaba pegando el aire arenoso en su pequeño pico, hasta parecía que tuviera una sonrisa en su cara. La tormenta de arena los alcanzó, pero esta tormenta los lanzó lejos antes de que los envolviera en sus arenas. Estando en el aire, algo golpeó en la nuca a Marceline y la dejó inconsciente mientras que Bombón estaba experimentando una alegría con pánico pues jamás había volado.

Marceline despertó, estaba en una especie de cueva arenosa, casi no veía nada y lo que mal veía era por unos rayos de luz que entraban por el techo, Bombón estaba lamiéndole el rostro y a ella le seguía ardiendo. Marceline se paró y se limpió la arena, se tronó la espalda y le crujió como campechana, caminó a uno de los orificios del techo, notó que estaba a unos cuatro o cinco metros de altura. Quisieron subir, pero sus intentos eran en vano pues con cada escalada la arena se desmoronaba, la cueva en sí era muy inestable. De nuevo se sentó y no se le ocurría nada para poder salir hasta que Bombón se lanzó a la arena y se revolcó.
  • Bombón
Le dirige toda su atención.
  • Necesito que vayas por los demás de tu especie
  • Ñam – responde
  • Y me ayuden a salir de aquí y rápido
Bombón empezó a olfatear y a recorrer todos los bordes de la cueva y por fin encontró un rastro de los suyos, empezó a cavar un pequeño agujero donde él cabía. Tardó demasiado tiempo, el sol ya estaba a todo lo que daba y Bombón no había regresado. Gracias a los rayos de sol tan intensos pudo iluminarse toda la cueva y Marceline empezó a recorrerla, era un simple agujero mortal en el cual no había absolutamente nada más que arena, en el piso, accidentalmente, descubrió un gran agujero del doble de su tamaño, ingenuamente pensó que Bombón lo había hecho para ella así que entró por ese hoyo. Rápidamente se arrepintió pues era una especie de tobogán ardiente, la arena le rosaba todo, afortunadamente fue corto ese trayecto ya que donde aterrizó donde eran más túneles similares por el que llegó. Estaba completamente oscuro y a lo lejos se veía una extraña luz. Dudó de que Bombón los hubiera hecho tan rápido.
  • ¿Bombón? – gritó
Su grito fue hueco, parecía que nadie estaba en esos túneles. Caminó hacia ese resplandor a lo lejos del túnel, su visión se fue haciendo mucho más clara que incluso llegaba a lastimarle. Notó que había múltiples túneles que conectaban con el túnel principal, creyó que era una madriguera de conejos o túneles de topos. Pudo salir de los pasillos y salió a la misma distancia donde en la noche anterior había visto a esas extrañas criaturas gigantescas. Rápidamente se dirigió a donde recordaba estaban las rocas con toda la comunidad de Bombón, llegó y casualmente acababa de llegar Bombón un poco alterado.
  • ¡Bombón!
Bombón dirigió la mirada hacia Marceline y apresuradamente fue corriendo y subió por su pierna llegando hasta su hombro, le dio una pequeña lamida en el cachete.
  • También te extrañé condenado

El momento se vio arruinado pues el gran koskakuautli la vio y se dirigió hacia ella. Se quedó congelada sin poder hacer nada, pero Bombón llamó a toda su comunidad y tiraron a Marceline para que este koskakuautli no se la llevara. El koskakuautli no pudo atraparla en el primer intento, pero no se rendiría tan fácilmente. En consiguiente, Marceline regresó a los túneles con Bombón en su hombro. El koskakuautli lanzó un segundo ataque y casi puede tomar a Marceline, pero de la arena salió un meocuil del tamaño de un edificio de cinco pisos, tenía dos mini brazos, sus ojos eran igual de diminutos que sus brazos, su hocico estaba lleno de dientes similares a cuchillas, solamente mostró la mitad de su cuerpo, el koskakuautli se detuvo y empezó a confrontarlo.

Marceline se pudo esconder momentáneamente en los túneles, pero decidió irse en lo que estaban peleando esos dos titanes.

El meocuil pudo derribar al koskakuautli dejándolo patas arriba, el meocuil le mordió la pata a destajo y lo hirió de gravedad en la pata izquierda, esto enfureció más al koskakuautli y quiso tomarle del cuello, pero otro meocuil salió y le tomó la pata malherida. Con el dolor que sentía no fue impedimento para que volviera al aire. Con la pata buena, tomó al meocuil que le estaba mordiendo la pata malherida mientras que el otro meocuil se sumergió de nuevo en la arena. Estando en el aire resultó que los dos meocuiles eran solo uno, tenía dos cabezas en sus extremos, era algo verdaderamente inquietante.

Las dos cabezas lo siguieron mordiendo en las alas, lo estaban despedazando, le arrancaban las plumas y la sangre fluía hasta que la gran ave terminó rendida y cayeron sin más. El meocuil recibió el mayor impacto, pero le sanó rápido ese golpe. Disfrutó de aquel gran festín.

Pelea de titanes

Marceline siguió corriendo hasta que sus fuerzas se lo impidieron, accidentalmente resbaló con la arena y se cayó de rodillas, Bombón salió disparado y, como las veces anteriores, salió con una gran sonrisa por la velocidad a la que iba. Marceline y Bombón se quedaron unos momentos sentados y por detrás les llegó un cactus caminante.
  • ¿Qué son ustedes?
El silencio se hizo presente, Bombón nada más lo estaba viendo con mucho detenimiento y curiosidad.
  • ¿Cómo salir de la isla? – volvió a preguntar
Bombón empezó a hablarle, el cactus volteó un poco a verlo y con un pequeño movimiento de todo su cuerpo se comunicó con él. Marceline se quedó extrañada ya que jamás creyó ver como un animal se comunicaba con una planta. Luego de 5 minutos de estar charlando, el cactus levantó lo que se suponía era su brazo y señaló a una dirección fija, Bombón tomó a Marceline por su pantalón y la dirigía por donde le decía el cactus.
  • ¿Gracias?
  • Ñam, ñam – rugió Bombón

El cactus se despidió de Bombón moviéndose de nuevo, Marceline siguió bastante confundida de lo que acababa de ver. El cactus andante siguió su camino.

El gran meocuil olfateó el rastro de Marceline y la siguió debajo de la tierra haciendo túneles como los que Marceline se encontró. Iba serpenteando, creando el nuevo túnel que se dirigía con ella, algunos montículos de arena se iban cayendo al paso del meocuil.
  • ¿Dónde vamos, Bombón?
Bombón no hizo uno de sus acostumbrados gestos o palabras, parecía que venía muy concentrado en el rastro que le dio el cactus andante. A los cinco minutos de andar, encontraron un nuevo segmento de rocas similar a la comunidad de Bombón, pero los frutos de los cactus geométricos eran azules. Bombón inició a ponerse un poco agresivo.
  • ¿Qué te pasa? – preocupada
  • Ñam – enojado
Una nube negra pasó y de las rocas salieron tozan similares a Bombón, pero ellos eran de un color azul intenso.
  • ¿Hay más de ustedes?
Bombón empezó a gruñir con todos los otros le empezaron a gruñir a Bombón. Un pequeño rugido silenció a todos, inclusive a Bombón, este rugido era del jefe de los tozan azules.
  • Ñer – rugió el jefe azul
  • Ñam – reclamó – ñam
  • ¿Qué dicen? – preguntó Marceline
Acto seguido, el jefe azul se abalanzó sobre Bombón, todas los tozan azules los rodearon. Marceline quiso sacar a Bombón de la pelea, pero los tozan azules se lo impidieron. Bombón estaba perdiendo, estaba contra la arena hasta que la nube negra se fue de ahí y todos los tozan azules se fueron corriendo a la roca con excepción del jefe que seguía peleando con Bombón. El jefe azul se hizo débil por la luz solar y Bombón aprovechó para tirarlo contra la arena, en un movimiento rápido perforó su garganta haciéndole un profundo agujero haciendo que muriera de inmediato, se convirtió en el jefe de los tozan azules y los pequeños azules no supieron que hacer. Bombón había conseguido nuevo liderato, pero le valió y siguió con el rastro.
  • ¿Ganaste al jefe?
  • Ñam
  • ¿Ya eres líder de ellos?
  • Ñam, ñam
  • ¿Por qué no te quedas con ellos?
Ya no contestó nada, parecía que se había incomodado con ello, siguió olfateando el rastro del cactus. De nueva cuenta, la noche les ganó y Bombón no quiso seguir más por el frío de la noche.
  • Bombón
  • Ñam – entusiasta
  • Dime, ¿A cuántos días estamos de llegar? Dilo en saltos
Dio un salto. Marceline agitó su cabello en una señal de desesperación por la tardanza que le llevaría salir de la isla desértica.
  • Gracias Bombón

Marceline se sentó y sacó de su pantalón una última lata de atún que traía, Bombón le ayudó a abrir la lata y a comerse el metal. Después de cenar, Bombón se le acomodó en el hombro de Marceline y ella se acomodó junto con él para que no le lastimara la cara.

Unos terrores nocturnos los acechaban aquella noche, pero no era nada de gravedad pues era el séquito que Bombón había ganado en la pelea contra el jefe azul. Bombón se despertó y vio a todos los nuevos acompañantes, primero los corrió vilmente ya que no quería saber nada de liderazgo, aunque estuvieron dialogando un poco en su dialecto y Bombón accedió a que estuvieran cerca de ellos por cualquier cosa. Los tozan se quedaron despiertos haciéndoles guardia y jugueteando mientras que Bombón y Marceline dormían profunda y tranquilamente.

La noche se terminó muy rápido, prácticamente se pudo decir que se pasó en un suspiro y Marceline no descansó para nada. Cuando por fin se despertó y despejó, le sorprendió qué los tozan azules estaban ahí junto a ellos.
  • ¿No que no querías nada? – reclama
  • Ñam, – apenado – ñam, ñam
  • Ñer – respondió una de las criaturas azules – ñer
  • Ya me estoy volviendo loca, hablo con ratas topo mutantes, debo salir de aquí, vámonos
  • ¡Ñam! – reclamó
  • ¡Uy perdón, rosa te pisé!
  • ¡Ñam, ñam!
  • Sentí que me mentaste la madre
Bombón siguió la ruta de ayer. El séquito de Bombón se enrolló formándose unas pequeñas bolas y los siguieron teniendo esa forma. Muchos se quedaban tirados por unos momentos pues no estaban acostumbrados al calor del desierto, ellos están más acostumbrados al frío tan extremo del desierto, pero seguían el paso de Bombón. Pronto llegaron a un lugar con mucha neblina, Marceline desconfió mientras que el acompañamiento de Bombón se volvió loco por el frío que había en la neblina.
  • Bombón
  • Ñam
  • Súbete a mi hombro
Bombón se subió a su hombro y la dirigió moviendo su cabeza. La neblina cada vez se estaba haciendo más penetrante y a duras penas Marceline podía ver las indicaciones de le daba Bombón. Varias veces iban a chocar con los cactus caminantes. Ya no se veían los escoltas de Bombón, parecía que se camuflaron con la densa neblina.
  • ¿Sabes a dónde vamos?
  • Ñam, ñam – justificando – ñam, ñam
  • Tomaré eso como un sí
Un gran crujido se escuchó, ambos se quedaron dudando del qué fue eso.
  • ¿Fue tu estomago?
  • Ñam – negándolo
Las arenas se empezaron a desplazarse y caerse dando lugar al meocuil gigante. El meocuil no podía ver muy bien pues la neblina se lo impedía y sus ojos tampoco le ayudaba mucho que digamos. Marceline corrió y Bombón le estaba dirigiendo, pronto, llegaron a un puente de roca, Bombón saltó hacia las arenas.
  • Ven Bombón
  • Ñam – negándolo
  • ¿Por qué?

Se levantó en dos patas e imitó el movimiento del meocuil. Bombón corrió hacia donde estaba el meocuil. Marceline entendió y fue corriendo con mucho cuidado por ese puente que entraba en el mar y estaba muy resbaloso.

Bombón llamó a todo su séquito y a los cactus, todos ellos le asistieron para enfrentarse al gran meocuil. Bombón y sus iguales subieron por el cuerpo del meocuil y comenzaron a morderle el rostro, los cactus caminantes se abalanzaron y abrazaron al meocuil causándole un dolor horrible. Sería la última batalla para todos los que ahí se encontraran. Se hizo una verdadera batalla de titanes.

En su carrera se encontró y chocó con Emiliano y Ofelia.
  • ¿Quién eres tú? – dijeron
  • Soy Marceline, ¿Ustedes quiénes son?
  • Emiliano y Ofelia – dijo Ofelia
  • ¿De qué corren?
  • De una criatura espantosa, vámonos para allá
  • ¡No! – replicó Ofelia – Estamos corriendo de otra criatura
  • ¿Qué hacemos? – preguntó Emiliano
  • No podemos regresar para ninguna de las islas
Mientras tanto, en su discusión ininterrumpida, en el agua se estaba acercando lentamente un gran objeto el cual les atacó con una bengala.
  • ¿¡QUÉ ES ESO!? – gritó Emiliano
  • Una… ¿Bengala? – preguntó Marceline
  • ¿Quiénes son? – resonó la voz de Amaranta
De la neblina salió una huēyimichin con patas de rinoceronte, encima de esta estaba Simón y Amaranta.
  • ¡Amor! – exclamó Marceline – ¡Te extrañé!
  • ¡Yo también! – dijo Simón
  • Perdonen que les interrumpa la novela romántica – interfiere Emiliano – pero ¡HAY UNA CRIATURA DE ESTE LADO QUE NOS QUIERE DEVORAR! – alterado
  • ¡De este lado también! – incluyó Marceline
  • Ballena – dice Amaranta – ¿Podrás con el peso de todos?
La huēyimichin vio a todos, quizás el peso los hundiría, pero accedió a llevar a todos. La ballena cruzó el puente de roca y se esperó unos momentos. Subieron de prisa al lomo del animal dirigiéndose hacia la cuarta isla. Antes de que se alejaran, Bombón corrió hacia el puente de roca y se lanzó detrás de la ballena para seguir a Marceline, se aventó al agua y por primera vez comenzó a nadar siguiéndolos muy cerca…



Diccionario.
Algunas de las palabras que se utilizaron para este escrito fueron del Náhuatl y su significado fue tomado de la web.
  1. Koskakuautli. Buitre.
  2. Tozan. Rata/roedor.
  3. Meocuil. Gusano.
  4. Huēyimichin. Ballena.
Créditos: Doctor Suavecito.

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