Archipiélago. Cuarta isla
Isla boscosa
La última isla, a pesar de las
descripciones dadas y el conocimiento que habían recolectado, realmente no era
como nos la describían pues esta tenía muchos más peligros, criaturas, plantas
y algo más que estaría pacientemente esperando a cualquiera que osara pisar la
isla…
- ¿Qué eres? – pregunta Luciana – No creo que seas un gorila normal
- Uoa – contesta ozomatl
- No sé qué me dijiste, pero golpea una vez en el suelo si es que me entiendes
- No sé qué me dijiste, pero creo que sí me entiendes, ¡Te voy a enseñar lengua de señas!
- ¡Espera! – gritó Luciana – ¿Quién está ahí?
- ¡Soy el capitán del barco que naufragó! – voz desafiante – ¡Identifíquese quien sea que esté hablando!
- ¡También soy náufraga de esa embarcación!
- ¡Ni sé te ocurra disparar! – amenazando
- ¡Debo de hacerlo! – gritando – No sabemos si nos atacará
- No es agresivo, no me atacó cuando lo encontré
- ¡No sabemos si esa cosa coma carne! – estérico
- Si nos basamos en lo que conocemos, – argumenta – él sería un herbívoro como sus otros parientes
- ¡Déjame matarlo ahora que puedo!
- Tendrás que matarme a mí primero
- ¡Estás enferma, mujer!
- Más vale que bajes la pistola porque mi estimado ya está amenazándote
- ¡Uoa! – ruge
Forzosamente, Manolo guardó su
pistola y los otros dos se tranquilizaron. Durante el resto del día Luciana les
enseñó lenguaje de señas para poder comunicarse con más discreción y facilidad.
El ozomatl era de rápido aprendizaje a comparación de otros primates y humanos.
- Si fuera carnívoro – inicia Luciana – ya nos hubiera comido, ¿No crees?
- Sabes que hay muchas criaturas, como nosotros, que son omnívoras
- Aun así, no creo quieras hacerlo enojar pues él me protege a destajo
- Cierto, pero respóndeme algo, ¿Cómo hiciste para ganarte su confianza? – intrigado – ¿Qué pasó?
- No lo sé, realmente no sé qué fue lo que hice. Únicamente estaba huyendo de una criatura horrible, como si fuera una cruza de un rinoceronte y una tortuga, pude huir de esa cosa…
- Y yo la maté – interfiere Manolo – resulta que cuando desperté ya estaba en el bosque, vi cosas inigualables desde unas libélulas de mi tamaño hasta una araña que, sin exagerarte, podría cazar gatos. Pero no solamente eso, también vi una manada de esos rinocerontes tortuga, me alejé rápidamente de ellos y después me encontré a uno estando atorado entre dos árboles
- ¿Por qué lo mataste? – enojada – ¡Maldito! – eufórica
- Iba a morir de todas maneras pues las plantas, no sé cómo, empezaron a enredarlo
- ¿Las plantas comenzaron a enredarlo?
- Así como lo oyes, no sé qué pasa con esta maldita isla, pero espero salir rápido de aquí pues los siguientes seguiremos nosotros
- ¡Hay que explorar esta isla! – entusiasmada
- ¿Estás loca?
- No lo estoy, simplemente digo que exploremos esta isla para encontrar a más personas y poder escapar de aquí
- Y dime, ¿Si no encontramos a nadie? ¿Y si nos extraviamos? ¿Y si algo nos come?
- Nos protegerá el gorila, o por lo menos a mí
- Pero a mí no
- No lo sé, quizás también te proteja a ti
- ¡Genial! – exclamó – ¡Ya mi arma es inútil!
- Así estaremos más seguros
- ¡Estaremos más desprotegidos por culpa de tu gorila mutante!
- No culpes al gorila
- Lo único que me preocupa es el cómo nos protegeremos después
Ozomatl le comunicó a Luciana para
decirle que se movieran de ahí pues una criatura había llegado la noche
anterior. Esa criatura es de lo más venenoso y siniestra posible, algo
inimaginable para el pensamiento humano. En seguida, un rugido atronador llegó
a donde ellos. Al que más le dio miedo fue a ozomatl ya que los tomó a la fuerza
y subió a las lianas más cercana que aguantara su peso. La primera que encontró
fue suficiente para escapar del bosque lo más rápido posible, de su hogar natal…
- ¿Qué es esto? – pregunta Manolo
- No sé, – temblando – pero me estoy muriendo de frío
- ¡Larguémonos de aquí! – grita Manolo
- ¿A dónde?
- A donde sea menos aquí, prefiero morirme por los
insectos del pantano
El ozomatl saltó del pequeño agujero
y dejó a los dos a un lado del pozo del que salieron. Ozomatl preguntó lo que
harían. Manolo no supo qué hacer prefiriendo quedarse completamente callado
mientras que a Luciana se le ocurrió algo.
- Tienes que golpear el suelo – dice Luciana –, golpea el suelo en grandes pedazos para que los encimemos
- Y así crear un iglú – interfiere Manolo – brillante idea
- ¡Exactamente!
Acató la orden, golpeó el suelo
hasta que quedaron grandes huecos en todo ese suelo ártico y un poco de gotas
de sangre pues se le quebraron los nudillos. Finalmente los encimó en forma de
iglú para que los tres pudieran estar ahí.
Llegada
La huēyimichin comenzaba a cansarse por el peso de cinco
personas durante bastante tiempo, Amaranta se comenzaba a preocupar por el
agotamiento de la querida huēyimichin y su lejanía a la tierra. Los días
navegando entre la neblina parecían ser interminables y parecía que no
avanzaban para nada, algunos comenzaban a desesperarse por malestares junto con
el mismo cansancio de la huēyimichin.- ¿Cuánto faltará? – pregunta Amaranta
- No tengo ni la menor idea, – contesta Ofelia – con esta neblina es bastante difícil determinar algún tiempo, ¿Por qué preguntas?
- Porque la ballena ya ha navegado mucho con nuestro peso, me preocupa que se pueda fatigar
- ¿Desde dónde vienen navegando? – pregunta Marceline
- Desde la isla de hielo – contesta Simón
- ¿A cuánto tiempo del puente de rocas? – cuestiona Emiliano
- Es difícil de decir – dice Simón – porque estuvimos un par de horas en la isla de hielo y el vampiro que estaba ahí nos dijo que el tiempo en esa isla es muy diferente al restante
- ¿Un par de horas? – Ofelia extrañada – Si pasamos cuatro días en la isla selvática
- Igual en la isla desértica – contesta Marceline
- Ahí está – dice Simón – y ¿Cómo supieron del puente?
- No supe de él, – dice Marceline – únicamente una pequeña criatura me trajo hasta acá y me protegió de un gusano gigante
- Fuera de la historia de la loca – dice Emiliano – nosotros lo encontramos por qué lo señalaban unas ruinas
- Grosero – susurrando Marceline
- No le digas así a mi esposa – replica Simón
- Nosotros – interrumpe Amaranta – lo descubrimos por la ballena
- ¿Tiene algún nombre? – pregunta Ofelia
- ¿Quién? – pregunta Simón
- La ballena, ¿Tiene algún nombre?
- No habíamos pensado en ponerle uno – responde Amaranta – ¿Alguna idea para ponerle?
- ¿Les parece Hielo? – propone Emiliano
- ¿Por qué hielo? – pregunta Ofelia
- Bueno pues, lo encontraron en la isla de hielo, podría gustarle
- ¿Te gusta? – pregunta Amaranta a la ballena
- ¡TIERRA A LA VISTA!
Acto seguido, se echó un clavado nadando rápido hasta la costa mientras que los demás continuaron encima de Hielo. Cuando Marceline arribó, tomó la blanca arena entre sus manos y se acostó boca arriba, por fin estaría descansando. Hielo llegó con todos, Amaranta ayudó a bajar Ofelia mientras que Marceline ayudó a Simón. Por primera vez pudieron descansar luego de todos los peligros que corrieron ahí. Hielo se recostó en la unión del océano con la arena, acomodándose para dormir para evitar el hambre que ahora le azotaba. Marceline, con ayuda de Emiliano, pudieron acomodar a Simón en una palmera para que sus piernas se extendieran. Los demás se recostaron en la arena caliente disfrutando del sol y sombra de aquella costa tranquila.
- ¡Bombón!
- ¡Ñam! – gritó detrás de Emiliano
- ¡También te extrañé! – alegre – ¿Cómo llegaste hasta acá?
- ¡Una rata! – grita Emiliano – ¡MÁTENLA!
- ¡Pásame un palo! – exige Ofelia – ¡RÁPIDO!
- ¿¡QUÉ ES ESO!? – Simón grita apanicado
- ¡Cálmense! – fastidiada interfiere Amaranta – Quizás sea amigable, vean cómo trató a Marceline y quizás, solo quizás sea como Hielo
- Tienes razón, – agrega Marceline – déjenme presentarle, él es Bombón, fue quien me salvó de aquel horrible gusano de la isla desértica
- ¿No come carne? – asustado pregunta Emiliano
- Fíjate que come metal y frutas, pero carne no
- ¿Metal? – pregunta Simón
- Pero metal blando, como las tapas de las latas de atún
- Lo que me sorprende – interrumpe Ofelia – es que, con ese tamaño tan pequeño, similar al de un loro, ¿Cómo pudo llegar hasta acá?
- No tengo ni la menor idea, todavía me sigue sorprendiendo
- ¡Ten cuidado, méndiga rata! – grita – ¡Casi me das!
- ¡Ñam, ñam! – reclama Bombón
- Ni yo sé qué dijo – susurra Marceline
- Emiliano – dice Ofelia – dime, estos cocos, ¿A qué se te parecen?
- A los cocos de la primera isla – contesta Emiliano – creo que son los mimos
- ¿Será seguros comerlos? – pregunta Amaranta
- Yo digo que sí – responde Ofelia – los gorilas blancos de la otra isla los estaban comiendo
- Además de que tenían un sabor sinigual los de aquella isla, quizás sepan igual – complementa Emiliano
- Debemos pasar por esas cosas – dice Ofelia asustada
- Esas cosas fácilmente nos pueden hacer trizas – contesta Emiliano – nos pueden dejar como coladeras
- ¡Son esos rinocerontes mutantes o es ese dinosaurio venenoso! – gritando
- ¿Por qué se habrán ido? – pregunta Simón
- O más bien, ¿De qué habrán huido? – comenta Emiliano
- No tengo ni la menor idea – comenta Marceline –, pero algo pasará
- ¡Malditas plantas! – grita Ofelia – ¡Déjenos!
- ¡Como si eso funcionara! – responde Emiliano
- Esperemos que no se haga costumbre el estar corriendo
como locos en esta isla – comenta Amaranta
Los siguieron arrastrando hasta llegar
a donde había muchas hojas de dos metros las cuales se fueron juntando y
alzando lentamente dando forma a una planta carnívora de proporciones
descomunales y espeluznantes. Todos vieron con temor a la gran planta que se
formó con ese follaje.
- ¡No sé qué es peor – Amaranta grita desesperada – morir por unas plantas o por un camaleón super desarrollado!
- Morirás engullido por una planta – dice Marceline – por más que quiero encontrarle sentido, no puedo
- ¡NO MORIRÉ TRAGADO POR UNA PLANTA! – Ofelia grita alterada
- ¡Larguémonos de aquí! – exclama Emiliano
- No creo que corramos mucho peligro – dice Marceline – pues, si fuera así, Bombón ya lo hubiera atacado
- Ñam – exclama
- No me lo tomes a mal, amor – interrumpe Simón –, pero no confío en tu rata
- Tú no, pero yo sí pues me salvó
- Y ese gorila nos salvó – dice Amaranta – puede que no sea agresivo
- Ustedes dos tienen mucha fe en esas criaturas – comenta Ofelia
- Si no fuera así no hubiéramos salido del puente de roca, le recuerdo que Hielo nos ayudó y trajo para morir en las garras de no sé qué cosa – enojada comenta Amaranta
- Y Bombón haría lo mismo por nosotros – argumenta Marceline
- ¡Vámonos de una vez antes que despierte esa cosa! – interfiere Simón
- ¿Bombón! – extrañada dice Marceline
- Ñam
- Trata de comunicarte con ese gorila de seis brazos
- ¡Ñam, ñam! – argumenta – Ñam, ñam, ñam
- No sé cómo le hagas, pero háblale como lo hiciste con los cactus
- ¿Habló con cactus? – cuestiona Emiliano – ¿Cómo le entiendes?
- Cuando estás mucho tiempo con ellos ya entiendes sus gestos y acciones – responde – y sí, habló con cactus caminantes, fue bastante perturbador, aunque gracias a ellos estoy aquí
- Ñam – moviendo la cabeza – ñám, ñam ñam ñam, ñam
- ¿Seguro? – interroga Marceline
- Ñem, ñam
- ¿Qué dijo? – pregunta Ofelia
- Que hay que seguir al gorila hasta el otro lado de la isla
- ¿Por qué? – pregunta Simón
- Porque hay una de nuestras personas
- ¿Una de nuestras personas? – preguntan todos
- No soy muy buena traduciendo todo lo que dice – reprocha – quizás dijo una persona u otra persona, pero hay alguien del otro lado
- ¿Será seguro ir? – pregunta Emiliano
- Pues no lo sé – contesta Amaranta –, pero es este gorila con cuatro brazos de más o esa criatura venenosa
- ¡Bombón! – llama Marceline – Dile que nos guie
- Ñam ñam, ñam
- ¿En serio? – sorprendida – ¿Podrá?
- ¿Qué pasa? – pregunta Amaranta
- Ese grandulón nos quiere llevar cargando consigo
Terminando de decir eso, ozomatl
tomó a todos en sus brazos dejando solo sus piernas y uno de sus brazos libres,
Bombón subió para posarse en su cabeza. Con poderosos saltos se estaban
alejando de esa parte de la isla. Inmediatamente en seguida de que dieran los
primeros tres saltos, algo llegó y pudo oler el rastro que dejaron. Lentamente
los estaba siguiendo entre las sombras.
- ¡Aquí no hay ni un carajo! – altanera dijo Ofelia – ¡No debimos confiar en ese horroroso mono! – enojada
- Cálmese por favor – comenta Emiliano
- ¿Cómo quieres que me calme escuintle? ¡Ya me hizo cantar Oaxaca más de una vez!
- Solo hicimos una parada – comenta fríamente Marceline – aquí no es nuestro destino
- ¿Dónde nos detendremos entonces? – pregunta Amaranta
- Según lo que me dijo Bombón, vamos a llegar en algo como el cielo o color cielo
- ¿Color cielo? – pregunta Simón – ¿No será agua o hielo?
La plática fue interrumpida pues ozomatl
rugió para aturdirles. Todos voltearon a verlo señaló a un hoyo que se
encontraba a sus pies. Era amplio, como de unos tres o cuatro metros de radio.
- ¡No me meteré a ese agujero! – increpa Marceline – Esos agujeros son de los gusanos de la isla desértica
- Ñam – interrumpiéndole – ñam, ñam ñam
- Debe de haber aquí – pensando –, o eso creo
- Insisto, ¿Cómo es que le entiendes? – pregunta Emiliano
- ¿Y cómo le haces más caso que a mí? – susurra Simón
Iglú
Todos quedaron fascinados por lo que estaban viendo, una edificación reciente, ¿Quién podría vivir en esa isla con climas tan extremos y criaturas inimaginables?, se preguntaba Ofelia. Ozomatl empezaba a empujar con dirección a la entrada del iglú con excepción de Simón pues ozomatl lo seguía cargando. Marceline abrazó fuertemente a Amaranta y Emiliano abrazaba a Ofelia, el pobre de Simón se estaba congelando y temblando desesperada y desenfrenadamente. Al llegar a la entrada, esta se encontraba bloqueada con una madera, ozomatl la retiró e hizo que todos se metieran al iglú, a Simón lo puso en el hielo para que él se fuera deslizando hasta el interior del iglú. Bombón saltó y entró con ellos a pesar de que se moría de frío.
- ¡Que alegría! – exclama – ¡Sí había más personas!
- ¿Quién eres tú? – pregunta Simón
- ¿Qué haces aquí? – pregunta Marceline
- ¿Por qué nos trajo ese gorila hasta acá? – pregunta Ofelia
- Pero claro, – inicia Luciana – ¿Dónde están mis modales? Soy Luciana, hace tiempo que estoy aquí por un naufragio un tanto reciente y mi querido gorila los trajo porque yo se lo pedí
- Una pregunta – inicia Amaranta –, me pareció que ese gorila trataba de comunicarse con nosotros en lenguaje de señas, ¿Le enseñaste?
- Efectivamente, cuando me lo encontré me percaté de que era muy inteligente e incluso pudo aprender mucho más rápido que mi ahora fallecido Manolo
- ¿Manolo? – pregunta Emiliano
- Creo que era el capitán del barco
- No lo era – interfiere Marceline – yo estuve en la isla desértica con el capitán, vi como un buitre gigante se lo tragó, en dado caso sería el contramaestre
- Y ¿Por qué murió? – pregunta Simón
- Por un oso polar, pero ya no se preocupen por él pues también murió
- ¿Ñam ñam? – pregunta Bombón
- No te espantes, él es Bombón y pregunta que si tienes algo de comer – traduce Marceline
- ¡Ay! – Luciana dice con ternura – ¿Cómo esta criatura
habla Ñamés?
Todos quedaron boquiabiertos porque
ahora no solo Marceline sabría lo que querría decir Bombón, ahora también
Luciana le entendería.
- ¿Cómo sabes el idioma de Bombón? – pregunta Marceline – Yo que estuve con los de su especie me sigue costando su lenguaje
- Una vez que salí a la zona desértica me encontré con unas criaturas similares a Bombón, pero eran grises, los observé y noté que en ciertos verbos que nosotros tenemos en español hacen más énfasis; por ejemplo, pelear, comer, atacar, y más. Todavía no me explico su agresividad. Y contestando a su pregunta, sí, tengo unas cuantas moras que recolecté de la zona boscosa, agarren las que quieran
- Oye – dice Simón – ahora teniendo un poco de confianza, ¿No tendrás algún remedio para mi herida de la pierna?
- Sígueme – atraviesa a todos
Luciana tomó dos frascos de los que
tenía en la entrada. Uno de los frascos eran las bayas que se lo dio a Emiliano
para que las repartieran. El otro frasco era una sustancia verdosa y espesa,
olía al kiwi. Luciana se embarró dos dedos de esa cosa viscosa para ponérselo
en la herida abierta de Simón, pronto agarró un pedazo de hielo y dejárselo reposar
en la herida para que sanara. Simón estaba quejándose por el frío del hielo.
- Lo que te acabo de poner es una planta medicinal que de pura casualidad me encontré en estas tierras gélidas, hace efecto con el hielo de esta tierra
- Soy enfermera – dice Amaranta – pero dime, ¿Sabes qué tipo de planta es? O ¿Por qué sirve tanto con el frío?
- Realmente no lo sé, pero te puedo mostrar dónde las encontré
- Perdonen que las interrumpa – dice Ofelia –, pero lo que realmente necesitamos es salir de aquí de manera urgente y no una clase de botánica o enfermería
- ¡Cierto! – agrega Emiliano – Debemos escapar rápido de aquí pues hay una criatura venenosa
- ¿Cuál de todas? – pregunta Luciana – Díganme cómo se veía
- Tenía veneno en su boca – dice Amaranta
- Puede que sea la coatl – interrumpe
- Déjame terminar – preocupada –, esa cosa era delgada como si de un lagarto se tratara, gris con ojos asesinos, garras capaces de cortar el aire, parecía que también tenía un exoesqueleto, puede camuflarse y creo que ya
- Entonces es el hueyi cuetzpalin
- ¿Qué es eso? – pregunta Ofelia
- Sería dinosaurio en náhuatl y le atribuyo ese nombre por su forma prehistórica y – titubeando – es la cosa que domina esta isla y no sé si también del océano
- ¿El vampiro ártico sabría algo de él? – pregunta Simón
- No creo que hubiera sabido de él pues se hubiera protegido más – responde Amaranta
- ¿Quién es el vampiro ártico? – pregunta Luciana
- Luego te contaremos – contesta Emiliano – por ahora necesitamos saber si hay un medio de escape para salir de esta isla
- Recuerdo que el capitán mencionó algo de un barco que estaba en la cuarta isla – dice Marceline – pero no dijo la ubicación, únicamente dijo que estaba en una costa
- Yo sé dónde está – responde Luciana – lo único malo es que está hasta el otro lado de la isla, específicamente en la parte boscosa de la isla
- ¿Qué tiene de malo en ir hasta allá? – pregunta Amaranta
- En esta isla – interfiere Luciana – las cosas más venenosas y peligrosas se encuentran en la zona selvática y boscosa, las más frágiles y hermosas se encuentran en la parte congelada y las más raras en la parte desértica
- ¿Estás diciendo que en la parte donde un oso mató al contramaestre es la más hermosa y frágil? – pregunta descaradamente Ofelia
- Sí porque no tienes ni idea de las cosas que he visto allá afuera – fastidiada
- ¡Ni tú lo que nosotros vivimos! – enfurecida
- Mejor no hay que pelear en estos momentos – Marceline interviene temerosa
- Sí – agrega Amaranta – mira Luciana, mejor acompáñame hasta encontrar las plantas medicinales
- Será mejor que pelear con una anciana, – responde Luciana
– dejen vamos por las plantas y nos vamos al otro lado de la isla, por lo
mientras tomen las pequeñas chamarras de plumas que hice
- ¿De qué animal son? – pregunta Simón – Siento que ya he visto este tipo de plumas antes
- Pingüinos voladores – contesta Luciana – no querrás
saber cómo los hice
Ofelia maldijo entre dientes.
Amaranta y Luciana salieron un poco apresuradas, pero tomaron las chaquetas. Ozomatl dialogó con Luciana, este quería acompañarlas,
pero le encomendó el que cuidara a los demás. Ambas fueron con dirección a una
estepa congelada en la cual no divisaban ningún tipo de vida, el hielo en esa
zona estaba intacto y puro, la poca luz que llegaba del cielo tormentoso y
nublado hacían un paraíso como si estuvieran caminando sobre agua cristalina. Hubo
un punto en dónde la capa de hielo se hizo muy delgada, como si de una película
de agua se tratara, dejando ver la fauna marina, la vida debajo de esta se
conformaba por múltiples peces, anfibios e incluso pudieron observar con
detenimiento a una gigantesca ballena bioluminiscente la cual, incidentalmente,
pasaba por ahí, un espectáculo único en la vida. A pesar de tener abrigos no
las cubría del frío, este comenzaba a intensificarse sin tener ninguna
compasión. Pudieron llegar a la costa congelada, al contrario de lo que
pareciera, la vegetación era excesiva, plantas de múltiples tamaños y colores;
la gran mayoría se encontraban en el agua, aunque algunas pudieron adaptarse
para crecer en la gruesa capa de hielo. Debajo de esta capa había bastante luz,
curiosamente eran las mismas plantas luminiscentes en el iglú. Luciana se
acercó a la única planta roja, parecía una orquídea y su mayor llamativo era su
fragilidad pues en su gran mayoría era hielo.
- Esta planta es la medicina que he encontrado con mayores efectos – comienza Luciana
- Pero no coincide con los colores pues la medicina era verde y esta orquídea es roja
- Porque noté que tenía más efectos curativos cuando la mezclaba con la baba del gorila
- ¡Por qué descubriste eso? – impactada y asqueada – Eso se me hace enfermo
- Porque él utilizaba su baba para curarse las heridas y al mezclar contesta flor que él mismo encontró había una velocidad de curación de horas para heridas de meses o años
- ¿Crees que lo de Simón se pueda curar? – intrigada – No me gustaría darle el parte médico a Marceline
- No soy doctora ni bióloga ni nada de eso así que prefiero omitir mis comentarios, esperemos que se cure antes de salir de la isla
- Una última pregunta para irnos, ¿Por qué no has cultivado más de esas orquídeas?
- Con las observaciones que he tenido, no se puede sembrar como si fuera un cultivo abundante, debe de darse natural y lastimosamente no queda mucha
- ¿Por qué? – asombrada
- Porque cien de esas plantas equivalen a cien mililitros, únicamente había ciento cincuenta– con tristeza – y como podrás ver…
- Nada más quedan diez plantas – complementa
Les puede servir comiéndola, pero no sé si tenga la misma velocidad de curación, pero dejemos de hablar y recoge algunas
Fueron recolectándolas con bastante delicadeza
para evitar romperlas o derretirlas. Terminada la recolección, un puñado de cueyatl
cristalinas salieron de las aguas congeladas, lo curioso y perturbador de ellas
es su piel traslucida permitiéndoles ver sus órganos internos. Amaranta los vio por unos momentos.
- Hagas lo que hagas – advierte Luciana – ¡No te les quedes viendo porque hipnotizan!
Rápidamente las cueyatl comenzaron a
croar de forma sintonizada para atraerlas, asemejándose al supuesto canto de
las sirenas. Y otra característica,
además de su canto hipnótico, son los tenues colores provenientes de sus
estómagos al croar a cierta frecuencia. Luciana apresuró su paso hasta correr
hacia el iglú, Amaranta hizo lo mismo. Cueyatl saltaban a dónde se dirigían, e
igual que ellas, también incrementaron la velocidad y distancia de sus saltos. Extrañamente
se detuvieron al ver la lentitud de sus saltos a la par de una insólita
presencia así pues prefirieron volver a las costas.
- ¿Qué les pasa? – pregunta Amaranta
- Nosotras deberíamos estar así por esas malditas ranas cristalinas – murmulla Luciana
- Hace rato, cuando se fueron – dice Ofelia – algo estuvo rasgando, algo quería entrar
- ¿Cómo es eso posible? – pregunta Luciana asustada – Si el gorila está protegiéndolos
- No era del exterior, – responde Emiliano – era desde abajo
- Incluso Bombón me dijo que huyéramos – añade Marceline – y también se alteró fatalmente
- ¿Por abajo? – pregunta Amaranta
- ¿No saben si algo los siguió hasta acá? – pregunta Luciana – Hay algunas criaturas subterráneas, pero no sé si sean capaces de seguir el rastro o aguantar el maldito frío
- No sabemos si algo nos siguió, pero hay que largarnos ya – contesta Ofelia
- Estoy de acuerdo con Ofelia – dice Marceline – además de que Bombón está sintiéndose mal por la falta de calor
- Agarren sus cosas y vámonos de una vez – exclama Luciana – Marceline, ¿Puedes tomar la medicina y el frasco de las bayas?
- Claro que sí – las toma Marceline
- ¿Ñam ñam? – pregunta Bombón – ¡Ñam!
- No me hables en ese tono – responde Luciana extrañada – además de que tenemos que llevarlo para sobrevivir
Bombón se indignó. Todos salieron dirigiéndose
al túnel. Tanto Bombón como el ozomatl no querían entrar en un principio por el
pánico de encontrarse a una criatura siniestra. Dudaron y reflexionaron,
finalmente tuvieron que entrar. Observaron muchas marcas de rasguños profundos los
cuales hacían un túnel mucho más rudimentario, se dirigía directamente debajo
de donde estaba el iglú. No quisieron quedarse para averiguar qué o quién había
hecho eso. En el gran trayecto, Luciana fue explicando el funcionamiento de las
plantas y el Ñamés a la par que untó gran cantidad de la medicina a Simón, también
referente a algunas criaturas existentes que ni en pesadillas podrían haberse
imaginado jamás.
- Oye Luciana – inicia – tengo una pregunta, ¿Cuánto tiempo pasó en esta isla desde tu naufragio?
- Realmente no lo sé – responde – pero, en un promedio, pasó un poco más de un mes
- ¿Un mes? – preguntan asombrados
- Eso no puede ser – dice Marceline – a lo mucho debió pasar una semana
- Recuerda que los tiempos son distintos aquí – dice Amaranta
- Cierto, – complementa Simón – en la isla de hielo habían pasado un par de horas cuando en las otras islas ya habían transcurrido días, o bueno, así nos explicó el vampiro ártico
- Explíquenme, ¿Quién es él? – pregunta Luciana
- Fue un ente tétrico que vivía en la isla de hielo – comenta Simón
- Controlaba a murciélagos blancos y peludos, – complementa Amaranta – supuestamente él vivía desde hace milenios, pero no tenía el dato preciso por el tiempo de esa isla, pudo vivir más
- Luego discutimos del tiempo relativo de las islas – interrumpe Luciana –, por ahora ya llegamos
Isleños
Bombón llegó hasta la tribu de los isleños,
quedó asombrado al ver a tantas personas con las mismas ropas y edificaciones
un tanto triviales. Se establecieron en una zona en la que se derribaron
extensos árboles, pero no por intervención humana. A lo lejos se encontraba una
gran carpa cubierta de huesos gigantes, la choza del líder. Lograron crear
pequeños establos de piedra en dónde domaron a tres elepantli, cuatro ixtolol y
a un joven meocuil picudo. Cerca de los establos, los exploradores que
capturaron a nuestros protagonistas los amarraron a unas tablas extendidas sostenidas
sobre hormigueros. A ozomatl lo amarraron de brazos y piernas extendidos a dos piedras
gigantescas. Estaban vigilados por guardias fuertemente armados.
- ¡Libérenos! – exigía Luciana – ¡Déjenos ir!
- Háblales en su idioma – susurra Marceline
- ¿Por qué no nos advertiste de ellos! – pregunta Emiliano
- Para serles sincera – apenada – jamás los había visto
- ¿Cómo viviendo tanto tiempo aquí nunca los observaste? – pregunta Ofelia – O mínimo saber de su existencia
- Casi siempre estaba encerrada en el iglú, el único que salía y traía noticias era el gorila
- En esta ocasión no sé cómo moriremos – irónico responde
Simón – y quisiera ver el desenlace de hoy
- Disculpe – comenta Ofelia – sea quien sea usted, no le entendemos
- Parece que ya se te quitó la insolación – comenta Simón
- A ti también – replica
- ¡Idioma de los conquistadores! – reacciona el líder – ¿Quién lo diría?
- ¿Cómo sabe nuestro idioma? – pregunta Emiliano
- Hace siglos – relata el líder – llegaron unos extraños a nuestra isla, pidieron ayuda de las criaturas. Únicamente dejamos con nosotros al más sabio de su grupo para que nos enseñaran cosas del idioma
- Discúlpeme gran jefe – interfiere Marceline – díganos, ¿Por qué nos amarró aquí?
- Queremos calmar la furia de la criatura y ustedes lo van a apaciguar su hambre
- ¿Qué criatura? – pregunta Emiliano – Y ¿Cómo es?
- La llamamos hueyi cuetzpalin, una criatura existente desde hace siglos y está en nuestros registros más antiguos, rodea el bosque. Es una criatura gris, venenosa en extremo, está sedienta de sangre y puede confundirse con lo que le rodea
- ¡Eso es falso! – grita Amaranta – Nos atacó en la playa
- ¡Ustedes lo provocaron con su llegada y lo pagarán! – alza la voz – Además de que calmará lo que está azotando a las bestias
- No harán la diferencia sacrificándonos pues ustedes seguirán – dice Emiliano
- Tenemos animales de nuestro lado – sereno
- ¡No servirán! – explota Luciana – ¡Debemos largarnos de aquí! ¡NO NOS PUEDEN ENCERRAR! – forcejeando
- ¡CÁLLATE YA! – furioso – Y ustedes dos vengan conmigo
Habló en su lengua volviendo a sus
aposentos junto con su sequito. Bombón pudo ver el lugar donde estaban
amarrados, cuidadosa y sigilosamente se dirigió hacia ellos, roo las fuertes lianas
que los amarraban, pero siguieron acostados para no atraer a los guardias.
Luciana ordenó a Bombón dirigirse hasta el establo para cortar las ataduras de
los animales, al principio se enojó, aunque acató la orden. Escrupulosamente pudo escabullirse entre las
plantas para cumplir su misión. Al llegar, Bombón moduló sus rugidos para
comunicarse; quedó sorprendido pues los elepantli fueron los únicos en dialogar
con él mientras que los demás lo ignoraron por completo. Liberó a todos con
excepción de un elepantli, desde ahí iniciarían los problemas. Meocuil ya no
sintió sus ataduras, lanzó un bramido y de inmediato perforó el suelo escapando
de ahí. Por el escape del gran gusano, los ixtolol comenzaron a golpearse entre
sí, escaparon con dirección al ozomatl. Afortunadamente quebraron una de las
piedras a la par que derribaron unas cuantas construcciones y aplastaron a los
habitantes de ahí. Ozomatl aprovechó el momento para desatarse, golpeó y lanzó a
algunos de los guardias, cuando se desahogó, pudo dirigirse a donde nuestros
protagonistas escondiéndose entre los árboles cercanos. Bombón los siguió para
estar a salvo. Los elepantli escaparon de ahí, dejaron atrás al elepantli que
Bombón no liberó. Los guerreros que seguían en pie trataron de capturar a todas
las criaturas. El líder salió de su morada, frunció el ceño al ver el desmán
ahora efectuado. Sus seguidores salieron al ataque con lanzas, él tomó arco y flechas
cubiertas de veneno. Corrió hacia el elepantli que seguía amarrado y, con una
sola mano, pudo desatarlo para montarlo. Al domarlo se levantó en dos patas,
una pose única que daba poderío. Con el corpulento cuerpo y fuerza descomunal del
elepantli pudo derribar a los ixtolol quedándose gravemente heridos e inútiles
para combatir, con las flechas envenenadas pudieron derribar a los demás
elepantli, se lamentaron por no capturar al meocuil.
- Y ahora – comienza Ofelia – ¿Para dónde nos dirigimos?
- No lo sé, – contesta Luciana – jamás había estado en esta zona de la isla, pero debemos llegar a la costa del bosque
- ¿Identificas la zona en la que estamos? – cuestiona Marceline
- Puede que estemos entre las fronteras del pantano y la selvática
- ¿Cuánto tiempo tardaríamos en llegar al barco? – pregunta Simón
- Como dos horas si vamos caminando en la dirección correcta, pero no sé hacia dónde dirigirnos
- Alguien lance a Bombón para que sepa el camino – expresa Emiliano
- ¡Ñam ñam! – reclama – Ñam, ñam ñam
- En eso tiene razón el pequeñín – contesta Luciana – y creo que será mejor que me lancen a mí
- ¿No puede ser peligroso? – cuestiona Amaranta – Te podrías lastimar
- No me opongo – interfiere Ofelia – y no creo que nadie
más quiera ser lanzado por un gorila
- Debemos dirigirnos hacia el oeste y llegaremos a más tardar en la madrugada para largarnos de aquí
- Oigan – dice Marceline – algo viene
- ¿Por qué lo dices? – pregunta Ofelia
- Porque bombón está alterado
- Igual que el gorila – agrega Luciana
- Pero ¿Por dónde viene? – pregunta Simón
- Lo mejor es estar tranquilos – menciona Amaranta – cualquier cosa que venga, atacará primero a lo que esté inquieto
- Yo creo que mi cáncer se fregó pues mi pánico está al millón – comenta Ofelia
¿El escape?
- Estoy teniendo duda si esta isla es natural – inicia Simón
- Nada de lo que hemos visto es natural – completa Marceline
- ¡Súbanse de una vez – interfiere Ofelia – y vámonos de aquí!
- ¿Cómo vamos a guiar a este caracol monstruoso? – pregunta Luciana
- Hay que incentivarlo con algo – replica
- ¡Ahí está la respuesta! – eufórica dice Ofelia – ¡Bombón!
- Ñam – responde
- Ve nadando hacia donde te diga Luciana
- Esperemos que ese caracol nos aguante a todos – murmura Emiliano
- ¿Qué será eso de allá? – pregunta Emiliano
- Debe ser algún animal herido o muerto – comenta Luciana –, pero no hay que acercarnos
- ¿Por qué? – cuestiona Simón
- En primera, por el fétido hedor y pestilencia que ya debe tener. En segunda, recuerdo haber visto un tipo de cocodrilo con esa táctica o va contra presas lentas
- ¿Presas lentas? – duda Ofelia – ¿Ya te das cuenta de que montamos un caracol gigante y además lleva como mínimo trescientos kilos o quieres que te lo recuerde? – sarcástica
- ¿Qué tan rápido es ese cocodrilo? – Amaranta aterrada
- ¡Ya me di cuenta, chistosita! – responde Luciana enojada – Y es lo suficientemente rápida para cazarnos en cuestión de segundos a la par que le es muy sencillo trepar árboles
- ¿Por qué Bombón no la detectó? – discute Marceline
- No lo sé, quizás por lo mismo de la técnica que emplea, pero será mejor que lo llames por simple precaución
- ¿¡QUÉ CARAJO ERA ESO!? – asustada
- ¡No lo sé! – titubea Luciana – Es la primera vez en que veo algo así
- ¡He visto muchas películas para asegurar que eso es un zombi! – responde Emiliano
- Estoy de acuerdo con Emiliano, – comenta Simón – no encuentro nada lógico en ello
- No debe existir esa cosa – dice Amaranta –, biológicamente no es posible
- No creo que sea un holograma – exclama Ofelia – y si lo es, debe ser uno de última generación o no sé de esas cosas
- Tiene más sentido el vampiro ártico que todo esto – murmulla Simón
- Hay que correr y callarnos antes de que esa cosa, sea lo que sea, nos encuentre – articula Marceline
- ¡Ñám ñam! – comenta Bombón – Ñam, ñaam
- Repíteme lo que dijiste – dice Luciana
- ¿Enfermos? – pregunta Marceline – ¿Quiénes están enfermos?
- Ñam, ¡Ñam, ñam! Ñém ñam, ñáam ñam – estérico – ¡Ñam, ñam! ¡ÑAM!
- Ve más despacio por favor – impactada
- ¿Qué está diciendo? – pregunta Emiliano
- Dice que hay algo aquí, algo que está matando, dejándolos así…
- Algo que se va en el aire – complementa Luciana
- Puede ser un virus lo que está provocando eso – reacciona Amaranta –, ¿Cómo es posible?
- ¿Cómo no estamos infectados? – pregunta Ofelia
- Recuerdan lo que dijo el líder ‘…calmará lo que está azotando a las bestias’ – expresa Emiliano – ¿Será acaso de que ellos sabrían lo de la enfermedad?
- Tendría sentido pues abandonaron el territorio al matar a sus propias criaturas – reacciona Luciana
- ¡URGE ESCAPAR DE AQUÍ! – grita Amaranta
La neblina se hizo presente,
entraron al bosque, lo último que les faltaba para llegar a la escapatoria. En
las copas de los poderosos pinos anidaban unas aves del tamaño de koskakuautli
en la isla desértica, aunque no tenía plumas frondosas. Cada uno de los
individuos contaba con poderosos picos esqueléticos, plumas negras y finas,
garras delgadas, tenían tres dedos minúsculos con garras filosas en cada ala.
Los cacalotl hacían nidos comunitarios en los que abarcaban de cuatro a diez
ejemplares. Las crías recién nacidas alcanzaban una medida máxima de diez
centímetros mientras que los adultos más sanos llegaban a medir hasta dos
metros.
- Hay que apresurarnos – susurra Emiliano – estas cosas nos quieren comer
- Ñam – reclama
- Yo creo que hay que correr – comenta Luciana – si no lo hacemos nos van a picotear para comernos vivos
Apresuraron su paso, los cacalotl
daban pequeños saltos siguiéndoles muy de cerca el paso. Ofelia tomó una rama
del suelo y ahuyentaba a los molestos pajarracos cercanos a ella. Lenta y
sigilosa, la criatura logró alcanzarlos dando un rugido desgarrador. Todas las
aves empezaron a irse sobre de ella mientras que los demás corrieron sin
importarles la extensa niebla. La riña que disputaban las aves contra ese
cocodrilo no podía ser más evidente de quiénes serían los vencedores; sin
embargo, cuando los voladores estaban desgarrándole aun más la piel y comiéndosela,
empezaron a caer rígidos, cayeron en síntomas de parálisis, algunos de ellos murieron
instantáneamente mientras que el reptil continuó moviéndose detrás de sus
presas principales. Las aves que vieron como sus parientes caían, decidieron
volver a los nidos.
- ¡Tanto que sufrimos para nada! – recrimina Ofelia – ¡NI SÉ PARA QUÉ NOS ESFORZAMOS TANTO EN SOBREVIVIR SI DE TODAS MANERAS MORIREMOS EN ESTAS ISLAS! – lagrimea – Moriré – susurra
- Sé que estás pasando por momentos difíciles, pero mantén tu postura – comenta Emiliano – o dime, ¿Qué dirían las personas que te admiraron?
- Todas esas personas murieron – suelta más lágrimas – además, no me hables del pasado, es más, ¿Alguno de ustedes sabe cómo navegar?
- ¡MUERE MALDITA CRIATURA! – grita desesperada
- ¡Espera! – grita Emiliano
- No sé mucho de barcos, pero eso es el tablero – señala Amaranta – y está atrofiado
- Y vamos a la deriva – complementa Marceline
- ¡Busquen más balas! – exclama Ofelia
- Las armas no servirán ahorita – dice Simón – y no creo que ninguno de nosotros sirva ahorita
- Sí, pero no – contesta Emiliano
- A ver, dime – sereno –, una actriz y doctora, una exmilitar, dos maestros de matemáticas, un adolescente y una señora ¿De qué sirven si no saben nada de barcos o mecánica?
- Y no creo que Bombón sepa – complementa Luciana
- ¿Ñám ñam ñem? – pregunta
- Ñam ñam – burlón
- Está bien, – inicia Luciana – me equivoqué contigo
- Y ahora, ¿Cómo manejar esta cosa? – pregunta Marceline
- Ya sabemos de dónde acelerar – comenta Simón
- ¡Baja la velocidad! – grita Ofelia
- ¿Qué fue eso? – pregunta Emiliano
- Algo golpeó el frente – dice Simón
- Revisaré, pero pásame un arma – exclama Ofelia
- ¿Cuál es tu obsesión con las armas? – pregunta Luciana
- Pasé años en el ejército, ¿Qué esperabas?
Ofelia salió a ver. Unos tentáculos salieron
del agua, tomaron el frente comenzando a sumergir al barco. Desde Bombón hasta
Simón salieron a donde estaban los tentáculos, trataron de quitarlos, pero les
fue imposible. Ofelia fue debajo de la cubierta en busca de más balas. Encontró
seis balas, cargó el arma para acabar con esa criatura. Regresó a cubierta y
disparó...
- Ātlācamāyeh: Oso polar.
- Ayote: Tortuga.
- Cacalotl: Cuervo.
- Coatl: Serpiente.
- Cueyatl: Rana.
- Elepantli: Elefante.
- Huēyimichin: Ballena.
- Hueyi cuetzpalin: Dinosaurio.
- Ixtolol: Ojo.
- Kolotl: Alacrán.
- Koskakuautli: Buitre.
- Meocuil: Gusano.
- Ozomatl: Gorila/gran mono.
- Texpapalanalti: Caracol.
- Tokatl: Araña.
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