Archipiélago. Cuarta isla. Décimo cuento.

Archipiélago. Cuarta isla

Isla boscosa

La última isla, a pesar de las descripciones dadas y el conocimiento que habían recolectado, realmente no era como nos la describían pues esta tenía muchos más peligros, criaturas, plantas y algo más que estaría pacientemente esperando a cualquiera que osara pisar la isla…

Luciana y el contramaestre habían despertado en lugares completamente diferentes. Luciana despertó cerca de un barco olvidado y un tanto desgastado por el tiempo, era del tamaño de un automóvil mediano. Las plantas de sus alrededores casi lo habían cubierto en su totalidad, Luciana únicamente lo vio, pero se dio a la idea de que no funcionaría así que decidió irse con dirección contraria. Al estar recorriendo esa pequeña costa pudo observar las grandes arboledas que estaban ahí, un inmenso y poderoso bosque el cual no había sido tocado en años pues prácticamente estaba intacto. Era tal la majestuosidad del bosque que se asemejaba a los bosques templados existentes en México. Algo hermoso de apreciar. Llegó un momento en que la playa desapareció mezclándose con la tierra húmeda del bosque y la neblina comenzó a aparecer hasta tal punto que no podía ver más allá de su nariz, inició a tocar todo lo que estuviera cerca para no golpearse contra uno de esos poderosos árboles. Algunas veces se espinó con cactus que estaban entre las raíces. En uno de sus gritos desaforados del dolor causado por uno de esos cactus, accidentalmente, despertó a una criatura horrorosa, cercana a ella.
La criatura tenía el caparazón de una tortuga, cola de Ahuízotl, patas y garras de león, cara y hocico de rinoceronte. El gran ayote rugió tan fuerte que despertó a la bestia dominante de ese lado de la isla; el gran ozomatl de seis brazos.
El Ayote se dirigió donde Luciana mientras que ella, tontamente, fue directo hacia la gran criatura. Al encontrarse frente a frente, ambos gritaron. Luciana no le importó que no viera pues corrió con todas sus fuerzas al otro lado. Ayote se quedó atorado entre unos árboles robustos y no pudo seguirla ni desatorarse de su próxima muerte, pero ella no se detuvo. La neblina se dispersó mediante más avanzaba.
Su carrera se vio interferida por el ozomatl con quien chocó. Luciana, al ver semejante animal descomunal, se aterró pues jamás había visto un gorila tan grande, dientes afilados, dos pares de ojos y tres pares de brazos, con gesto fruncido y malhumorado. Curiosamente, en lugar de atacarle, ozomatl se le quedó mirando con mucho detenimiento.
  • ¿Qué eres? – pregunta Luciana – No creo que seas un gorila normal
  • Uoa – contesta ozomatl
  • No sé qué me dijiste, pero golpea una vez en el suelo si es que me entiendes
El ozomatl dejó caer uno de sus puños. Rápidamente hizo unos gestos bastante extraños con sus manos para poder comunicarse con Luciana.
  • No sé qué me dijiste, pero creo que sí me entiendes, ¡Te voy a enseñar lengua de señas!
A lo lejos, se escucharon rugidos y disparos los cuales venían de la dirección de la cual había huido. Ozomatl se alteró y soltó un gran rugido, en seguida, una bala atravesó el árbol que estaba cercano a su cabeza.
  • ¡Espera! – gritó Luciana – ¿Quién está ahí?
  • ¡Soy el capitán del barco que naufragó! – voz desafiante – ¡Identifíquese quien sea que esté hablando!
  • ¡También soy náufraga de esa embarcación!
Manolo se acerca lentamente hacia donde están. Queda sorprendido, aterrado y eufórico por el ozomatl. Él prepara su arma y apunta a la cabeza de la bestia, Luciana pudo distinguir la sombra de Manolo dándose cuenta de lo que quiere hacer, decide gritar.
  • ¡Ni sé te ocurra disparar! – amenazando
  • ¡Debo de hacerlo! – gritando – No sabemos si nos atacará
  • No es agresivo, no me atacó cuando lo encontré
  • ¡No sabemos si esa cosa coma carne! – estérico
  • Si nos basamos en lo que conocemos, – argumenta – él sería un herbívoro como sus otros parientes
  • ¡Déjame matarlo ahora que puedo!
  • Tendrás que matarme a mí primero
  • ¡Estás enferma, mujer!
Luciana, decidida, se acerca a Manolo poniéndose la pistola en la frente. Manolo, temblando y dudando, pone su dedo encima del gatillo. El ozomatl enfureció por la amenaza que ahora le hacían.
  • Más vale que bajes la pistola porque mi estimado ya está amenazándote
  • ¡Uoa! – ruge

Forzosamente, Manolo guardó su pistola y los otros dos se tranquilizaron. Durante el resto del día Luciana les enseñó lenguaje de señas para poder comunicarse con más discreción y facilidad. El ozomatl era de rápido aprendizaje a comparación de otros primates y humanos.

Al anochecer, el ozomatl tomó a los dos y subió a uno de los árboles en donde había un verdadero banquete de bayas y frutas coloridas, pero no eran como las ya conocidas; por ejemplo, había plátanos cafés con el aroma y sabor de las fresas, rosas sabor cereza, higos dulces y coloridos, naranjas normales junto a las rojas y moradas con los sabores de uvas y zarzamora respectivamente, bayas de todos tipos y sabores tan dulces que jamás se habían probado. Ozomatl se detuvo en una gran rama en donde dormía dejando a Luciana y Manolo para poder tomar varias ramas de comida. Una vez que terminó comer y dejar las ramas con ellos, ozomatl bajó de nuevo a las raíces. Comían en un silencio eterno hasta que…
  • Si fuera carnívoro – inicia Luciana – ya nos hubiera comido, ¿No crees?
  • Sabes que hay muchas criaturas, como nosotros, que son omnívoras
  • Aun así, no creo quieras hacerlo enojar pues él me protege a destajo
  • Cierto, pero respóndeme algo, ¿Cómo hiciste para ganarte su confianza? – intrigado – ¿Qué pasó?
  • No lo sé, realmente no sé qué fue lo que hice. Únicamente estaba huyendo de una criatura horrible, como si fuera una cruza de un rinoceronte y una tortuga, pude huir de esa cosa…
  • Y yo la maté – interfiere Manolo – resulta que cuando desperté ya estaba en el bosque, vi cosas inigualables desde unas libélulas de mi tamaño hasta una araña que, sin exagerarte, podría cazar gatos. Pero no solamente eso, también vi una manada de esos rinocerontes tortuga, me alejé rápidamente de ellos y después me encontré a uno estando atorado entre dos árboles
  • ¿Por qué lo mataste? – enojada – ¡Maldito! – eufórica
  • Iba a morir de todas maneras pues las plantas, no sé cómo, empezaron a enredarlo
  • ¿Las plantas comenzaron a enredarlo?
  • Así como lo oyes, no sé qué pasa con esta maldita isla, pero espero salir rápido de aquí pues los siguientes seguiremos nosotros
  • ¡Hay que explorar esta isla! – entusiasmada
  • ¿Estás loca?
  • No lo estoy, simplemente digo que exploremos esta isla para encontrar a más personas y poder escapar de aquí
  • Y dime, ¿Si no encontramos a nadie? ¿Y si nos extraviamos? ¿Y si algo nos come?
  • Nos protegerá el gorila, o por lo menos a mí
  • Pero a mí no
  • No lo sé, quizás también te proteja a ti
Enmudeció y prefirió prepararse para dormir. Luciana, estando molesta, únicamente estuvo observando las estrellas y la gran luna que esa noche iluminaba. Antes de dormirse, se acercó de manera sutil a Manolo y, velozmente, tomó su pistola arrojándola al suelo. El sueño le hizo presente a Luciana y, como pudo, se acomodó para después dormirse profundamente.
Mientras tanto, el ozomatl se retiró momentáneamente del árbol y se dirigió a uno mucho más fuerte, trepó hasta donde las lianas son lo suficientemente fuertes para aguantar su peso. Columpiándose se abalanzó, incluso jugueteó, recorrió toda la parte boscosa hasta llegar a un viejo árbol seco que ve a un peñasco. Ahí yacen los cuerpos de toda su especie. Al morir, cada uno de los ozomatl transportan sus restos al peñasco donde las plantas envuelven al cuerpo. Un rito funerario…
A ozomatl se le escaparon un par de lágrimas, pero la tristeza le fue robada pues una criatura había aparecido muy cerca de la costa del bosque, algo más fuerte, poderoso y ágil que él, algo que en ninguna otra isla se había visto. El miedo lo invadió y rápidamente regresó a su árbol, no durmió en toda la noche tratando de vigilar…
El día se hizo presente. Luciana y Manolo despertaron al sentir a ozomatl cuando estaba subiendo. Él los tomó y los bajó, Manolo se percató que su pistola estaba tirada, pero ya estaba inservible porque su gran protector la aplastó.
  • ¡Genial! – exclamó – ¡Ya mi arma es inútil!
  • Así estaremos más seguros
  • ¡Estaremos más desprotegidos por culpa de tu gorila mutante!
  • No culpes al gorila
  • Lo único que me preocupa es el cómo nos protegeremos después

Ozomatl le comunicó a Luciana para decirle que se movieran de ahí pues una criatura había llegado la noche anterior. Esa criatura es de lo más venenoso y siniestra posible, algo inimaginable para el pensamiento humano. En seguida, un rugido atronador llegó a donde ellos. Al que más le dio miedo fue a ozomatl ya que los tomó a la fuerza y subió a las lianas más cercana que aguantara su peso. La primera que encontró fue suficiente para escapar del bosque lo más rápido posible, de su hogar natal…

Luego de diez minutos de columpiarse a una fuerza y velocidad impresionante, llegaron a una zona selvática con tintes pantanosos donde se encontraban muchos cuerpos de agua donde proliferaba la vida acuática y, casualmente, en este territorio había plantas gigantescas en donde era más fácil revotar que columpiarse en ellas y así lo hicieron. El territorio en el cual estaban terminó muy rápido por dos razones; una era porque esa zona estaba más concentrada en la costa en lugar del centro de la isla y la segunda era por los saltos de ozomatl, pudieron llegar al desierto en donde, de primera estancia, pensaron que estarían a salvo, pero no. El insoportable calor hizo desvanecer a Manolo y Luciana, ozomatl los tomó y con sus saltos atravesaron el desierto en más o menos veinte minutos para llegar al territorio congelado. En este último territorio la vida estaba más apartado del restante de la isla, pero existía vida extraña encontrándose dentro de las cuevas congeladas.
Ozomatl notó que Luciana y Manolo no respondían el territorio frío y empezaron a temblar sin parar, así que golpeteó el suelo congelado para poder crear un agujero donde guardarían un poco el calor y se refrescaran. Los agarró y juntó a su cuerpo. Luego de tres minutos, recobraron la conciencia para encontrarse en una prisión de hielo.
  • ¿Qué es esto? – pregunta Manolo
  • No sé, – temblando – pero me estoy muriendo de frío
  • ¡Larguémonos de aquí! – grita Manolo
  • ¿A dónde?
  • A donde sea menos aquí, prefiero morirme por los insectos del pantano

El ozomatl saltó del pequeño agujero y dejó a los dos a un lado del pozo del que salieron. Ozomatl preguntó lo que harían. Manolo no supo qué hacer prefiriendo quedarse completamente callado mientras que a Luciana se le ocurrió algo.

  • Tienes que golpear el suelo – dice Luciana –, golpea el suelo en grandes pedazos para que los encimemos
  • Y así crear un iglú – interfiere Manolo – brillante idea
  • ¡Exactamente!

Acató la orden, golpeó el suelo hasta que quedaron grandes huecos en todo ese suelo ártico y un poco de gotas de sangre pues se le quebraron los nudillos. Finalmente los encimó en forma de iglú para que los tres pudieran estar ahí.

Esa misma noche, a Manolo le invadió el insomnio y salió a explorar el área cercana. Pudo descubrir un par de vegetación muy singular, prácticamente como si se tratara de esqueletos de las plantas. Entró en una cueva poco profunda, lastimosamente un Ātlācamāyeh con piel un tanto grisácea y pelaje gris claro de tres metros lo atacó. Pudo escapar dirigiéndose de nuevo, pero Ātlācamāyeh logró alcanzarlo haciéndolo su comida. Sus gritos de dolor alertaron a Luciana y a ozomatl. Este último salió fiero, desafiante para atacar al Ātlācamāyeh siendo este último el perdedor pues le rompió el cuello, pero ozomatl se llevó un par de rasguños profundos. Fue una feroz batalla. Lastimosamente Manolo no sobrevivió ante el ataque, ozomatl sostuvo su cuerpo tan frágil y sin vida, reflexionó bastante hasta que decidió llevarlo al lugar de descanso de todos los de su especie…
Trató de llegar rápido al lugar de sepultura porque la criatura salida del mar rodeaba las costas, bastante cerca de la playa boscosa y selvática. Ozomatl se dirigió a la costa helada para comer una planta roja, le ayudaría para sanar muy rápidamente y disminuir el dolor de sus heridas. Volvió al iglú, le comentó todo lo que pasó, quedó en shock por las noticias. Luciana, en un acto desesperado, le dijo a Ozomatl que a partir de ese momento rescataría a todas las personas que encontrara…

Llegada

La huēyimichin comenzaba a cansarse por el peso de cinco personas durante bastante tiempo, Amaranta se comenzaba a preocupar por el agotamiento de la querida huēyimichin y su lejanía a la tierra. Los días navegando entre la neblina parecían ser interminables y parecía que no avanzaban para nada, algunos comenzaban a desesperarse por malestares junto con el mismo cansancio de la huēyimichin.
  • ¿Cuánto faltará? – pregunta Amaranta
  • No tengo ni la menor idea, – contesta Ofelia – con esta neblina es bastante difícil determinar algún tiempo, ¿Por qué preguntas?
  • Porque la ballena ya ha navegado mucho con nuestro peso, me preocupa que se pueda fatigar
  • ¿Desde dónde vienen navegando? – pregunta Marceline
  • Desde la isla de hielo – contesta Simón
  • ¿A cuánto tiempo del puente de rocas? – cuestiona Emiliano
  • Es difícil de decir – dice Simón – porque estuvimos un par de horas en la isla de hielo y el vampiro que estaba ahí nos dijo que el tiempo en esa isla es muy diferente al restante
  • ¿Un par de horas? – Ofelia extrañada – Si pasamos cuatro días en la isla selvática
  • Igual en la isla desértica – contesta Marceline
  • Ahí está – dice Simón – y ¿Cómo supieron del puente?
  • No supe de él, – dice Marceline – únicamente una pequeña criatura me trajo hasta acá y me protegió de un gusano gigante
  • Fuera de la historia de la loca – dice Emiliano – nosotros lo encontramos por qué lo señalaban unas ruinas
  • Grosero – susurrando Marceline
  • No le digas así a mi esposa – replica Simón
  • Nosotros – interrumpe Amaranta – lo descubrimos por la ballena
  • ¿Tiene algún nombre? – pregunta Ofelia
  • ¿Quién? – pregunta Simón
  • La ballena, ¿Tiene algún nombre?
  • No habíamos pensado en ponerle uno – responde Amaranta – ¿Alguna idea para ponerle?
  • ¿Les parece Hielo? – propone Emiliano
  • ¿Por qué hielo? – pregunta Ofelia
  • Bueno pues, lo encontraron en la isla de hielo, podría gustarle
  • ¿Te gusta? – pregunta Amaranta a la ballena
A la huēyimichin sacó agua de su espiráculo en gesto de aprobación por su nuevo nombre. Siguieron platicando y haciendo bromas estúpidas, el tiempo pasó muy rápido hasta que el hambre se les fue olvidando. La brisa de las aguas oceánicas hacía el frío mucho más notorio, todos se encimaron para guardar el poco calor que contenían y evitar que se cayeran por el zangoloteo de las olas. En el transcurso, la huēyimichin dormitó por el arduo cansancio y quedó despreocupada dejando que la marea la dirigiera. Nadie se dio cuenta. Las olas y mareas fueron mucho más fuertes. Hubo un momento tétrico porque había demasiados cadáveres de animales terrestres desconocidos, pero en cada cuerpo tenían rasguños profundos, no tenían grandes pedazos de piel, contaban con signos de mordidas. En uno de los cuerpos tenía una parte derretida, una especie de ácido, veneno o toxina mortal capaz de derretir la piel y hueso. Las fuertes corrientes se llevaron esa matanza acuática.
A la mañana siguiente, Hielo se despertó un poco aturdida y hambrienta, pero continuó el rumbo del día anterior. Todos se empezaron a despertar poco a poco mientras que la neblina iniciaba a despejarse un poco, revelando así una gran costa con palmeras. Marceline entrecerró los ojos y gritó con todas sus fuerzas.
  • ¡TIERRA A LA VISTA!

Acto seguido, se echó un clavado nadando rápido hasta la costa mientras que los demás continuaron encima de Hielo. Cuando Marceline arribó, tomó la blanca arena entre sus manos y se acostó boca arriba, por fin estaría descansando. Hielo llegó con todos, Amaranta ayudó a bajar Ofelia mientras que Marceline ayudó a Simón. Por primera vez pudieron descansar luego de todos los peligros que corrieron ahí. Hielo se recostó en la unión del océano con la arena, acomodándose para dormir para evitar el hambre que ahora le azotaba. Marceline, con ayuda de Emiliano, pudieron acomodar a Simón en una palmera para que sus piernas se extendieran. Los demás se recostaron en la arena caliente disfrutando del sol y sombra de aquella costa tranquila.

Ofelia y Emiliano decidieron explorar las cercanías del lugar, meramente reconocimiento. A unos veinte metros de donde desembarcaron encontraron algo, un rastro que salía del mar y lo que hubiera salido de ahí era mucho más grande que Hielo. Con algo de miedo regresaron, aunque Ofelia estaba vigilando la zona selvática con mucho detenimiento; no obstante, una sorpresa llegaría detrás de ellos puesto que Bombón llegó a la zona de ese gran rastro. Bombón se sacudió toda el agua y estornudó por las nuevas arenas, como si fuera una alergia por las diferentes arenas. Siguió a Emiliano y Ofelia sin que ellos se diesen cuenta.
Al regresar, todos se reunieron en la palmera donde estaba Simón pues tanto Emiliano y Ofelia tenían la cara de preocupación, pero Marceline gritó de emoción pues observó a Bombón.
  • ¡Bombón!
  • ¡Ñam! – gritó detrás de Emiliano
  • ¡También te extrañé! – alegre – ¿Cómo llegaste hasta acá?
Todos voltearon hacia Bombón y todos se quedaron aterrados. Bombón se acercó hacia Marceline y subió hasta su hombro lamiéndole el cachete.
  • ¡Una rata! – grita Emiliano – ¡MÁTENLA!
  • ¡Pásame un palo! – exige Ofelia – ¡RÁPIDO!
  • ¿¡QUÉ ES ESO!? – Simón grita apanicado
  • ¡Cálmense! – fastidiada interfiere Amaranta – Quizás sea amigable, vean cómo trató a Marceline y quizás, solo quizás sea como Hielo
  • Tienes razón, – agrega Marceline – déjenme presentarle, él es Bombón, fue quien me salvó de aquel horrible gusano de la isla desértica
  • ¿No come carne? – asustado pregunta Emiliano
  • Fíjate que come metal y frutas, pero carne no
  • ¿Metal? – pregunta Simón
  • Pero metal blando, como las tapas de las latas de atún
  • Lo que me sorprende – interrumpe Ofelia – es que, con ese tamaño tan pequeño, similar al de un loro, ¿Cómo pudo llegar hasta acá?
  • No tengo ni la menor idea, todavía me sigue sorprendiendo
En esos momentos Bombón olió algo, de un saltó cayó a la arena empezándola a olfatear, fue en varias direcciones hasta que se subió a la palmera donde estaba Simón. Luego de unos cuantos segundos, un coco rojo cayó cerca de la cabeza de Simón.
  • ¡Ten cuidado, méndiga rata! – grita – ¡Casi me das!
  • ¡Ñam, ñam! – reclama Bombón
  • Ni yo sé qué dijo – susurra Marceline
Siguieron cayendo más cocos, fueron aproximadamente diez cocos los que traía la palmera. Luego de eso, Bombón saltó al hombro de Marceline acertándole al hombro derecho. Ofelia se quedó mirando con detenimiento los cocos.
  • Emiliano – dice Ofelia – dime, estos cocos, ¿A qué se te parecen?
  • A los cocos de la primera isla – contesta Emiliano – creo que son los mimos
  • ¿Será seguros comerlos? – pregunta Amaranta
  • Yo digo que sí – responde Ofelia – los gorilas blancos de la otra isla los estaban comiendo
  • Además de que tenían un sabor sinigual los de aquella isla, quizás sepan igual – complementa Emiliano
Amaranta no se confió del todo, pero su hambre la estaba matando. Con una piedra abrieron la gran cáscara y comieron su contenido, lo curioso de estos cocos era su interior blanco. Su sabor era una mezcla del coco, kiwi y fresa, bastante llenador ya que con un simple coco puede llenar a dos adultos. Bombón arrastró uno de los cocos para llevárselo a Hielo y ofrecérselo, pero no quiso, así que Bombón, con su pico, rompió la cáscara dándose un festín.
Reposando el almuerzo, Hielo se levantó para sacudirse toda la arena que traía en el cuerpo. Dentro de la maleza se escuchó que algo se rompió, como si de una rama se quebrara, Hielo se acercó un poco cuando de pronto la derribaron. Todos se quedaron perplejos pues ¿Qué podría derribar con tanta facilidad a un animal tan grande? De los árboles lentamente apareció una criatura gris con características casi irreales pues, aunque era cuadrúpeda también era bípeda, delgada y aerodinámica, cada una de sus garras son tan afiladas que pueden cortar los granos de arena, su mordida es tan fuerte que machaca los huesos como si fueran gelatina y, si no fuera para menos, su saliva contiene toxinas venenosas las cuales hacen que las víctimas mueran en menos de dos minutos. A pesar de ser delgado es bastante resistente por su exoesqueleto, cuenta con otra característica muy especial la cual es camuflarse, contaba con unas espinas que sobresalían de su columna las cuales también eran venenosas. Se parecía mucho a un lagarto prehistórico o un dinosaurio.
Ese hueyi cuetzpalin dejó a Hielo panza arriba con un solo golpe dejándolo completamente indefenso. Bombón quiso atacarlo, pero Marceline lo detuvo. Hielo no tuvo ninguna posibilidad de escapar pues el hueyi cuetzpalin fue desmembrándolo poco a poco para darse un festín con él. Amaranta quedó horrorizada por ver morir a quien les ayudó escapar.
  • Debemos pasar por esas cosas – dice Ofelia asustada
  • Esas cosas fácilmente nos pueden hacer trizas – contesta Emiliano – nos pueden dejar como coladeras
  • ¡Son esos rinocerontes mutantes o es ese dinosaurio venenoso! – gritando
Los ixtolol, esas enormes criaturas, se alteraron y horrorizaron a tal grado que hicieron una estampida dirigiéndose al lado contrario del que nuestros protagonistas se encontraban. Todos se quedaron extrañados al ver esa tan rara conducta en esas imponentes bestias. Bombón comenzó a gruñir y mirar para el suelo.
  • ¿Por qué se habrán ido? – pregunta Simón
  • O más bien, ¿De qué habrán huido? – comenta Emiliano
  • No tengo ni la menor idea – comenta Marceline –, pero algo pasará
Cuando terminó de hablar, inmediatamente unas plantas similares a unas lianas los tomaron de los pies derribándolos. Al estar en el suelo, esas mismas plantas los tomaron de las muñecas. A Bombón fue muy difícil atraparlo ya que era muy escurridizo, aunque finalmente lo atraparon. Quisieron liberarse, pero las plantas eran muy fuertes.
  • ¡Malditas plantas! – grita Ofelia – ¡Déjenos!
  • ¡Como si eso funcionara! – responde Emiliano
  • Esperemos que no se haga costumbre el estar corriendo como locos en esta isla – comenta Amaranta

Los siguieron arrastrando hasta llegar a donde había muchas hojas de dos metros las cuales se fueron juntando y alzando lentamente dando forma a una planta carnívora de proporciones descomunales y espeluznantes. Todos vieron con temor a la gran planta que se formó con ese follaje.

  • ¡No sé qué es peor – Amaranta grita desesperada – morir por unas plantas o por un camaleón super desarrollado!
  • Morirás engullido por una planta – dice Marceline – por más que quiero encontrarle sentido, no puedo
  • ¡NO MORIRÉ TRAGADO POR UNA PLANTA! – Ofelia grita alterada
Una de las lianas levantó a Simón para que la planta se lo tragara. Por gracia divina o casualidad, de entre las copas de los grandes árboles se desplomó el ozomatl cayendo encima de la planta dándole final a la misma. Ozomatl quedó inconsciente por unos momentos, todos se liberaron de las lianas y desde una distancia segura observaron a aquella criatura quien, por eventualidad, los había salvado. Bombón lo estuvo olfateando y, en lugar de huir o gruñirle, se quedó muy tranquilo tratando de despertarlo. Mordió su nariz.
  • ¡Larguémonos de aquí! – exclama Emiliano
  • No creo que corramos mucho peligro – dice Marceline – pues, si fuera así, Bombón ya lo hubiera atacado
  • Ñam – exclama
  • No me lo tomes a mal, amor – interrumpe Simón –, pero no confío en tu rata
  • Tú no, pero yo sí pues me salvó
  • Y ese gorila nos salvó – dice Amaranta – puede que no sea agresivo
  • Ustedes dos tienen mucha fe en esas criaturas – comenta Ofelia
  • Si no fuera así no hubiéramos salido del puente de roca, le recuerdo que Hielo nos ayudó y trajo para morir en las garras de no sé qué cosa – enojada comenta Amaranta
  • Y Bombón haría lo mismo por nosotros – argumenta Marceline
  • ¡Vámonos de una vez antes que despierte esa cosa! – interfiere Simón
Ozomatl despertó de golpe, tronó su espalda y, dificultosamente, se puso de pie. Bombón estaba emocionado, pero los demás se encontraban asustados. Los miró detenidamente, se vio extrañado, procedió a comunicarse en lenguaje de señas y ninguno le entendió.
  • ¿Bombón! – extrañada dice Marceline
  • Ñam
  • Trata de comunicarte con ese gorila de seis brazos
  • ¡Ñam, ñam! – argumenta – Ñam, ñam, ñam
  • No sé cómo le hagas, pero háblale como lo hiciste con los cactus
  • ¿Habló con cactus? – cuestiona Emiliano – ¿Cómo le entiendes?
  • Cuando estás mucho tiempo con ellos ya entiendes sus gestos y acciones – responde – y sí, habló con cactus caminantes, fue bastante perturbador, aunque gracias a ellos estoy aquí
Bombón moduló su tono para poder comunicarse con ozomatl. Articularon una muy extraña comunicación la cual terminó en un convencimiento por parte de ozomatl para Bombón. Después de unos cinco minutos de que todos los vieran con extrañeza, Bombón volteó con Marceline.
  • Ñam – moviendo la cabeza – ñám, ñam ñam ñam, ñam
  • ¿Seguro? – interroga Marceline
  • Ñem, ñam
  • ¿Qué dijo? – pregunta Ofelia
  • Que hay que seguir al gorila hasta el otro lado de la isla
  • ¿Por qué? – pregunta Simón
  • Porque hay una de nuestras personas
  • ¿Una de nuestras personas? – preguntan todos
  • No soy muy buena traduciendo todo lo que dice – reprocha – quizás dijo una persona u otra persona, pero hay alguien del otro lado
  • ¿Será seguro ir? – pregunta Emiliano
  • Pues no lo sé – contesta Amaranta –, pero es este gorila con cuatro brazos de más o esa criatura venenosa
  • ¡Bombón! – llama Marceline – Dile que nos guie
  • Ñam ñam, ñam
  • ¿En serio? – sorprendida – ¿Podrá?
  • ¿Qué pasa? – pregunta Amaranta
  • Ese grandulón nos quiere llevar cargando consigo

Terminando de decir eso, ozomatl tomó a todos en sus brazos dejando solo sus piernas y uno de sus brazos libres, Bombón subió para posarse en su cabeza. Con poderosos saltos se estaban alejando de esa parte de la isla. Inmediatamente en seguida de que dieran los primeros tres saltos, algo llegó y pudo oler el rastro que dejaron. Lentamente los estaba siguiendo entre las sombras.

Con cada uno de los saltos, Bombón estaba alegrándose y divirtiéndose cada vez más, jamás había experimentado nada igual desde aquel tornado arenoso. Por otro lado, Ofelia estaba volviendo el estómago porque sufrió mareos espantosos ante las grandes velocidades alcanzadas en tan poco tiempo, los demás no sufrieron más que simples dolores de cabeza o torticolis, como fue el caso de Simón. Abandonaron un poco rápido la parte selvática para adentrarse en la parte desértica. Estando ahí, bajó a todos unos momentos. Todos estaban confundidos.
  • ¡Aquí no hay ni un carajo! – altanera dijo Ofelia – ¡No debimos confiar en ese horroroso mono! – enojada
  • Cálmese por favor – comenta Emiliano
  • ¿Cómo quieres que me calme escuintle? ¡Ya me hizo cantar Oaxaca más de una vez!
  • Solo hicimos una parada – comenta fríamente Marceline – aquí no es nuestro destino
  • ¿Dónde nos detendremos entonces? – pregunta Amaranta
  • Según lo que me dijo Bombón, vamos a llegar en algo como el cielo o color cielo
  • ¿Color cielo? – pregunta Simón – ¿No será agua o hielo?

La plática fue interrumpida pues ozomatl rugió para aturdirles. Todos voltearon a verlo señaló a un hoyo que se encontraba a sus pies. Era amplio, como de unos tres o cuatro metros de radio.

  • ¡No me meteré a ese agujero! – increpa Marceline – Esos agujeros son de los gusanos de la isla desértica
  • Ñam – interrumpiéndole – ñam, ñam ñam
  • Debe de haber aquí – pensando –, o eso creo
  • Insisto, ¿Cómo es que le entiendes? – pregunta Emiliano
  • ¿Y cómo le haces más caso que a mí? – susurra Simón

Bombón tomó a Marceline del pantalón llevándola por el agujero. Irremediablemente todos siguieron a Marceline y Bombón, ozomatl se quedó afuera. Cuando todos entraron, ozomatl sintió algo aproximándose, curiosamente unas plantas cercanas a donde estaba la entrada del gran túnel se movían sin que nadie, aparentemente, las moviera. Ozomatl tomó un gran puño de arena y con su baba las mezcló para hacer una especie de bomba arenosa, la lanzó a donde se agitaban las plantas e inmediatamente se metió al conducto, igual que la vez anterior, agarró a todos, incluido a Bombón para salir corriendo y evitar cualquier peligro. Aquel gran pasaje estaba iluminado por unos pequeños agujeritos en el techo por los cuales entraba la luz. Los pilares del pasillo eran troncos de palmeras, pero era un milagro arquitectónico el que se mantuviera de pie. Nadie supo cuánto tiempo pasó, pero llegaron a un punto en donde el ambiente se tornó frío y escabroso, todos comenzaron a temblar y a abrazarse para conservar el calor, Bombón se enredó entre el pelaje de ozomatl. A lo lejos se vio una gran luz azulada que reflejaba todo el túnel hecho de hielo. Había unas pequeñas escaleras de madera que daban al exterior, ozomatl ayudó a todos a subir y él salió con un solo salto. A cinco metros de esa salida se encontraba un iglú…

Iglú

Todos quedaron fascinados por lo que estaban viendo, una edificación reciente, ¿Quién podría vivir en esa isla con climas tan extremos y criaturas inimaginables?, se preguntaba Ofelia. Ozomatl empezaba a empujar con dirección a la entrada del iglú con excepción de Simón pues ozomatl lo seguía cargando. Marceline abrazó fuertemente a Amaranta y Emiliano abrazaba a Ofelia, el pobre de Simón se estaba congelando y temblando desesperada y desenfrenadamente. Al llegar a la entrada, esta se encontraba bloqueada con una madera, ozomatl la retiró e hizo que todos se metieran al iglú, a Simón lo puso en el hielo para que él se fuera deslizando hasta el interior del iglú. Bombón saltó y entró con ellos a pesar de que se moría de frío.

El interior del iglú era bastante peculiar ya que contaba con unas plantas bioluminiscentes que iluminaban eficientemente, lastimaba la luz, se encontraban unos pequeños frascos rudimentarios de hielo con sustancias un tanto extrañas a la par que encontraron unas moras. Fueron adentrándose más hasta encontrar otra pequeña cámara donde estaba una persona machacando unas cosas. Luciana volteó y observó a todos. Ágilmente se levanta de su asiento para dirigirse con ellos.
  • ¡Que alegría! – exclama – ¡Sí había más personas!
  • ¿Quién eres tú? – pregunta Simón
  • ¿Qué haces aquí? – pregunta Marceline
  • ¿Por qué nos trajo ese gorila hasta acá? – pregunta Ofelia
  • Pero claro, – inicia Luciana – ¿Dónde están mis modales? Soy Luciana, hace tiempo que estoy aquí por un naufragio un tanto reciente y mi querido gorila los trajo porque yo se lo pedí
  • Una pregunta – inicia Amaranta –, me pareció que ese gorila trataba de comunicarse con nosotros en lenguaje de señas, ¿Le enseñaste?
  • Efectivamente, cuando me lo encontré me percaté de que era muy inteligente e incluso pudo aprender mucho más rápido que mi ahora fallecido Manolo
  • ¿Manolo? – pregunta Emiliano
  • Creo que era el capitán del barco
  • No lo era – interfiere Marceline – yo estuve en la isla desértica con el capitán, vi como un buitre gigante se lo tragó, en dado caso sería el contramaestre
  • Y ¿Por qué murió? – pregunta Simón
  • Por un oso polar, pero ya no se preocupen por él pues también murió
  • ¿Ñam ñam? – pregunta Bombón
  • No te espantes, él es Bombón y pregunta que si tienes algo de comer – traduce Marceline
  • ¡Ay! – Luciana dice con ternura – ¿Cómo esta criatura habla Ñamés?

Todos quedaron boquiabiertos porque ahora no solo Marceline sabría lo que querría decir Bombón, ahora también Luciana le entendería.

  • ¿Cómo sabes el idioma de Bombón? – pregunta Marceline – Yo que estuve con los de su especie me sigue costando su lenguaje
  • Una vez que salí a la zona desértica me encontré con unas criaturas similares a Bombón, pero eran grises, los observé y noté que en ciertos verbos que nosotros tenemos en español hacen más énfasis; por ejemplo, pelear, comer, atacar, y más. Todavía no me explico su agresividad. Y contestando a su pregunta, sí, tengo unas cuantas moras que recolecté de la zona boscosa, agarren las que quieran
  • Oye – dice Simón – ahora teniendo un poco de confianza, ¿No tendrás algún remedio para mi herida de la pierna?
  • Sígueme – atraviesa a todos

Luciana tomó dos frascos de los que tenía en la entrada. Uno de los frascos eran las bayas que se lo dio a Emiliano para que las repartieran. El otro frasco era una sustancia verdosa y espesa, olía al kiwi. Luciana se embarró dos dedos de esa cosa viscosa para ponérselo en la herida abierta de Simón, pronto agarró un pedazo de hielo y dejárselo reposar en la herida para que sanara. Simón estaba quejándose por el frío del hielo.

  • Lo que te acabo de poner es una planta medicinal que de pura casualidad me encontré en estas tierras gélidas, hace efecto con el hielo de esta tierra
  • Soy enfermera – dice Amaranta – pero dime, ¿Sabes qué tipo de planta es? O ¿Por qué sirve tanto con el frío?
  • Realmente no lo sé, pero te puedo mostrar dónde las encontré
  • Perdonen que las interrumpa – dice Ofelia –, pero lo que realmente necesitamos es salir de aquí de manera urgente y no una clase de botánica o enfermería
  • ¡Cierto! – agrega Emiliano – Debemos escapar rápido de aquí pues hay una criatura venenosa
  • ¿Cuál de todas? – pregunta Luciana – Díganme cómo se veía
  • Tenía veneno en su boca – dice Amaranta
  • Puede que sea la coatl – interrumpe
  • Déjame terminar – preocupada –, esa cosa era delgada como si de un lagarto se tratara, gris con ojos asesinos, garras capaces de cortar el aire, parecía que también tenía un exoesqueleto, puede camuflarse y creo que ya
  • Entonces es el hueyi cuetzpalin
  • ¿Qué es eso? – pregunta Ofelia
  • Sería dinosaurio en náhuatl y le atribuyo ese nombre por su forma prehistórica y – titubeando – es la cosa que domina esta isla y no sé si también del océano
  • ¿El vampiro ártico sabría algo de él? – pregunta Simón
  • No creo que hubiera sabido de él pues se hubiera protegido más – responde Amaranta
  • ¿Quién es el vampiro ártico? – pregunta Luciana
  • Luego te contaremos – contesta Emiliano – por ahora necesitamos saber si hay un medio de escape para salir de esta isla
  • Recuerdo que el capitán mencionó algo de un barco que estaba en la cuarta isla – dice Marceline – pero no dijo la ubicación, únicamente dijo que estaba en una costa
  • Yo sé dónde está – responde Luciana – lo único malo es que está hasta el otro lado de la isla, específicamente en la parte boscosa de la isla
  • ¿Qué tiene de malo en ir hasta allá? – pregunta Amaranta
  • En esta isla – interfiere Luciana – las cosas más venenosas y peligrosas se encuentran en la zona selvática y boscosa, las más frágiles y hermosas se encuentran en la parte congelada y las más raras en la parte desértica
  • ¿Estás diciendo que en la parte donde un oso mató al contramaestre es la más hermosa y frágil? – pregunta descaradamente Ofelia
  • Sí porque no tienes ni idea de las cosas que he visto allá afuera – fastidiada
  • ¡Ni tú lo que nosotros vivimos! – enfurecida
  • Mejor no hay que pelear en estos momentos – Marceline interviene temerosa
  • Sí – agrega Amaranta – mira Luciana, mejor acompáñame hasta encontrar las plantas medicinales
  • Será mejor que pelear con una anciana, – responde Luciana – dejen vamos por las plantas y nos vamos al otro lado de la isla, por lo mientras tomen las pequeñas chamarras de plumas que hice

  • ¿De qué animal son? – pregunta Simón – Siento que ya he visto este tipo de plumas antes
  • Pingüinos voladores – contesta Luciana – no querrás saber cómo los hice

Ofelia maldijo entre dientes. Amaranta y Luciana salieron un poco apresuradas, pero tomaron las chaquetas.  Ozomatl dialogó con Luciana, este quería acompañarlas, pero le encomendó el que cuidara a los demás. Ambas fueron con dirección a una estepa congelada en la cual no divisaban ningún tipo de vida, el hielo en esa zona estaba intacto y puro, la poca luz que llegaba del cielo tormentoso y nublado hacían un paraíso como si estuvieran caminando sobre agua cristalina. Hubo un punto en dónde la capa de hielo se hizo muy delgada, como si de una película de agua se tratara, dejando ver la fauna marina, la vida debajo de esta se conformaba por múltiples peces, anfibios e incluso pudieron observar con detenimiento a una gigantesca ballena bioluminiscente la cual, incidentalmente, pasaba por ahí, un espectáculo único en la vida. A pesar de tener abrigos no las cubría del frío, este comenzaba a intensificarse sin tener ninguna compasión. Pudieron llegar a la costa congelada, al contrario de lo que pareciera, la vegetación era excesiva, plantas de múltiples tamaños y colores; la gran mayoría se encontraban en el agua, aunque algunas pudieron adaptarse para crecer en la gruesa capa de hielo. Debajo de esta capa había bastante luz, curiosamente eran las mismas plantas luminiscentes en el iglú. Luciana se acercó a la única planta roja, parecía una orquídea y su mayor llamativo era su fragilidad pues en su gran mayoría era hielo.

  • Esta planta es la medicina que he encontrado con mayores efectos – comienza Luciana
  • Pero no coincide con los colores pues la medicina era verde y esta orquídea es roja
  • Porque noté que tenía más efectos curativos cuando la mezclaba con la baba del gorila
  • ¡Por qué descubriste eso? – impactada y asqueada – Eso se me hace enfermo
  • Porque él utilizaba su baba para curarse las heridas y al mezclar contesta flor que él mismo encontró había una velocidad de curación de horas para heridas de meses o años
  • ¿Crees que lo de Simón se pueda curar? – intrigada – No me gustaría darle el parte médico a Marceline
  • No soy doctora ni bióloga ni nada de eso así que prefiero omitir mis comentarios, esperemos que se cure antes de salir de la isla
  • Una última pregunta para irnos, ¿Por qué no has cultivado más de esas orquídeas?
  • Con las observaciones que he tenido, no se puede sembrar como si fuera un cultivo abundante, debe de darse natural y lastimosamente no queda mucha
  • ¿Por qué? – asombrada
  • Porque cien de esas plantas equivalen a cien mililitros, únicamente había ciento cincuenta– con tristeza – y como podrás ver…
  • Nada más quedan diez plantas – complementa
  • Les puede servir comiéndola, pero no sé si tenga la misma velocidad de curación, pero dejemos de hablar y recoge algunas

Fueron recolectándolas con bastante delicadeza para evitar romperlas o derretirlas. Terminada la recolección, un puñado de cueyatl cristalinas salieron de las aguas congeladas, lo curioso y perturbador de ellas es su piel traslucida permitiéndoles ver sus órganos internos. Amaranta los vio por unos momentos.

  • Hagas lo que hagas – advierte Luciana – ¡No te les quedes viendo porque hipnotizan!

Rápidamente las cueyatl comenzaron a croar de forma sintonizada para atraerlas, asemejándose al supuesto canto de las sirenas.  Y otra característica, además de su canto hipnótico, son los tenues colores provenientes de sus estómagos al croar a cierta frecuencia. Luciana apresuró su paso hasta correr hacia el iglú, Amaranta hizo lo mismo. Cueyatl saltaban a dónde se dirigían, e igual que ellas, también incrementaron la velocidad y distancia de sus saltos. Extrañamente se detuvieron al ver la lentitud de sus saltos a la par de una insólita presencia así pues prefirieron volver a las costas.

Cuando llegaron, vieron a todos inquietos.
  • ¿Qué les pasa? – pregunta Amaranta
  • Nosotras deberíamos estar así por esas malditas ranas cristalinas – murmulla Luciana
  • Hace rato, cuando se fueron – dice Ofelia – algo estuvo rasgando, algo quería entrar
  • ¿Cómo es eso posible? – pregunta Luciana asustada – Si el gorila está protegiéndolos
  • No era del exterior, – responde Emiliano – era desde abajo
  • Incluso Bombón me dijo que huyéramos – añade Marceline – y también se alteró fatalmente
  • ¿Por abajo? – pregunta Amaranta
  • ¿No saben si algo los siguió hasta acá? – pregunta Luciana – Hay algunas criaturas subterráneas, pero no sé si sean capaces de seguir el rastro o aguantar el maldito frío
  • No sabemos si algo nos siguió, pero hay que largarnos ya – contesta Ofelia
  • Estoy de acuerdo con Ofelia – dice Marceline – además de que Bombón está sintiéndose mal por la falta de calor
  • Agarren sus cosas y vámonos de una vez – exclama Luciana – Marceline, ¿Puedes tomar la medicina y el frasco de las bayas?
  • Claro que sí – las toma Marceline
  • ¿Ñam ñam? – pregunta Bombón – ¡Ñam!
  • No me hables en ese tono – responde Luciana extrañada – además de que tenemos que llevarlo para sobrevivir

Bombón se indignó. Todos salieron dirigiéndose al túnel. Tanto Bombón como el ozomatl no querían entrar en un principio por el pánico de encontrarse a una criatura siniestra. Dudaron y reflexionaron, finalmente tuvieron que entrar. Observaron muchas marcas de rasguños profundos los cuales hacían un túnel mucho más rudimentario, se dirigía directamente debajo de donde estaba el iglú. No quisieron quedarse para averiguar qué o quién había hecho eso. En el gran trayecto, Luciana fue explicando el funcionamiento de las plantas y el Ñamés a la par que untó gran cantidad de la medicina a Simón, también referente a algunas criaturas existentes que ni en pesadillas podrían haberse imaginado jamás.

Cuando se adentraron al territorio desértico, las plantas comenzaron a marchitarse y a derretirse, aunque Bombón inició a tener esa característica vitalidad. Luciana se preocupó porque no durarían mucho las plantas en ese clima tan distinto. Todos empezaron a quitarse los abrigos porque el calor se intensificó. A unos metros de llegar a la salida del túnel, Emiliano preguntó.
  • Oye Luciana – inicia – tengo una pregunta, ¿Cuánto tiempo pasó en esta isla desde tu naufragio?
  • Realmente no lo sé – responde – pero, en un promedio, pasó un poco más de un mes
  • ¿Un mes? – preguntan asombrados
  • Eso no puede ser – dice Marceline – a lo mucho debió pasar una semana
  • Recuerda que los tiempos son distintos aquí – dice Amaranta
  • Cierto, – complementa Simón – en la isla de hielo habían pasado un par de horas cuando en las otras islas ya habían transcurrido días, o bueno, así nos explicó el vampiro ártico
  • Explíquenme, ¿Quién es él? – pregunta Luciana
  • Fue un ente tétrico que vivía en la isla de hielo – comenta Simón
  • Controlaba a murciélagos blancos y peludos, – complementa Amaranta – supuestamente él vivía desde hace milenios, pero no tenía el dato preciso por el tiempo de esa isla, pudo vivir más
  • Luego discutimos del tiempo relativo de las islas – interrumpe Luciana –, por ahora ya llegamos
Salieron del agujero y decidieron tomarse un descanso de su larga caminata. Ozomatl y Bombón reposaron unos momentos en la arena, Luciana puso las plantas en la sombra de la poca vegetación cercana para que se refrescaran. Un pequeño zumbido se escuchó seguido de un pellizco y adormecimiento muscular, cayeron rendidos con excepción de Bombón porque a él no lo pincharon. De entre la maleza surgieron personas, nativos de la isla, traían escasos ropajes verdosos, lanzas, escudos y a un elepantli de cuatro colmillos. Bombón decidió enterrarse en la arena para evitar ser visto.
Los isleños capturaron a todos arrastrándolos, elepantli ayudó a arrastrar al gran ozomatl. Desaparecieron entre la extensa flora. Bombón salió de entre la arena y los siguió a una distancia discreta sin perderlos de vista.

Isleños

Bombón llegó hasta la tribu de los isleños, quedó asombrado al ver a tantas personas con las mismas ropas y edificaciones un tanto triviales. Se establecieron en una zona en la que se derribaron extensos árboles, pero no por intervención humana. A lo lejos se encontraba una gran carpa cubierta de huesos gigantes, la choza del líder. Lograron crear pequeños establos de piedra en dónde domaron a tres elepantli, cuatro ixtolol y a un joven meocuil picudo. Cerca de los establos, los exploradores que capturaron a nuestros protagonistas los amarraron a unas tablas extendidas sostenidas sobre hormigueros. A ozomatl lo amarraron de brazos y piernas extendidos a dos piedras gigantescas. Estaban vigilados por guardias fuertemente armados.

Pronto fueron despertando, para su desgracia, algunos ya estaban sufriendo de insolación. Ozomatl estaba enfadado; sin embargo, no podía liberarse por los fuertes nudos y el peso de las piedras. Ofelia y Simón deliraban, Marceline se comenzó a preocupar por Simón y Bombón.
  • ¡Libérenos! – exigía Luciana – ¡Déjenos ir!
  • Háblales en su idioma – susurra Marceline
  • ¿Por qué no nos advertiste de ellos! – pregunta Emiliano
  • Para serles sincera – apenada – jamás los había visto
  • ¿Cómo viviendo tanto tiempo aquí nunca los observaste? – pregunta Ofelia – O mínimo saber de su existencia
  • Casi siempre estaba encerrada en el iglú, el único que salía y traía noticias era el gorila
  • En esta ocasión no sé cómo moriremos – irónico responde Simón – y quisiera ver el desenlace de hoy

De la gran carpa salió un hombre alto, narigón, delgado y con ligera musculatura, moreno, con ropajes azules y plumas rojas, traía un pequeño hueso en la nariz. Era el líder de la tribu. Su atención fue robada por los extranjeros capturados. Habló en un dialecto inentendible.
  • Disculpe – comenta Ofelia – sea quien sea usted, no le entendemos
  • Parece que ya se te quitó la insolación – comenta Simón
  • A ti también – replica
  • ¡Idioma de los conquistadores! – reacciona el líder – ¿Quién lo diría?
  • ¿Cómo sabe nuestro idioma? – pregunta Emiliano
  • Hace siglos – relata el líder – llegaron unos extraños a nuestra isla, pidieron ayuda de las criaturas. Únicamente dejamos con nosotros al más sabio de su grupo para que nos enseñaran cosas del idioma
  • Discúlpeme gran jefe – interfiere Marceline – díganos, ¿Por qué nos amarró aquí?
  • Queremos calmar la furia de la criatura y ustedes lo van a apaciguar su hambre
  • ¿Qué criatura? – pregunta Emiliano – Y ¿Cómo es?
  • La llamamos hueyi cuetzpalin, una criatura existente desde hace siglos y está en nuestros registros más antiguos, rodea el bosque. Es una criatura gris, venenosa en extremo, está sedienta de sangre y puede confundirse con lo que le rodea
  • ¡Eso es falso! – grita Amaranta – Nos atacó en la playa
  • ¡Ustedes lo provocaron con su llegada y lo pagarán! – alza la voz – Además de que calmará lo que está azotando a las bestias
  • No harán la diferencia sacrificándonos pues ustedes seguirán – dice Emiliano
  • Tenemos animales de nuestro lado – sereno
  • ¡No servirán! – explota Luciana – ¡Debemos largarnos de aquí! ¡NO NOS PUEDEN ENCERRAR! – forcejeando
  • ¡CÁLLATE YA! – furioso – Y ustedes dos vengan conmigo

Habló en su lengua volviendo a sus aposentos junto con su sequito. Bombón pudo ver el lugar donde estaban amarrados, cuidadosa y sigilosamente se dirigió hacia ellos, roo las fuertes lianas que los amarraban, pero siguieron acostados para no atraer a los guardias. Luciana ordenó a Bombón dirigirse hasta el establo para cortar las ataduras de los animales, al principio se enojó, aunque acató la orden.  Escrupulosamente pudo escabullirse entre las plantas para cumplir su misión. Al llegar, Bombón moduló sus rugidos para comunicarse; quedó sorprendido pues los elepantli fueron los únicos en dialogar con él mientras que los demás lo ignoraron por completo. Liberó a todos con excepción de un elepantli, desde ahí iniciarían los problemas. Meocuil ya no sintió sus ataduras, lanzó un bramido y de inmediato perforó el suelo escapando de ahí. Por el escape del gran gusano, los ixtolol comenzaron a golpearse entre sí, escaparon con dirección al ozomatl. Afortunadamente quebraron una de las piedras a la par que derribaron unas cuantas construcciones y aplastaron a los habitantes de ahí. Ozomatl aprovechó el momento para desatarse, golpeó y lanzó a algunos de los guardias, cuando se desahogó, pudo dirigirse a donde nuestros protagonistas escondiéndose entre los árboles cercanos. Bombón los siguió para estar a salvo. Los elepantli escaparon de ahí, dejaron atrás al elepantli que Bombón no liberó. Los guerreros que seguían en pie trataron de capturar a todas las criaturas. El líder salió de su morada, frunció el ceño al ver el desmán ahora efectuado. Sus seguidores salieron al ataque con lanzas, él tomó arco y flechas cubiertas de veneno. Corrió hacia el elepantli que seguía amarrado y, con una sola mano, pudo desatarlo para montarlo. Al domarlo se levantó en dos patas, una pose única que daba poderío. Con el corpulento cuerpo y fuerza descomunal del elepantli pudo derribar a los ixtolol quedándose gravemente heridos e inútiles para combatir, con las flechas envenenadas pudieron derribar a los demás elepantli, se lamentaron por no capturar al meocuil.

Del gran ejército, únicamente quedaron veinte guerreros y un elepantli, estos decidieron huir a las montañas dejando a sus muertos. El líder presentía que la tragedia vendría luego de la batalla.
Al retirarse, ozomatl salió lentamente junto con sus protegidos. Comenzaron a explorar el área. Encontraron metales y piedras en bruto, escrituras extrañas, imágenes muy realistas de los animales de las regiones adyacentes. Entraron al lecho del jefe y, sorprendentemente, encontraron una libreta artesanal con los conocimientos recolectados durante tantos años; algunos de sus múltiples contenidos se referían a la fuente de la vida eterna, información del vampiro ártico y su expulsión, conexión con las otras islas, plantas para controlar, realismo de los monstruos antiguos e incluso la reanimación de los muertos. Dejaron el libro dentro del pabellón por no entender la lengua. Con más preguntas que respuestas, salieron de la carpa, el cielo se tornó gris con posibilidades de lluvia torrencial que se avecinaba.
  • Y ahora – comienza Ofelia – ¿Para dónde nos dirigimos?
  • No lo sé, – contesta Luciana – jamás había estado en esta zona de la isla, pero debemos llegar a la costa del bosque
  • ¿Identificas la zona en la que estamos? – cuestiona Marceline
  • Puede que estemos entre las fronteras del pantano y la selvática
  • ¿Cuánto tiempo tardaríamos en llegar al barco? – pregunta Simón
  • Como dos horas si vamos caminando en la dirección correcta, pero no sé hacia dónde dirigirnos
  • Alguien lance a Bombón para que sepa el camino – expresa Emiliano
  • ¡Ñam ñam! – reclama – Ñam, ñam ñam
  • En eso tiene razón el pequeñín – contesta Luciana – y creo que será mejor que me lancen a mí
  • ¿No puede ser peligroso? – cuestiona Amaranta – Te podrías lastimar
  • No me opongo – interfiere Ofelia – y no creo que nadie más quiera ser lanzado por un gorila

Todos callaron y accedieron a esa idea. Ozomatl tomó a Luciana más allá de las copas de los árboles, su espalda tronó como campechana. En el aire, pudo ver la costa de la zona boscosa, casualmente, se veía más cerca de lo que creían así que tardarían mucho menos en llegar. Ozomatl la atrapó y por el impacto le crujió la cadera dejándola atónita momentáneamente, en su cara se veía el dolor que sentía. El dolor se desvaneció y les comentó. Bombón empezaba a alterarse.
  • Debemos dirigirnos hacia el oeste y llegaremos a más tardar en la madrugada para largarnos de aquí
  • Oigan – dice Marceline – algo viene
  • ¿Por qué lo dices? – pregunta Ofelia
  • Porque bombón está alterado
  • Igual que el gorila – agrega Luciana
  • Pero ¿Por dónde viene? – pregunta Simón
  • Lo mejor es estar tranquilos – menciona Amaranta – cualquier cosa que venga, atacará primero a lo que esté inquieto
  • Yo creo que mi cáncer se fregó pues mi pánico está al millón – comenta Ofelia
Las bestias derribadas comenzaron a gemir del dolor y pánico, querían huir de ahí, desafortunadamente no podían moverse por la fuerte toxina recibida. De entre la densa vegetación salió el hueyi cuetzpalin, convirtiéndose a su color natural. No le dio importancia a las criaturas que estaban desfalleciendo o a los cuerpos de los guerreros sin vida, quería atacar a presas frescas. Bombón y ozomatl tenían un poco de miedo al verlo, no podían aguantarle la mirada. Hueyi cuetzpalin volvió a camuflarse e iniciaron a aterrarse. Ozomatl habló con Bombón para que se los llevara de ahí, Luciana no quiso dejarlo a morir con esa cosa. Bombón jaló a todos para apresurarlos mientras que Luciana seguía aferrándose a quedarse ahí. Ozomatl enfureció, levantó sus puños y golpeó la tierra, quería asustarlos. Funcionó su plan pues velozmente corrieron. La lluvia se soltó, una pequeña lágrima de ozomatl se confundió con las gotas. Truenos y relámpagos empezaron a caer cerca de esa zona de choque, la tormenta se adueñó del ruido impidiendo escuchar los pasos o cualquier indicio de que la criatura prehistórica seguía ahí. Ozomatl dudó del que continuara, ingenuamente bajó la guardia pues no lo observaba ni pudo ver sus huellas.
Hueyi cuetzpalin le atacó por la espalda al ozomatl arañándolo y mordiéndole. Ozomatl pudo tomarlo por la cabeza y lanzarlo hasta los ixtolol. Un dolor punzante recorría toda su espalda, inició con borrosidad en la visión hasta quedar completamente ciego en cuestión de segundos. Hueyi cuetzpalin aprovechó esa gran ventaja para seguirle atacando, dirigió sus venenosas mandíbulas hacia las piernas dejándolo más vulnerable. Ozomatl, aunque sin piernas, seguía moviéndose, tratando de atacarle, utilizaba sus brazos para poder desplazarse. El primate agarró una lanza de los guerreros caídos, pero la sostuvo en la parte filosa y esta le quemó, contenía una sustancia similar al ácido pues corroía la piel, la tomó por la parte de madera y esperó. Fiándose de su oído dañado y olfato, trató de atacarle. Los truenos y relámpagos se volvían mucho más constantes. Ozomatl llegó como pudo a la piedra que sobrevivió a la estampida, hueyi cuetzpalin dio un gran salto abalanzándose sobre él. Aterrizó frente a él, hueyi cuetzpalin le mordió la tráquea impidiéndole respirar y provocándole un sangrado inminente. En un último acto, ozomatl le clavó la lanza en el estómago atravesándole hasta la columna. Ambos titanes sangraron a destajo, sus cuerpos sin vida cayeron al suelo lodoso.
Un gran y poderoso rayo cayó sobre un árbol haciéndolo incendiar, el viejo tronco se derribó sobre los cuerpos de los colosos, el fuego los consumiría. Apresuradamente desaparecerían convirtiéndose en cenizas llevadas por el viento a quién sabe dónde, únicamente serían un recuerdo borroso o una horrible pesadilla vivida por quienes habitaron esa isla o los que querían escapar asiduamente…

¿El escape?

Nuestros protagonistas pudieron escapar de la gran batalla disputada en esos momentos con el final trágico anteriormente presentado. Pronto llegaron a la zona pantanosa, se adentraron en una de las zonas más peligrosas por las criaturas extrañas que ahí pudieran encontrarse. En esos territorios la lluvia paró. El suelo se transformó en lodo endurecido hasta reemplazar toda la tierra por agua fangosa y apestosa. Bombón nadaba en zigzag, al parecer así no tenía tanto agotamiento. Entre los troncos se podían divisar algunas pequeñas coatl que devoraban a kolotl y tokatl como dulces. En este punto, la neblina apareció levemente, inconvenientemente era muy espesa.
Las aguas se desplazaban y ondeaban, los pequeños bichos y reptiles huyeron o escondieron. Ofelia, armada de coraje, corrió hacia esa criatura la cual provocaba la ondulación del agua. Quedó sorprendida al ver un texpapalanalti de un metro de alto por tres de largo, contaba con cuatro ojos independientes, tenía dos extremidades diminutas las cuales eran de la mitad del tamaño de Bombón. Ofelia subió al caparazón del texpapalanalti y chifló para que el restante fuera hacia ella. Al llegar, ellos también se quedaron impresionados, Bombón no le tenía tanta confianza.
  • Estoy teniendo duda si esta isla es natural – inicia Simón
  • Nada de lo que hemos visto es natural – completa Marceline
  • ¡Súbanse de una vez – interfiere Ofelia – y vámonos de aquí!
  • ¿Cómo vamos a guiar a este caracol monstruoso? – pregunta Luciana
  • Hay que incentivarlo con algo – replica
Texpapalanalti volteó a todos lados y miró a Bombón, sus ojos dejaron de parpadear y produjo mucha más baba, quería devorarlo. Lentamente se dirigía hacia Bombón.
  • ¡Ahí está la respuesta! – eufórica dice Ofelia – ¡Bombón!
  • Ñam – responde
  • Ve nadando hacia donde te diga Luciana
  • Esperemos que ese caracol nos aguante a todos – murmura Emiliano
Todos subieron con mucha precaución pues la baba del texpapalanalti era bastante pegajosa. Bombón nadó apresuradamente y el gran molusco lo siguió bastante rápido considerando el peso de todos. El terreno acuoso fue suplantado por lodo, raíces de plantas y árboles los cuales hacían difícil su recorrido. Unas plantas y ramas bajas tenían un fruto extraño pues era similar a los higos con la particularidad de que eran rodeados por una sustancia como si de miel se tratase, esa especie de miel era el doble de pegajosa y fuerte que la baba del texpapalanalti. Grandes manchas de los frutos se encontraban alrededor de los troncos o del suelo. Siguiendo adelante, las salpicaduras melosas junto a las plantas eran un auténtico cementerio por la gran cantidad de insectos muertos y huesos de reptiles pequeños. Ocasionalmente alguna de las patas de Bombón se le atoraban en esa savia dorada. El terreno volvió a ser estable, suelo firme sin tantas raíces, habían entrado a la zona selvática. A lo lejos observaron un extraño ser que parecía un viejo tronco derribado; sin embargo, este tenía algunos cúmulos de gusanos y moscas que le rodeaban, parecía carnoso.
  • ¿Qué será eso de allá? – pregunta Emiliano
  • Debe ser algún animal herido o muerto – comenta Luciana –, pero no hay que acercarnos
  • ¿Por qué? – cuestiona Simón
  • En primera, por el fétido hedor y pestilencia que ya debe tener. En segunda, recuerdo haber visto un tipo de cocodrilo con esa táctica o va contra presas lentas
  • ¿Presas lentas? – duda Ofelia – ¿Ya te das cuenta de que montamos un caracol gigante y además lleva como mínimo trescientos kilos o quieres que te lo recuerde? – sarcástica
  • ¿Qué tan rápido es ese cocodrilo? – Amaranta aterrada
  • ¡Ya me di cuenta, chistosita! – responde Luciana enojada – Y es lo suficientemente rápida para cazarnos en cuestión de segundos a la par que le es muy sencillo trepar árboles
  • ¿Por qué Bombón no la detectó? – discute Marceline
  • No lo sé, quizás por lo mismo de la técnica que emplea, pero será mejor que lo llames por simple precaución
Esa criatura derribada lanzó un coletazo alzando una cortina de tierra y polvo, dejó verse por texpapalanalti y por nuestros náufragos; no obstante, esa criatura a la cual atribuían estaba en un verdadero estado de putrefacción, ya estaba muerto y seguía vivo. Su piel estaba verdosa, llena de ampollas reventadas, costras y sangre seca, coágulos en sus ojos y heridas desgarradoras, ningún ser vivo aguantaría lo que ese adefesio tenía. Al verlo, a todos, se les enchinó la piel dándoles escalofríos, texpapalanalti quedó derrumbado al ver ese esperpento, quedó desmayado. Bombón detuvo el rumbo decidiendo volver con Marceline, como pudo, subió por el caracol y se aferró a su hombro. Todos bajaron del molusco caído adentrándose a la selva sin mirar atrás. La criatura muerta viviente los persiguió sin importarle su presa desvanecida. En el maratón por la selva, Amaranta inicia el debate.
  • ¿¡QUÉ CARAJO ERA ESO!? – asustada
  • ¡No lo sé! – titubea Luciana – Es la primera vez en que veo algo así
  • ¡He visto muchas películas para asegurar que eso es un zombi! – responde Emiliano
  • Estoy de acuerdo con Emiliano, – comenta Simón – no encuentro nada lógico en ello
  • No debe existir esa cosa – dice Amaranta –, biológicamente no es posible
  • No creo que sea un holograma – exclama Ofelia – y si lo es, debe ser uno de última generación o no sé de esas cosas
  • Tiene más sentido el vampiro ártico que todo esto – murmulla Simón
  • Hay que correr y callarnos antes de que esa cosa, sea lo que sea, nos encuentre – articula Marceline
  • ¡Ñám ñam! – comenta Bombón – Ñam, ñaam
  • Repíteme lo que dijiste – dice Luciana
  • ¿Enfermos? – pregunta Marceline – ¿Quiénes están enfermos?
  • Ñam, ¡Ñam, ñam! Ñém ñam, ñáam ñam – estérico – ¡Ñam, ñam! ¡ÑAM!
  • Ve más despacio por favor – impactada
  • ¿Qué está diciendo? – pregunta Emiliano
  • Dice que hay algo aquí, algo que está matando, dejándolos así…
  • Algo que se va en el aire – complementa Luciana
  • Puede ser un virus lo que está provocando eso – reacciona Amaranta –, ¿Cómo es posible?
  • ¿Cómo no estamos infectados? – pregunta Ofelia
  • Recuerdan lo que dijo el líder ‘…calmará lo que está azotando a las bestias’ – expresa Emiliano – ¿Será acaso de que ellos sabrían lo de la enfermedad?
  • Tendría sentido pues abandonaron el territorio al matar a sus propias criaturas – reacciona Luciana
  • ¡URGE ESCAPAR DE AQUÍ! – grita Amaranta

La neblina se hizo presente, entraron al bosque, lo último que les faltaba para llegar a la escapatoria. En las copas de los poderosos pinos anidaban unas aves del tamaño de koskakuautli en la isla desértica, aunque no tenía plumas frondosas. Cada uno de los individuos contaba con poderosos picos esqueléticos, plumas negras y finas, garras delgadas, tenían tres dedos minúsculos con garras filosas en cada ala. Los cacalotl hacían nidos comunitarios en los que abarcaban de cuatro a diez ejemplares. Las crías recién nacidas alcanzaban una medida máxima de diez centímetros mientras que los adultos más sanos llegaban a medir hasta dos metros.

Nuestros personajes, momentáneamente, detuvieron su carrera para evitar golpearse contra algo. Estos animales bajaron de sus nidos, poco a poco empezaron a acercarse más y más, incluso un pequeñín picoteó a Bombón.
  • Hay que apresurarnos – susurra Emiliano – estas cosas nos quieren comer
  • Ñam – reclama
  • Yo creo que hay que correr – comenta Luciana – si no lo hacemos nos van a picotear para comernos vivos

Apresuraron su paso, los cacalotl daban pequeños saltos siguiéndoles muy de cerca el paso. Ofelia tomó una rama del suelo y ahuyentaba a los molestos pajarracos cercanos a ella. Lenta y sigilosa, la criatura logró alcanzarlos dando un rugido desgarrador. Todas las aves empezaron a irse sobre de ella mientras que los demás corrieron sin importarles la extensa niebla. La riña que disputaban las aves contra ese cocodrilo no podía ser más evidente de quiénes serían los vencedores; sin embargo, cuando los voladores estaban desgarrándole aun más la piel y comiéndosela, empezaron a caer rígidos, cayeron en síntomas de parálisis, algunos de ellos murieron instantáneamente mientras que el reptil continuó moviéndose detrás de sus presas principales. Las aves que vieron como sus parientes caían, decidieron volver a los nidos.

El suelo boscoso fue reemplazado por arenas blancas, arribaron a la playa. Luciana se detuvo momentáneamente frenando al resto, no sabía hacia dónde dirigirse por la gran cortina de neblina. Bombón comenzó a oler algo, bajó hacia la suave arena y olfateó. Todos, con extrema cautela, lo seguían de cerca. Segundos después encontraron al barco enredado por las gruesas lianas y pesadas hojarascas. Bombón, Marceline y Ofelia cortaban las lianas con piedras y mordidas, respectivamente, mientras que Lucana, Amaranta, Emiliano y Simón retiraban las hojas. Al terminar, todos empujaron el barco a las aguas, pero les fue casi imposible empujarlo pues ni con todas sus fuerzas pudieron arrastrarlo más allá de un par de centímetros.
  • ¡Tanto que sufrimos para nada! – recrimina Ofelia – ¡NI SÉ PARA QUÉ NOS ESFORZAMOS TANTO EN SOBREVIVIR SI DE TODAS MANERAS MORIREMOS EN ESTAS ISLAS! – lagrimea – Moriré – susurra
  • Sé que estás pasando por momentos difíciles, pero mantén tu postura – comenta Emiliano – o dime, ¿Qué dirían las personas que te admiraron?
  • Todas esas personas murieron – suelta más lágrimas – además, no me hables del pasado, es más, ¿Alguno de ustedes sabe cómo navegar?
El silencio se hizo presente, era casi desesperante. No duró mucho porque se oía el desplazamiento de las arenas, la criatura se acercaba a ellos. Bombón jaló a Marceline del pantalón, la estaba dirigiendo al barco. Todos la siguieron y subieron al barco, trataron de no hacer tanto ruido. Encontraron una escotilla y decidieron esconderse bajo cubierta. La gran criatura, con su escuálida lengua probó el casco y, para fortuna, le supo agrio, procedió a empujarlo hacia el mar creyendo que era una roca. La facilidad con la que lo movía era comparable como si un niño pequeño moviera una pelota.
La marea y las fuertes olas empezaron a levantar el barco. El gran zangoloteo hizo que una caja se cayera revelando su contenido el cual era un revolver con cinco balas, rodaron hasta el pie de Ofelia. Ella recogió las balas y la pistola, apresuradamente cargó el arma.
La criatura dio el último empujón para que el barco se perdiera entre el océano, no quiso adentrarse más a este y le dio la espalda. Ofelia le entró un momento de locura, salió a cubierta con el arma. Todos se quedaron perplejos ante su acción y la siguieron.
  • ¡MUERE MALDITA CRIATURA! – grita desesperada
  • ¡Espera! – grita Emiliano
Ofelia, firmemente disparó las cinco balas a la criatura. Su tino era tan preciso y limpio que pudo darle en los cinco balazos en la cabeza con la distancia recorrida. La criatura ya no se movió, pero algo le salió de la boca, una cosa negra del tamaño de Bombón la cual se retorcía de agonía incesante. Ofelia descargó su ira al tirar del gatillo. La niebla y las olas hicieron que la isla se perdiera. Un poco más tranquilos, todos fueron al puente para averiguar cómo navegar. La calma se desapareció…
  • No sé mucho de barcos, pero eso es el tablero – señala Amaranta – y está atrofiado
  • Y vamos a la deriva – complementa Marceline
  • ¡Busquen más balas! – exclama Ofelia
  • Las armas no servirán ahorita – dice Simón – y no creo que ninguno de nosotros sirva ahorita
  • Sí, pero no – contesta Emiliano
  • A ver, dime – sereno –, una actriz y doctora, una exmilitar, dos maestros de matemáticas, un adolescente y una señora ¿De qué sirven si no saben nada de barcos o mecánica?
  • Y no creo que Bombón sepa – complementa Luciana
  • ¿Ñám ñam ñem? – pregunta
Bombón se metió entre los pedazos abiertos de la cabina, cortó unos cables y se bebió un poco de combustible que se estaba escurriendo, con su excremento unió las mangueras de líquido reforzándolas. Tardó más de cinco minutos tratando de arreglar ese comando. Al salir, vomitó el doble de lo que se bebió, todos se asquearon al ver el vómito verdoso. Intentaron arrancar el barco y prendió, ¿Quién diría que un animal arreglaría un barco?
  • Ñam ñam – burlón
  • Está bien, – inicia Luciana – me equivoqué contigo
  • Y ahora, ¿Cómo manejar esta cosa? – pregunta Marceline
Una ola golpeó el casco haciendo que Simón se cayera sobre los controles, empujó unas ramas clavadas haciendo que el barco se acelerara a tope. La gran velocidad y el golpetear de las olas derrumbaron a todos, Bombón salió rodando, pero pudo agarrarse de un metal salido.
  • Ya sabemos de dónde acelerar – comenta Simón
  • ¡Baja la velocidad! – grita Ofelia
Bombón pudo subir hasta esas ramas y bajó la velocidad a la mitad. Pudieron ponerse de pie y fueron controlando el navío. La neblina se redujo considerablemente hasta pronto desaparecer. El océano se aquietó, fueron tranquilizándose. Golpearon un objeto lo suficientemente colosal para detener el barco.
  • ¿Qué fue eso? – pregunta Emiliano
  • Algo golpeó el frente – dice Simón
  • Revisaré, pero pásame un arma – exclama Ofelia
  • ¿Cuál es tu obsesión con las armas? – pregunta Luciana
  • Pasé años en el ejército, ¿Qué esperabas?

Ofelia salió a ver. Unos tentáculos salieron del agua, tomaron el frente comenzando a sumergir al barco. Desde Bombón hasta Simón salieron a donde estaban los tentáculos, trataron de quitarlos, pero les fue imposible. Ofelia fue debajo de la cubierta en busca de más balas. Encontró seis balas, cargó el arma para acabar con esa criatura. Regresó a cubierta y disparó...  

En un último regreso al archipiélago, en las costas heladas aterrizó un gran globo aerostático, de él bajó un hombre fornido, alto y bigotón que estaba fuertemente armado…



Diccionario
Algunas palabras que se utilizaron para este escrito fueron del Náhuatl y su significado fue tomado de la web.
  1. Ātlācamāyeh: Oso polar.
  2. Ayote: Tortuga.
  3. Cacalotl: Cuervo.
  4. Coatl: Serpiente.
  5. Cueyatl: Rana.
  6. Elepantli: Elefante.
  7. Huēyimichin: Ballena.
  8. Hueyi cuetzpalin: Dinosaurio.
  9. Ixtolol: Ojo.
  10. Kolotl: Alacrán.
  11. Koskakuautli: Buitre.
  12. Meocuil: Gusano.
  13. Ozomatl: Gorila/gran mono.
  14. Texpapalanalti: Caracol.
  15. Tokatl: Araña.
Créditos: Doctor Suavecito

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