Monstruosidad guerrera. Capítulo 2.

MONSTRUOSIDAD GUERRERA

Mansión negra

La mansión del Charro Negro, si por fuera se veía grande, por dentro era gigantesca ya que tenía más de veinte habitaciones que median más de seis mil metros cuadrados cada una. Cada habitación se interconectaba entre sí, se parecía a un laberinto interminable, algo más sorprendente es que cada uno de los cuartos era completamente distinto al anterior. En la habitación más alta de la mansión era el lugar donde descansaba el Charro Negro.

Después de que resolviera sus asuntos con el nahual, el Charro Negro se dirigió a su casa. Tardó alrededor de un día en llegar al paso de su caballo. En su gran jardín de nopales y magueyes, las plantas comenzaron a moverse como si estuvieran contentas de que su dueño regresara. A lo lejos pudo ver a un visitante volador, le pareció extraño, pero no le tomó importancia. Cuando estuvo en la puerta de la mansión lo recibió un cachorro de Xoloitzcuintle y su fiel mayordomo el cual tenía un pequeño cuerpo de pingüino con unos brazos y hombros de orangután que no controlaba muy bien, cabeza de humano y unos cuernos de toro, era muy enano. Se lo regaló el doctor Frankenstein antes de crear a su obra maestra, pero el Charro lo mejoró en su habla y pensamiento.
  • Amo – dijo el mayordomo – lo esperaba con gusto
  • Sabes que no me debes esperar cuando tengo viajes tan largos, ¿Llegó el paquete?
  • Si habla de su nueva mascota, sí
  • ¿Dónde lo pusiste?
  • En su jardín interior
  • Lo hubieras puesto en mis trofeos, pero déjalo ahí
  • Claro, ¿Algo más?
  • Acomoda al caballo y me traes la botella de tequila
  • ¿Cuál botella?
  • De mi reserva personal
El Charro Negro se metió con el cachorrito, se dirigió a su sala principal, prácticamente era la que estaba entrando a la mansión. Su sala principal tenía una chimenea prendida, una pequeña mesita, tres sillones blancos, a lo largo de las paredes había algunas pinturas de todos los sucesos de la historia de México, un par de plantas carnívoras con mente propia se encontraban en las esquinas, había vitrinas con grabados en los vidrios y dentro de éstas contenían algunos libros con candados que se estaban retorciendo para liberarse o algunas criaturas que estaban transformados en objetos como piedras preciosas. Se sentó en el sillón más cercano a la chimenea y se puso a pensar, en un movimiento de manos hizo aparecer un puro cubano y empezó a fumarlo, pronto, el mayordomo le llevó una charola con el tequila, un caballito, sal y un limón rebanado dejándoselos en la mesita.
  • Dime algo – inicia
  • Mándeme
  • ¿Quién está aquí?
  • Solamente estamos usted, su caballo, las plantas que me quieren devorar y yo
  • ¿Sabes que hay intrusos?
  • No, no lo sabía – extrañado – ¿Cómo lo sabe?
  • Las maderas de la casa me lo dicen, ¡Encuéntralo!
  • Cómo ordene

El pequeño mayordomo se retiró de la habitación y entró en la sala de armas, tomó una pequeña escopeta y salió a cazar a sus invitados inesperados.

Las momias se encontraban en el pasillo, por alguna extraña razón su habla y movimientos eran más fluidos, comenzaron a preguntarse en qué habitación se metían, escucharon algún rechinar de las maderas y, por miedo, se metieron en una habitación. En esa habitación encontraron con la colección personal del Charro Negro, de los cuales, los más importantes y notorios, eran una gran cabeza de Anquilosáurido en perfecto estado que se encontraba en una esquina cercano a otra puerta, en una vitrina había un jarrón con agua del lago de Tenochtitlán y a su izquierda se encontraban las lágrimas de la llorona, colgado se encontraba enmarcada la cola cortada de un Ahuízotl, arriba de este estaba un fragmento del meteorito que cayó en la península de Yucatán. Comenzaron a abrir los cajones de un mueble que está a la derecha de la vitrina, en estos cajones se encontraban algunas plumas del penacho de Moctezuma, unas medallas de Porfirio Díaz, las monedas que le dejó Juárez a Maximiliano, las balas que atravesaron el cuerpo de Colosio y un frasco herméticamente sellado de leche radioactiva. Las momias no encontraron el libro que estaban buscando, se comenzaron a desesperar y tiraron algunas cosas.

Salieron por la puerta que tenía a un lado la cabeza del dinosaurio, al entrar en esta nueva habitación se encontraron con un mundo exótico pues había plantas carnívoras cantoras, unos pequeños colibríes multicolores, había una jaula negra que estaba levitando y adentro de esta estaba el pobre nahual. Él, al ver a las momias, empezó a hablarles.
  • ¡Oigan! – grita – ¡OIGAN!
  • ¿Qué quieres? – contesta malhumorada una momia
  • ¡Ayúdenme! – desesperado
  • ¿Por qué? – grosera – ¿Qué nos darías a cambio?
  • Les puedo dar conocimientos ocultos, como el que buscan
Las tres momias se viraron entre sí, hablaron en su dialecto y accedieron a liberarlo.
  • ¿Cómo te liberamos de la jaula? No tiene ninguna puertita
  • Tienen que tirarla con la suficiente fuerza para que el hechizo del Charro Negro se deshaga
  • ¿No te podemos llevar así?
  • Cualquier encantamiento de él que esté en su casa no podrá salir de aquí por más que quiera
  • ¿Con qué te liberamos?
  • Traten de golpearla contra el piso

La momia más fuerte tomó la jaula y múltiples veces la golpeó contra el piso, al ver que no se doblaba le lanzó una de esas plantas carnívoras haciendo que la maseta se rompiera junto con que uno de los barrotes de la jaula apenas se dobló ligeramente. Pronto, tomaron la jaula y entre las tres empezaron a jalar los barrotes a ver si se doblaban, pero lo que sucedió es que los brazos de las tres momias se dislocaron o, bien, se cayeron. Recogieron y reacomodaron sus brazos. La jaula seguía casi intacta.

  • No podemos ayudarte – inicia la momia líder – dinos ¿Dónde está el libro del control mental animal?
  • ¿Para qué lo quieren tres momias?
  • No es de tu incumbencia – contesta la momia fornida
  • No sé dónde está, la casa es un laberinto, debe de estar en la sala de trofeos
  • ¿Sala de trofeos? – pregunta la líder
  • Sí, por lo que sé es una sala como esta, pero tiene cosas invaluables, pero en su mayoría son libros como el que me quitó a mí
  • ¿Cuál es?
  • Llévenme con ustedes y les diré todo lo que quieran saber
Volvieron a parlotear las momias entre ellas y decidieron llevárselo consigo, la momia callada se la llevó. Salieron por la puerta que entraron y, extrañamente, aparecieron en el establo donde el caballo del Charro Negro, para ser un simple establo tenía muchos lujos para cualquier animal como por ejemplo los pisos con azulejo, máquinas de comida e incluso comida refinada, vivía mejor que Pancho, el mayordomo. El caballo estaba dormido.
  • ¿Cómo estamos en el establo si hace rato era un cuarto con una cabeza de dinosaurio?
  • ¡INÚTILES! – grita el buitre – ¡Esa habitación daba directamente con la sala del libro!
La momia más fuerte agarró la jaula y empezó a zangolotearla, pronto el caballo despertó y se dirigió muy lentamente hacia ellos.
  • Oigan – la líder momia titubeando – ¿Qué hacemos con el caballo? – traga saliva
  • ¡CORRAN! – gritó el buitre
El caballo relinchó y se paró en dos patas, se abalanzó sobre la momia más fuerte derribándola. Las otras dos momias se llevaron al buitre y se fueron del establo por donde llegaron. De nuevo, cambiaron las habitaciones y en esta ocasión la habitación era la indicada, ese cuarto estaba lleno de libreros cerrados perfectamente con vidrios en los que estaba marcado algunos encantamientos de protección. Dentro de los libreros había múltiples libros, algunos más extraños que el anterior. Uno de los libros se convertía en obsidiana con la luz solar, otro era de cuero y cuando entraba en contacto con el agua se transformaba en piel de cocodrilo, otro un poco más extraño era un libro que contenía distintos tipos de gemas y faltaba una gema. Siguieron buscando el libro y la momia callada encontró el libro que estaba con una cadena.
  • ¡EUREKA! – exclamo el buitre – ¡Éste es el libro!

Cuando terminó de decir eso, el mayordomo entró con una escopeta por otra puerta. Cuando vio a las momias dijo.
  • ¡Vaya, vaya, vaya! – sarcásticamente – Parece que mi patrón estaba en lo correcto
Apuntó la escopeta a la cabeza de la momia que tenía el libro.
  • Dejen ese libro y al querido huésped y nadie saldrá herido
  • No nos retes – dijo el buitre

Sin titubeos, dio tres disparos a la cabeza de la momia haciendo que se desmoronara hasta convertirse en polvo. El libro y el buitre cayeron, la momia y el mayordomo se miraron fijamente sin apartarse la mirada el uno del otro.

  • Repito, acompáñeme, momia o acabará como sus acompañantes
  • Creo que será mejor que te vayas – agrega el buitre
  • ¡Cállese señor!

La momia lo meditó por unos momentos, vio donde estaba el libro y al buitre.

  • Está bien – dijo – pero déjeme traer conmigo el libro
  • El libro se queda aquí – contestó
  • Antes de irnos, dígame ¿Cómo funcionan las puertas y habitaciones?
  • Las puertas únicamente reconocen a las personas que el patrón dice, pero en sí las habitaciones se van alternando con excepción a quienes la casa reconoce
  • Osease que quien ya reconoce le da acceso a la habitación que quiera
  • Efectivamente, deje de preguntar y vámonos de aquí

El mayordomo abrió la puerta y salieron en el largo pasillo por donde las momias habían entrado, incluso, estaban en la misma puerta por donde entraron. La puerta se quedó abierta ya que el mayordomo la iba a limpiar después de entregar la momia con su patrón. Antes de que avanzaran, la momia comenzó a chiflar, era la señal para llamar a Mariana.
  • ¿Por qué chiflas? – pregunta el mayordomo
  • Nomás, por alegría

Pronto, Mariana entró por una ventana haciendo que esta se rompiera. Pancho se quedó temblando al ver a esa criatura tan espantosa, le disparó a destajo, Mariana lo alzó y le iba a chupar la sangre, pero al ver que su mixtura de sangre estaba podrida lo aventó contra una pared haciendo que este se desmayara. El Charro Negro sintió eso y se dirigió al pasillo. Mariana lo iba a transformar en pintura, pero no vio el libro.
  • ¿Dónde está el libro? – con voz grotesca
  • En esa puerta – señalando
  • ¿Qué haces aquí? ¡Ve por el libro!

La momia fue corriendo por el libro, trajo consigo al libro y al buitre. El buitre estuvo cerca de Mariana, este empezó a gritar desmedidamente.
  • ¿¡QUÉ ES ESO!?
  • Tú peor pesadilla – con risa
  • Aquí está el libro y un nahual – dijo la momia
  • ¿Nahual? – abriendo la boca – Tú has de ser el nahual que nos pueda ayudar
  • ¡Que grata sorpresa me llevo! – inicia el Charro – Parece que una Tlahuelpuchi con un hechizo mal hecho y una momia visitaron mi casa, arrasaron con mis cuartos y desmayaron a mi mayordomo, créanse que ya no los vuelvo a invitar, espera, es cierto – alza la voz – ¡NO LOS INVITÉ!

Mariana tomó a la momia y al buitre, la momia estaba aferrándose al libro. Salieron por la ventana rota y voló lo más rápido que pudo, pero la jaula volvió a aparecer en su mismo lugar por el encantamiento. El Charro Negro no intentó seguirlos por nada y se dirigió con su criado, con unas palabras lo sanó y volvió a andar como si nada.
  • ¿Ya estás bien? – pregunta el Charro
  • Sí, creo que ya estoy bien. Perdóneme patroncito si los dejé ir
  • No te preocupes, – con voz baja – heriste a la Tlahuelpuchi y mataste a dos de tres momias, para ser tan chaparro no lo hiciste tan mal
  • Gracias, señor…
  • Por otra parte, – continúa – se llevaron el libro de control animal ¿Sabes para qué lo podrían utilizar?
  • ¿Para traer a todos los animales que quieran y comérselos? – dudoso
  • Aunque ceden a sus instintos primitivos, no harán eso, es algo más allá
  • ¿Cómo qué?
  • No tengo ni la menor idea, pero prepárate
  • Prepararme ¿Para qué, exactamente? – angustiado
  • Prepara los jardines para que absolutamente nada terrestre pueda pasar, cierra todas las ventanas y puertas, no me esperes, cuida al cachorrito y pon con llave todo. Se avecina una gran tempestad
  • Y una pregunta
  • Dímela
  • Esa tempestad que dice, ¿Serán las Tlahuelpuchis?
  • No solo ellas, si pudieron controlar a las momias, creo que ya sé para qué quieren ese libro

Pancho se quedó callado por unos momentos, estaba angustiado por lo que vendría, se estaba imaginando mil y una idiotez hasta que sus pensamientos se vieron interrumpidos por la voz del Charro Negro.
  • Prepara mi caballo, partiré
  • Claro – pensativo – ¿Para cuántos días y en qué dirección?
  • No tengo respuesta a esas preguntas, solamente dame mis dos rifles y un machete cocotero
  • ¿A quién va a capturar?
  • Cuando lo traiga lo verás, por lo mientras ve haciendo espacio en el establo para algo muy grande
  • ¿Qué tan grande?
  • El doble que un hipopótamo
  • Claro
  • Antes de que te vayas, también prepárame la botella que estaba tomando pues me la llevaré
  • En seguida

El Charro Negro bajó de nuevo a la sala principal y se tomó el caballito que tenía servido, posteriormente se dirigió a la sala de armas en donde sacó algunas balas de plata, una vieja pistola, una red y monturas que las comprimió. Diez minutos después, Pancho ya tenía todo listo y el Charro ya partía.
  • Disculpe – inicia – perdón que me meta, pero ¿Qué traerá? ¿Serán hombres lobo?
  • No me gustan esos perros pulgosos europeos, pero no estaría mal traer a un par de ellos
  • Si no son hombres lobo, ¿Serán Ahuízotl?
  • Me gustan mucho, pero no tengo el agua suficiente para mantenerlos aquí
  • ¿Será algo más grande?
  • Claro que sí
  • ¿Qué será?
  • Como no veo un alto a tus constantes preguntas, te lo diré, – fastidiado – ¡Capturaré al Chupacabras! – emocionado
  • ¿Al Chupacabras? – se rasca la cabeza – ¿Para qué?
  • Ya no tengo tiempo para explicarte
  • Si se va en su forma de sombra podría llegar rapidísimo a donde fuera que va
  • Me gusta cazar y aventurarme de la forma tradicional
  • Allá usted
  • Otra cosa, guarda muy bien a Xolo
  • Por cierto, ¿Dónde está?
  • Búscalo, debe de estar en casa, ya tengo que partir
Le dio un golpe a su caballo y éste reaccionó cabalgando a gran velocidad. Luego de que ya no se viera en el horizonte, Pancho estuvo buscando a Xolo por toda la casa, después de casi dos horas lo encontró jugueteando en la habitación de su amo.
  • ¡Vámonos de aquí, el patrón no quiere a nadie aquí!

En la habitación del Charro negro estaban múltiples cuadros pintados por todas las paredes, el color del cuarto era completamente negro, sus muebles contenían algunas personalidades fantasmagóricas, los espejos reflejaban la verdadera forma de las personas o criaturas, algunas ánimas malditas estaban atrapadas en el techo y muchas cosas más que nadie ha podido tolerar esa habitación con excepción del dueño de la mansión. A Pancho siempre le ha da miedo esa habitación.

Del otro lado del mapa, el aire y el miedo rodeaban a la momia pues no sabía qué le pasaría con ella ya que los instintos de Mariana comenzaban a arraigarse más. Antes de que diera el amanecer llegaron a la cueva, Mariana se colgó de cabeza en el techo de la cueva mientras que a la momia se le cayó un brazo.

  • ¿Cómo les fue? – preguntó la líder – ¿Dónde están las otras dos momias?
  • ¡Muertas!
  • ¿Qué pasó? – preguntó Marcela – Y ¿Cómo es que hablas?
  • Me sentí mucho mejor en la mansión y empecé a hablar con las otras dos momias, lo que pasó es que el caballo del Charro Negro eliminó a la momia más fuerte y el mayordomo eliminó a la otra
  • ¿El libro que traes es el que necesitamos? – preguntó la líder
  • El buitre me dijo que sí
  • Espera, ¿Qué? – impactada – Viste al nahual convertido en buitre
  • Sí, eso me dijo
  • ¿¡POR QUÉ NO TE LO TRAJISTE!?
  • Nos lo trajimos, – contesta Mariana desde arriba – pero un encantamiento lo regresó a la casa

La líder trató de tranquilizarse, pero no pudo y con ira se abalanzó sobre la momia que traía el libro, le mordió el cuello extrayéndole hasta la última gota de sangre, la momia ya no tenía nada de vida y la Tlahuelpuchi seguía tratando de succionarle más llegando a un punto que la momia se entumió más de como estaba en el museo, Marcela tuvo que tranquilizarla para que soltara a la momia hecha esqueleto.

  • ¡Por tu culpa perdimos a la única momia que sabía lo que pasaba allá adentro! – reclama Marcela
  • Tenemos lo que necesitábamos – con voz cortada

La líder levantó el libro y le dio una hojeada. En su extenso contenido había muchos hechizos de licantropía, control mental entre personas, nahuales, robo o intercambio de poderes, revivir a los muertos, control de los muertos, transformación y cambio de animales. Leyó un hechizo del control de licántropos.

  • Mariana, ponte enfrente de mí
  • No – rezonga
  • ¡Que te pongas enfrente mío!

Mariana se le puso enfrente suyo, estaba bastante enojada por lo que le dijo la líder, estaba en posición de atacarla. La líder, por otro lado, ya estaba recitando el hechizo el cual decía – Quien ahora yo quiero controlar está frente a mí, el licántropo ahora estará bajo mi control. Él hará todo lo que haga yo, un perfecto espejo será por ti. Las heridas serán ante ti, yo mantendré la salud al montón. – unos pequeños lazos de luz aparecieron y se conectaron entre la cabeza de Mariana y de la líder. Las momias que estaban dentro de la cueva se asustaron mucho y se cubrieron, a Mariana le entró un gran dolor, prácticamente fue insoportable y golpeteó el suelo por el gran sufrimiento que ahora experimentaba. Al terminar ese proceso, Mariana había perdido la conciencia. Cabe resaltar que a ambas se les creó un gran anillo en sus cabezas, significaba la unión de ambos individuos.

  • ¿Funcionó? – pregunta Marcela
  • Tú júzgalo

La líder hizo dos piruetas y Mariana lo replicó casi a la perfección. Hizo más acciones y las seguía replicando casi exactamente.

  • ¡Momias! – grita la líder – ¡Todas contra Mariana!

Las momias se abalanzaron sobre Mariana y la líder hizo acciones para liberarse, sintió el peso y resistencia que hacían las momias, también algunos golpes que le daban y lanzaban al aire, extrañamente sentía lo que ella sentía. Una momia golpeó el anillo y el lazo se rompió. Mariana se desmayó y las momias siguieron encimándosele.

  • ¡Déjenla ya! – dijo
  • Parece que ese hechizo no es infalible – Marcela viboreando

La líder volvió a tomar el libro y en páginas siguientes decían cómo quitar el hechizo fallido que ella le lanzó a Mariana, comenzó a hacer círculos y recitó unas oraciones en maya, el cuerpo de Mariana se elevó y unas luces azuladas la envolvieron, por unos momentos salió una cosa rojiza de esas luces azuladas, como si fuera su sangre, y el cuerpo de Mariana volvió al piso, pero en su forma de Tlahuelpuchi.

  • ¡Éste sí sirvió! – con emoción
  • Estaba mejor en su otra forma – Marcela burlándose
  • No, no seas idiota, no hay que arriesgarnos
  • ¿Por qué?
  • Aunque no lo creas, si seguía con esa forma, nos podría comer de un solo bocado con su agresividad extrema
  • Más o menos como tú te pones o peor
  • Mucho peor

Mariana comenzó a despertar y se vio las manos, revisó sus brazos, piernas y notó con bastante alegría que ya no era ese monstruo horripilante.

  • ¿Quién me convirtió de nuevo?
  • Yo gracias a este hechizo
  • ¡Muchas gracias! – la abraza con todas sus fuerzas
  • ¡Déjame! – molesta
  • Perdón
  • Ahora, ya tenemos este libro, solo nos falta el Ahuízotl
  • ¿Vamos ahora? – pregunta Marcela
  • No, vamos a mandar a las momias
  • ¿A las momias? – ambas preguntaron
  • Sí, si las tenemos a nuestra disposición ¿Por qué no utilizarlas? Además, ya salió el sol
  • ¿Cuándo las vas a mandar? – cuestiona Marcela
  • Ahorita – enojada – ¡Momias!

Fueron hacia ella y esperaron sus indicaciones.

  • ¡Consíganme varios Ahuízotl!
  • ¿Cuántos? – pregunta una momia
  • Todos los que puedan ¡Vayan!

Las momias partieron de la cueva a paso veloz con dirección a las lagunas xochimilquenses donde, se suponía, todavía se podían encontraban los últimos Ahuízotl. Las tres Tlahuelpuchis se dirigieron a la pequeña vasija donde estaban los restos humanos y merendaron en lo que volvían las momias que tardarían demasiado.




Créditos: Doctor Suavecito 

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