MONTRUOSIDAD GUERRERA
Rencor del poder
Aquel charro trajeado con vestimentas negras, botas relucientes y una guitarra en manos montaba sobre su corcel negro de ojos brillantes estaba en Tlaxcala, eran las dos de la mañana, él con su guitarra estaba cantando en un tono muy bajo una extraña canción de su autoría – Y esa pena de amor, quiero continuar no me importa si querrán estar. Ya no tengo nada, y volví a perderte… – antes de que siguiera cantando, alguien los estaba acechando. Una cortina de humo se le apareció enfrente de su caballo y con una voz el charro inició.
- ¿Qué es lo que quieren mis queridas vampiresas?
En eso, la cortina de humo comenzó a convertirse en cuerpos humanos. Eran las Tlahuelpuchis. Era un grupo de tres Tlahuelpuchis las cuales tenían ropas muy pegadas a su cuerpo las cuales resaltaban sus atributos físicos, traían unas gabardinas para protegerse del frío de aquella noche, sus ojos eran rojizos y extrañamente la coloración de estos era rojo escarlata, algunos de sus dientes estaban más grandes y afilados.
- Querido charro – inicia la líder – sabes que no nos gusta que estés en nuestras tierras
- Tengo que pasar por algunas almas – expresa fríamente – además de que no me interesa si son sus terrenos
- ¡Déjanos a nosotras! – dice la menor – Nosotras podemos comernos a esa persona
- Solamente dejarla como cascaron pues solo nos interesa la sangre – adiciona la líder
- Son mis negocios y déjenme pasar
- ¿Por qué tan seco con nosotras? – pregunta la líder – Acaso ¿Ya no te gustamos? – insinúa
- Jamás me ha gustado la carne y mucho menos la carne escuálida de Tlahuelpuchis, hasta nunca
Chasquea los dedos y el charro desaparece con su caballo dejando una nube de polvo negro. La líder de las Tlahuelpuchis se enojó a tal grado que se estaba convirtiendo en un aterrador monstruo, pero sus ayudantes pudieron calmarla.
- ¡Ese maldito ya me cansó! – exclama enojada
- Tranquila, ya se fue – dice la Tlahuelpuchi menor
- No podemos hacer nada – agrega la otra Tlahuelpuchi
- Estás equivocada mi querida – con sonrisa en rostro – ¡Tengo un plan para derrocar al Charro Negro!
- ¿Qué está planeando? – preguntan
- Antes de que les diga, hay que irnos a Guanajuato
- ¿Para qué? – curiosean
- Pronto lo verán, pronto... ¡Vámonos!
De nuevo se transformaron en humo y
aprovecharon el viento para dirigirse a su próximo destino. Mientras tanto, el
Charro Negro llegó a una casa bastante pequeña, deteriorada por el tiempo,
prácticamente estaba en ruinas en la que vivía un viejo chamán el cual, se
rumoraba, era un poderoso nahual. El Charro Negro se bajó del caballo y,
curiosamente, ya no traía su guitarra negra, se paró frente a la casa, pero
algo no le permitió entrar, como si hubiera un escudo de protección.
- ¡Sé que me oyes! – gritó – Sabes que tienes que venir conmigo
- ¡Jamás iré con un ente como tú! – una voz resonó del interior de la casa
- ¡Vienes conmigo o las Tlahuelpuchis vendrán por ti!
- ¡Prefiero que unas vampiresas vengan por mí!
Dio tres chasquidos y apareció
dentro de la casa. Por dentro, la casa era una pocilga llena de libreros los
cuales, aparte de libros, tenía algunas plantas, velas que iluminaban la casa,
partes de esqueletos de animales colgadas, había un sillón café, arriba del
sillón estaba la única ventana, en la mesa estaba un libro abierto en una
página la cual indicaba un extraño ritual de posesión animalesca. El hombre
estaba asomándose por la ventana y el Charro Negro se le fue acercando por
detrás hasta tomarle el hombro y con una voz fría.
- No que no chiquitito
- ¡AYUDA! – gritó desaforadamente el chamán
- ¡Ja, ja, ja! Me diste mucha gracia, pero el humor no te salvará
- Espera, antes de que me lleves, ¿Podemos hacer otro trato? – temeroso
- ¿Crees que soy tan fácil de engañar como el diablo?
- Sí porque ya me fui
Eructó y el nahual comenzó a transformarse, se escuchaban como se estaban rompiendo y reacomodando sus huesos, le comenzaron a salir plumas de a montón, su cuello se alargó y enflacó, su nariz y boca se transformaron en un pico, sus pies se fueron alargando y secando hasta convertirse en garras filosas, el coxis se le fue alargando y le apareció una cola con muchas plumas. Se había transformado en un buitre. El Charro Negro levantó una ceja y el nahual ya estaba encerrando en una jaula de barrotes negros.
- ¿Cómo me capturaste? – dificultosamente
- Tengo más poder del que te imaginas
- ¿Más que el mío?
- El tuyo es diminuto comparado con el mío
- ¿Qué harás conmigo?
- Por ahora te tendré como mascota
Chifló y la jaula desapareció de la casa, el Charro tomó el libro que estaba en la mesa, leyó la página en que estaba abierto y lo cerró. En un chasqueo el libro había desaparecido y el Charro ya estaba de nuevo con su caballo. Siguió su camino despreocupado.
En el otro lado del mapa, las Tlahuelpuchis ya habían llegado a Guanajuato, específicamente llegaron a un gran museo. Estando en su forma de humo, fueron al frente de una exposición única en el mundo. Empezaron a transformarse en su forma física, la tronadera de huesos y el reacomodo de órganos es muy cansado para ellas.
- ¿Para qué llegamos aquí? – dice la menor Tlahuelpuchi
- ¡Para reanimarlas! – entusiasta contesta la líder
- ¿A las momias? – impactadas
- ¡Exactamente!
- ¿Cómo las vamos a reanimar? – contesta Marcela – Digo, todavía no es temporada para que empiecen a moverse siquiera
- Mariana – dice la líder – dame un poco de tu sangre
- ¿Para qué? – pregunta Mariana
- La sangre joven y un viejo hechizo hará que las momias revivan con su juventud
- ¿Ya no se verán así?
- Claro, además de que estarán bajo mi control
- ¿Por qué del tuyo? – cuestionó Marcela
- ¿A quién se le ocurrió el derrocar al Charro Negro?
- A ti – responde Mariana
- ¡Entonces cállate! – grita – Y denme su sangre
Ambas abrieron sus mandíbulas y se
mordieron su brazo. La líder Tlahuelpuchi tomó con la mano las gotas de sangre
y se las embarró en las frentes de todas las momias. En eso, una alarma sonó
alertando a los guardias de seguridad, ellos vieron en las cámaras y no vieron
a nadie, pero fueron a revisar. Las Tlahuelpuchis comenzaron a recitar un
encantamiento en náhuatl, las momias empezaron a regenerarse y comenzaron a
moverse, gemidos y voces comenzaron a sonar, estaban dando señal de vida las
momias. Antes de que se pudiera completar el hechizo, dos guardias de seguridad
un poco regordetes llegaron y se quedaron impactados.
- ¡Dejen de hacer lo que sea que estén haciendo! – titubeando
Lanza un disparo a quemarropa
hiriendo a la líder Tlahuelpuchi, las tres pararon y socorrieron a la líder,
las momias se quedaron en un estado de descomposición total.
- Cariño – dice Mariana – no debiste hacer eso
Las dos Tlahuelpuchis se abalanzaron
sobre los guardias de seguridad mordiéndoles el cuello, ellos gritaban de
dolor, pero sus sollozar no servía de nada ya que ellas estaban
chupándoles hasta la última gota de sangre. Cuando terminaron dejaron sus
cuerpos ahí tumbados, luego fueron de nuevo con su líder.
- ¿Estás bien? – dice Mariana
- ¿Podemos terminar el ritual? – pregunta la otra Tlahuelpuchi
- ¿Crees que estoy bien? – enojada – Y ya no podemos terminarlo, una vez interrumpido ya no se puede volver a iniciar ni finalizar
- ¿Nos sirven las momias así? – pregunta Mariana
Meditó por unos momentos, las momias
se podían poner de pie y tenían control de sí, pero estaban esperando órdenes.
- ¡Salgan de ahí! – ordenó la líder
Las momias rompieron el cristal y salieron
de donde se exhibían, luego se arrodillaron a las órdenes de la líder
Tlahuelpuchi.
- ¡Ataquen a las otras dos!
Las momias le hicieron caso, a las
dos Tlahuelpuchis las tomaron de los brazos y piernas. Las levantaron y las
arrojaron sobre los cristales rotos del aparador.
- Sí le hacen caso – dice Marcela con voz agotada
- ¿Cómo le haremos para llevárnoslas? – Mariana susurrando
- ¿A dónde nos vamos? – extrañada
- ¡Nos vamos a Xochimilco! – entusiasmada dice la líder
- ¿Para qué? – pregunta Mariana
- Cállense y levántense – eufórica – vamos a transformarlas en café momia
- ¿Otra vez? – pregunta Marcela
- Es la forma más fácil de dirigirnos a Xochimilco
- Pero otra cosa – preocupada
- ¿Qué? – pregunta confundida la líder
- El sol casi va a salir, ¿Qué hacemos?
- Nos vamos a la cueva, así que pónganse en triángulo y así vamos a sintetizar a las momias
Las momias se pusieron en círculo tomándose de las manos, las Tlahuelpuchis se pusieron en posición e hicieron círculos con sus manos hasta que de sus uñas emanaron una luz amarilla fluorescente, alrededor de las momias se hizo una circunferencia la cual los rodeo por completo, poco a poco los estaba reduciendo hasta formar unos frascos de pintura café, un auténtico café momia. La líder lo tomó y se lo guardó en la gabardina. Pronto se transformaron en humo y partieron de ahí. Llegaron con bastante dificultad a su cueva. En la cueva no había nada más que unos libreros que estaban dentro de las paredes y contenían libros y códices con conocimientos olvidados, había una gran vasija de barro en la cual había pedacerías de restos humanos. Estando ahí liberaron a las momias las cuales se veían mucho más deterioradas de lo que estaban en el museo.
- ¿Qué les pasó? – asustada pregunta Mariana
- Como no se completó el rito, las tenemos que bañar con parte de nuestra sangre para que estén un poco íntegras – angustiada – ¡Marcela! – grita – Tráeme una daga
- Acá la tengo, pero ¿Para qué?
- Tengo una idea
La líder tomó la daga y se cortó el
brazo para que sangrara, cuando lo hizo se resistió a sus instintos y utilizó
su sangre para envarársela en la cara de todas las momias y empezó a recitar un
extraño poema – Mi sangre correrá, ustedes la tienen, serán igual que aquel
que temerá, pero dibujados a la imagen de la sangre que ahora beben –
cuando acabó, la sangre se les impregnó desapareciendo a la vista, comenzaron a
estar más fuertes, ser más ágiles y menos lelos. Al terminar su transformación
tenían más carne, aunque seguía con su coloración café, la sangre empezaba a
fluirles, algunas partes estaban más deterioradas que otras, pero podrían
aguantar más de una batalla contra cualquiera.
- ¿Qué hiciste? – preguntan
- Los hice a mi semejanza
- Si los hiciste a tu manera – Mariana hace una pausa – ¿Por qué no se ven como tú?
- Se ven como yo, pero ellos no tienen la inmortalidad que yo tengo, ellos se ven exactamente como yo
- ¿Así nos vemos? – pregunta Marcela
- Sí, ¿Por qué crees que ninguna tenemos reflejo?
- No sé, nunca me lo pregunté
- La respuesta era que nos veríamos como ahora se ven las momias
- Ahora – interfiere Mariana – dime ¿Para qué iremos a Xochimilco?
- Saca el códice de los monstruos de Tenochtitlán – ordena a una momia
La momia, tontamente, se dirigió a donde estaban los códices, se le caían algunas partes de su cuerpo dejando al descubierto algunos huesos, levantó sus manos y tomó el códice encargado, se lo entregó a la líder y sus brazos se le cayeron.
- ¿Es normal que les pase eso? – pregunta asqueada Marcela
- Por ahora es normal, pero bueno, no es el chiste – desesperada – ¡Vuelve a tu lugar! – le ordena
- ¿Y mi pregunta? – dice Mariana
- Voy, para eso traje el códice – lo abre – miren, se suponía que en la antigua Tenochtitlan habitaban los Ahuízotl
- ¿Eran los perros acuáticos con la mano en la cola?
- No eran perros, pero sí
- ¿Para qué queremos a unos pulgosos aquí? – Marcela enojada
- No son pulgosos pues pueden ayudar en mucho
- Explícate mejor
- Estás criaturas son muy peligrosas puesto que son agresivas con todo aquel que se le ordene
- Pero ¿Te das cuenta de que necesitamos un libro para poder tener ese control mental de las criaturas? – sabionda
- ¡Ya lo sé, pedante! – grosera – Lo que no sé es el cómo recuperaremos el libro
- ¿Por qué? – pregunta Mariana
- Porque el hombre al que se llevó el Charro Negro era un chamán
- ¿Eso qué? – pregunta Marcela
- Él era un chamán y nahual que tenía los conocimientos para controlar las criaturas de todo tipo, ahora, el Charro Negro está con el libro y el hombre
Ambas se quedaron calladas y perplejas, no sabían que hacer. La líder también se quedó callada momentáneamente hasta que se le ocurrió una idea con un sentido un tanto bodrio.
- ¡Lo tengo! – exclama emocionada
- ¿Que? – pregunta Mariana
- Tengo una idea perfecta para traer el libro
- Y ¿Esa idea es? – Marcela titubeando
- Mandar a las momias a robarlo
- ¡No vamos a mandar a todas! – alterada – ¡Vamos a perder gran parte del plan original!
- No vamos a mandar a todas, mandaremos tres o cuatro
- En su estado no vamos a conseguir nada
- Y, además, – dice Mariana – no podemos confiar tanto en las momias
- ¿Por qué no podemos confiar en ellas? – pregunta la líder
- Porque son como los muertos vivientes, quien sepa controlarlos tendrá su voluntad absoluta
- Tienen mi sangre, así que no serán tan fáciles de dominar
- No será tan fácil, – dice Marcela – pero si mueres las momias también lo harán
- Vale correr el riesgo
La líder hizo los círculos con las
manos, eligió a tres momias y los círculos en ellas se empezaron a formar hasta
que se convirtieron en tres pequeños frascos de pintura. Terminando ese proceso,
Mariana tomó los tres frascos.
- Oigan – inicia Mariana – ¿Cuándo dejaremos a las momias?
- Gracias por tu ofrecimiento – contesta Marcela
- ¡No me ofrecí! – replica – Solo pregunté
- No voy a rechazar tu ofrecimiento – agrega la líder – además de que tú eres la más rápida de nosotras
- Y, me cuesta admitirlo – dice Marcela –, pero también la más joven de nosotras
- Y díganme, ¿Cómo piensan que me las lleve? – enojada – ¡No me las puedo llevar en la forma de humo! La única que puede hacer eso es la líder
- Por eso te daré, por esta ocasión, un encantamiento para que puedas transformarte en una criatura voladora pequeña
- ¿Por qué no lo aplicas tú?
- Porque yo soy la líder y punto
Marcela intentó quedarse callada,
pero no pudo y carcajeó un par de veces. Cuando llegaba la tarde noche
iniciaron el hechizo. La líder prendió unas cuantas velas que tenía guardadas
hasta lo más profundo de los libreros rocosos, con ellas rodearon a Mariana.
Mandaron a una momia para que trajeran un viejo libro con conocimientos mayas y
lo abrieron en una página de transformación corporal. Marcela y la líder comenzaron
a recitar en una sola voz – Aquel que ahora recibe las palabras, los
círculos de las velas y los nuestros empezarán a rodear para transformar – Mariana
comenzó a cambiar, como si se fuera a transformar en el humo, pero se comenzó a
convertir en un zorro volador con características humanoides, el rostro se veía
como el de un murciélago, sus manos estaban alargadas y esqueléticas, las alas
eran unas extremidades más.
- Creo que me equivoqué – temerosa dijo la líder
- ¿¡CÓMO QUE TE EQUIVOCASTE!? – Mariana alterada – ¿Qué me hiciste? – voz sádica
Da una hojeada al libro, descubrió
que ese hechizo traería unas complicaciones para quien se aplicara como el
convertir en una mezcla de humano y la criatura que se quisiera.
- La parte mala es que quedaste como un zorro volador, pero más sádico – tragó saliva – y nos servirás así
- ¿Qué? – ambas exclaman
- Sí, en esa forma nos podrías servir de murciélago mensajero, aunque no sé si tus niveles de agresividad sean mayores a los actuales
Mariana no dijo nada, con sus manos tomó a los frascos de pintura y se echó a volar, dramáticamente se lanzó de la entrada de la cueva, pensó que tendría mayor sensibilidad a la luz, pero resistió mucho más y le mejoró el oído. La noche llegó y sus cualidades le mejoraron drásticamente, pero sus instintos le llamaron a comer así que, antes de que llegara a la casa del Charro Negro, se detuvo en un gran ganado y se les acercó con sutileza, succionó toda la sangre de vacas y toros más sanos, cuando se terminaba su sangre se devoraba el cuerpo. Masacró a más de la mitad del ganado y voló de ahí. Llegó a la casa y se encontró que no era una simple morada, más bien era una gran mansión completamente negra en la que le rodeaban múltiples nopales y agaves. Mariana lanzó los frascos por una ventana haciendo que ésta se rompiera, las momias poco a poco se empezaron a regenerar, aterrizaron en un pasillo que se dirigía a las escaleras principales. Al ver que el trabajo estaba hecho, Mariana voló a las proximidades sin alejarse tanto de la mansión.
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