Memorias de un poeta.
Temblores en el epicentro
No descansó en toda la noche pues sus manos seguían temblando, no daban tregua alguna. Se levantaba a cada hora y sus manos temblaban sin que pudiera detenerlas, sus brazos ya estaban cansados de tanto moverse, pero no paraban. Harto de esa situación decidió tomarse unas pastillas para los nervios, pero se tomó pastillas para hacerlo dormir. Consumió dos pastillas y a los diez minutos sintió los efectos, aunque no los que él esperaba pues sintió efectos de narcolepsia, dudoso, revisó la medicina que se había tomado y se dio cuenta que se había equivocado. Terminó durmiéndose.
Despertó a las 16:00 horas, lo primero que hizo fue checarse sus manos y el movimiento involuntario de sus manos había desaparecido. No estaba tranquilo ya que pensaba que, como los temblores, tendría réplicas a lo largo de la tarde noche. Velozmente se vistió y vio si tenía algo de comer, tristemente no tenía nada así que con lo de su pensión salió a la calle para ver qué podía comprar. Pasó por donde había robado la botella, no era de extrañarse que los mismos borrachos estuvieran ahí ahogados en alcohol, cruzó frente a ellos sin una palabra de reproche. Finalmente llegó a un puesto de antojitos típicos, pidió tres pambazos y dos gorditas para llevar, estaba inapetente aquella vez. Esos antojitos se olían riquísimos, su manera de preparación, los ingredientes frescos, la gente satisfecha y haciendo fila a montones, por el momento no me concentraré en las delicias gastronómicas. Luego de pagar partió a su casa.
Estando pensativo sobre si quería seguir escribiendo o no, casi lo atropella un automovilista que también estaba distraído viendo el celular, éste le reclamó a Anastasio mentándole su madre. El conductor lo rodeó y se fue de la escena. El pobre de Anastasio se puso nervioso y comenzó a caminar más rápido para llegar a su casa, sus manos le comenzaron a temblar de miedo y desesperación.
Al llegar a su casa, antes de que abriera su puerta, un gato se le abalanzó a la comida de él haciendo que la bolsa se rompiera y cayera al piso. Asustó al gato y, enojado, recogió lo que no se le batió, y entró. Sus manos temblaron mucho más y ahora ya no lo podía controlar para nada. En la cocina sacó unos analgésicos. Verificó bien en esta ocasión que fuera los calmantes y no otros medicamentos. Junto con la comida los consumió. Tomó tres pastillas. Sus manos seguían bastante inquietas y difícilmente pudo utilizarlas. Después de comer y quedar un poco batido, se desnudó y se metió a bañar. Estando con el "abogado", ya no sintió sus manos, tampoco sintió la punta de los pies, sus hombros se adormecieron, estaba experimentando efectos narcóticos. No dudó y salió del baño, se sentó en su cama y trató de vestirse, todo se le movía como si estuviera en el epicentro de un temblor, sus dientes comenzaron a sentirse cosquillosos, volvió a controlar sus manos, y su mente volvió a ser de sí, pero los demás malestares siguieron presentes. Agarró la libreta y escribió.
16 de Junio de 2100
Me arrepiento de lo que hice hoy, me tomé unos tranquilizantes o analgésicos, no sé qué eran, pero me los tomé para calmar mis manos que parece que tengo párkinson, ¡Es horrible! Los efectos que ahora estoy presentando son similares a los que tiene la marihuana, ¿Cómo lo sé? Bueno, en un pedazo de mi juventud, cuando estaba en prueba de mis adicciones, comí un brownie con petate medicinal. Experimenté los mismos síntomas que los que ahora experimento. Fue en universidad. Recuerdo que ese día me les encomendé a mis amigos y me cuidaron, aunque me relatan que me les escapé un par de veces y me encontraron casi en seguida. No sé cuánto tiempo duró el efecto en mí.
Creo que ahora me moriré, no siento nada de mi puerco cuerpo, no tengo ni la menor idea de cómo estoy escribiendo ahora.
Si este es mi fin, he de contarles sobre una compañía que tuve, una persona muy importante que me ayudó incondicionalmente, le decía Melquiades pues jamás supe su verdadero nombre...
La historia del cómo lo conocí
es bastante interesante y, ahora que lo pienso detalladamente, algo inusual a
la par que increíblemente fantástica o por lo menos para mí como escritor, ¿Por
qué no se me ocurrió para escribirlo hace años?
Resulta que hace años me golpearon en la cabeza.
Un ataque de narcolepsia se hizo presente haciendo que soltara la pluma y la libreta, cayó rendido en su cama sin poder despertar.
Créditos: Doctor Suavecito
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