Memorias de un poeta. Quinta parte. Series.

Memorias de un poeta.

Despertó llorando pues se le creó un chichón por culpa del golpe del día anterior. Nuevamente se torció y quedó con contracturas en su cuello y espalda alta. Realizó unos estiramientos para liberar un poco ese dolor. Curiosamente, se le vino a la mente el recuerdo de Melquiades y no se le borró para nada, de hecho, se incrementó junto al dolor de cabeza y de articulaciones, especialmente en sus manos. Hizo lo habitual, pero con la excepción de desayunar ya que esas nuevas pastillas no hacían que le dieran hambre. Notó que sus manos le empezaban a tambalear, como si hubiera cargado algo pesado por mucho tiempo, pero no le dio importancia ya que pensaba que era la edad.
Regresó a su cuarto y y se acostó, pronto, vio a una punta de su cama quedándose hipnotizado por ella, parecía que estuviera viendo el vacío infinito. Luego de una hora pudo reaccionar. Vio a su alrededor y rápidamente tomó la libreta y, antes de que escribiera en una página nueva, leyó sus anotaciones anteriores, no recordaba que él lo hubiera escrito. Sin más, comenzó una nueva página.
15 de Julio de 2100
Revisé las anotaciones de los días anteriores y, ahora, estoy desconcertado y un tanto frustrado porque no sé cuándo las escribí, el peor del caso es que no sé si las escribí yo. ¿Será acaso que regresaron alguna de mis dos personalidades? Ambas personalidades se las contaré en días posteriores ya que importaron a lo largo de mi vida y diferentes periodos de esta...
Hoy abarcaré cuatro temas; los tres de ayer, que según yo escribí, y sobre el cambio de estas anotaciones...
Un año después de que Josefa muriera, mis escritos ya no fueron los mismos. En realidad, desde que murió jamás fui el mismo. Boté mis escritos románticos, esa pasión al escribir se quemó igual que ella, mi entusiasmo se fue con mi hija, jamás llegaron nuevas ideas para la aventura, romance, ambición y muchos más se murieron. Tristemente lo suplantaron la crudeza, la ira, la desesperanza y el desinterés, aburrimiento, tristeza, lloriqueos, desagrado, reprobación, dolores de cabeza, insomnio, perturbación. Antes de que me echaran de la editorial, decidí darme un tiempo para reflexionar y dejé de escribir. Recuerdo que en la habitación donde encontré esta libreta la había cerrado para nunca volver a abrirla, pero no recuerdo de haber metido ni la pipa de Josefa ni el cuadernillo. De hecho, solamente recuerdo que la cerré pues ahí era la fuente de inspiración para los dos ya que ella era pintora y artista plástica mientras que yo era escritor. Claro, ella no se dedicaba de lleno a la pintura, era abogada. Ella muchas veces me pintaba escribiendo y yo indefinidamente la describía pintando. Varias veces hizo que me desnudara para sus obras y, bueno, ya saben en qué acabó. Al llegar nuestra hija jamás lo volvimos a hacer en ese cuarto, ella dejó la pintura y se dedicó de lleno al despacho de abogados.
Todas nuestras obras se quedaron ahí encerradas para nunca salir...

Siempre tuve malestares y fueron más fuertes de pequeño. Mi estómago sufrió más ya que era bastante delicado con cualquier alimento, me hacía mucho daño el chocolate en ayunas y vomitaba e incluso ocasionalmente el agua en las mañanas me caía muy pesada. Durante un par de años estuve atado a unos zapatos que pesaban demasiado y unas mangueras que se ataban a mi cadera y, por su puesto, me hacían burlas por ellas, las utilicé ya que mis pies y cadera estaban mal. En mi adolescencia mis articulaciones, especialmente de las manos, el cartílago se me hinchaba o incluso se me engarrotaban por el frío, me dolían a tal grado que para sentir mis manos tuve que trabajar en una tortillería para sentir el calor. Mi nariz se vio envuelta en varios atentados tanto voluntarios como involuntarios y tuve que echarme tres veces al día un espray para poder respirar a medias. Me han operado más de cuatro veces. Mi primera operación fue de una hernia, la segunda fue el apéndice dejándome una inicial en mí, me operaron de un dedo para evitar cáncer y mírenme, y puedo seguir contándoles más de mis malestares hasta el día de hoy. Desde pequeño tomé medicamentos y ahora sigo atados a ellos...

Rencores... creo que todos tenemos o hemos tenido rencores, ¿No? Bueno, yo le tengo rencor a una persona que hoy está muerta, les cuento. No he de decir su nombre, pero a lo largo de mi vida conocí a gente hipócrita quienes se colgaron de mi fama y acusarme en múltiples ocasiones de plagio el cual era totalmente falso. Continuando la historia, esa persona siempre estuvo detrás de mí, siguiendo lenta y minuciosamente mis pasos queriendo hacer fama como yo la hice. Quizás hizo todo eso pues yo romí con él, fui su novio ¿Cómo la ven desde ahí? Yo que me casé y ennovié con mujeres, también tuve un pasado con un chavo. No les contaré esa historia ya que me dan pena, mortificación y vergüenza, el chiste es que tú, sí, tú maldito lisiado me robaste y copiaste vilmente mis escritos, ¡SABÍAS QUE ME HABÍAN COSTADO AÑOS DE CREACIÓN Y SACRIFIQUÉ MUCHO! ¿¡CREES QUE ES FÁCIL CREAR HISTORIAS!? ¿POR QUÉ CONMIGO? ¡PEDAZO DE ESCORIA!
Perdonen, me alteré. Luego de que me copiara a destajo, me enteré de que se había ido a un pueblo hasta hoy desconectado del país, dos años después murió y nadie fue a su entierro. No estaba deseoso ni tampoco me alegro de su muerte, pero se lo merecía por todo lo que me hizo.

Y finalizando, luego de este enojo involuntario, creo que cambiaré esta libreta por un breve recetario pues he notado que no tomo mis medicamentos a tiempo, pero no recuerdo muy bien si los tomo o no. Estoy aturdido desde las pastillas que me dio el doctor y las que ya tenía.

Finalizó sus anotaciones, guardó la libreta con la pluma en uno de sus cajones. Observó la pipa y la tomó para guardarla de nuevo en su lugar. Al entrar a la habitación se le cayó la pipa dirigiéndose abajo del sillón. Anastasio se agachó con mucho cuidado y pudo agarrarla, pero también agarró algo más. Al sacar los dos objetos, notó que era un rollo viejo, lo desplegó y resultó que era cuadro al óleo pintado por Josefa, incluso tenía su firma. Su contenido era una pintura hiperrealista de Anastasio en ese cuarto con Alejandra a un lado suyo, parecía una auténtica foto. Lagrimeó. Dejó la pipa en el escritorio sacando el cuadro para tenerlo en su sala. Con unos cuantos libros lo extendió esperando que dejara de enrollarse.
Antes de que se fuera a dormir, consumió sus medicamentos y tomó un café. Estando en su cama, sus manos comenzaron a moverse desenfrenadamente sin que él pudiera detenerlas, trato de aplastarlas, pero fue en vano...

Créditos: Doctor Suavecito.

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