Memorias de un poeta.
Ambiciones viciosas
Se levantó de su cama y tenía la sensación de volver a fumar. Desesperado, salió de su alcoba, dirigiéndose a donde estaba la pipa. Azotó la puerta del cuarto y estaba decidido a quemar esa pipa de madera. Cuando la tomó, esa rabia y coraje había desaparecido por completo, se llenó de nostalgia y una profunda tristeza similar a la depresión adolescente. Acercó la pipa a la cara y, con sus lágrimas, limpió la polvorienta reliquia. Salió del cuarto con la pipa en mano, volvió a entrar a su recámara y la dejó enfrente de la fotografía de su amada.
Fue a su comedor, preparó unos huevos revueltos con pan blanco y café negro. Toda la comida se la llevó a su cuarto y, por primera vez en muchos años, desayunó en la cama. Leyó un poco ya que había pospuesto sus lecturas. Escombró el desastre de su cuarto, lavó los trastes, se bañó y fue a caminar un poco.
En su caminata matinal encontró a unos borrachos tomando tequila. Anastasio sintió esa necesidad de volver a tomar, su palpitar comenzó a aumentar, la sudoración brotó a destajo, su rostro cambió de expresividad, estaba deseoso por esa botella de alcohol, el salivar aumentó drásticamente. Rápidamente se dirigió a donde ellos y les robó la botella. Corrió como pudo alejándose de ellos en un par de segundos, no lo alcanzaron por los efectos del alcohol.
Llegó aturdido a su casa y se encerró. Sacó un caballito de una vitrina de vidrio, limpió la boca de la botella y se sirvió el primer caballito. Fue al cuarto donde estaba la libreta y la tomó, dejó a un costado la botella, pero sin soltar el caballito. Empezó a escribir.
13 de Julio de 2100
Acabo de descubrir con demasiada tristeza que mis vicios jamás se fueron de mí y todo por ambiciones que, ahora como anciano, las veo estúpidas. Me arrepiento de lo que hoy hice, el robar para volver a alimentar mi maldito vicio. Fueron ambiciones viciosas. Les he de contar el porqué de mis vicios...
Amor... algo que bendigo y maldigo a la vida es el amor. Recuerdo cuantiosos romances desde la preparatoria hasta la universidad, por ejemplo, algunas de mis grandes "musas" quienes me inspiraron a escribir fueron:
- Teresa; mi primer gran amor.
- Valeria; vilmente me enamoró y me utilizó.
- Ashley y Xóchitl; anduve con las dos al mismo tiempo. De la primera me enamoré sin igual, pero no me enamoré tanto de la segunda.
- Paulina; casualmente la encontré por un viaje y nos hicimos novios, pero por sus celos enfermizos terminamos.
- Gabriela; no duramos más de dos meses pues muchos estaban detrás de ella.
- Maye; me enamoré profundamente de ella, pero la distancia nos afectó.
- Josefa; mi adorada Josefa, mi último amor.
Déjenme contarles un poco más de mis inicios en mi vida viciosa... Mis vicios iniciaron desde Gabriela pues nos la vivíamos de fiesta en fiesta. Recuerdo que por primera vez probé el "petate medicinal", no lo volví a consumir pues me hizo demasiado daño. Con Maye seguí en el mundo alcohólico y más cuando terminamos. Pensé que mis vicios se habían tranquilizado, pero no fue así. Una vez que comencé a trabajar de escritor, la vida se me hacía fácil pues no se me dificultaban los escritos que me pedía la editorial. Se los tenía mucho antes de la fecha establecida. Aún recuerdo que en una rueda de prensa la conocí, a mi querida Josefa, estaba muy atractiva aquella vez, me le acerqué y esa noche la invité a cenar. Los días fueron pasando y la llevé a mi mini departamento y, bueno, creo que ya saben qué fue lo que pasó. Seguimos repitiéndolo cada que podíamos. Ennoviamos y se reactivaron nuestros vicios. Ella fumaba pipa y me enseñó a fumar puro, ambos tomábamos en exceso. Luego de cinco años de sexo desenfrenado, borracheras con crudas impresionantes, humo mágico y amor afectuoso, nos casamos. Para fortuna nuestra, preferimos largarnos de viaje en lugar de hacer fiesta en la que irían muchos hipócritas.
Nuestras peleas eran muy raras, pero bastante fuertes a tal grado que en repetidas ocasiones alguno de los dos se iba de la casa que seguía siendo ese mini departamento. Cuando por fin pude ahorrar lo suficiente, pude comprar la casa en la que ahora estoy, pero no reinó la paz, y se incrementaron nuestros vicios. Después de que naciera mi hija, Alejandra, esas peleas fueron al igual que ella se fue cuando tuvo dieciocho años, igual que yo. Quizás no soportó los vicios tan horribles de sus padres.
En una noche tormentosa, llena de relámpagos y frío, recuerdo que estábamos en la sala Josefa y yo, ella con su pipa y yo con copa en mano. Ella comenzó a toser sangre, angustiado y borracho, quise ayudarle, pero ella no me dejó, tengo el recuerdo vago de que ella tomó mi vaso y le dio un trago. Recuerdo que esa fue su última acción antes de que muriera...
Perdonen si no acabo de contarles esa historia, quizás mañana les termine de contar esa historia. A partir de la muerte de mi esposa no volví a tomar ni a fumar...
Cerró la libreta, notó que había empezado a llorar sin más. Su respiración estaba alterada, sus manos temblaban, gritó de dolor por recordar eso. Acto seguido, se empinó toda la botella para, según él, quitarse el deseo desenfrenado. Se emborrachó y terminó durmiéndose en el cuarto que tanto odiaba, pero ¿Por qué lo odiaba? O ¿Qué ocultaba?
Créditos: Doctor Suavecito
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