Memorias de un poeta. Octava parte. Series.

Memorias de un poeta.

Judiciales

La locura de los medicamentos estaba haciéndole efecto pues comenzaba a aflorarle su verdadera personalidad un poco siniestra, oscura y ansiosa; esa pequeña neuropatía y gigante obsesión de que lo espiaban comenzaba a corromperle la mente. Él creía que siempre lo estaban asechando, o ¿No era solo su perspectiva?
Anastasio despertó adolorido en su sala, no recordaba el porqué estaba ahí, no sabía cuánto tiempo había pasado, pero ya había salido el sol. Se tronó la espalda y fue a checar a la ventana; le pareció algo extraño que hubiera una patrulla frente a su casa, hace años no sucedía nada de eso...
Rápidamente fue a checar unos documentos, en eso salió una pequeña fotografía de hace años, más o menos por el 2022 en la cual estaba con una amiga inseparable. En esa foto aparece dos jóvenes, él quien realmente estaba muy cambiado con lo que era ahora y ella que era la sensación de su escuela. Al reverso de la foto había algo escrito diciendo "A pesar de no estar en mismas escuelas, siempre seremos amigos. Te quiere, tu mejor amiga." Rompió en lágrimas pues recordó el motivo por el cual se habían distanciado. Olvidó los documentos que tenía que mandar y fue a donde estaba el pequeño diario.
18 de junio de 2100
Como dice la canción de aquel gran príncipe de la canción, "...todo es mentira, no creo en la vida...me decepciono otra vez..." me sienta al pie de toda la letra...
Hoy, luego de estar adolorido, revisé mis cajones por unos documentos del seguro social, me reencontré con la foto de una vieja amiga, mi querida amiga, ¿Por qué la había olvidado? Esa pregunta no tiene respuesta lógica...para mí. ¿Por qué nos alejamos? ¡Por mi culpa!
Ahora que estoy viejo y veo en otros ojos la situación, no fue mi culpa, ¡No!, fue culpa de aquella desgraciada a la que ayudé para que ustedes tuvieran felicidad y, lastimosamente, lo único que quedó fueron las cenizas de esta felicidad. Siempre traté de arreglar mi error, pero tú jamás quisiste volverme a hablar. Créeme, no sé si alguna vez leas esto, pero me arrepiento de todo y del jamás haberte buscado de nuevo, solo quería tu bien. No tienes ni idea las cuantiosas noches en que lloré incansable y dolorosamente por la ruptura de lo nuestro, confieso que tristeza igual la sentí cuando se murió mi amada Josefa. No sé si tú sigas viva o ya moriste, pero espero reencontrarte en algún momento y poder arreglar todo lo que en vida no pudimos hacer.
...
Luego de esa reflexión sesuda, gratificante y dolorosa, voy a decirles que me temo algo. Quizás sean los medicamentos que ahora me envuelven mucho más que los días anteriores, poco a poco me están llevando a la locura mortal. Ayer, creo, cuando me estaba preparando para dormir, fuera de mi residencia había muchos policías, muchos para mi gusto. Hoy revisé mi ventana por simple trivialidad y había una patrulla que estaba justamente enfrente de mi casa. No creo que sea coincidencia que ayer y hoy estén aquí, no tengo ni la menor idea de lo que sucederá y no sé cuál de todos mis "crímenes" sepan, pero creo que me querrán matar como lo hicieron con Melquiades. No quiero vivir con más remordimientos de lo que hice en mi vida de joven así que he de enlistar, de menor a mayor, todos los supuestos crímenes que hice por el bien de México.
Los siguientes crímenes, con excepción del último, los hice de manera anónima:
  • Empecé un movimiento para salvar a tanta fauna y flora mexiquense; como los ajolotes, mis queridos ajolotes, que se extinguieron en el 2059
  • Con ayuda de un amigo, quien ya murió, pudimos mandar muchos apoyos a los pueblos oaxaqueños y chiapanecos
  • Luché contra una de las refresqueras más grandes del mundo para que evitaran que se acabara el agua del país
  • Y el crimen más grande al que yo me considero autor intelectual y material es el haber encontrado la combinación de fármacos para poder frenar el cáncer de mama y próstata, fue un proyecto experimental. Muchas personas que yo conocía con esos padecimientos fueron conejillos de indias voluntarios para probarlo, el resultado arrojó que había curado a un 80% de los que tenían ese mal. Les rogué que no dijeran nada a nadie para evitar que me dieran cuello.
No sé si alguno de los que dije anteriormente se reveló, pero hoy ya tengo pánico de hacer ese bien al país que me vio nacer, crecer, renacer en escritor y, próximamente, morir por mi patria. 
Pero, ahora que lo recuerdo, he de morir tanto por esos crímenes que realicé o por la vaga y burda alimentación, medicación e higiene que tengo ya que la mente me está jugando un muy mal trato ahora. Al iniciar esta nueva página dije que estaba buscando unos documentos del seguro, pero no sé para qué, ¡No tengo ni un recuerdo de ello! ¡CARAJO!
Dejaré de escribir un poco el día de hoy pues me empecé a sentir mal, oigo un pitido horroroso que no se quita. No aseguro que mañana escriba de nuevo.

Dejó el diario en la mesa junto con la foto. Se preparó algo de comer y se tomó unos medicamentos diferentes a los que eran y se sintió muy deshidratado. Salió rápido a la tienda para comprarse un electrolito, pero antes de que pudiera llegar a la tienda unos policías lo detuvieron y le hicieron unas preguntas un tanto personales como su nombre, edad, localidad, viajes y medicamentos. Él, en su mayoría, se hizo un anciano senil y los policías se desesperaron con ello. Otro policía le llegó por detrás y le susurró que no estuviera muy tranquilo por su seguridad ya que hasta las paredes tienen oídos. Los tres policías se subieron en la patrulla que estaba frente a su casa.
Anastasio fue rápido a la tienda y regresó lo corriendo a su morada, estaba sudando frío. Se le quitó el hambre y prefirió guardar el diario donde lo había encontrado...

Créditos: Doctor Suavecito

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