MONSTRUOSIDAD GUERRERA
Habló la guerra
- ¿¡Por qué me guardas con un perro sarnoso y con un equino apestoso!? – fiero, desafiante reclama Xiuhcóatl
- Quiero hablar con tu forma humana – inicia
- No ha salido, desde que tú nos encerraste aquí, únicamente nosotros hemos de surgir de nuevo – tétrica
- Cierto, – continúa – nosotras tomamos el control de este cuerpo
- Así que no nos molestes con que quieres ver a esa escoria de mujer decrépita – con voz sádica
- Saben que si ella muere ustedes mueren, ¿Verdad?
- ¿Qué quieres decir? – confundida
- Ustedes perecerán si ella fallece y no le queda mucho tiempo ¡Quiero hablar con su forma humana! – exige
- ¿Qué me hiciste maldito? – enojada – ¿Qué es esta prisión apestosa?
- Liberé tus formas, ¡liberé tu poder!
- ¡Déjame salir de aquí! – suplicando – ¡No quería perder el control de nuevo! – sollozando – ¡Es horrible perder la consciencia!
- Tranquila, – apaciguado – si no tuviera la situación bajo control tú no estarías aquí
- ¿Qué quieres de mí? – cansada
- Lo mismo que te pedí cuando fui a capturarte
- Ya sabes mi respuesta, ¡Déjame ir!
- ¿Qué dirías si te prolongo tu vida?
- ¿A qué te refieres? – curiosa
- No nos hagamos, Dolores, sabes que la muerte te ha acechado desde hace un par de años. Te propongo que, si me ayudas, te postergaré la vida por diez años por cada una de tus transformaciones
- ¿Cómo sé que me ayudarás? – insegura – ¡Si me fuiste a capturar estando en mi casa!
- ¡Seguramente te engañará! – grita Xiuhcóatl
- ¡Cállate animal! – replica el Charro Negro
- ¿Qué fue eso? – pregunta extrañada la Chupacabras
- Es una bestia convertida en amuleto – explica –, pero concentrémonos. Te doy una gota de mi sangre para demostrar el juramento, será inquebrantable
- ¿Tienes sangre? – pregunta irónicamente
- Sí – indignado – ¿Accedes o no?, no tengo tanto tiempo del que quisiera
- ¿Para cuándo quieres ese favor? – pensativa
- Hoy en la noche, la guerra hablará
- Libérame y te ayudo, creo que estoy más desesperada yo
- ¿Qué es esto? – señala a las esposas
- Es una protección por si alguna de tus otras mentes desea salir sin mi permiso, luego de la batalla te las daré para que tú las controles
- ¿Puedes ponernos algo así a nosotros? – pregunta la mujer lobo – Para ayudarte en la batalla
- Sí, mínimo para no estar encadenados aquí – completa el hombre lobo
- Patrón – titubea Pancho – ¿Podría acompañarme a la cocina?
- ¿Para qué?
- Es que un murciélago se quedó pegado en la estufa
- ¿Otro? – desesperado – Muéstrame dónde
- Eres muy malo mintiendo, ¿lo sabías?
- Sí, pero quería que estuviéramos solos para preguntarle ¿Por qué los soltó?
- Porque ya vienen esas vampiresas tlaxcaltecas, además, están bajo un hechizo con ese brazalete que tienen, no pueden hacer nada sin mi permiso
- ¿Es seguro?
- Contéstame, ¿Alguno de nuestros otros huéspedes ha escapado?
- No, ninguno
- Ahí está tu respuesta, mientras estén con esa pulsera de acero no tienes de que preocuparte por nada, a excepción de que se rompan los embrujos de la casa
- Y si en algún caso, sin importar el motivo, todo se destruyera, ¿Qué pasaría?
- En un caso hipotético, todos los residentes que tenemos aquí se escaparían y las cosas únicas se perderían. No tienes que preocuparte pues es hipotético
- Confiaré en usted – dudoso
- Si no hay nada más, ve alistando el plan
- ¿Estás bien? – pregunta Mariana
- ¿Sigues con las pesadillas? – cuestiona Marcela
- Sí y no. Sigo pensando en las consecuencias de la guerra
- Deja que hable la guerra – contesta Marcela – y mira, en dado caso que algo pudiera salir mal, podemos escaparnos cómo lo hemos hecho en cacerías
- ¿Dejaremos a las momias? – cuestiona Mariana
- Son simples peones en este juego – sonriente
- Las que importamos somos nosotras – contesta la líder
- Y dime – expresa Mariana – ¿Cuál es tu verdadera preocupación?
- Luego se las diré – con nudo en el estómago – por ahora, quiero salir a caminar y ver cómo van los demás
- Eso es raro de ti – comenta Marcela
- Y eso no es de tu interés y cambio de tema. Mariana ¿Tienes más paraguas contigo?
- Sí tengo, pero se los llevaron los perros sarnosos junto con unos alebrijes – contesta
- Marcela – dice la líder –, trae a tu Ahuízotl pues ellos los traían
Marcela, irritada, suelta un chiflido
bastante agudo, lastimaba los oídos. El Ahuízotl alfa trae consigo a toda su
jauría, unos cuantos están jugueteando con los paraguas de huesos como simples
carnazas.
- ¡Dénmelos ya! – exige Marcela
Los Ahuízotl se intimidaron dejándolos
en el suelo y yéndose apresuradamente. Marcela los levantó y se los dio a cada
una, pronto, entraron los chaneques junto con el líder alebrije.
- ¿Para qué los querían? – pregunta el alebrije
- Únicamente los llamamos para los paraguas – contesta Marcela
- ¿Para qué? – pregunta un chaneque
- Porque tenemos que partir ya – dice Mariana
- ¿A la guerra?
- ¡Está más que claro! – eufórica responde la líder – ¡La sed y falta de sangre está volviéndome loca!
- ¿No sería mejor irnos más tarde? – cuestiona el alebrije
- Al paso de las momias y chaneques, vamos retrasadas – comenta Marcela
- ¿Les avisamos a los demás? – interroga el chaneque
- Les debieron de avisar desde que entraron – contesta la líder – ¡Váyanse ya!
- ¿Partimos ya? – intranquilo pregunta el líder alebrije
- ¿Cómo? – atontada contesta la líder
- ¿Ya partimos? – vuelve a decir
- Sí, – confundida – los chaneques súbanse a los hombros de las momias, mientras que nosotras nos subiremos en un alebrije
- ¿Nos subiremos en un alebrije? – pregunta Marcela
- ¿No será mejor irnos en nuestra forma de humo? – pregunta Mariana – Sería mejor para que no gasten energía de más
- Tienen razón – comenta la líder –, nosotras nos transformaremos en humo. Los alebrijes más grandes traten de llevar a las momias ya sea en sus lomos o en sus patas. Los restantes irán a pie
Las momias toman a los chaneques y
se los colocan en los hombros. El líder alebrije llama a uno de sus alebrijes
voladores; éste tenía colores vistosos, tenía cabeza y un gran pico de colibrí,
ojos pequeños, lengua de mariposa, cuerpo de águila, garras de halcón, cuello
de cóndor, aunque con plumas y cola hermosa de quetzal. El alebrije volador se comunicó
con su líder, estaba insistiendo en que quería llevar a las Tlahuelpuchis.
- Oigan – inicia el líder alebrije –, él quiere llevarlos
- ¿Es seguro? – preguntó Marcela
- Sí – respondió el líder alebrije – o eso creo – susurró
- ¿Cómo que eso crees? – Mariana intrigada
- Sí porque jamás he subido a uno de nosotros – comenta el líder alebrije – yo siempre cuidé se los demás
- No hay que discutir ahora – interviene la líder – si el
alebrije quiere llevarnos, que nos lleve
- ¿Cuánto tiempo nos soportará?
- Nos puede soportar de aquí hasta medio oriente, – alardeando contesta el alebrije – no se preocupen por el peso pues esta criatura es lo suficientemente fuerte para aguantar el triple de su peso
- ¿Crees que podrá combatir contra lo que nos encontremos?
- Eso espero, pero tampoco estoy seguro
- ¿Cómo que no estás seguro? – Marcela alterada
- Sí, no sé qué sea con lo que nos enfrentemos
- ¿Cuál es su debilidad? – pregunta la líder
- No tenemos debilidad, podemos cruzar sin dificultad al Mictlán, al Tlalocan, al Tonatiuichan o incluso al Chichihuacuauhco
- A pesar de que ustedes puedan atravesar los paraísos mexicas, todos tenemos debilidades sin importar que seamos dioses
- No hay una debilidad para nosotros que somos guías espirituales, y si la hay no la hemos encontrado
- Debe haber algo – insistente
- ¿Por qué tanta insistencia con eso? – molesto
- No es insistencia, solo es preocupación por lo que el Charro negro pueda tener contra nosotros
- Nosotros somos más viejos que él, no te preocupes
- Dígame patrón – preocupado
- Llegaron, ya sabes qué hacer
- ¿Ya los dirijo?
- Sí, y toma un arma por cualquier cosa, de las
especiales para ti
La líder enmudeció, se puso seria y
no volvió a hablar con él durante el resto del viaje. A la mitad del viaje
apareció una tormenta, apenas iniciaba, envolvía una gran área, no cedería tan
fácilmente. Por fin la noche llegó, justo a tiempo ya que arribaron cerca de
los plantíos del Charro Negro, la lluvia apretó y las gotas dolían cuando caían.
Los alebrijes cambiaron de color para camuflarse con el ambiente, las
Tlahuelpuchis cerraron los paraguas y se quedaron junto los alebrijes, los
Ahuízotl se quedaron más atrás escondiéndose entre las rocas. Las momias con
los chaneques empezaron a dirigirse hacia la mansión negra, pasaron las plantas
carnívoras y éstas no parecían tener ninguna reacción en contra de ellos. Todo
parecía estar tranquilo, ¿O no?
- Dígame patrón – preocupado
- Llegaron, ya sabes qué hacer
- ¿Ya los dirijo?
- Sí, y toma un arma por cualquier cosa, de las especiales para ti
- ¡Parece que apenas inicia la guerra! – eufórico – ¡Estoy ansioso de sangre!
- ¡Ay! – exclamó la Chupacabras – No espantes así, mis nervios están bastante alterados
- Y se pondrán peor
- ¿Por qué? – pregunta la mujer lobo
- Porque empezarán a pelear – sonriente
- ¡Por favor! – gritó la Chupacabras – ¡No quiero volver ahí! – lagrimeando
- Tranquila, te devolveré a tu cuerpo
Los ojos de Dolores verían por
última vez antes de que la Chupacabras lo viera con rabia e iniciando su
cambio. La criatura que salió primero fue la canina y se lanzó a la batalla. El
Charro Negro apareció un camastro viendo y disfrutando la batalla sin
preocuparse.
Del otro lado de la batalla, la
líder Tlahuelpuchi mandó a los alebrijes a que atacaran a los magueyes, los
alebrijes más poderosos atacaron a los lobos. El alebrije líder se enfrentó a
la Chupacabras. La Chupacabras no atacó al alebrije, al contrario, lo analizó,
estaba viéndolo de arriba para abajo. Rápidamente de su forma canina se
transformó a la forma voladora. El líder alebrije no se acobardó, al contrario,
la atacó salvajemente. La batalla pintaba a que el alebrije perdería ya que la
Chupacabras lo tomaba de sus extremidades superiores y lo dejaba caer de
grandes alturas, le daba arañazos de gravedad. Estaba siendo masacrado. Algo
ocurrió, algo se rompió, quizás hubiera sido los efectos de la batalla, pero el
líder alebrije comenzó a cambiar; de su forma “racional” cambió a su forma
ancestral. El gran alebrije, con su mandíbula, tomó a la Chupacabras de sus
alas lanzándola hacia la mansión negra. Momentáneamente la dejó fuera del
juego. De la mansión salieron un par de criaturillas, monstruos deformes, maldiciones.
Todos, a excepción de las maldiciones, salieron huyendo de la casa. El Charro Negro
enrabió por el escape de las criaturas. Sin más, bajó a la batalla. Estaba
dirigiéndose a donde se escondía las dos Tlahuelpuchis.
- ¡Debemos entrar a la casa! – desesperada – ¡Ahora está vulnerable!
- ¿Qué se supone que debamos hacer?
- Si destruimos la casa, todo lo que ahí está debilitará al Charro Negro
- Y repito, ¿Cómo lo haremos?
- Perdóname por lo que voy a hacer – comenta la líder –, pero debo ganar esta guerra y haré todo lo que esté a mi alcance
- ¿Por qué pides disculpas? – extrañada
- Sabes que te puedo ver – gritó el Charro Negro – ¿Por
qué te escondes en tu forma de humo?
- ¡Quita tu estúpida sonrisa! – dijo la Tlahuelpuchi
- ¿Por qué tanta agresividad? – sonriente
- Por tu maldita tiranía luego de tantos años
- ¿Tiranía?
- ¡Efectivamente! – gritó – ¡Todos aquí podremos ser criaturas mitológicas, pero tú eres el verdadero monstruo! ¡La verdadera escoria del mundo! Encarcelaste y aprisionaste a tantas criaturas en tantos siglos que ni siquiera tú debes recordarlas y ahora por eso muchos te tienen miedo, sino es que pavor
- ¡Ella tiene tanta razón y cordura! – grita Xiuhcóatl
- ¿Es en serio? – pregunta – ¿Por qué tienes al arma más poderosa de Huitzilopochtli en tu bolsa? – preocupada
- ¡Este loco me secuestró hace siglos y me puso en este dije! – grita – ¡Desataré toda mi furia contra quien me aprisionó aquí!
- Conozco la leyenda de los cuatrocientos hermanos, ¿es verdad todo lo que pasó? – cuestiona la líder
- Toda la leyenda es verdadera, salvo una parte que nunca fue contada y esa fue que cuando dejé de servir como un arma de guerra pude ser libre, nunca quise ser de guerra a pesar de que ese es mi propósito para el que fui creado. Pronto, este maldito pudo localizarme y aprisionarme de nuevo en donde ahora estoy
- ¡Luego fraternizan! – interrumpe el Charro Negro – Te hago una última propuesta, mi estimada Marceline
- ¿Cómo es que sabes mi nombre? – cuestiona
- Eso no es de tu interés, mi propuesta es que te largues con tus malditos alebrijes y chaneques que están destrozando mi casa junto con tus perros sarnosos y no habrá ninguna represalia en contra suya, ¿te parece?
- ¡No le creas! – interfiere Xiuhcóatl – ¡Él me mintió, tú no confíes en él! ¡Destruye la casa y todos seremos libres! – grita con desesperación
- Pensé nunca volverte a ver – comentó titubeando el nahual
- Y yo nunca pensé volver a estar en esta forma grotesca – responde Mariana
- ¡Vete de una vez, niña! El Charro está planeando no sé qué cosas con un arma de dioses o algo así, no sé qué sea, pero tienes que correr o volar, sabrán los dioses que harás
- Mi plan era destruir todo de aquí – irracional – debo de destruir todo
- Escúchame bien, si quieres destruir todo debes liberar a los que estamos en la habitación, pero no como la última vez que nadie pudo romper la jaula
- ¿Romper jaula? – errática y confundida
- Esa transformación debe estar afectando tu mente, si me entiendes, ve y toma aquella pequeña botella – señalando con su ala – bébela y restaurará tu cordura
- Botella, beber
- ¡No me hagas daño! – asustado
- No te haré daño – comenta Mariana – te liberaré para que me ayudes
- ¡Qué bueno! – relajado – Pensé que me comerías
- Todavía no, te liberaré porque nos sirves
- ¿Cómo dices?
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