Archipiélago. Primera isla. Séptimo cuento.

Archipiélago. Primera isla

Crucero

Cruceros… creo que todos añoramos ir alguna vez en un crucero para dirigirnos a otro país y muchas veces es difícil darnos ese lujo. Ofelia es una veterana que sirvió al ejército en tiempos de guerra y paz, hace dos años se retiró por la edad y el cansancio que padecía. Emiliano es un adolescente que es hijo de una de las mujeres más acaudaladas de este país, él despilfarra el dinero como si creciera en los árboles. Marceline y Simón son esposos jóvenes los cuales son profesores de matemáticas en la UNAM y el IPN respectivamente. Amaranta es una doctora y actriz quien había sido invitada para ir a una gala en China y poder representar su talento en tierras orientales. Por último y no menos importante, Luciana es una señora proveniente de Argentina que emigró a México y ha vivido aquí desde hace más de veinte años. Se preguntarán ¿Qué tienen en común? Bueno, todos tienen en común que compraron un boleto en un gran crucero que partía del puerto de Ensenada, que se encuentra en Baja California, y el arribo del viaje sería hasta China, específicamente en Hong Kong.

El día tan esperadamente añorado llegó, todos llegaron al puerto un poco demorados, algunos se cruzaron momentáneamente, por ejemplo, Simón y Marceline con Ofelia y esta se encontró con Luciana.

Aunque algunos de los pasajeros tardaron en llegar, zarparon del puerto a tiempo y se adentraron en el mar. El tiempo fue muy rápido pues el capitán, estando acostado en su camarote vio el reloj, ya eran las dos de la mañana, estaba intranquilo a pesar de que no había ninguna novedad, ¿O sí?
  • ¡Capitán! – entró el teniente
  • ¿Qué pasa Manolo? – inadvertido
  • Recibimos una señal que una tormenta tropical viene hacia nosotros
  • ¿No que no habría nada de tormentas durante el viaje?
  • Ya sabe cómo se equivocan los pronósticos
  • ¿Cuándo nos encontraremos con la tormenta?
  • Las estimaciones dicen que mañana al anochecer
  • ¿Cuánto tardaremos hacer otra ruta para que no golpeemos con la tormenta?
  • Tardaríamos una semana extra en llegar al puerto y no tenemos suficiente comida para esa semana extra
  • Dime tu opinión – se levanta de la cama – ¿Nos aventuramos en esa tormenta?
  • Tengo dudas de la decisión que he de tomar, pero digo que sí porque muchas veces las tormentas cambian su dirección y más cuando es mar
  • Entonces no hay más que hablar, si el resto de la tripulación sabe diles que mantengan el curso
  • Entendido capitán
Manolo informó que siguieron el rumbo establecido, el capitán se quedó intrigado por la tormenta. A la mañana se paseó por la cubierta viendo a todos los que traía, eran desde niños pequeños hasta viejillos de su edad. Estando cerca del área de los camastros, vio a Ofelia reposar tomando el sol, inició una plática con ella.
  • ¿Qué hace una dama tan bella sola por estos lares?
  • Un último viaje, capitán
  • ¿Eso por qué?
  • Ya ve, cáncer, esta maldita enfermedad mandada por Dios
  • No lo creo
  • Es verdad, me detectaron cáncer
  • No digo eso, y mis condolencias
  • No me sirven de nada, y ¿A qué se refiere?
  • De qué no creo que nadie le quisiera mandar una enfermedad
  • ¿No es creyente?
  • Solo creo en el barco que navego
  • Dios lo castigará
  • Dios, yo puedo desafiar la ira de aquella divinidad meramente ficticia – altanero
Un trueno se escuchó a lo lejos, el capitán fue a babor y divisó una nube negra de tormenta con una extensión mínima de veinte kilómetros sino es que mucho más, los rayos caían al por mayor y las aguas debajo de la colosal tormenta era un verdadero caos de dimensiones catastróficas, difícilmente un acorazado de cualquier ejército saldría de ahí. El capitán tragó saliva y sudó frío.
  • Le dije que Dios lo castigaría – dijo burlona
El capitán la vio con desprecio por unos segundos y corrió hacia el bridge, al llegar Manolo estaba diciéndole a la tripulación que siguiera el rumbo fijo.
  • ¡MANOLO! – enojado – Dime algo – tranquilizado
  • Mándeme capitán – preocupado
  • ¿¡NO DIJISTE QUE LA TORMENTA LLEGARÍA EN LA NOCHE!? – furioso
  • Los vientos cambiaron durante la noche adelantando la tormenta por mucho – temeroso
  • ¡Y SÍ FUE POR MUCHO! – sobresaltado – ¡A toda máquina! – exclamó
  • ¡No hagan eso, sigan el rumbo actual! – contradiciendo
  • ¡Si seguimos con el rumbo actual nos envolverá! – alterado
  • ¡Y si cambiamos el rumbo también nos alcanzará al no tener la suficiente velocidad!
  • ¡Capitán! – interfiere un miembro de la tripulación – Hay que decirles a los pasajeros que se metan a sus camarotes
  • Sí, – contesta el capitán – ¡Manolo! – lo llama – Informa a todos de inmediato
  • Enseguida – enojado
Manolo, por los altavoces del barco, informó que todos los que estuvieran en cubierta se resguardaran por la tormenta que los acechaba. Los marineros más fornidos escoltaron a todos a sus camarotes y no los dejaban salir por su propia seguridad.
  • ¿Ya están todos en sus camarotes? – pregunta el capitán
  • Nos acaban de informar que ya – dice un joven tripulante – díganos capitán, ¿Qué hacemos?
El capitán se quedó callado momentáneamente, se sentó y sus pensamientos lo inundaron, no sabía qué hacer. Los demás dentro de la cabina se quedaron viéndolo con detenimiento y curiosidad hasta que se reconectó con el momento actual.
  • ¡Las máquinas a toda potencia! – exclamó
  • Capitán – dice Manolo – la tormenta ya está aquí
  • ¡Las máquinas a toda potencia! – repitió – Y digan todas sus plegarias para poder salir de aquí, caballeros – susurrando
La potencia se incrementó junto con la velocidad, pero ya era demasiado tarde porque la tormenta los envolvió, el mar golpeaba bruscamente a los costados y frente del barco, tanto los marineros experimentados como los pasajeros a bordo se tenían que sostener por el brusco zangoloteo y por culpa de este el capitán se golpeó en la cabeza dejándolo inconsciente, Manolo tomó el control y con dificultad pudo seguir el curso fijo. La desesperación, miedo y desconocimiento tenían a todos aturdidos. Unos minutos después mandaron un telegrama pidiendo auxilio y no tuvieron ninguna respuesta. La puerta del bridge se abrió por un golpe del agua y no la pudieron cerrar, el agua estaba entrando y golpeando a los marineros, algunos se los llevó la fuerza del agua. De pronto, el radar detectó un objeto grande, casi de la mitad del barco que se dirigía hacia ellos.
  • ¿Qué es eso? – gritó Manolo
  • ¡Una ballena! – exclamaron
Al decir eso, una ola gigantesca se interpuso enfrente del barco y antes de que el agua cayera, una ballena se desplomó hacia la cabina.
  • Señores – dice Manolo fríamente – fue un gusto

Golpeó y abolló gran parte de donde cayó dejando una gran mancha de sangre impidiendo la vista de la muerte que el océano les mandó con la monstruosa ola que, cuando la ballena dejó su rastro, se tragó el barco junto con el cuerpo del gigante marino. Los truenos siguieron cayendo a destajo y se escuchaban como grandes tambores, las olas se rompían entre sí machacando los metales del barco, almas sollozando, los pulmones llenos del agua, las voces lloraban y ahogaban en su sórdido llanto y llenas de pánico se encontraban las gargantas.

Algunos escombros del barco, unos cuantos pedazos de la ballena, cajas intactas y algunas personas llegaron a un archipiélago de cuatro islas. Cada una de estas islas era diferente a al anterior. En la primera isla estaba llena de flora y fauna únicas en el mundo, parecía que fueran de otro mundo, por casualidad llegaron ahí Ofelia y Emiliano. En la segunda isla estaba rodeada de fracciones de islas de hielo diminutas, la isla en sí era un gran pedazo de hielo en la que cayeron Amaranta y Simón. La tercera isla estaba compuesta, en su mayoría, en un gran desierto abrazador con criaturas que se sacarían de la ciencia ficción y que estaba conectada por un puente de rocas con la primera isla, en esta islilla desértica arribaron el capitán y Marceline. En la última isla se llenaba de misticismo pues desde las costas hasta el interior de esta emanaba una neblina extraña y combinaba el clima de las otras tres islas, aquí llegó Luciana y Manolo.

Había una extraña conexión entre las cuatro islas…

Isla selvática

Ofelia despertó, estaba completamente mojada, estaba aturdida por el sol, tenía una herida cerca de su cadera y goteaba un poco de sangre, su piel estaba polvorienta como aquellos panes de polvorón o los polvorientos libros arrumbados en el librero de aquella mansión abandonada, vio a su alrededor un par de cajas deshechas y unas latas de atún y jamón. Se levantó y sacudió la arena que traía metida en todos lados, revisó su herida y se había clavado un pedazo de metal, antes de que se lo quitara arrancó un pedazo de su vestido e improvisó una gasa. Respiró y arrancó el pedazo de metal, gritó a los cuatro vientos del dolor, rápidamente se colocó la tela y la apretó. Se dirigió al mar y se limpió con el agua marina y, de nuevo, gritó a los cuatro vientos. Después de diez minutos la sangre se detuvo y se quitó la gasa provisional. Arrancó otra parte de su vestido e hizo una pequeña bolsa para llevar las latas. Se puso a caminar durante toda la playa y vio a lo lejos una cosa amarillenta que se estaba moviendo, al principio dudó de acercarse pues pensaba que era un animal salvaje y quizás la devoraría, pero conforme se fue acercando vio que era un adolescente con una playera amarilla, fue corriendo a auxiliarle.
  • ¿Estás bien? – dijo Ofelia
  • ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? – aturdido – ¿Quién eres tú?
  • Soy Ofelia una exmilitar, naufragamos en una isla hasta ahora desierta ¿Te duele algo?
  • Nada más me arden las piernas
  • Déjame ver qué tienes
Le alzó el pantalón y únicamente tenía unos cuantos moretones y raspaduras. Traía una babosa que le estaba chupando la poca sangre de las raspaduras, Ofelia no le comentó nada y se la quitó lanzándola al mar.
  • No tienes nada, solo un par de raspaduras
  • ¿Qué me hiciste? – asustado – Me dolió algo, como si me hubieras arrancado algo
  • A lo mejor fueron unos vellos de tus piernas
  • ¿Segura?
  • Sí, no te preocupes – cambia el tema – ¿Puedes caminar?
  • Sí, creo que sí, solamente dame unos momentos
Esperaron a que se recuperara y se adentraron en la isla. La flora era familiar a la par que diferente pues había palmeras con una especie de cocos rojos, había rosas con forma de cabezas de cocodrilo, había plantas carnívoras inusuales iniciando por su gran tamaño de ciento veinte centímetros, la mayoría de los troncos eran muy parecidos al del ahuehuete, pero estaban blandos. Los árboles más pequeños eran de cinco metros mientras que las plantas más pequeñas eran de cincuenta centímetros. Con cada paso que avanzaban, las plantas parecían seguirlos, podríamos asegurar que tuvieran conciencia y los vieran con temor, curiosidad, extrañeza o suculencia. Los únicos animales que pudieron ver hasta ese momento fueron unos mosquitos patones del tamaño del dedo pulgar, pero tristemente acababan dentro de las flores con cabeza de cocodrilo y de las plantas carnívoras. Luego de cuarenta minutos llegaron a una parte casi sin árboles, era una especie de estepa.
  • ¿Podemos descansar? – exhausto
  • Apenas iniciamos a caminar, niño
  • ¿Qué no se cansa? – alterado
  • No me levantes la voz, escuintle – enojada – y yo debería estar diciendo eso
  • ¿Por su edad?
  • No, no soy tan vieja
  • ¿Entonces?
  • Porque tengo una herida abierta, ¿Te puedo preguntar algo?
  • Sí – extrañado
  • ¿Dónde están tus padres?
  • Vine solo al crucero
  • ¿Por qué?
  • Mi mamá me dio ese boleto para que conviviera con más personas
  • ¿Eres tímido?
  • No, soy millonario
  • Ya me expliqué todo, ya sé por qué eres así de egocéntrico
  • ¿Egocéntrico yo? Jajaja, ¿Qué es eso?
  • ¡Inculto!
  • ¡Vieja bruja!
  • ¡Incauto gachupín de primera!
  • ¡Ruca solterona!
  • ¡YA! – gritó – Luego tendré más tiempo para reclamarte pues casi va a anochecer, acamparemos aquí
  • ¿Aquí? – extrañado
  • Sí, ¿O qué querías? A lo mejor el señorito quería una suite de lujo
  • Claro, no me merezco menos
  • Cuando sepas lo que cuesta la vida, cambiarás tu actitud
  • Lo dudo – susurrando
  • Te escuche y solo por eso, trae madera, encenderé la fogata
  • ¿Y si me espino?
  • No creo que mueras por una simple astilla – burlándose
Emiliano hizo una mueca y fue por ramitas. Se tardó demasiado y al volver, Ofelia ya había podido abrir unas latas de atún con unas rocas y un palo, en un par de movimientos prendió la fogata y calentó las latas de atún. Cuando estuvieron calientes la noche ya había caído, Emiliano hizo unas caras por ver el atún.
  • Si no quieres yo me lo puedo comer – irónica
Con mucho asco, se lo empezó a comer. Cuando acabó, antes de que volviera el estómago, le preguntó.
  • Señora, ¿Dónde aprendió esas tácticas de supervivencia?
  • En el ejército
  • ¿Qué hizo ahí?
  • Entré como cabo, pero poco a poco me desempeñé en tácticas y salvamento, me nombraron coronel
  • ¿Qué más? – interrumpe
  • Tenía una amiga ahí adentro que estuvo en enfermería y me enseñaba algunas cosas, por eso supe cómo actuar con mi herida
  • ¿Cree que si me enlisto en el ejército podré hacer esas cosas?
  • Primero te destrozarán tu ego y después, si queda algo de ti, lo reconstruirán para hacer a un hombre
Cuando terminó esa oración, los arbustos se comenzaron a mover salvaje y bruscamente. Ofelia y Emiliano se asustaron demasiado inclusive iban a empezar a correr, pero salieron un montón de tozan del tamaño de gatos, eran grises y cafés con colmillos pequeños de elefante o colmillos de perro, era la diferencia entre machos y hembras. Emiliano se iba a desmayar, pero Ofelia lo detuvo.
  • ¿No le dan miedo esas cosas? – apanicado
  • No, me da más miedo qué es lo que las hizo correr

Salió una criatura del tamaño de un puma, pero con rasgos de perro y lince, su pelaje era corto y azulado, sus dientes eran similares a los de humano salvo que sus dientes caninos estaban extremadamente afilados, sus ojos se asemejaban al de un cocodrilo, su lengua era igual de rasposa que la de una cabra, tenía garras de tigre que eran retráctiles y su olfato era mucho mejor que uno de esos perros rescatistas. Con sus fauces de perro tomó a una de esas tozan sobrecrecidas y la partió por la mitad. Ofelia y Emiliano se quedaron helados al ver aquella criatura. Aquel gran depredador, cuando los vio, lanzó un rugido tan potente que se podía escuchar hasta el otro lado de la isla. Ambos salieron corriendo, esperando obtener refugio. La criatura se lo tomó como un juego y no se preocupó por cazarlos, les dio bastante ventaja para que escaparan.

Llegaron a un lago de aguas relucientes, su agua emitía una luz fluorescente la cual se veía hipnóticas sus aguas. Se sentaron enfrente del lago a tomar un poco de él, creyeron que ya lo habían perdido, pero no. Ofelia se dio cuenta de que había un puente en medio del lago que se dirigía a quien sabe dónde, fueron hacia el puente pues esa criatura ya estaba detrás de ellos. El puente era muy inestable y frágil, pero aun así pasaron rápidamente para qué no los alcanzará ese depredador.

Cuando esa bestia pasó, una criatura marina que habitaba el lago, similar a una mishkoatl con picos en todo su cuerpo, aspecto verdoso y sin ojos lo confrontó frente a frente, está criatura marina se sumergió de nuevo en el agua para que por debajo con un bocado devorara el pedazo del puente flotante y a aquel depredador.

Ofelia se quedó plasmada pues extrañamente recordó a esa criatura marina, Emiliano la jaló para que no se quedara ahí. Cuando llegaron a la otra orilla del lago Emiliano preguntó.
  • ¿Por qué se quedó plasmada?
  • Me recordó a una cosa que vi en el ejército
  • ¿Qué cosa vio?
  • Recuerdo que vi una cosa similar a una babosa, pero de mi tamaño
  • ¿Hace cuánto tiempo lo vio?
  • No me acuerdo, ha de tener más de quince años, no creo que hubieras existido en esos tiempos
  • Tengo dieciséis
  • Vámonos antes de que esa criatura vuelva

Se adentraron más y la estepa de nuevo se convirtió en selva. Encontraron más diversidad de plantas pues encontraron algunas flores y plantas con formas de insectos como arañas y mariposas, se podían mover y cambiar de lugar. Los árboles se encontraban a montones y sus troncos cada vez eran más robustos, similares al árbol del Tule. Ya no se veían las palmeras, pero seguían en abundancia los cocos rojos. Divisaron a lo lejos dos elepantlis con cuernos gigantes, su color era negro, lo único peculiar de ellos es que tenían la trompa dividida haciéndoles parecer dos trompas en una. Siguieron caminando y el frío de la noche los acechaba, perdieron las latas de atún y jamón, ninguno de los dos podía seguir y decidieron subir uno de los árboles para descansar aquella noche. Tardaron demasiado en subir hasta las copas de los árboles por la gran altura de estos. Estando en las copas de los árboles pudieron ver un vasto territorio lleno de árboles, observaron la estepa y el pequeño lago, también notaron que a lo lejos se veían ruinas que quizá habría alguien viviendo. Partirían mañana por la mañana.

Ruinas

Las plantas cantaron igual a un gallo, los mosquitos estuvieron en sus frentes y las picaduras estuvieron presentes. Con mucha dificultad pudieron bajar del árbol, la herida de Ofelia se había infectado por la picadura de los insectos, pero no dijo nada para no alertar. Siguieron andando hacia donde se encontraban las ruinas. Antes de llegar se encontraron con un grupo de ozomatl blancos malencarados, eran alrededor de cincuenta, un grupo pequeño estaba reunido comiendo algo rojizo que les escurría en su blanco pelaje.
  • Espera – lo detiene Ofelia –, no sabemos si son salvajes ni qué están comiendo
  • ¿Será que están comiendo carne? – asustado
  • No lo sé, pero vámonos lentamente para no alertarlos a comerla
Se dirigieron por otro camino, pero accidentalmente Emiliano tropezó con algo, ese algo era la cola de un kuetspalin de cinco metros de largo y uno de alto, sus garras eran más afiladas que navajas, su hocico contaba con dientes que podían cortar un árbol a la mitad, su piel era muy dura y café, de sus fauces salía una baba morada que al chocar con el piso lo quemaba y salía humo, no era muy inteligente y su cuerpo hacía movimientos bastante torpes. Ofelia tomó a Emiliano y corrieron hacia los ozomatl. El kuetspalin gritó lo que provocó que los ozomatl se alertaran empezaran a trepar los árboles. Los ozomatl dominantes fueron a atacar al kuestpalin. Un gorila hembra, creyendo que eran animales indefensos, tomó a Emiliano y a Ofelia subiéndolos con ella protegiéndoles.
  • ¡Déjanos! – reclama Emiliano
  • No te opongas – contesta Ofelia – nos han de proteger
  • ¿Cómo lo sabe?
  • No lo sé, solamente lo espero profundamente

Ambos tragaron saliva. Los ozomatl que fueron a confrontar al kuetspalin lo domaron momentáneamente, pero seguían perdiendo así que uno de ellos tomó una piedra y lo golpeó salvajemente en el cráneo hasta dejarlo inconsciente, varios ozomatl resultaron afectados por la baba del kuestpalin ya que era un veneno más potente que el de la mamba negra mezclado con el de la araña violinista. Dejaron el cuerpo ahí y las plantas aprovecharon para envolverlo entre sus raíces y devorárselo lentamente, degustaron de un festín que no se ve todos los días.

La comunidad de ozomatl se volvió a reunir, se estaban comunicando con un lenguaje de señas que impresionó a Ofelia y Emiliano. No se necesitó una traducción para que supieran que los habían corrido de ahí. Antes de que nuestros protagonistas se fueran, vieron lo que estaban comiendo, para su sorpresa, eran los extraños cocos rojos que en su interior parecían fresas.
  • ¿Será que saben igual que las fresas? – pregunta Emiliano
  • Yo digo que saben cómo el coco
  • ¿Los comemos?
  • Primero hay que llegar a las ruinas
  • Pero, si ya llegamos
Las ruinas estaban a un lado de los nidos de ozomatl. Las ruinas se asemejaban a la ciudad de Tenochtitlan y un toque de los grandes gurús y budistas de la India. Estaba en un lenguaje inentendible y, ahora, extinto. Las ruinas constaban de algunas pirámides derrumbadas y devoradas por la vegetación y el tiempo, no daban indicios de que estuvieran habitadas hace tiempo, aunque daban un registro de la historia de cómo llegaron ahí.
  • Oiga – comienza Emiliano – ¿Qué serán estos dibujos?
  • No son dibujos, han de ser pictogramas o jeroglíficos
  • ¿Esos son los de Egipto?
  • Sí, pero la secuencia de imágenes y trazos se asemeja a los códices mexicas
  • ¿Cómo?
  • Sí, están contando una historia
  • ¿Sabe qué dicen?
  • No tengo ni la menor idea
La secuencia de imágenes relataba que habían provenido de una exploración de la gente de hule, llegaron a esa isla por casualidad y vieron esas magníficas criaturas. Le dieron nombre a cada una de las especies animales del lugar; el puma lo nombraron Miztli, a los roedores con colmillos Tozan, a los elefantes Elepantli, la gran sanguijuela como Mishkoatl o Baobao, esos lagartos venenosos como Kuestpalin, nombraron al grupo de gorilas Ozomatl, describían a una criatura marina similar a una anguila blanca y ciega a la que llamaban Meocuilli, había una especie de monos lémures a los que nombraban Ozomantli, casi igual que a los ozomatl y decían muchas más especies que, en elementos anatómicos, no serían posibles.
Emiliano estaba vagando entre las ruinas y encontró algo sumamente extraño.
  • Mire – exclama Emiliano – según entiendo, dice que hay un puente
  • ¿Puente? – extrañada
  • Sí, venga
Ofelia fue a ver y en una de las paredes señalaban una unión con otra isla que era desierto, quizás pudiera ser su escapatoria. Marcaba que después de las ruinas deberían caminar a lo que ellos, en la piedra, consideraban el sur y seguir el río durante dos días, llegarían a una unión de piedra volcánica que los llevaría a otra isla.
  • Según esto y lo que yo entiendo, – inicia Ofelia – debemos ir al norte hasta encontrar un río, navegar a través de él y llegaremos a la playa donde está esa especie de puente
  • ¿Cuánto tiempo tardaremos?
  • No sé, pero entre menos tiempo perdamos será mucho mejor
  • ¿Vamos de una vez?
  • Vámonos

Se dirigieron hacia donde se suponía estaría el río. Se fueron inadvertidos, pero cerca de ahí había una pared de piedra, que estaba derrumbada, la cual ignoraron completamente, ese muro contenía un mapa de las cuatro islas señalando algunas conexiones con cada isla junto con las criaturas y los peligros de cada una…

En su viaje encontraron flora que se podía mover de lugar, literalmente, podían arrancarse del suelo y utilizar sus raíces como pies para instalarse en un lugar más cómodo para la planta, ese proceso tardaba horas y los más tardados duraban días. En su trayecto, encontraron unos cocos y los pudieron abrir con una roca afilada, la textura por fuera era igual a la de un coco, pero por dentro su textura era la misma que la de las sandías jugosas, su sabor era similar a la mezcla de una fresa, frambuesa y cereza, aunque su olor no era muy grato, pero su sabor era sinigual. Se llevaron tres cocos grandes para su camino. Luego de tres horas, encontraron el río, era muy ancho y parecía que no contenía vida, estaba muy salvaje aquella vez. Algo curioso es que los árboles cercanos al agua se hacían de un máximo de dos metros y las plantas no crecían más de diez centímetros, a lo mejor así aprovechaban más el agua del riachuelo.
  • ¿Cómo vamos a navegar? – preguntó Emiliano
  • ¡Derribaremos un tronco!
  • ¿¡QUÉ!?
  • Como lo oyes, vamos a tirar un árbol y sus ramas más largas las utilizaremos de remos
  • ¿Está loca? – hace una pausa – Sí, si lo está – susurrando
Un crujir se escuchó a un par de metros de donde estaban, un árbol con forma particularmente cóncava se estaba derribando, sería perfecto para navegar ese río indomable.
  • Esto es lo que haremos, cuando te diga que saltes tú, saltarás hacia el árbol – entusiasta
  • ¿Con los cocos?
  • Pues sí – desesperada
  • ¿No nos hundiremos? – intrigado
  • No, no, – confiada – espero que no
Finalmente, el árbol cayó y se dirigía con gran velocidad hacia ellos. Ambos se prepararon y cuando estuvo enfrente suyo ambos saltaron, Emiliano casi se cae pues no saltó con suficiente fuerza mientras que Ofelia se volvió a pegar en su herida. Se quejó del dolor y sacó una lágrima. Pasado el dolor, ayudó a Emiliano para subir al árbol barco. Dejaron que la corriente los llevara a esa velocidad, la verdad, no se preocuparon mucho, el cansancio se hizo presente y ambos durmieron. La noche se hizo presente y el borde del río estaba resplandeciente, unas pequeñas flores similares a los tulipanes eran las encargadas de esa luz tan hipnótica. Un fuerte golpe los zangoloteó despertándolos enseguida, vieron una criatura escamosa color blanco con pequeñas protuberancias asemejándole a unos cuernos, mostró su cara y tenía un cuerno pequeño en la punta, tenía unas orejas largas y las estaba moviendo desenfrenadamente, su complexión era delgada y alargado, quizá era ciego pues solamente movía conforme a lo que escuchaba.
  • Parece una anguila – exclama Emiliano
Cuando dice eso, la criatura sale muy alterada del agua. Era el Meocuilli. Es igual al extinto plesiosaurio, nada más que esta criatura sí era ciega y podía oler por medio de la lengua como lo hacen las serpientes. Casi se iba a abalanzar sobre el árbol donde ellos estaban, pero unos pequeños Ozomantli estaban jugueteando entre los árboles y esta criatura salió del agua para cazarlas. Lo más sorprendente es que la criatura utilizaba sus aletas como patas para cazar a sus presas. Se metieron de lleno en la jungla.
  • ¿¡ACASO TODA ESTA ISLA SE QUIERE COMER ENTRE SÍ!? – grita enojada
  • ¡Y si sigue gritando nos comerán a nosotros! – alterado
  • Perdón, oye, ¿Qué hora será?
  • No sé, pero ya vio lo fluorescente de las flores – señalando
  • Se parecen al agua del lago
  • ¿Qué habrá sido esa criatura del lago?
  •  No tengo ni la menor idea
  • ¿Cree que haya criaturas de ese tipo aquí?
  • En esta isla ya creo que haya un poco de todo
  • ¿Qué más habrá?
  • No me extrañaría ver a criaturas prehistóricas
  • ¿Cómo los dinosaurios?
  • Y cosas inimaginables

Sonaron las ramas y hojas de los árboles, vieron a varios Ozomantli que estaban escapando de esa criatura marina que las aletas se le habían convertido en unas poderosas piernas diminutas. La evolución ya estaba aquí y no habíamos notado.

Antes de que volvieran a dormirse, notaron que salieron unas pequeñas Cueyatl luminiscentes con rasgos de Axolotl, utilizaban el agua como pista de patinaje y parecía que se estaban divirtiendo, jugueteando y salpicándose entre sí.

Puente de roca

Dos días pasaron en el río, la desesperación de estar ahí dentro, la falta de comida, la incomodidad y los olores de ellos mismos los estaban atosigando a tal punto de volverles locos y, para poder aguantar el hambre, tuvieron que tomar una de esas Cueyalatl axolotl y comérsela, en sus palabras, sabía a pescado o a camarón recién pescado. El extraño Meocuilli les hizo compañía cada noche junto con los Ozomantli, incluso se encontraron a un pez que podía imitar los cantos de los lémures.

Antes de que llegaran al puente, ambos se sentían espiados por alguna criatura que no podían ver, incluso, de la presencia, el monstruo blanco se desapareció para no volver con ellos, algo más grande los seguía lento, pero bastante cerca. Pasando la hambruna, frío, dolor e incomodidad del tronco por fin pudieron llegar a la playa donde, se suponía, estaba el icónico puente de piedra. Pudieron ver la orilla arenosa del río. Con unas ramas que rompieron del propio tronco se dirigieron a la orilla del río para por fin salirse del canal, cuando estuvieron en un nivel bajo de agua ambos bajaron y subieron el tronco a tierra, Ofelia se hincó para tocar de nuevo la arena y Emiliano se acostó en la playa.
  • ¿Ya extrañaba la tierra? – pregunta Emiliano
  • Imagínate, para mi edad ya es difícil estar en una posición mucho tiempo
  • ¿Tiene artritis?
  • No, cáncer de huesos
  • Oh, este…
Se quedó callado sin saber qué decir.
  • Sé que no se puede decir muchas cosas con el cáncer – nostálgica – solamente hay que aceptarlo
  • ¿Cuánto tiempo le dieron?
  • Hasta una semana después de que hubiéramos llegado a Hong Kong
Ambos se quedaron callados, se levantaron sacudiéndose la arena y voltearon a todos lados para poder dirigirse al puente de piedra, pero no lo encontraban.
  • ¿Dónde se supone que estaba el puente? – preguntó Emiliano
  • No decía el grabado, únicamente decía que en la costa del río estaría
  • ¿Qué más vio en eso?
  • Supuestamente había una criatura espeluznante
  • ¿Cómo se mostraba?
  • No me acuerdo, pero quizá sea la anguila blanca
  • ¿Cómo los llamaremos?
  • ¿A quiénes? – extrañada
  • A las criaturas
  • Luego lo definimos, por ahora vamos a buscarlo
Fueron a buscar ese puente, pero, extrañamente, se originó neblina gruesa la cual no podían ver ni sus narices. Con mucho cuidado y temor avanzaron, chocaron con varios árboles y rocas que estaban ahí en la playa. En uno de esos choques fue fatídico pues chocaron con una criatura negra, era bastante delgada, prácticamente un esqueleto, era bípedo, sus fauces eran más grandes que las de un cocodrilo y más fuertes que las de un tiburón blanco, su cabeza era gris, tenía vista de águila, en la punta de su cola tenía un pequeño mazo de hueso, sus brazos eran cortos y casi inútiles, se paró y los vio fijamente, medía más de cinco metros. Gritaron y corrieron sin importar que no vieran absolutamente nada, siguieron andando hasta llegar al mar en donde estaba un conjunto de piedras dando la ilusión de un puente que se adentraba al mar y dirigía a quien sabe dónde, entraron en dilema pues era eso o quedarse con la criatura prehistórica.
  • ¿¡Qué hacemos!? – apanicado
  • Hay que irnos por el puente
  • ¿No cree que la criatura nos siga?
  • Nos podemos quedar aquí si quieres, pero no creo que quieras sentir el dolor de lo que se siente que te desmiembren poco a poco
  • ¡Vámonos al puente!
En eso, la criatura llegó por detrás y rugió dejándolos sordos por unos momentos. Ofelia jaló a Emiliano y fueron hacia el puente de rocas y corrieron con cuidado pues las rocas estaban demasiado resbalosas y filosas. La criatura quiso seguirlos para devorarlos, pero no podía tocar el agua salina porque quemaba su piel, incluso le sacaba humo y el puente de rocas a duras penas podía poner media pata, se salvaron momentáneamente. En su carrera para poder sobrevivir se encontraron y chocaron con Marceline.
  • ¿Quién eres tú? – dijeron
  • Soy Marceline, ¿Ustedes quiénes son?
  • Emiliano y Ofelia – dijo Ofelia
  • ¿De qué corren?
  • De una criatura espantosa, vámonos para allá
  • ¡No! – replicó Ofelia – Estamos corriendo de otra criatura
  • ¿Qué hacemos? – preguntó Emiliano
  • No podemos regresar para ninguna de las islas
Mientras tanto, en su discusión ininterrumpida, en el agua se estaba acercando lentamente un gran objeto…



Diccionario.
Algunas de las palabras que se utilizaron para este escrito fueron del Náhuatl y su significado fue tomado de la web.
  1. Tozan. Rata/roedor.
  2. Miztli. No existe una traducción como tal, pero se le atribuye al Puma.
  3. Elepantli. Elefante
  4. Mishkoatl. Sanguijuela.
  5. Kuestpalin. Lagarto.
  6. Ozomatl. Gorila/gran mono.
  7. Ozomantli. Mono.
  8. Meocuilli. Anguilas.
  9. Cueyatl. Rana.
  10. Axolotl. Ajolote.
Créditos: Doctor Suavecito.

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