Te dije que ibas a mirar. Cuadragésimo primer microrrelato.

Te dije que ibas a mirar

Mis padres trabajan todo el día y mi hermano pasa las horas en la escuela. Eso significa que, casi siempre, estoy solo en casa. O al menos… eso creía.
Desde hace unas semanas, la tranquilidad se rompió. Es difícil explicarlo, pero a veces siento una mirada fija sobre mí. Es como un peso en la nuca, como si unos ojos invisibles me estuvieran estudiando en silencio. Mi corazón se acelera sin razón, y no importa si estoy solo o acompañado… la sensación sigue ahí.
Cuando se lo conté a mi familia, se rieron, dijeron que era paranoia. Intenté creerles, pero entonces empezaron las sombras. Las veía de reojo, deslizándose por los reflejos de los espejos. Nunca veía a nadie, solo ese movimiento imposible de explicar.
La noche que todo pasó, estaba en mi cuarto, con la puerta cerrada. No sé por qué, pero sentía que algo estaba detrás de mí. Entonces escuché mi nombre. Era una voz de mujer, suave, tan cerca que podía sentir el aire en mi oído. Me quedé inmóvil, mirando la pared, con el corazón desbocado y un frío recorriéndome la espalda. La voz volvió a decir mi nombre… más cerca. No quería voltear, pero lo hice. Ahí estaba: una figura de sombra con forma de mujer. Sonrió con gentileza y se lanzó hacia mí.
Desperté empapado en sudor, paralizado, sin poder gritar. Con esfuerzo giré la cabeza hacia mi teléfono: 3:37.
Cerré los ojos, intentando convencerme de que todo había sido un sueño. Pero entonces, en la oscuridad absoluta, la escuché otra vez, justo junto a mi oído: Te dije que ibas a volver a mirar.


Créditos: Bernardo Jared.
Adaptación: Doctor Suavecito.

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