No necesito verlo. Quincuagésimo cuarto relato.

No necesito verlo

En las afueras de una pequeña ciudad un hombre acababa de mudarse después de haberse divorciado, su esposa lo dejó con la excusa de que siempre estaba ocupado con el trabajo y nunca le prestaba atención, el hombre no se negó y aceptó el divorcio. Su único remordimiento era su pequeña hija a la que quería más que nada en el mundo, tras la mudanza continuó haciendo lo que hizo que terminara ahí…trabajar.
Su trabajo no era la gran cosa, tan solo un vendedor de bienes raíces. Ese día era fin de semana, salió a dar un paseo para descansar un poco del trabajo ya que le había prometido a su hija que descansaría del trabajo de vez en cuando. Mientras caminaba encontró un letrero en el que se leía “sendero del bosque de …” la última parte estaba ilegible. Decidió seguir el camino, eran unas lindas vistas de los prados y de los campos de cultivo. Se percató de que nunca se había salido del camino de la carretera. Siguió andando mientras pensaba en ir a revisar nuevas propiedades que se desocuparon, según relatan los anteriores arrendadores algo no los dejaba dormir por la noche y, al parecer, uno de ellos se fue repentinamente, su jefe tuvo que desocupar la casa al no saber nada del propietario. 
Cuando se percató, todo el bosque se había quedado en completo silencio, ni un ave trinaba. Era extraño, era un silencio inquietante. Una suave brisa agitó las ramas de los árboles. Miró hacia el campo, se percató de algo extraño, una figura similar a un espantapájaros con un sombrero extraño. El viento sopló salvajemente y el cabello le tapó los ojos, al quitárselo de la cara volvió a ver hacia el campo, pero no vio nada. El viento tiró al espantapájaros. Suficiente paseo - pensó. Regresó por dónde vino.
Durante todo el camino sintió que lo observaban, una sensación extraña, pensó que era solo porque había tomado un camino distinto y le inquietaba que no fuera su ruta normal. Entró a casa y se sentó en su escritorio, de vuelta al trabajo. Las horas pasaron anocheciendo de forma tan rápida que no se percató hasta que miró por la ventana. Divisó una sombra extraña, semejante al espantapájaros visto por la tarde. Asustado, prefirió subir a su habitación para recostarse un rato. Cerró los ojos para intentar dormir cuando un ruido de pisadas lo despertó. ¡Un ladrón!, pensó para sí. Se apresuró a llegar a la puerta para ver por las escaleras. Tomó una escoba y se acercó lentamente hacia la escalera, encendió las luces y se escuchó un maullido. Al parecer solo era "Botitas", el gato que le había regalado a su hija, pero que conservó porque no la dejaron conservarlo luego de que se separaran.
Con tranquilidad, apagó las luces y el gato subió por la escalera. Regresó a la cama y el gato lo siguió. Al girarse, una sombra lo desconcertó. Miró hacia la ventana y algo tapaba la luz de las farolas. Nuevamente encendió la luz, no pudo observar nada. Buscaba alguna explicación, pero el cansancio era mayor, así que trató de dormir.
Al día siguiente se dirigió hacia las propiedades que tenía que arreglar. Al pasar por la carretera, entre los campos que rodeaban, veía cada tanto el espantapájaros con sombrero extraño, ¿sería una nueva forma más eficiente para alejar a las aves?
Al llegar a una de las casas, evaluó su estado. Se habían llevado todos los muebles. Revisó el jardín y tras unos arbustos se asomaba otro sombrero raro, pensó que sería una moda del lugar o una forma tradicional para los espantapájaros de la zona. Tras registrar toda la información de la casa, volvió al auto y al mirar por el retrovisor volvió a ver al espantapájaros, al voltear no había nada. El supervisor lo llamó para rectificar que hubiera revisado la casa, él le comentó toda la información de los papeles y le preguntó por mera curiosidad el motivo por el cual los dueños anteriores habían dejado una casa tan magnífica. El supervisor le contó que uno de los que rentaba la casa desapareció después de tratar de huir, todos creen que se fue a otro estado, pero lo extraño es que dejó a su esposa y ni siquiera ella sabe a dónde fue, los que llevan más tiempo en el pueblo dicen que fue culpa de “Ese ser”. Según lo que había escuchado hay una leyenda en la zona que dice que si lo encuentras no lo veas porque te seguirá hasta alcanzarte. El protagonista se quedó helado y colgó, con temor regresó a la casa y esta vez no había ni un solo espantapájaros. Dentro de la casa miró hacia la carretera, nuevamente observó que en la ventana había uno de esos espantapájaros. Este ente al acercarse parecía que se alejaba de la ventana. Era extraño porque había un espantapájaros adentro de la casa. Quizás alguna mala broma, debería mejorar la seguridad. Dentro de la casa entrar buscó el espantapájaros, pero no había nada. Habrá sido un ladrón, pero no se llevó nada.
Se sentó a la mesa y prendió la televisión, traía frituras. Mientras almorzaba, se cuestionó si debiese avisar de lo que vio, pero como no encontró rostro alguno decidió no tomar medidas.
Por la noche hubo mucho viento, así que se aseguró de que la ventana estuviera bien cerrada. Al mirar por la ventana vio al espantapájaros en el jardín. Al verlo bien era parecido a algo, pero no le encontraba forma, extrañamente no se movía nada a pesar del viento que hacía. Después de observarlo unos minutos se dio cuenta de lo que parecía, parecía un hongo gigante, como si de un champiñón se tratase, aunque era más alargado. Justo cuando se dio cuenta de lo que parecía, de forma repentina, avanzó a través de todo el jardín. Lo macabro fue que nadie lo arrastraba, ni el viento mismo. Cada vez se iba acercando más. El viento no parecía ser tan fuerte como para moverlo.
Sonó el teléfono era la llamada semanal con su hija, así que bajó para contestar a la sala, pero se apagaron las luces y el teléfono dejó de sonar. Un corte repentino, pero volvió en seguida. Cuando regresó la luz, vio una extraña figura cerca de la cocina, pero antes de poder distinguirlo sonó el timbre. Extrañado, caminó hacia la puerta. Se preocupó al saber que nadie debía de tocar en la casa. Cuando estaba a punto de abrirla, volvió a sonar el teléfono, tenía que ser la misma persona que llamó antes. Contestó el teléfono, pero solo escucho estática, no sé escuchaba nada así que colgó. Volvieron a llamar y escuchó la voz de su hija.
  • Papá, por fin contestas
  • Perdón cariño - contestó - el clima está muy mal en donde estoy hoy
  • Papá, ábreme
    El hombre miró de inmediato la puerta, era imposible que su hija estuviera afuera.
  • Cariño pásame a mamá
 Volvió a sonar la interferencia y no le quedó más que colgar. Sacó su teléfono y marcó el número de su esposa mientras se dirigía a la puerta. Tomó la perilla y mientras la giraba contestaron el teléfono.
  • Hola, ¿por qué llamas?
  • Me llamaste hace un momento, pero se cortó la llamada.
  • Yo no te he llamado.
  • Pero acabo de hablar con la niña.
  • La niña se durmió ya.
Al terminar de girar la perilla, la puerta se abrió de golpe por el viento que hacía, y el hombre cayó de espaldas. Seguía la llamada, su esposa estaba escuchando atentamente.
Al alzar la vista vio justo que en la puerta a lo que había creído que era un espantapájaros, pero ahora que lo tenía de frente era un hongo, enorme, medía más que la puerta. ¿Cómo un hongo puede medir tanto y cómo es que estaba frente a su puerta? El hongo avanzó lentamente, pero ¿¡Cómo es que esa cosa se mueve?!, no sabía el motivo, pero sabía que no le quedaba tiempo
  • Cariño - lloroso -, te amo, dile a la niña que papá siempre la va a querer.
  • Porque dices eso, ¿hola?, ¡contéstame!, ¿qué está pasando?
    Al día siguiente la policía tocó la puerta de la casa
  • Señor, abra se encuentra bien, su esposa llamó anoche y pidió que lo buscáramos.
Abrieron la puerta, buscaron por toda la casa y no encontraron nada. Parecía que se había esfumado en el aire, todas sus pertenencias estaban en la casa, lo único fuera de lugar era el teléfono justo frente a la puerta y de él crecía un hongo muy extraño, casi parecía una persona.
No sé volvió a saber del hombre, la gente del pueblo dice que fue obra de “Ese” y quien pase por el sendero del bosque de los hongos queda marcado y desaparecerá sin dejar rastro. Ya nadie recuerda la historia, pero nadie se atreve a pasar por ese sendero porque “Ese ser” siempre está al asecho de quién lo vea.



Créditos: Iara.
Adaptación: Doctor Suavecito.

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