La ciudad. Artista mental. Series.

La ciudad

Artista mental

Quienes no poseen aquellos bellos conocimientos de la mente, mucho menos sabrán de la belleza que conlleva el entendimiento artístico. Quizás uno esté relacionado con el otro en cuestiones ignoradas constantemente. Nuestro querido musicólogo y psicólogo habría encontrado una realidad muy dura dentro de la ciudad, falto de empleo por el recorte de personal de las grandes instituciones y más por los accidentes ocasionado por la misma ciudad y personas extrañas.
El musicólogo psicólogo, encontrándose en su departamento, reflexionaba sobre el caos de las farmacéuticas destruidas y cómo han golpeado duramente su profesión, pero hay algo más, algo que lo mantiene despierto por las noches. Desde el primer incidente reportado, un sonido peculiar y sutil ha comenzado a filtrarse en la atmósfera de la ciudad, un lamento casi imperceptible para la mayoría, pero que, para los oídos finamente entrenados de Elías, es una perturbadora sinfonía de angustia. Comenzó a investigar sobre los incidentes en las farmacéuticas. Descubrió que no eran al azar. Su obsesión comenzó a ser mayor a tal grado que capturó a un transeúnte del cual experimentó con ciertas melodías, saber qué frecuencia era la presentada en la ciudad. Él contaba con unos tapones para evitar las afectaciones de su experimento. De forma accidental, descubrió una frecuencia en la cual ponía en un completo transe a la persona y poniéndola a su disposición total. El efecto duraba un par de horas. Notó que los recuerdos previos no los tenía, una amnesia repentina.
Siguió haciendo su experimento con esta persona, llegó a un punto del cual a su primer experimento no necesitó de la música para controlarle, tan solo su voz bastó, ¿sería un gran avance dentro de sus experimentaciones? Capturó a cuatro personas más, repitió el mismo proceso; sin embargo, con ellos el control no fue tan fuerte, solamente duraba un par de horas. Bastó con eso para seguir su experimentación.
Luego de liberar a sus experimentos, solo se quedó con quien le lavó el cerebro. Obtuvo a un sirviente incidental. Continuó con la investigación principal, el averiguar los extraños incidentes.
En una noche cuando paseaba y reflexionaba con su sirviente, miró a lo lejos una mano metálica. Se veía bastante dañada, incluso se estaba arrastrando como si hubiera recibido una gran paliza. No pudieron seguirle el rastro. Al regresar para su morada, pudo ver a una gran muchedumbre. Elías pensó en la extraña similitud de esa muchedumbre con su sirviente, ¿será que tienen que ver algo o existiría un extraño fenómeno dentro del cual algo más estuviera pasando en esta ciudadela?
Mandó a su sirviente para inspeccionar y darle la información. Tardó bastante para su regreso, y cuando este sucedió las palabras comentadas no tenían ningún sentido, hablaba de zombis o gente controlada.
  • ¿Qué cosas dices? – comentaba Elías – ¿Y quién controlaba ese ejército al que tú nombras?
  • Así como le comento, – replicó el sirviente – no sé quién sea, jamás lo había visto, pero es uno de los dirigentes de la farmacéutica.
  • ¿Cuál de todas?
  • La más grande de la ciudad. Él controló a tanta gente con un virus.
  • ¿Te puedes contagiar?
  • No lo sé, tendríamos que provocar el control que tú me hiciste con algún otro paciente.
  • Tú sabes que no tendríamos posibilidad en contra de tanta gente que vimos, no sé si existan más de ellos.
  • ¿Usted fue el que me controló y no tiene idea de qué hacer? – irónica – ¡Ponga artefactos en la ciudad con su melodía para controlar a la población!
  • ¿Por qué no se me ocurrió eso?, espera, cierto, se me olvidaba un pequeño detalle ¡porque no tenemos presupuesto alguno!
  • Coloque la melodía en un evento masivo o simplemente con una bocina, como lo hizo con nosotros, el efecto debe ser similar o igual.

Ambos callaron. ¿Cómo es que es más inteligente que yo? – se preguntaba Elías – ¿será un peligro tener mucha cercanía o simplemente un aliado fuerte?, las preguntas siguieron en el aire. Los días pasaron. Ambos comenzaron a capturar personas y siguieron investigando el efecto de la melodía con las personas. El resultado era el mismo, tan solo duraba un par de horas sin poder extender más, ¿por qué habrá funcionado mejor con el paciente cero?

En otra noche de reflexión, vieron a uno de esos virulentos. Con mucha cautela, lo capturaron y lo llevaron para experimentar con él. Los efectos fueron diversos en cada prueba ya que iniciaban desde la agresión, pasando por un estado de inactivación. Los resultados fueron positivos ante los virus presentados. Lamentablemente quienes tenían el virus, el efecto de la música duraba un par de minutos. Una vez terminado el experimento, lo liberaron.
  • Tenemos una gran ventaja en contra de ellos, el chantaje podría financiar todo.
  • Tonta avaricia que tienes – le interrumpe el sirviente –, ¿no ves más allá del chantaje? Se podría dominar la ciudad.
  • Recuerda que los efectos no duran para siempre.
  • En mi caso sí duró más de lo esperado, de forma lamentable para mi persona.
  • ¿Cómo que lamentable para ti?
  • Así es, ahora tengo que servirte sin poder revelarme, podrá ser que mi intelecto incrementó con este experimento, pero mi vida es arrebatada por ti. Sé que al final de todo esto tendré amnesia de un par de días o unos meses.
  • Dudo de tu fidelidad, aunque me has ayudado de forma exhaustiva.
  • ¿Dudas luego del apoyo brindado y viendo que tengo la capacidad de eliminarte de una forma tan sencilla que tú nunca te hubieras imaginado? – levantando una ceja –, creo que debes reflexionar un poco más antes de hablar.
  • Mi reflexión está opacada por mis dudas, sabrás las motivantes para poder dudar y temer por mi vida, aunque acepto que por primera vez pueda reflexionar con una persona con conocimientos similares a los míos o, por lo menos, igualarnos.
  • Sabes que tú no podrás compararte conmigo, aunque no negaré el hecho de poder compartir los mismos saberes con alguien más.
  • Ahora no quisiera seguir con las dudas, prefiero concentrarme en cómo podremos efectuar nuestro plan ante la gran parte de la ciudad.
  • ¿Has considerado poner las melodías en la próxima festividad de la ciudad?
  • Pensé que, con los últimos incidentes, se cancelaría.
  • Jamás se cancela, en ningún evento histórico se ha cancelado.
  • ¿Sabrás la locación de este evento?
  • Es un evento público, lo más probable es que se haga en el centro de la ciudad.
  • Empaca todo, cámbiate y arréglate, tenemos un evento – sonriente
Los días pasaron. Múltiples eventos fueron ocurrieron, desde los incendios “inexplicables” hasta los distintos sucesos a los alrededores de las casas. El musicólogo estaba preocupándose más por la vestimenta e impresión que darían en la festividad, mientras que el sirviente estuvo mejorando la melodía para un mayor tiempo de control e incluso siendo más eficaz pues ahora servían de forma incuestionable, siendo incluso mejores sirvientes que los controlados por el virus. Los preparativos estaban listos, faltaba menos de una semana para la fiesta. Una cuestión se hizo presente ante la mente del sirviente.
  • Y al parecer todo está listo – comentó –, pero tengo una duda, ¿será acaso que visitarás a los dueños de la farmacéutica?
  • ¿Por qué lo mencionas? – cuestiona
  • Porque podrías darte a conocer de una vez, siendo un objetivo fuerte con tus nuevas tácticas.
  • O sería carnada fácil contra un poderoso enemigo y tú te quedarías a quién servir.
  • Por más que me emocione esa oferta, no puedo aceptarla por alguna extraña razón. Quizás mi mente de mono sigue estimando el cariño humano, especialmente con la poca compañía que tengo.
  • Entonces, mi elocuencia ante la misma pregunta, ¿por qué lo mencionaste?
  • Porque, además de la festividad de la ciudad, me enteré de una fiesta de las personas más poderosas de la ciudad, de entre ellas estará la más avariciosa de la ciudad y los dueños de la farmacéutica, pretendo que vayamos.
  • ¿Por qué debería contar con tu presencia?
  • Porque estoy atado a ti y también porque siempre he querido entrar a la casa de la avariciosa.
  • Por más sometido que estés a mi melodía, todavía tienes sentido del humor, jajaja.
  • Eso es diferente, me quitaste la voluntad, no el humor – sonriente
  • ¿Cuándo es?
  • Me enteré muy tarde, será mañana por la noche.
  • Supongo que ya tendrás todo listo para infiltrarnos.

Se dio la vuelta sin decir ni una sola palabra. La hora de la gran fiesta llegó. Llegaron a la mansión de la acaudalada, divisaron múltiples carros de todo tipo, personalidades diversas, pero con una escasa seguridad en las entradas de la casa. Pudieron ingresar por el garaje en donde estaban guardando los carros de los invitados. Sé sigiloso y no dejes que te vean – dijo el asistente – y toma – dándole un radio – servirá para comunicarnos. Escabullidos se infiltraron hasta la sala principal, en donde estaba el gran salón de la acaudalada. En el lugar había múltiples personalidades desde los dueños de los muelles, empresarios reconocidos e incluso el mismo alcalde de la ciudad, un evento particular.

A lo lejos vieron a la acaudalada, se encontraba platicando con los dueños de la farmacéutica. No dialogaron mucho para dirigirse a su despacho. Los siguieron hasta su despacho. Antes de hacer otra cosa, mandó al asistente a reproducir la pieza a toda la sala, teniendo parte del control. Él se quedó afuera escuchando la conversación dentro.
  • Un verdadero placer finalmente conocernos – dijo la acaudalada –, y déjenme presentarles a mi socio – señalándolo –, por más benevolente que pudiera parecerles, no lo es.
  • Dígame, señorita – interrumpió el virólogo –, ¿para qué nos solicitó en su oficina?
  • Tenemos información bastante interesante con ustedes – comentó el socio –, especialmente de los ataques sufridos en la ciudad.
  • ¿De qué nos hablan? – el virólogo preguntó nervioso
  • No finja demencia, caballero – dijo la acaudalada –, ustedes saben de los experimentos que han hecho con tanta gente o, acaso, ¿cree que nadie ha notado las múltiples desapariciones de los pacientes frecuentes en su farmacéutica?
  • Y como ustedes sabrán – continuó el socio –, su empresa no tiene los suficientes medios para mantenerse en pie durante mucho tiempo, especialmente con el recién incidente.
  • No sabemos absolutamente nada de lo que nos dicen – dijo el jefe –, ustedes están locos.
  • Sé que quieren fingir demencia – interrumpió la acaudalada –, pero mi constructora está trabajando en las reparaciones a los alrededores de su empresa que quedó hecha añicos y tengo la alusión de saber qué traje metálico fue capaz de hacer esos destrozos.
  • ¡Es de ustedes esa maldita máquina! – gritó exaltado el virólogo – ¡Desgraciados!
  • En caso de que esa información fuera verídica – inició el jefe – o siquiera creíble, ¿tendrán un par de pruebas con eso?
  • Tenemos un par de cuerpos de los infectados con ese virus que hicieron, – comentó el socio – curiosamente están en nuestras propiedades.
  • ¿Qué es lo que quieren? – cuestionó el jefe
  • Queremos algo simple – dijo la acaudalada –, denos su compañía y la fórmula del control de sus víctimas.
  • Y en caso de que no quieran, bueno, para eso está el convencimiento – el socio mostró un arma guardada en sus pantalones
Ya está lista para reproducirse – sonó en el radio – sonará en dos minutos. Sonrió y abrió la puerta. Todos estaban extrañados ante la interrupción del extraño hombre.
  • Disculpe, pordiosero – dijo la acaudalada –, estamos en una reunión importante.
  • Dama y caballero – inició el musicólogo –, no quiero molestarles demasiado; sin embargo, a comparación de ustedes, soy un pequeño sirviente ante ustedes.
  • Déjenme darle un plomazo a este papanatas – comentó el socio
  • Deja que hable el Patiño, quiero escuchar lo que dice – interrumpió el jefe
  • Agradezco de su amabilidad – siguió el musicólogo –, sé de ambas organizaciones. La gran constructora desarrolló un traje robótico mientras que la farmacéutica desarrolló su virus; yo desarrollé una melodía la cual puede controlar a cualquier ser, incluso quienes están controlados por aquel virus creado.
  • Otro que viene a chantajear – interrumpió el virólogo –, ¿será que alguien de la fiesta no vendrá a chantajearnos?
  • No tengo respuesta a su interrogante – dijo sonriente el musicólogo –, lo único que sé es que en unos momentos sonará la melodía, vengan conmigo.
Salió de la habitación. Los restantes salieron junto con él. Se apoyaron en el balcón de donde se veía el gran salón. El musicólogo les dio unos tapones de oídos y vieran el espectáculo. La melodía comenzó a sonar, al principio todos fueron extrañados por la música, pronto comenzaron a bailar de una manera sincronizada, como si de un gran baile de época victoriana se tratara. La sonrisa del musicólogo era incontenible, los demás tenían una cara de asombro. A pesar de que tenían los tapones de oído, la música estaba afectándoles un poco. La música se detuvo drásticamente, estaban esperando una orden. ¡Suban hasta el balcón! – gritó el musicólogo. La orden se cumplió, muchos estaban subiendo por las escaleras, otros tantos estaban tratando de trepar. Se quitaron los tapones.
  • Seré curiosa – dijo la acaudalada – ¿cuánto tiempo dura el efecto de su control mental?
  • Lo suficiente como para dejarles atrapados y recordarme – sonriente –, ¡sométanlos y no los suelten!
Todos los controlados hicieron caso a la orden. Decenas de personas se abalanzaron en contra de los cuatro individuos, permitiéndole escapar al musicólogo. ¡Vámonos al garaje! – gritó al radio. Corrió como pudo, estaba riéndose del suceso que ahora había provocado. Cuando llegó al garaje, el asistente estaba ahí con un carro particular, estaba siendo conducido por uno de los infectados. Entró al carro y arrancó de una forma salvaje.
  • ¿Cómo pudiste controlar a otro individuo sin mi voz? – preguntó el musicólogo
  • Al modificar la música, pude modificar mi voz siempre y cuando tú des la primera orden.
  • Ocasionalmente me sorprende tu intelecto, pero mi creación fue más grandiosa que las externas.
  • No te creas un dios ante lo mortal, podrás tener una victoria ahora, pero no ganaste la guerra.
En la gran carrera, hubo un par de choques, provocando un par de daños a estructuras como edificios aledaños o incluso a la decoración, árboles y bancas; al mismo tiempo, el vehículo sufrió abolladuras y daños en toldo y máquina, e incluso el dislocamiento de la mandíbula de este infectado resultó dañado por los impactos. El asistente habló en una lengua desconocida con el infectado, acató la orden que le dio en aquel dialecto deteniéndose cerca de la morada del musicólogo. El carro arrancó a una alta velocidad. Comenzaron a caminar de forma discreta, el silencio y tensión se podían cortar con un machete cocotero.
  • ¿Cómo pudiste comunicarte en un nuevo lenguaje? – preguntó el musicólogo
  • Algo que descubrí – contestó –, durante la fiesta pude comunicarme con los primeros infectados con la música, habló en una lengua inexistente, aunque pude entenderle perfectamente, como si estuviera hablando español.
  • ¿Por qué no entendí esa lengua?
  • Porque únicamente se entiende por quienes estamos infectados.
  • ¿Es innato?
  • Parece que sí.
  • La plática seguirá para después, por ahora tenemos que resguardarnos hasta la fiesta del pueblo.

Llegaron a la morada. Reforzaron las puertas y ventanas. El pánico, el terror de las acciones hasta ahora realizadas, las próximas consecuencias y la carga eterna en los hombros del sirviente, así como del amo.

El efecto de la música terminó. Los invitados de la fiesta estaban exhaustos y confundidos, no recordaban absolutamente nada de lo ocurrido. Saca a todos de mi casa – dijo la acaudalada a su socio, en un tono irritada. El socio sacó su arma y lanzó tres balazos al aire, los invitados salieron corriendo del lugar. Los matones agarraron al virólogo junto a su jefe trayéndolos a los pies de la acaudalada. Cuando no quedó ni una sola alma, comenzó la plática.
  • Considero que lo nuestro, queridos caballeros, se quede en un mal recuerdo – comentó la acaudalada.
  • O puede irles demasiado mal – complementó el socio, apuntando la pistola a la cabeza del virólogo.
  • Podrá ser mi muerte un cambio – inició el virólogo –, pero tan solo por esta velada no creo que mi sangre se deba derramar.
  • Perfecto – contestó sonriente la acaudalada –, entonces no los detengo más, caballeros. Ahora, salgan de mi propiedad o los cazo como malditos perros.

Los matones los alzaron, saliendo de la propiedad para arrojarlos a la calle. Sacaron sus armas y comenzaron a lanzar balazos al aire.

Los tres contrincantes se alzaron ante la batalla; no obstante, he de cuestionarme la verdadera cuestión, ¿quién será gobernante de la ciudadela?




Créditos: Doctor Suavecito

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