Morgue de los artistas
Pintora
Llega un punto del día donde me
pregunto si me cansaré de estar con la gente, platicar con ellos, convivir con
mi prójimo. Siendo sincero, preferiré estar en la morgue con aquellos quienes
fueron, vivieron y contaron una historia, quizás me encante leer lo que fueron
en vida y saber que pudieron descansar en lugar de que elogien lo que nunca
serán.
Un cuerpo llegó, buen momento el que
arribó pues mi hastío estaba desbordándose. Joe, quien siempre los traía, me
comentó que la profesión de aquella joven era artista. Siempre he considerado
que los artistas deben de dominar un mínimo de tres artes y no solo uno, en ese
caso, debería llamarse como su profesión siendo pintores o escritores, por
ejemplo.
De costumbre, me puse mi equipo y
abrí la bolsa. Reconocí al cadáver, era una querida amiga del bachillerato. Un
gran nudo se me hizo en mi garganta, nunca pude verla luego de una salida en la
universidad cuando en algún momento salimos a beber, en esos instantes estábamos
en nuestra eterna juventud y supuesta alegría febril, aunque yo ya sufría
depresión desde aquel entonces.
No iba a dejar que lo emocional me
lastimara, no otra vez.
Su arte era magnífico; la técnica
que hacía de dibujo era amigable para la vista, infantil podría decir; su
técnica de pintura era mucho más surrealista y no tan digerible para todo el
público, podría compararla como una mixtura entre Remedios Varo y Dalí junto
con la esquizofrenia de Picasso; sus esculturas y similares eran una cosa
sinigual, no podría describir lo que ella hacía en vida.
Prendí la grabadora para hacer la
bitácora. Revisé la parte externa, en sus manos tenía manchas de pintura y un
par de gotas en la planta de los pies, contaba con múltiples marcas en brazos y
piernas, pequeñas rajaduras de objetos punzocortantes. Olía a alcohol, parece
que, en todos los artistas, para su inspiración hasta en sus últimos momentos,
siempre será necesario el alcohol. Abrí su cuerpo. Noté un olor bastante
fuerte, uno de los que jamás había olido en mi vida. Provenía del estómago. Al
abrirlo, una cosa verdaderamente horrible, sangre molida y una mezcla de
pintura amarilla, parece que siguió el ejemplo de Van Gogh. De a poco comencé a
revisar su tracto intestinal junto con el tracto esofágico. Había ruptura de
ambos tractos, pretendía que fuera por la misma pintura. Sus pulmones estaban
negros, como si hubiera fumado durante años. Ella nunca fumaría, estaba en
contra del tabaco. Sus dientes estaban casi perfectos, no tenían daño producido
por cigarro o similares. No me explicaba lo de sus pulmones.
Cerré la incisión al no encontrar
más anomalías fuera de las mencionadas. La guardé e hice la nota. Apagué la
grabadora y comencé a preguntarme, ¿cómo alguien a que conocí siendo tan feliz,
alegre, con tanto talento del que jamás pude haber tenido haya terminado así?,
¿por qué algunas personas de las que sí vivieron el sueño de ser artistas
terminaron tan pronto su historia?, y no pretendo que haya sido infeliz al
seguir su sueño. Salí de mi casa, en donde tenía la morgue, fui hasta el viejo
tronco seco, saqué un cigarro y con un encendedor que guardé dentro del tronco
lo prendí. Hace años que no fumaba, pero creo que se ameritaba la ocasión al
perder a un gran talento de nuestro mundo asqueroso y ruin en el que se ha
convertido.
Espero que hayas vivido bien, mi
querida amiga. Descansa en paz.
¿Por qué las grandes proezas del arte terminan
más rápido de brillar que aquellas que no?
Créditos: Doctor Suavecito
El texto se inspiró en nuestra querida amiga y dibujante, Fritz.
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