Carreras técnicas. Alcantarillado. Series.

Carreras técnicas

Alcantarillado

La criatura, permaneció oculta entre las sombras de aquel árbol muerto, trató de dormir, pero pensamientos abstractos llegaron a él mientras observaba los lingotes de oro que compartían su improvisado refugio. La pregunta que había murmurado, ¿Por qué te fuiste?, resonaba en su mente, un eco de la confusión y el abandono que sentía. La transformación, aunque le había otorgado una forma más cercana a la humana, no había traído consigo comprensión ni consuelo. Solo hambre, confusión y una profunda soledad. Parece que entre mayor intelecto junto a la supuesta evolución traía múltiples consecuencias.
Mientras tanto, Zara y Víctor, aún con el corazón latiendo con fuerza por la reciente huida, se encontraban a varias cuadras de la escuela. Víctor, aún en estado de shock, el cansancio era abisal para ambos. Ninguno creía lo apenas visto, a la par que Víctor apenas respondía a las preguntas de Zara. Llegaron a una avenida poco frecuentada, el cansancio los agobió, lo que provocó el pánico fue disminuido al pararse. Fueron procesando poco a poco lo visto. Víctor, ¿estás bien? – preguntó Zara con voz suave, sosteniendo sus manos temblorosas. Víctor parpadeó lentamente, como si despertara de un mal sueño. Yo... yo no lo sé. Lo vi... lo vi desgarrarlo...
Zara frotó su cabeza, no sabía qué hacer ni decir. El miedo dominó al por mayor.
Tenemos que contárselo a alguien. A la policía, a las autoridades de la escuela. – dijo Zara
¿Quién nos creería? – frotándose el cuello – Una criatura que cambia de forma, un hombre muerto... Pensarán que estamos locos.
Zara suspiró. Sabía que tenía razón. La historia era increíble, casi de ciencia ficción. Pero no podían quedarse de brazos cruzados.
De vuelta en la escuela, la criatura, en su forma pequeña y anfibia, exploraba su nuevo escondite. Reunió un par de ramas, rocas y hojas para hacer su nuevo nido. El agua que se había filtrado había creado un pequeño riachuelo con flujo constante, le creó un entorno ideal para el pequeñín, era suficiente para mantenerlo hidratado. Observó los lingotes de oro con curiosidad, sin comprender su valor, los utilizó como cama. Su atención se centró en un pequeño reflejo en la superficie dorada junto con el agua corriente. Se vio a sí mismo, una criatura extraña y solitaria.
En su tranquilidad y soledad, un ruido repentino lo alertó. Voces se acercaban a su nuevo hogar. Salió del escondite y comenzó a cavar para resguardarse. Se ocultó entre el lodo, se quedó observando con cautela por debajo del lodo. Llegaron un par de hombres vestidos con ropa negra, iniciaron a inspeccionar el lugar. Uno de ellos, accidentalmente, resbaló con el lodo revelando los lingotes de oro. Con dificultad pudo levantarse, mientras que otro comentó: ¡Aquí está! – dijo con voz grave – Recojan todo, llévense los restos y busquen cualquier rastro de...eso. La criatura sintió un escalofrío. Sabía que se referían a él. Los hombres comenzaron a recoger los lingotes, sin percatarse de su presencia. La criatura aprovechó la confusión para seguir cavando a mayor profundidad y así escabullirse. Sus garras tocaron una superficie mucho más dura que la roca, utilizó sus poderosos dientes para perforar esa estructura. La quebró, resultó ser uno de los grandes tubos de alcantarillado. El agua acumulada fue succionada por la grieta provocada, la corriente hizo su trabajo llevándose consigo a la criatura.
Mientras tanto, Zara y Víctor, después de meditar y calmarse un poco, decidieron regresar a la escuela, armados con la cámara del celular de Zara. Su bodrio plan era documentar cualquier evidencia que pudieran encontrar; sin embargo, ¿qué tanto verían al documentar nueva información de la cual podría incriminarlos de falsedad o incluso de que ellos serían los creadores de todos los incidentes de la escuela?, parece que no pensaron bien sobre su plan.
Entraron por donde salieron. La grabación inició con los grandes destrozos provocados a las instalaciones principales, los grandes caudales, así como los charcos, pequeños saqueos, sangre y lo que parecían restos de personas. Llegaron a donde era el escondite de la criatura, notaron unas excavaciones generadas por palas para desenterrar algo. Los lingotes habían desaparecido al igual que esas extrañas personas. También notaron la filtración de agua, desconociendo el escape del monstruo.
En ese momento, comprendieron la magnitud del problema. No solo se trataba de una criatura peligrosa que no sabían su paradero actual, sino que también había personas involucradas en algo mucho más grande, no comprendían la magnitud. El oro, la criatura, el hombre muerto y las múltiples muertes provocadas... todo se estaba conectado, aunque generaba muchas más dudas.
Decidieron investigar más a fondo, comenzando por los laboratorios de SILADIN. Encontraron la jaula rota y rastros de sangre que conducían hacia el exterior. Parecía que ahí había iniciado la masacre de la criatura, dejado un rastro de terror a su paso.
Mientras tanto, la criatura, ahora en las alcantarillas, comenzaba a sentir los efectos del hambre, su forma más primitiva comenzaba a salir y su razonamiento era menor de lo que fue, regresó a su ser más primitivo. Necesitaba alimentarse de nuevo. El recuerdo de la sangre humana lo atormentaba, pero necesitaba saciarse. Continuó por todas las alcantarillas, luchó para escapar por las paredes; no obstante, sus esfuerzos fueron inútiles. Con el agua maloliente se impulsó hasta encontrar una luz potente, encontró una escalinata de metal la cual empleó para emerger la superficie. Para su sorpresa, salió en un callejón oscuro, ahora buscaba una nueva víctima. La noche había caído sobre la ciudad, y la criatura, hambrienta y desesperada, se adentraba en la oscuridad citadina, lista para continuar su cacería. El ciclo de terror y transformación continuaba, dejando un rastro de incertidumbre y peligro en la ciudad.
El oro, la criatura y los hombres de traje se movían entre las sombras, tejiendo una red de misterio y horror que apenas comenzaba a desenredarse, aunque parecía como si se buscara una aguja en un pajar. Zara y Víctor, sin saberlo, se habían convertido en piezas clave de un rompecabezas mucho más complejo de lo que jamás hubieran imaginado…


Créditos: Doctor Suavecito

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