¿Cuándo?
Más
tarde, en unas horas, ahorita, luego… no lo sé.
Dime,
¿cuántas veces has disfrutado esa taza de café que te despierta por las
mañanas? Puede ser demasiado amarga, demasiado dulce o tener el sabor perfecto
para tu paladar, pero dime, ¿era suficiente para ti?
¿Cuándo
vas a apreciar los detalles de tu vida? Si bien sé que la vida no es bella ni
mucho menos parece una dulce comedia donde al final el protagonista triunfa y
tiene todo lo que desea, es más bien como si los mejores directores de cine se
reunieran para crear la obra más desgarradora posible. Una historia con la
búsqueda de la felicidad, del perfeccionismo, con un brutal y doloroso
sufrimiento en nombre de la creación de una mejor versión de ti: de una versión
débil a una poderosa, de alguien insignificante a alguien importante en la
sociedad. Demasiado drama, demasiada tristeza, pérdidas, estrés y caos, pero
con la mejor banda sonora que podrías imaginar.
Aun
con toda esta locura, deberías apreciar un poco más lo que tienes. Deberías
dejar de solo llorar por la tragedia de tu vida. Es bueno llorar, es bueno
liberarse y es completamente común frustrarse por lo que te sucede. Pero piensa
que, aun con todo eso, tienes tanto en un frasco enorme de vida.
Hay
gente en las calles sin un hogar, sin alimento o sin prendas para vestirse.
Personas que han perdido a su familia, al amor de su vida, a un familiar o a un
amigo a causa de enfermedades degenerativas. Gente suplicando piedad por unos
días más de vida. Gente atrapada en guerras, anhelando ver el sol una vez más y
sentir la paz en su alma en lugar del peso de las balas en sus hombros. Tantas
plegarias por las mañanas, por las tardes y por las noches. Gente de rodillas,
suplicando piedad ante su dolor.
Hay
quienes tienen todo, hay quienes tienen poco. Existen quienes quieren más y
pueden luchar por ello, pero también existen personas para quienes pensar
termina en una terrible penalización. Somos victoriosos y somos miserables,
entramos y salimos de esas categorías una y otra vez. No siempre estamos
arriba, a veces estamos abajo, e incluso existen esas pequeñas ocasiones donde
nos desequilibramos en la cuerda floja.
Somos
partículas de un sistema incontrolable, desatando guerra y caos mientras
esperamos la calma y la paz ante la vida y la naturaleza. Queda claro que somos
la destrucción y la creación. Jamás estaremos conformes con nada y, cuando lo
estamos, no dura mucho. Siempre buscaremos más, porque somos seres insaciables
que buscan tenerlo todo sin saber cuál es el límite del concepto del
"todo".
Así
que dime… ¿cuándo? Esa pregunta que cuestiona el lugar y la hora, pero que en
realidad cuestiona la decisión, debería ser resuelta y no pospuesta.
¿Cuándo
vas a disfrutar de aquella caminata bajo el sol?
¿Cuándo
vas a saborear esa comida que pagaste con tu esfuerzo?
¿Cuándo
vas a resolver los problemas que tuviste con aquel amigo o amiga?
¿Cuándo
vas a dejar de beber?
¿Cuándo
vas a dejar de posponer las visitas a tu familia?
¿Cuándo
vas a hacer aquella cita médica determinante para tu salud física o mental?
¿Cuándo
vas a disculparte con aquella persona a la que le causaste daño?
¿Cuándo
vas a decidirte a ir a esas clases de baile?
¿Cuándo
harás ese viaje soñado con tus padres?
¿Cuándo
darás el siguiente paso para tu mejora personal?
¿Tienes
la respuesta acaso?
¿Cuándo
vas a valorar las vidas que te rodean?
¿Cuándo
vas a valorar y retribuir todo el amor que te dio esa persona?
¿Cuándo
piensas tener iniciativa para cambiar tu vida?, ¿cuándo
vas a dejar de evadir tus emociones?
¿Cuándo
vas a mejorar tus hábitos?
¿Cuándo
vas a valorarte a ti mismo?
¿Cuándo
vas a darte cuenta de que lo tuviste todo y que, por la indecisión o por
esperar lo mínimo, perdiste aquello que siempre habías deseado?
¿Cuándo
vas a enfrentar la vida con valor y dejarás de huir?
¿Cuándo
vas a disfrutar la lluvia o las puestas de sol?
¿Cuándo
volverás a abrazar a tus padres?
¿Cuándo
vas a abrir los ojos y mejorar?
Hay
demasiadas preguntas sobre cuándo lo harás.
¿Qué
demonios esperamos para realizar las cosas? Esperamos la pérdida completa de
las personas o de las oportunidades. Esperamos a que la gente se marche de
nuestras vidas. Esperamos a que la palabra "mañana" no exista entre
nuestras páginas, a que aquel plan se realice a la mala o por alguien más.
Esperamos hasta dejar de tener la oportunidad de elegir el tiempo y el lugar, y
nos entregamos al arrepentimiento, a la culpa, al remordimiento constante.
Procrastinamos
una vida entera. Quizás no sean las 24 horas de los siete días de la semana,
pero pregúntate cuántas cosas has aplazado y cuántas oportunidades podrías
perder con ello...
Sal,
disfruta el mundo, no te hundas en lo cotidiano. Disfruta el cambio constante
de la vida, la transición del sol a la luna. Disfruta esas lágrimas saladas y
cristalinas rodando por tus mejillas. Disfruta la alegría y abraza tus
emociones. Es tan bello el hecho de poder sentir, desde la rabia hasta el
éxtasis. Disfruta aquel beso de esa persona especial, el abrazo de tus amigos o
la sonrisa de tu madre, porque nunca sabrás si es la última vez que recibirás
esas muestras de afecto.
Cambia
para bien, busca la evolución y mantén la disciplina. Si bien es difícil
prosperar o mejorar, es posible. De no hacerlo, podemos llegar a arrepentirnos
algún día, y es mejor intentarlo que dejar partir una oportunidad y perder una
anécdota más.
Comprende
que la vida es tan rápida y que pocas veces contarás con la antelación del
final de las cosas. No esperes a que el final esté cerca para hacer las cosas
bien. No esperes el final para crear y mejorar. Disfruta el camino y mejora.
Deja de posponer y atiende aquellas cosas que deberían dejar de recibir un "más tarde" o un "no lo sé".
Porque
la vida no espera, no se detiene por nuestra indecisión ni por nuestros
miedos. Es un río que fluye, incansable,
arrastrando con su corriente los "luego" y los "mañanas".
Un día abrirás los ojos y notarás que el café ha enfriado, que la risa de
aquellos que amaste se ha vuelto eco, que el sol sigue saliendo, pero su luz ya
no toca las mismas manos.
No
dejes que el tiempo te robe lo que aún puedes abrazar.
No
permitas que la duda te condene a una vida sin huellas.
Porque
la verdadera tragedia no es el dolor ni la pérdida, sino
haber tenido la oportunidad de vivir y no haberlo hecho.
Así
que dime… ¿cuándo, si no ahora?
Créditos: Angeline
Garmald "Lo
que mis labios no han de decir, lo dirá mi corazón en mis manuscritos".
Adaptación: Doctor Suavecito.
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