La ciudad. Virólogo. Series.

La ciudad

Virólogo

Virología, aquel “bello arte” de estudiar los virus y otros agentes patológicos. Nuestro virólogo se encontraba en su laboratorio, había podido desviar un par de fondos hacia sus investigaciones sobre los nuevos virus que podía lanzar a la ciudad para probar con los diferentes fármacos que su empresa fabricaba.
En un nuevo experimento ante la creación de un virus, el virólogo se cortó con un tubo de precipitado agrietado. Accidentalmente un par de gotas de sangre cayeron en el frasco con el agente patológico el cual reaccionó de forma positiva. A las horas, el agente patológico había desaparecido, su sangre era la cura ante la nueva enfermedad. Extrañado ante el descubrimiento, decidió experimentar con más tipos sanguíneos. Descubrió que, de una forma extraña, su sangre era única, puesto que con ningún otro tipo de sangre podía desaparecer la enfermedad; no obstante, notó algo, el tipo “O” positivo era más propenso a la enfermedad. El virólogo desconocía si era por el recubrimiento en los glóbulos rojos o por su falta de antígenos.
Lanzó volantines para probar el nuevo virus a aquellos desgraciados quienes llegaran. Al comunicado llegaron poco menos de cien personas, serían suficientes para esparcir el virus creado. A los que se les aplicó el virus fueron a personas relativamente jóvenes, de entre veinte a cuarenta años. Presentaron unos malestares generalizados como fiebre, cuerpo cortado y dolor muscular, no presentaban mejora con ninguno de los fármacos que presentaba aquella compañía. Les aplicó un concentrado eritrocitario reducido para poder contrarrestar los efectos del virus; sin embargo, los padecimientos empeoraron considerablemente. Trabajadores junto al virólogo retuvieron a los voluntarios ante la nueva emergencia sanitaria recién creada. Los trabajadores se refugiaron en una cabina completamente esterilizada y con filtros de lo más moderno para evitar su contagio. Por otra parte, el virólogo se cuestionaba ¿Por qué salió ese resultado? No tiene ningún sentido que la cura no saliera, ¡El virus no puede someterme! En una decisión casi desesperada, fue a donde estaban los pacientes contagiados, tuvo medidas de asepsia y protección clínica, los revisó cuidadosamente para denotar algún diagnóstico favorable. Tristemente el virus seguía activo y latente. El agente patológico continuaba afectando a todos los sistemas funcionales de los cuerpos de los pacientes. La piel de los infectados denotaba deterioro pues se pigmentó verdosa, algunos presentaron pigmentación amarillenta opaca. Los gemidos de sollozo y desesperación fueron tales que el sonoro lamento recorría todo el laboratorio saliendo hasta la calle. Harto de la situación, el virólogo gritó exigiendo silencio, los pacientes lo hicieron. Acataron su orden. Quedó atónito por el efecto creado. Los allegados y trabajadores vieron por las cámaras, no podían creerlo.
  • ¿Por qué callaron? – preguntó el virólogo
  • Nosotros somos tú – contestó un paciente joven –, nos creaste, obedecer debemos.
  • Explícate mejor – interrumpió
  • Tú me creaste, a lo que conoces como virus – contestó un paciente veterano –, nos multiplicamos por tu sangre y ahora estamos conectados a ti, debemos obedecerte.
  • ¿Por qué no han matado a los infectados?
  • No podemos matar al individuo – responde una mujer –, no nos podemos dispersar para infectar a otros, debemos ser inyectados o transfundidos.
  • ¿Cuánto tiempo viven?
  • No lo sabemos – manifiesta un hombre robusto –, tan solo sabemos que mientras el cuerpo pueda sobrevivir, nosotros lo haremos.

El virólogo silenció ante las respuestas. Salió del cuarto y pasó por el protocolo de desinfección. No sabía si era verdad lo que el presunto virus le había comentado. Recorrió y vagó un poco por el pasillo, sus pensamientos le inundaban por la razón irracional.

Epitacio, el vicepresidente de la empresa farmacéutica, llegó donde el virólogo. Le enfrentó.
  • Mi querido compinche y dueño de la empresa – comentó Epitacio –, quiero preguntarte algo, ¿cómo es que hiciste eso?, ¿cómo los controlaste?
  • Hice un par de experimentos para poder lanzar nuevos fármacos, pero resultó contraproducente, ahora tenemos los pequeños zombis. Quizás están relacionados conmigo por mi sangre.
  • Tienes zombis y acólitos, querrás decir – interrumpiéndolo –, esto no se deberá dar a conocer a nadie.
  • ¿Cómo le harás para silenciar a todos los demás?
  • Tú sabes cómo le hemos hecho durante años, sobornando o silenciándolos permanentemente. Tú te tienes que encargar de la nueva emergencia sanitaria que creaste, ¿en cuánto tiempo podrás crear una cura?
  • Tú bien sabes que es tardado, además de que estamos en crisis financiera por el monopolio externo.
  • Tengo muy presente que estamos en números rojos, soy dueño de la mitad de las acciones de aquí. Recuerdo que esta empresa la forjamos por un sueño que ahora está desmoronándose. Tú tienes el conocimiento para restaurar la gloria que teníamos.
  • ¿Volvemos a usar los recursos que tenemos para ello?
  • Utiliza todo lo necesario para salvarnos, te cubriré el tiempo que sea necesario.
El virólogo siguió caminando sin prestar atención a su entorno. Todos se fueron a sus hogares excepto él. Entre la desesperación y sumisión, se le ocurrió una idea un tanto escabrosa, iba contra todos los principios que tenía; sin embargo, la presión ejercida para sobrevivir era aún mayor ante la moralidad, aunque la considerara tan solo un arbusto dador de moras. Se dirigió a los paneles de control interrumpiendo el video continuo, lo cortó de la sala donde tenían a los pacientes y la zona de carga. Una vez realizado eso, fue a la habitación de los pacientes en donde, con mucho cuidado, los desamarró poniéndolos de pie y quitándoles los sueros atados. Muchos de ellos estaban encorvados por el propio virus. Algunos contaban con pequeños deterioros en su morfología. Síganme de cerca, no se atrasen – susurró el virólogo a los pacientes. De a poco comenzaron a seguirle hasta la zona de carga y bodega, sus pasos lentos y algunas malformaciones creadas les daban un verdadero aspecto de momias o muertos vivientes. Daban un poco de repulsión tan solo verlos con llagas y heridas abiertas con un poco de pus. Todos esperaban instrucciones del virólogo, lo veían con un poco de intriga y desesperación. Abrió la cortina de la bodega, irán a donde esté la próxima farmacéutica y destruirán todo – les comentó –, acabado el trabajo, regresarán rápidamente. Acataron la orden, salieron de forma veloz, nunca había visto a nadie correr de esa forma fenomenal. Tomé una camioneta de la bodega de carga, las llaves se encontraban en la cortina de la bodega, cercano a las llaves de cierre. Los siguió de cerca para verificar la eficacia de su tarea.
Se estacionó en la esquina de la farmacéutica, los estaba vigilando de cerca. Sus acólitos al llegar empezaron a destruir toda la farmacéutica de una manera ingeniosa, derribaron un árbol mediano cercano al lugar y con él lo lanzaron a la entrada del comercio. Destrozaron toda la producción. Rompieron cables de electricidad, máquinas, tomas de agua y todo lo que ahí había. De forma accidental liberaron una toma de gas la cual reaccionó con los cables de alta tensión provocando una explosión tremenda. Uno de los muertos vivientes salió disparado hacia el basurero industrial y de residuos peligrosos biológicos infeccioso quedando inconsciente.
Por la explosión, hubo bajas importantes en los sirvientes del virólogo. De las cien personas, tan solo quedaron cincuenta, ellos regresaron lentamente al laboratorio dejando destrozado aquel inmueble. El virólogo se sorprendió con el resultado tan maravilloso, pero por temor regresó de forma veloz a su laboratorio.
Cuando llegaron, nuevamente los pasó a donde los tenían, les colocó los sueros y alteró las actas de defunción de los caídos en batalla, haciéndolos creer que murieron de manera natural. Acomodó el área de carga y reconectó el circuito de video. Nada está fuera de lo común. El virólogo dejó el edificio para partir a su casa y poder descansar.
El despertador sonó y empezaron a reproducirse las noticias matutinas. Y en otras noticias, día de ayer en altas horas de la madrugada ocurrió un extraño accidente, – decía la comentarista – la farmacéutica Marcelina explotó por la aparente caída de un árbol. Lo inexplicable es la caída de este árbol pues se encontraba del otro lado de la calle. Las autoridades están investigando, pudo haber heridos pues los peritos que llegaron a la zona encontraron ropa calcinada. La constructora “YAZMEX Construcciones” se ha puesto en marcha con la reconstrucción del edificio, pero conforme a este incidente muy posiblemente puedan irse a la bancarrota. El virólogo apagó la radio, se dio cuenta de que todo fue un éxito, aunque pudiera ser que los cadáveres los tenga que llevar consigo para evitar todo ello.
Partió para la farmacéutica pasando por los escombros de la competencia. Pasó de largo, quería que no lo notaran. Detuvo su marcha al ver al suelo pues encontró un dedo en estado de putrefacción que todavía se movía. Discretamente se agachó para recogerlo y llevárselo a analizar. Se fue de la escena en donde había un par de camiones de construcción.
Llegó a la farmacéutica, directamente fue a la sala donde se encontraban los pacientes; sin embargo, se encontró con Epitacio.
  • Oye – comentó Epitacio –, tú fuiste el único que se quedó el día de ayer hasta tarde, ¿Qué fue lo que pasó?
  • Pasar ¿de qué? – pregunta el virólogo
  • Hubo un corte en el video continuo en la bodega de carga y la sala de los pacientes, reitero, ¿Qué fue lo que pasó?
  • Lo que tú me dijiste, utilizar todo lo necesario para salvarnos.
  • Recuerdo que te lo dije, pero ¿cómo lo hiciste?, ¿tú fuiste quien explotó a la competencia?
  • Exactamente yo no, pero ellos sí, siguieron mis órdenes.
  • ¿Es por eso por lo que ya no tenemos a la mitad de ellos? ¿Qué les pasó?
  • Explotaron o murieron, para prueba de ello me encontré de pura casualidad esto – sacando el dedo putrefacto.
  • ¿Por qué se sigue moviendo? – asqueado y horrorizado – ¡Y guárdalo! No nos vaya a ver alguien.
  • No tengo la menor idea, pero hoy investigaré sobre eso – ocultando el dedo
  • Y antes de que hagas eso, por favor, evita que te vean o graben, podríamos caer nuevamente en una polémica como en aquella acusación de los medicamentos placebos que vendíamos.
  • Todavía recuerdo que filtraron esos documentos y tuvimos que pagar demasiado, por eso estamos en números rojos.
  • ¿Qué es lo que requieres para la investigación?
  • Tan solo requeriría tiempo, más dinero y pacientes porque no sé cuánto tiempo nos podrán durar los que ahora tenemos, parece que el virus los deteriora demasiado rápido.
Epitacio se va con una cara de desesperación y preocupación. El virólogo entró nuevamente al laboratorio para investigar la razón del movimiento constante del dedo rebanado. Encontró que las células infectadas por el virus mantenían con vida al dedo a pesar de deteriorarlo aún más, no dejaban que el huésped muriera para que él viviera. Es el primer caso de que un virus artificial evitara la muerte del infectado a pesar de dañarle todos los sistemas y órganos. También notó la generación de células infectadas para poder cerrar la herida. Volvió a examinar a los pacientes, notó que en las heridas y llagas anteriormente generadas por el mismo virus ya habían cicatrizado, pero con las mismas células infectadas que las del dedo, ¿una mutación para la supervivencia del virus en el paciente o por tener la incapacidad de liberarse fuera del cuerpo para esparcirse?
Tocaron la puerta, el virólogo volteó al pequeño ventanal y notó que era un equipo de cinco personas con múltiples materiales y reactivos. El virólogo salió extrañado. ¿Qué es esto? – preguntó. Todas las personas entraron con materiales de laboratorio, una de ellas le golpeó con el hombro, la última persona comentó – Se los manda el jefe Epitacio, para la investigación y pronta cura de los pacientes. Pronto salieron dejándolo solo con los nuevos reactivos y materiales. Hizo una mixtura con los nuevos y peculiares reactivos y especias para crear un efecto retardante de la descomposición del cuerpo. Afortunadamente pudo crear un suero el cual, a pesar de que no eliminaba al virus, revertía los estragos cometidos por el mismo, la piel retornaba a como estaba antes de la infección viral. Trató de crear múltiples frascos de ese suero para tener la aparente cura ante la patología sin perder el control ejercido por el virólogo. Pudo elaborar tan solo cinco litros con lo que le habían proporcionado los laboratoristas. De un momento a otro, entró la resaca moral ante lo que había cometido, ¿está bien destruir y corromper algo creado por alguien más para salvar el pellejo y todo lo que habías creado y por lo que sacrificaste demasiados recursos y tiempo? La mente quizás esté en dilema; no obstante, las acciones ya se realizaron de forma inminente y no se podrá arrepentirse…
La noche llegó, repitió las mismas acciones que la noche anterior, pero esta ocasión fueron mucho más lejos. La nueva farmacéutica tenía tres sucursales las cuales tenían control totalitario en la parte norte de la ciudad; el virólogo hizo que se separaran los pacientes para así hacer el trabajo de forma más eficaz, aunque les dijo que tuvieran cuidad para evitar lo que pasó en el primer incidente. La primera sucursal, la más grande, era donde se producían los fármacos para serle distribuidas a las otras tres sucursales.
La gran mayoría de los pacientes fueron hacia la surtidora, el virólogo también los siguió para ver que lograran de manera efectiva el trabajo. Los pacientes hicieron la misma técnica; derribaron un poste de luz y lo estrellaron contra la entrada. En esta ocasión abundaban muchos químicos peligrosos y volátiles lo que les facilitó la demolición y destrucción de esa edificación. Los pacientes se vieron infectados con los químicos corrosivos y ácidos a la par de que inhalaron los gases tóxicos existentes en el laboratorio los cuales provocaron un ligero desmayo ante la combinación de estos tres. El virólogo se percató de esto y fue hasta donde estaban sus acólitos, con una orden les dijo que llevaran a los desmayados a la parte trasera de la camioneta y terminaran de hacer su trabajo. Nuevamente terminó en un estallido en donde, para fortuna del virólogo y del propio virus, nadie pereció en esa misión suicida. Las tres sucursales restantes fueron mucho más fáciles de destruir puesto que, literalmente, eran en un espacio muy reducido en donde existían muchos riesgos explosivos o tan solo de deterioro estructural. Las estructuras cayeron más rápido que un castillo de naipes ante un tornado. En esta encrucijada no salió nadie destrozado ni mucho menos hubo bajas. La misión fue un rotundo éxito, quizás el primero de muchos pues no se detendrán…
Cada noche salían nuevamente a exterminar las demás farmacéuticas, farmacobiólogas o sus similares eliminando de a poco a la competencia. Todas las mañanas se escuchaba en el radio sobre los percances junto con la constructora YAZMEX. Acabaron con casi todas las farmacobiólogas y farmacéuticas de la ciudad tan solo quedando como la más importante la del virólogo, sus ventas incrementaron a más no poder; sin embargo, faltaba tan solo una por destruir y era su mayor enemigo comercial pues estaba afiliado a otras grandes corporaciones de la ciudad, entre ellas se encontraba la constructora YAZMEX y el banco JAX, el más poderoso de la zona.
Repitieron el mismo proceso de ataque ante la última farmacéutica en pie. Tenían decenas de guardias custodiando la entrada y, tristemente, no pudieron confrontarlos ante las tácticas del pequeño ejército. Los pacientes aumentaron al estar los fluidos corporales como saliva o la misma sangre derramada tanto de los pacientes y de los guardias. El ejército se estaba volviendo más grande, ellos estarían sirviéndole al virólogo.
Destruida la última farmacobióloga, todos regresarían a donde el laboratorio del virólogo...
Los días pasaron, la constructora siguió a tope de trabajo y el banco había tenido pérdidas significativas, la gente fue olvidando los sucesos y la farmacéutica se empezó a recuperar luego de pérdidas millonarias y a esparcir en toda la ciudad creando nuevas sedes. La ciudad empezó a aquietarse, ¿o no?
En una noche nublada con probabilidad de lluvia, el virólogo se encontraba con los pacientes dándoles tratamiento para evitar el deterioro de los cuerpos a la par de las investigaciones de los nuevos acólitos que tenía, se encontraba en completa soledad. Extrayendo sangre de uno de los nuevos pacientes, una de las alarmas sonó indicando una violación a la seguridad. Acto seguido, la alarma de incendios comenzó a sonar en distintas zonas del lugar. ¡Vámonos al área de carga! y ataquen a todo extraño que vean! – gritó el virólogo. Los pacientes, como pudieron, corrieron hasta el área de carga de una forma impresionante. El virólogo guardó en una maleta criogénica los rastros del virus y las muestras sanguíneas para huir detrás de todo su ejército. Pudo ver toda la destrucción que comenzaba a realizarse dentro de su farmacobióloga, su trabajo y sueños derrumbarse por completo sin que él pudiera hacer nada. Un par de cuartos explotaron provocando daños estructurales. Al llegar al área de carga, la cortina que cerraba estaba caída, alguien la tiró, ¿qué explosivo discreto o ente tan fuerte pudo haber derrumbado sin hacer tanto escándalo? Pudieron salir sin dejar a ninguno de los pacientes. Vieron como su imperio caía a más no poder.
Cerca de ellos se hizo presente de entre los cielos una extraña maquinaria choncha y robusta, como si de un traje se tratara, haciendo añicos el asfalto con su aterrizaje. Aquella cosa que cayó era una especie de traje robotizado completamente negro, con brazos y dedos lo suficientemente poderosos para aguantar el peso al escalar, sus piernas contaban con gatos hidráulicos para amortiguar caídas, contaba con última tecnología, aquel vidrio blindado que le permitía al usuario entrar y salir a voluntad era como si de un vidrio de una sola vista se tratase, cubría casi toda la parte delantera. Una maravilla en la ingeniería y mecatrónica. La extraña armadura no tenía ninguna abolladura o similar luego de haber provocado todo este desastre. Miró al virólogo y a sus allegados, con una voz grabe comentó Sé lo que tú hiciste, también lo que son tus acólitos. Pronto me verás. Saltó para desaparecer entre las nubes tormentosas. Las gotas de lluvia cayeron y todos quedaron sorprendidos ante el extraño ente que les destruyó el lugar. ¡Qué carajo fue eso! – gritó el virólogo.
De forma veloz, hizo que sus pacientes se dispersaran en la ciudad, dándoles la instrucción de que se verían a las doce de la noche en ese mismo lugar. Los pacientes se dispersaron sigilosamente y desaparecieron entre las sombras del lugar. Los bomberos llegaron a la situación de incendio para intentar apagarlo, tristemente fueron inútiles todos sus esfuerzos pues el fuego lo consumió.



Créditos: Doctor Suavecito

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