Cementerio. Bucle. Series.

Bucle

Volé de la forma más rápida que pude. Durante mi vuelo, divisé las criaturas más escabrosas de las que con anterioridad había visto, parece que con cada hora se hacían mucho más horrendas y asquerosas de lo que nunca pude habérmelo imaginado. Temía lo peor para las ciudades externas y cercanas de lo que pudo haber pasado.
Al llegar al mausoleo, noté que unos monstruos estaban profanándolo. Destruyeron la estructura y uno de ellos estaba a punto de echarse a correr. En mi vuelo, fui en picada con dirección a la yugular de la criatura. La escena fue tan sangrienta que no quiero recordarla, tan solo puedo decir que sus órganos internos fueron repartidos entre varios pedazos y su sangre fue un vino exquisito para las criaturillas carroñeras cercanas. La otra criatura, al ver eso, prefirió correr antes de sufrir un destino igual. Antes de poder tomar la estatuilla, noté el cadáver del monstruo se transformaba en el de un viejo el cual conocía desde pequeño. Había asesinado a una persona de mi infancia. Rompí en llanto, me transformé nuevamente en mi forma humana y, por accidente, toqué la estatuilla.
Al tocarla, rápidamente me transportó al dominio de la deidad. Pasé nuevamente por aquel túnel espectral; sin embargo, estaba completamente vacío. Incluso habían perdido los colores característicos de lo que recordaba. Tenía extrañeza ante mi percepción.
Cuando llegué, en esta ocasión, la estatuilla estaba conmigo y las gemas seguían incrustadas a mí.
  • Me sorprendiste – resonó la voz de la deidad – pudiste volver ante mí.
  • ¡Maldito monstruo! – grité – ¡Mira lo que hiciste ante el mundo!
  • No hice nada, tú lo provocaste, ¿no lo recuerdas?
  • Eso es falso, ¡dame la cara!
Se hizo presente, en esta ocasión fue un poco más perturbadora la forma en cómo lo vi puesto que denotaba que tan solo eran cúmulos de gemas de todo tipo, abundaban en rubíes, diamantes, esmeraldas, obsidianas y perlas; sin embargo, también estaban en diferentes proporciones de ágatas, lapislázuli, jaspes e incluso cuarzos. Tal vez se debía a que tenía las gemas incrustadas con mi ser.
  • Creo que con las gemas me ves de diferente manera, ahora creo que tan solo me ves como un montón de piedras, ¿no es así?
  • Es raro ver a un ser de dos formas completamente diferentes. Es bastante raro.
  • Y cuéntame, ¿cómo te va con la nueva belleza en tu mundo?, se ha vuelto mucho más pintoresco, ¿no lo crees?
  • Ya era pintoresco, tú lo arruinaste.
  • Te recuerdo que tú lo hiciste con la insolencia presentada la primera vez que viniste aquí, ¿habrás cambiado o tan solo aprendiste a controlar a las gemas?
  • Quizás he aprendido a controlar a las gemas y heme aquí, nuevamente ante ti.
Me transformé en una criatura espantosa, un ser fantasmagórico. Contaba con la intangibilidad del diamante, la regeneración del rubí, armadura de hielo y obsidiana, protecciones de las plantas junto con su resistencia. Mis garras tenían un tamaño de treinta centímetros, no tenía piernas, aunque no las necesitaba ya que tenía unas alas hermosas las cuales nunca había visto comparación. Parte de mi esqueleto sobresalía de mi cuerpo, creando la ilusión de incrustaciones de piedras y rugosidades. Mi color cambió por un blanco pálido, prácticamente era traslúcido. El tamaño ahora lo podía controlar, crecí hasta unos cien metros, era lo máximo que pude crecer. Al parecer era mi límite del crecimiento hasta ahora experimentado.
La deidad tan solo en un parpadear apareció a una criatura de casi el doble de mi tamaño, tan solo me ganaba por unos cincuenta o sesenta metros. Esta criatura tenía una coloración rojiza, piel de lagartija o cocodrilo, tenía cuatro brazos musculosos y en las garras de éste traía garras más afiladas que las mías, en su cola tenía una maza con pinchos, sus patas contenían garras no tan filosas e incluso parecían a las de un halcón o águila, de su espalda salían un par de patas de arácnido las cuales parecían inútiles y que estuvieran a punto de romperse sin remedio alguno.
Quedé maravillado y horrorizado ante esa criatura. Iniciamos a batallar. Las patas arácnidas eran excelentes armas de ataque, agradezco mi intangibilidad puesto que, si no fuera por ella, quizás hubiera muerto. Los grandes puños lanzaban golpes hacia mi cuerpo, pudo romper un poco de las incrustaciones de roca. Cansado de recibir ataque, saqué raíces y plantas carnívoras para poder defenderme. No sé de dónde, pero pude crear unas criaturillas de hielo y plantas, de un aproximado de cinco metros para poder hacerle frente a aquella monstruosidad. Entre las plantas, raíces y las diversas fuerzas de mi ejército para atacarle. Me quedé sorprendido porque ni siquiera pudieron hacerle frente a ese monstruo ya que con un par de golpes y cortes los podía desbaratar. En un ataque desesperación me hice intangible y controlé a esa criatura. Con su mismo cuerpo pude destrozarle las patas arácnidas, le provoqué daños fatales y bastante débil. Las plantas y los soldados pudieron controlarle y someterle así pudiendo derribarlo. Cuando salgo de su cuerpo, volví a golpearlo ahora con mi cuerpo y sangrarle. El enojo e ira fueron mayores los cuales provocó que se liberara de las raíces y del ejército, pudo agarrarme de mis alas y cola haciéndome trizas momentáneamente. Mi séquito pudo contenerle mientras que las plantas pudieron sanarme dando su vitalidad. Nuevamente me recuperé y junto a mis pequeñas criaturillas le dimos una paliza tremenda. Para acabar la batalla, congelé el cuerpo de la criatura a un punto en donde ningún órgano le pudiera responder para luego extraerla las fuerzas por las raíces que se metieron hasta la materia importante del cuerpo, extraída su vitalidad pude romper aquel hielo puro dejándolo esparcido. Pude matarle a un precio alto, estaba exhausto sin poder moverme tanto como quisiera.
El dios, en su hartazgo, hizo que vomitara las gemas y mi cuerpo repercutió en ello puesto que regresé a mi forma humana provocándome un par de daños en los diferentes órganos al perder las capacidades de curación. Mis creaciones desaparecieron inmediatamente luego de transformarme en mi forma base. Ya no pude ver al dios, tan solo oírlo, algo pasó con mi visibilidad. Me llevó hasta donde lo que consideraría su cara porque el sonido provenía de ahí. Quedé un poco impresionado por ti – comentaba –, tristemente matarte sería un desperdicio. Castigaré tu insolencia y matanza de una de mis mejores criaturas trasladándote nuevamente al inicio de tu epopeya. Sufrirás eternamente sin tener perdón…
...
Dieron las doce de la noche. Con lámpara, pala y pico llegué al cementerio. Encendí la lámpara y con mucho cuidado alumbré mi camino, hace tiempo no pisaba ningún panteón. Luego de un rato de estar caminando llegué hasta el mausoleo de mi abuelo, se encontraba hasta la parte más lejana, abandonada y olvidada del panteón. Con la leve luz de la linterna alumbré el mármol de elefante y rinoceronte que cubría toda la estructura, las puertas de vidrio soplado, grabados prehispánicos con un toque de relieves ilustrando plumas de ave adornadas con pedacería de oro las cuales estaban frágiles ante los intentos de robo, también se encontraban todos los cántaros que rodeaban el mausoleo.




Créditos: Doctor Suavecito

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