La última estación
En una de las tantas noches tormentosas y friolentas de la capital mexiquense, Alberto regresaba del trabajo con dirección a casa. Se sentía un poco mal, pero lo dejó pasar. Al llegar al metro notó algo particular pues las estaciones se encontraban completamente vacías. No había ni una sola alma. Al acercase a las ventanillas para recargar su tarjeta de movilidad se enfadó pues no había nadie. A pesar de
todo esto, Alberto decidió continuar con su camino ya que era bastante tarde y
no podía esperar a que regresaran las taquilleras, así que optó por saltarse los torniquetes ante la ausencia de policías lugar.
Siguió caminando con la tonta idea de encontrarse a más personas entre los largos pasillos rumbo a los trenes, pero el lugar era inhóspito, literalmente parecía un cementerio con tanta soledad. Al llegar a los andenes, quedó más sorprendido porque no había gente de ningún lado, era en extremo raro porque esa estación a esas horas se encontraba a reventar.
No tardó mucho cuando a lo lejos se podía ver la llegada del tren,
Alberto se tranquilizó un poco porque pensaba que tal vez ya no habría
servicio por la falta de gente ahí. Cundo el tren arribó notó que no tenía gente ninguno de los vagones. El tren abrió
sus puertas y Alberto subió, se sentó cerca de la puerta para poder salir rápido.
El tren cerró sus puertas y avanzó en las estaciones. Alberto comenzó a notar que las
cosas empezaron a tornarse mucho más extrañas de lo que ya estaban. El tren aceleró de forma anormal y, además de que no estaba deteniéndose en ninguna de las estaciones. Notó que el tren tomó otra vía la cual jamás había estado, estaba poniéndose nervioso. Finalmente se detuvo al entrar en una estación
secreta, las puertas se abrieron y Alberto bajó con mucho miedo. ¿Hay alguien aquí? - preguntó, nadie contesto por lo que Alberto decidió
caminar un poco más a buscar quien pudiera ayudarlo a regresar. Divisó a
lo lejos una pequeña puerta de la cual desprendía una luz por lo que decidió
entrar a pedir ayuda, pero al entrar vio algo que lo dejo perplejo y, antes de
que pudiera decir una palabra, recibió un golpe por atrás que lo dejó inconsciente.
Despertó en un cuarto y con una luz encima de él, una voz enfadada de un hombre comentó - ¿Qué estás haciendo
aquí? -, Alberto, con la voz temblosa contestó, -
No…no lo sé, solamente quería regresar a mi casa y cuando entré a la
estación estaba completamente vacía y abordé el metro. Yo solo quería regresar, pero por
favor, ¡no me hagas daño! - La persona misteriosa sacó un teléfono y llamó a
alguien, hablaron un poco.
- Bueno - comenta el hombre - así es, señor, nadie lo mandó.
Se escucharon murmullos los cuales eran inentendibles. Continuaba con la llamada y llegó un punto en donde se dirigió a Alberto preguntándole.
- ¿Qué fue lo que viste?
- ¿Qué se supone que debía de ver? - pregunta Alberto - Yo tan solo quiero regresar a mi casa, ¡sáqueme de aquí!
- Volveré a repetirlo, ¿Qué fue lo que viste?
- No vi absolutamente nada, tan solo vi que se desvió el metro, se lo juro, ¡déjeme ir!
El sujeto que tenía retenido a Alberto
lo miró fijamente, hizo muecas de desagrado y reprobación, el sujeto le preguntó al señor con
quien estaba en llamada, - Señor el sujeto dice que no vio nada, quizás esté aquí por mera casualidad… - siguieron murmullos los cuales denotaban enojo - Pero señor, él
ya ha dicho que… - gritos desaforados salieron del celular - Entiendo, no lo volveré a cuestionar…
El extraño hombre colgó la llamada y de su gabardina sacó un arma. Lo siento, pero jamás
debiste entrar aquí, está fue última estación -, la persona disparó contra Alberto dándole un tiro entre las cejas.
Créditos: Isaac Jiménez (Yo soy Edwin (@yosoyedwinyt) • Fotos y videos de Instagram)
Adaptación: Doctor Suavecito
Comentarios
Publicar un comentario