El sanatorio. Trigésimo relato.

El sanatorio

25/04/1986
Eran las 5 de la mañana cuando todo el pueblo escucho aquel grito que, hasta el día de hoy, tiene atormentado al pueblo ¡ESTÁ VIVO!, fueron las palabras que se pudieron escuchar de aquella enfermera que, sin pensarlo, salió corriendo del sanatorio del pueblo. La gente alrededor está confundida, nadie entendía lo que estaba pasando.
Un grupo de curiosos decidieron entrar en busca de aquello que tenía aterrada a la enfermera. Al entrar pudieron notar manchas de sangre por todo el lugar, viseras y vidrios tirados por todo el lugar, como si de una masacre de niveles catatónicos estuviéramos hablando. Cuentan que el olor era terrible, ni siquiera lo podían tolerar.
Sus rostros se tornaron con muecas de desagrado al llegar a los cuartos de enfermeros, algunos nos relatan que lo visto vieron fue más que aterrador, una experiencia sin igual, pues lo que vieron fue a Ulises, el borracho del pueblo que horas antes había ingresado por un fuerte malestar estomacal junto con una temperatura extremadamente alta. El servicio hacia Ulises fue pésimo, nadie hizo el más mínimo intento por ayudarle pues, al solo ser un borracho y un estorbo para la localidad.
A las tres horas de ingreso se escucharon gritos ininterrumpidos y gemidos de dolor llegando a tal grado que algunos otros pacientes querían escapar, ya que aquello los tenía bastante horrorizado.
Dieron las 3 de la madrugada, finalmente Ulises fallecería. El cadáver fue cubierto con una manta blanca, pero cuentan que su cuerpo se había descompuesto extremadamente rápido, como si hubieran pasado meses o incluso años. La enfermera encargada de Ulises contó que el cuerpo lucía como si hubiera sido calcinado, contaba con rasguños y mordidas por todo el cuerpo, nadie sabe con exactitud qué fue lo que lo causó pues, aparentemente, se encontraba físicamente bien, pero al ser abandonado en aquel cuarto del 109 nadie supo más de él.
Siendo las 5 de la mañana, Lucía entraría para iniciar la autopsia para, posteriormente, ser llevado a la fosa común; sin embargo, al entrar a la habitación pudo ver a Ulises de pie en una esquina de la habitación. Quedó perpleja porque hace tan solo unas horas antes Ulises había fallecido. Intrigada, intentó hablar con él, pero todo fue en vano. Al acercarse para ver si su visión le estaba jugando una mala jugada, Ulises la atacó y de una mordida arrancaría su delicado rostro dejándola tirada en la habitación. La sangre corría entre los espacios de los azulejos.
Aquel ente quien había robado el cuerpo del pordiosero rápidamente salió corriendo de ahí, acabando con la vida de cualquiera que se le atreviera a cruzarse en su camino, aquella cosa, sin lugar a duda, ya no era Ulises. Entraría a las demás habitaciones del sanatorio para poder saciar su hambre y acabando con la vida de todas las almas en pena que se encontraban en el lugar. Un ruido exageradamente fuerte delató su presencia entre los pasillos, fue entonces cuando la enfermera que dio fe de su muerte pudo divisarlo a lo lejos. Ulises al ser consiente de ser descubierto, saltó por una ventana logrando escapar del sanatorio.
Con su ineptitud, los policías llegaron una hora más tarde de los sucesos escabrosos. De grupos conformados por cuatro unidades entre policías y los mismos cuidadores del hospital, cubrieron la zona. Los custodios y enfermeros fueron desapareciendo sin más. En uno de los radios se escuchaba como el policía más veterano aseguraba que aquella criatura era el mismísimo diablo. La transmisión se cortó. La velada aquella fue bastante trágica, hubo sangre derramada en los blancos pasillos del hospital y en toda la flora cercana. Las patrullas quedaron abandonadas, nadie quería acercarse al lugar.
La noticia del hospital trascendió a los medios locales, el gobernador Emiliano Cerna no declaró absolutamente nada al no saber absolutamente nada, o eso decía. Han pasado muchas lunas desde esos sucesos. Los lugareños han sido testigos de avistamientos de aquella criatura extraña, lo curioso es que ahora habita el pueblo de los sueños...
Nota escrita por: Joaquín López Hernández




Adaptación: Doctor Suavecito 

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