Nuevas rosas
En algunos ayeres, existió un hombre llamado por todos como "el amante de las rosas", pues en su casa tenía los rosales más hermosos y abundantes de toda la región. Aunque de edad avanzada, siempre les dedicaba tiempo a sus plantíos, el tiempo dedicado a sus rosales era exagerado, incluso se podría decir que era lo único que tuviera en este mundo.
Era conocido en el pueblo, la gente lo quería y le respetaba, él respondía los gestos de amabilidad y sinceridad que le tenían.
Hubo un día en el cual un niño, el niño más travieso del poblado, quiso realizarle una broma de mal gusto al venerable anciano. En una tarde, cuando el anciano salía, el niño aprovechó para colarse a su jardín. Destruyó los rosales y tulipanes mexicanos, todo tan solo para ver la reacción del hombre.
Cuando regresó, el hombre vio su jardín. Quedó atónito ante el suceso, mientras el niño observaba desde las sombras, escondido, esperaba ver la reacción de desesperación para burlarse de él; sin embargo, quedó sorprendido al ver que el hombre tan solo sonrió y se agachó para recoger la pedacería de hojas y espinas. En ese instante, el niño salió de su escondite y se dirigió hacia el hombre diciéndole.
- ¿Por qué no te molestas?, ¡¿Por qué tan solo estás recogiendo los restos de tus amadas rosas?! - enfurecido
El hombre esperó a que se tranquilizara para contestarle. Al tranquilizarse, se le acercó para pedirle que se sentaran y comentarle.
- Te contaré algo de mí. - apaciguado - Verás, hace años, cuando aún vivía mi esposa, los rosales que ahora destrozaste ni siquiera existían. Al enfermar ella, yo también decaí pues sabía que pronto partiría. Recuerdo que ella siempre me decía que no me entristeciera, no tenía caso llorar porque era agua desperdiciada. Comentaba que, si la extrañaba, plantara una rosa para no olvidar lo hermoso de la vida, así que me di a la tarea de crear un jardín hermoso. Aunque todavía no se había ido, yo ya comenzaba a extrañarle pues decayó, sus memorias comenzaron a esfumarse y a veces no me recordaba. Llegó el invierno y las rosas se marchitaron, fui directo a la habitación para comentarle lo ocurrido, le dije que no tenía caso seguir con más rosas porque con cada invierno me volvería a quedar en la eterna soledad. Ella, en su poca fuerza, se acercó a mi oído susurrándome: Aunque las cosas acaben o te sientas mal, no te puedes estancar pues, así como las rosas se marchitan en invierno, en primavera volverán a florecer. Tienes que aceptarlo, Epiceto, vivir con tranquilidad el duelo, sé que tú puedes. - soltó una lágrima - Esas fueron sus últimas palabras antes de que el invierno se la llevara consigo.
- Entonces, ¿por eso no se molesta por sus rosas? - preguntó el muchacho
- Por supuesto, - limpiándose la lágrima - no hay que centrarnos en lo que no está en nuestro poder, ¿por qué no me ayudas a enmendar el desastre?
- Sí, le ayudaré
El niño se le quedó una lección de por vida...
Créditos: Bufón
Adaptación: Doctor Suavecito
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