Isleta. Vigésimo octavo relato.

Isleta

La guerra entre ellos fue inevitable. El reino de la selva entró en disputa con el reino volcánico. La feroz guerra inició por el dominio del archipiélago. No había héroes ni villanos, solo las criaturas morían por intereses personales.
Los días de guerra siguieron por años, convirtiéndose en lustros y décadas, estos a su vez en siglos. Los líderes iniciadores de la contienda habían muerto mientras que los nietos de sus nietos habían continuado todo.
Algún día estando en plena batalla campal entre ambos reinos, algo lanzó un ataque desde el mar. Nadie sabía qué o quién lo había hecho. De la neblina del mar aparecieron cientos de navíos pertenecientes a otro clan externo a la isleta. Los navíos atacaron salvajemente a los guerreros de ambos bandos. Los habitantes de la isla retiraron a sus tropas ante el desconocimiento de los invasores marítimos.
Hubo tregua momentánea entre el reino selvático y el reino volcánico. El consejo de los árboles y el consejo del magma se reunieron en el refugio, el punto donde se mezclaban los dos territorios.
  • ¡Ataquemos! - decía de forma eufórica la reina de lava - ¡Ataquemos a esos seres del agua!
  • No debemos hacerlo, - pacificaba el rey de la selva - no sabemos las armas que puedan tener ni mucho menos las tácticas que puedan tener.
  • ¡Blasfemias y cobardía es lo que veo aquí! - gritoneaba el comandante de Magma - ¡Ataquemos con las armas de nuestro reino y con su conocimiento de robo energético junto con su poder de las raíces!
  • A pesar de que podamos atacar con eso - dijo el príncipe Hoja - ¿Qué nos asegura que no nos puedan atacar de una forma peor? Su pueblo es vulnerable al agua y frío invernal mientras que nuestro pueblo es vulnerable al fuego y a fuertes temperaturas; ese nuevo pueblo podría tener nuestras debilidades en algo que jamás hubiéramos imaginado.
  • ¡Vámonos a la guerra contra ellos! - interfirió la princesa Flama
  • Únicamente los reyes pueden decidir eso - comentó el príncipe Hoja
La reina de lava y el rey de la selva discutieron en la lengua del rey. Ambos se veían alterados y no podían ponerse de acuerdo. Discutieron por más de veinte minutos hasta que ambos callaron y redirigieron sus miradas a ambos consejos.
  • Y si no hay una solución mejor - dijeron en una única voz -, ¡Preparen a las tropas que a la guerra vamos!
Una vez dicho esto, los consejos salieron para ir con sus respectivos ejércitos. El príncipe Hoja tenía un mal presentimiento conforme a eso...
Los primeros rayos de sol tocaron las aguas templadas de las costas. El gran ejército de los troncos, hojas y plantas junto al ejército de granito, lava, magma y fuego les hicieron frente a los barcos de coral. De los barcos salieron criaturas de agua, coral y hielo. Fueron criaturas deformes. La guerra fue devastadora, mucho más que la guerra anteriormente vivida e interrumpida. El primer ataque fue horripilante; en el primer enfrentamiento los reyes habían muerto en batalla, las tropas se redujeron hasta un cuarto de todos los habitantes. La princesa Flama y el príncipe Hoja fueron los sucesores inmediatos para continuar con la guerra. Siguieron lanzando ataques hasta que los ejércitos quedaron con tan solo cien tropas.
En una noche de luna llena, al estar planificando otro ataque, el gran volcán hizo erupción lanzando múltiples bolas de fuego a todos lados. La bola de fuego más grande se dirigió hacia las embarcaciones en donde yacían las criaturas deformadas. Los príncipes lanzaron sus últimas tropas a atacarles.
La última batalla fue épica pues los últimos soldados masacraron a las criaturas y sus pedacerías. Los más afectados fueron los guerreros del magma.
Sabiendo el resultado de la guerra, los príncipes brindaron y festejaron. Se alegraron como nunca lo habían hecho. El príncipe salió del refugio para volver a su reinado; sin embargo, una poderosa llama alcanzó al príncipe calcinándolo enseguida. Protegeré a mi pueblo sin importar lo que me cueste - murmuró la princesa.




Créditos: Doctor Suavecito.

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