Nuestras familias
No sé por qué, no sé cuándo,
pero alguna vez soñé, o quizás viví,
tampoco recuerdo cuánto duraron,
pero nuevamente lo reviví...
La Catrina vino por mí,
rogué y supliqué para que me dejara en el mundo terrenal,
recuerdo sus palabras: Claro que no vine por ti,
aunque sí tendrás que acompañarme fuera del mundo mortal,
puede ser fatalidad; sin embargo, no es broma al estar aquí.
No caminamos mucho para llegar al mundo de los muertos,
el frío aquí era tremendo, temblaba como nunca,
Tómate el ojo del tuerto - me dijo la Catrina,
era un atole con pulque y tuna.
Seguimos caminando a través de cempasúchil,
encontré a un par de ajolotes, xoloitzcuintles y tlacuaches.
También encontré a la afamada flor de río, Xóchitl.
Comida a montón, desde pambazos, pozole y garnacha hasta gorditas y huaraches.
Finalmente llegamos a una vieja choza,
la señora mía dijo: Hasta aquí te acompañaré, cuando salgas te regresaré a tu mundo.
Entré con temor, aunque rápidamente me llené de alegría dichosa;
reencontré a mi familia, sentí en mí, algo profundo.
Abracé a mis abuelos maternos y paternos,
en mi pecho se hizo un nudo;
a mis tíos, a mis padres e incluso a mis mascotas de los entierros,
a todos ellos recuerdo a menudo.
Lloré por querer recuperarlos.
Las muertes más dolosas fueron mis abuelos, eternos confidentes,
o a mi madre, mi eterno aguardo,
también mis mascotas, mis queridas amistades al pendiente.
Me acerqué para despedirme,
el aire sopló, revelando que me había ido.
Tu corazón lo pedía a gritos - lo decía sin mirarme
- ahora tan solo te he dado un regalito.
No sé si querrás adelantarte,
pero te regresaré aquí, aunque por un ratito...
Créditos: Doctor Suavecito
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