Cementerio. Criaturas. Series.

Criaturas

Olvidé la estatuilla en el mausoleo de mi abuelo. Corrí al espejo o a la fuente de agua más cercana para observar mi reflejo. Tomé un gran impulso, corrí en cuatro patas. Vi mi cuerpo; mis piernas eran rojas y un poco esqueléticas; mi brazo derecho era amarillo y estaba sangrando por la bala, tenía relieves como si de un tronco se tratase; el brazo izquierdo era azul y muy rígido, se sentía de metal. Mis manos eran de un mínimo de veinte centímetros con garras de cinco centímetros cada una, estaban preparadas para desgarrar la carne. Observé que tenía una cola larga, parecía estar hecha de calcio y plumas de aves vistosas, como el colibrí o el quetzal.
Mi rumbo estaba fijo, por desgracia no miraba hacia donde me dirigía. Al alzar nuevamente mi cabeza, en ese mísero instante, me estrellé contra la barda del panteón. Provoqué un pequeño temblor junto con la caída de diez metros de barda. Me mareé por el gran impacto para, posteriormente, desmayarme. De entre mi desvanecimiento empecé a escuchar una voz, la voz de la deidad. Por tu insolencia, muchos más serán mis aberraciones. – decía entre murmullos – Ahora que tú estás inmóvil e inútil, nuevamente se alzarán mis creaciones…mis errores…
No sabía si esa voz era real, o era mi mente que jugaba con el aspecto monstruoso ahora divisado en mí. En mi pequeña “siesta” vi visiones. Del cielo se abrió una grieta de la cual salía un humo verde, rápidamente se dispersó por toda la ciudad. Vi algunas de las criaturas anteriormente vistas en el túnel antes de llegar con la deidad. Estas criaturas estaban surgiendo de la gente indiscriminadamente; podía ser desde una mujer embarazada, un veterano, infantes tiernos. Nadie tenía salvación de convertirse en esas aberraciones. En ese desmayo también observé las joyas perdidas. La perla se fue a un lago lejano a la ciudad; la esmeralda se escondió entre la maleza y los árboles robustos; la obsidiana terminó bajo tierra ocultándose entre poderosas y firmes piedras; el diamante estuvo en el edificio más alto de la ciudad. Desconocí dónde estaba el rubí, no lo vi en mis visiones. Cada una de las piedras preciosas era custodiada por una criatura diferente…
Desperté y me encontraba sangrando. Cubrí la herida de mi cabeza con mis manos. La herida cerró de una forma impresionante y la sangre coagulada se cristalizó. Formó el rubí catalizador. ¿Yo era el guardián del rubí? Me quedé sin habla, no sabía el motivo de ser el guardián del rubí, ¿habrá sido porque mi abuelo fue quien lo recibió en un inicio?
Sin saber qué hacer, decidí tragarme el rubí para ocultarlo bien. De forma extraña mi cuerpo experimentó algo, sufrí un coloramiento en mi piel, un pigmento rojizo junto con la asperidad similar a la corteza de un roble. Luego de aquel cambio radical, seguí en busca del lago. Mi olfato pudo detectar uno, pero con un olor característico, había algo ahí. Caminé durante mucho tiempo, faltaba poco para que amaneciera.
Llegué hasta el lago. Estaba cansado, solamente quería comer y beber algo. Vi mi reflejo y, en efecto, mi aspecto ya no era el de aquel joven, no me reconocía por más que hiciera mis gestos o acciones, pareciera un ser completamente diferente. Me dio remordimiento y comencé a beber del agua del lago, me fue bastante incómodo. Ahora siento lo que los animales. Al hidratarme, detecté algo proveniente del agua, algo se estaba moviendo muy sutilmente. Entrecerré mis ojos para diferenciar qué era, para mi sorpresa era la perla. Me lancé al agua para obtener la piedra preciosa. Nadé y pataleé como nunca lo había hecho, cuando estaba a tan escasos metros de obtenerla, una fuerza me lo impidió, algo me tomó para expulsarme del agua. Salí disparado.
Estando nuevamente en tierra firme me confundí, ¿Qué pudo haberme lanzado con tanta fuerza?, rápidamente se formó un cúmulo de agua, la perla estaba en el centro. La criatura era delgada y traslúcida, todo su cuerpo parecía al de una anguila; sin embargo, contenía un par de espinas de hielo para protegerse, su cabeza era la de un caimán, tenía unas extremidades superiores bastante hábiles. La perla le servía como un ojo.
  • ¡Tú osabas robarme! – acusaba la criatura
  • ¿Robarte? – pregunté
  • Sí, despojarme de mi ojo, mi esencia de vida
  • Fuiste un error – comenté
El agua del lago salió de donde estaba posada para envolverme para dejarme tan solo con la cabeza descubierta.
  • ¡Tú eres el error! – alterado – ¡Yo soy único por mi ojo!
  • No eres el único que tiene una joya como aditamento
  • ¿Cómo dices? – curiosea
  • No eres el único con alguna joya, hay otros como tú
  • ¡Nadie es tan perfecto como yo! – interrumpe – ¡Eres un mentiroso!
  • ¿No quieres creerme? – sonriente – Hay muchos como tú
  • ¿Cómo sé que no mientes? – extrañado
  • Déjame llevarte con ellos, libérame y te llevaré hasta donde ellos
En un principio la criatura dudó en si dejarme libre o no, quizás lo meditó bastante para ello, quizás me traicionaría después, o incluso sintió el rubí que traía en mí, realmente no lo sé. El agua bajó dejándome en el suelo. Llévame donde ellos – comentó. Partimos del estanque para alejarnos un par de metros, noté que su cuerpo empezaba a adelgazar. Fue ahí cuando aproveché para atacarle. Me abalancé sobre él mordiéndole las extremidades, le arranqué pedazos de su cuerpo, incluso le rompí su armadura de hielo; desafortunadamente le hice tan solo cosquillas ya que volvió a unirse y regenerarse las partes heladas. Repetí este proceso hasta cansarme. Estando en mi punto más cansado y vulnerable, nuevamente me aprisionó entre su cuerpo. ¿Creíste poder vencerme? – decía de forma burlona – No puedes derrotar al agua; mientras pataleas y luchas contra ella, te ahogará…
La luna desapareció para dar paso a la luz solar se hizo presente. El cuerpo de la criatura se iluminó de forma anormal para cualquier ser. Sus aditamentos de hielo comenzaron a derretirse convirtiéndose en agua derramada. La criatura comenzó a asustarse y estresarme. Ya sea por azares del destino o tan solo la causalidad fue desapareciendo. Tal cual como si los rayos solares fueran su veneno, la criatura fue derritiéndose sin saber el motivo. ¡Ayúdame! – gritaba con horror – ¡AYÚDAME POR FAVOR! – desesperada. Fríamente vi como el agua estaba siendo esparcida dejando libre a la perla y a mí. Tomé la perla. El agua escasa me cubrió una parte del cuerpo forjando una nueva capa, como si de una armadura se tratase. Como le hice con el rubí, me tragué la perla para tenerla segura. Nuevamente cambié de color; de rojo pasé a un tono azulado blanquecino.
Me sentí cansado, cerré mis ojos y dejé que mi cuerpo se recostara entre las partes húmedas y rocosas del suelo, las raíces expuestas, los irregulares desniveles del suelo e incluso el pasar de unos cuantos animalitos. Desperté de mi trance y me había vuelto agua; sin embargo, estaba regado y separado, no sabía qué hacer. Un golpe de estrés llegó, de forma casi inmediata todos los pedazos de agua regados volvieron a unirse formándome. Es una experiencia un tanto irritante, confusa y un tanto traumática, mi mente estaba procesando todo eso…
Mis pensamientos fueron interrumpidos por una gran criatura voladora, fue como si una sombra de un mínimo de cinco metros pasara a una tremenda velocidad. Fui detrás de esa cosa, corrí con todas mis fuerzas. En esa persecución mi cuerpo sufrió un nuevo cambio, mi estructura ósea fue modificada junto con la armadura helada. Mis piernas se alargaron a la par que mis pies, mis garras se volvieron auténticos cuchillos mortales, mis manos se transformaron a las de un simio con pulgar oponible para manipular las cosas, finalmente pude controlar mi cola, mi cabeza se achicó para mejor equilibro, la armadura de hielo fue más ligera y resistente ante los golpes, comencé a sentir mayor fuerza en manos y piernas, tenía una joroba con unos huesos salidos.
Subí al árbol más grande que pude encontrar para ver a la criatura alada. Al llegar a las copas, pude divisar una cosa completamente horrible pues la ciudad estaba sitiada; criaturas volando alrededor de los edificios más grandes, criaturas tan irreales como en la que estaba convertido, todas esas criaturas escabrosas estaban devorando mi ciudad adorada. Ni en mis peores pesadillas había podido ver esa cosa.
Bajé de prisa del árbol. Al tocar la tierra, el suelo se agrietó provocando un socavón de cien metros de extensión y diez metros de profundidad. Caí junto con muchos árboles, piedras y apareció al segundo monstruo con la obsidiana. Este monstruo parecía bastante a un topo gigante con una coraza extremadamente gruesa, sus movimientos eran en extremo lentos. No atacó, tan solo descansó y respiró muy forzadamente. Lentamente me acerqué a esa criatura, noté que al igual que los topos, era ciego y solo se guiaba por sus otros sentidos. Quien sea la criatura que ahora está cercana a mí, – inició – por favor, mátame de una vez. Estoy agonizando y angustiado. Sé que tú tienes las otras gemas, si me matas te podrás quedar mi gema. No hay truco. No sé cómo pudo escucharme, pero al verlo se veía bastante deteriorado. La pobre bestia de volteó con el estómago hacia arriba dejando su parte más vulnerable expuesta. Extendí mis garras, cerré mis ojos y maté a esa criatura. Agradezco tu acción – comentó esa criatura. La forma de esa criatura comenzó a convertirse en tierra fértil de la cual brotaron plantas extrañas y hermosas. En el centro de todas esas plantas se encontraba la obsidiana. Al tocarla, me añadió a mí sin necesidad de engullirla. Casi al instante comencé a sentir nuevos cambios en mí, mis huesos volvieron a acomodarse, mis tejidos y órganos se destrozaron para volverse a formar, estaba en un dolor completamente horrible, quería la mortandad que pedía aquel topo gigante. Pude aguantar el horrendo dolor. No supe cuánto tiempo fue de agonía, pero vi que mi cuerpo estaba en su forma normal, prácticamente era yo de nuevo; sin embargo, hubo una parte un tanto extraña puesto que al tocarme la frente tenía la perla incrustada, el rubí en mi mano izquierda, la obsidiana en mi mano derecha. Tan solo faltaba la esmeralda y el diamante.
Los gritos despavoridos yacían cerca de donde yo me encontraba. Corrí hasta que encontré una cabaña sitiada por dos monstruos deformes, eran una gama de color uniforme con ese amarillo tan simple y grandes cabezas, sus garras estaban rotas, extremidades incompletas o no desarrolladas, un lado más grande que el otro o incluso sin piernas pues sus brazos eran su única movilidad, sus movimientos eran torpes, gruñían y balbuceaban y atacaban a todo lo que se moviera, parecían como si estuvieran sufriendo enormemente. No notaron mi presencia así que corrí hasta la ciudad.
Las calles estaban infestadas de estas criaturas deformes y monocromáticas. Tantos horrores vistos que no puedo describirlos por ningún sentido previsible ni inimaginables pues ni en mis peores pesadillas habría visto algo así. Lloré del horror sentido.
 Las lágrimas hicieron provocaron mi transmutación instantánea a la criatura de agua. Mis emociones controlan mis transformaciones, qué ironía. Al parecer la obsidiana me permitió tener mayor control de mis transformaciones. Pasé entre las monstruosidades recién aparecidas. Llegué a un punto en donde vi que una criatura se abalanzó sobre una joven y ésta se transformó en una cosa más espeluznante; todas esas monstruosidades eran personas de mi ciudad, quizás habrán sido un niño o un anciano. Quedé perplejo al ver semejante transformación y tan solo me convertí en un chorro de agua transportándome al edificio más alto de la ciudad, quería desaparecer dentro de sus instalaciones arrojándome desde lo más alto de ahí.
Apenas llegué al edificio y una criatura cayó desde el techo del edificio provocando un hundimiento en el pavimento, llegó hasta el drenaje. Mi terror provocó que transmutara en hielo puro, sentía que podría romperme en cualquier momento. Me asomé al tremendo agujero, esta aberración era diferente a las demás pues se veía como un gran árbol robusto, semejando a un ahuehuete o a un sauce llorón. Rápidamente subió por el drenaje, se veía realmente enojado por la caída, había perdido un par de ramas. Sus raíces le servían de piernas y unas cuantas ramificaciones le servían de brazos o agarraderas. Una parte de su tronco se había roto revelando su interior, dentro de él había un color extremadamente brillante y casi cegador, contenía la esmeralda. Del cielo bajó un ventarrón poderoso, múltiples nubes tormentosas cubrían su pasar, dentro de éste se veía una luz azulada bastante débil, estaba el diamante. La ráfaga de aire tomó una forma de quetzal con toques de gorrión y pavorreal. Una verdadera belleza y galantería.
Quedé asombrado al ver que estaban confrontándose, los destrozos ocasionados por la gran batalla dejaban daños severos entre las criaturas. En medio de la batalla, ese gran árbol pudo lanzarme contra una casa cercana, rompió mi cuerpo cristalino. Cerré mis ojos y la ira se apoderó de mi cuerpo, volví a transformarme en una criatura esquelética; contaba con una gran mandíbula, con huesos salidos, una cola grande y poderosa, mi piel era acorazada por la obsidiana, la gran armadura de hielo me protegía. Los colores tornados fueron un poco más grisáceos y blancos. Desconocí la razón, pero tenía un deseo indescriptible por batallar.
Las otras gemas se percataron de mi presencia, lentamente se acercaron a mí; sin embargo, no me atacaron. Me observaron fijamente, curiosearon conmigo. Antes de que pudiera atacar, comenzaron a dialogar conmigo.
  • Tú tienes las demás gemas – dijo el árbol viviente
  • Él tiene el verdadero poder – complementó el ave – ¡Debemos tener las otras gemas!
  • ¡Nunca podrán vencerme! – comenté
  • ¿Quién dijo que queríamos vencerte? – comentó el ave – Podemos aliarnos para llegar con el creador.
  • ¿El creador? – pregunté
  • Aquel dios que nos envió aquí, el verdadero creador.
  • ¡Nunca me aliaré con ustedes! – interrumpió el árbol – ¡Yo tendré todo el poder para mí!
  • ¡Árbol tonto! – dijo el ave –. Quien tenga más de tres gemas podrá volverse loco, aunque tú estás lleno de telarañas en tu pensamiento.
  • ¡Tan solo tú eres aire atrapado! – reclamó –. Yo podría liberarte de esa maldición, tan solo dame el diamante.
El árbol se abalanzó contra aquella ave, las raíces y ramas trataron de encadenar al cuerpo intangible del diamante. El robusto árbol quedó atorado entre el pavimento roto, el ave aprovechó para desaparecerse y hacerse uno con las nubes y polvo cercano. Yo no lo percibía por ningún lado, el árbol quedó confundido al no notar su presencia. Bueno – dijo el árbol por debajo –, tendré las otras tres gemas. En un tirón, se arrancó parte de sus ramas para poder liberarse del pavimento. Salieron raíces del asfalto tomándome de las extremidades, imposibilitaban mi movimiento. Con mis mandíbulas pude zafar las extremidades superiores para luego ser nuevamente encarcelado, esta ocasión mi hocico sería amarrado ante las raíces poderosas. Mi cola pudo seguir batallando, cortando las raíces salientes. Hubo un punto en donde no importaba cuántas veces cortara ramas, siempre salían tres o cuatro más para poder detenerme. Mis esfuerzos fueron inútiles puesto que todo mi cuerpo, excepto mi cabeza, fue sucumbido al rastro del piso. El árbol se acercó hasta donde estaba mi cabeza, habló.
  • Al parecer no pudiste derrotarme con las tres gemas que tienes.
  • Y te recuerdo que tu tronco está a punto de romperse, no podrás hacer mucho para sobrevivir.
  • Efectivamente, por eso buscaba la inmunidad del rubí o la coraza de la obsidiana, incluso la resistencia del diamante, pero tú me entregaste la durabilidad de la perla y el restante de gemas. Agradezco eso.
  • ¡Mátame de una vez!
  • Con mucho gusto.
Las raíces comenzaron a retraerse de a poco, estaba perdiendo la conciencia por falta de oxígeno. Mi mente se puso en blanco, no sentí mi cuerpo. Abrí mis ojos y me di cuenta de que mi cuerpo se había transformado en agua. Me liberé de las raíces de aquel árbol viejo, pude ver su enojo; sin embargo, emitió un leve gemido el cual denotaba un gran dolor. Su tronco inició a desquebrajarse y cuartearse, las ramas y raíces iniciaron a caérsele a montones. Me asusté al ver esa escena, decidí alejarme un par de metros para evitar cualquier anomalía extraña. Regresé a mi forma humana, denoté que el color de mi piel había cambiado pues se tornó de un tono azul irreal, como si hubiera muerto por hipotermia en un lago invernal.
Volví la mirada a esa temible escena, el árbol murió revelando su gema, la esmeralda. El viento se tornó hacia donde yacían las ramas, hojas y animalillos provenientes del cadáver del árbol. Se formó aquella representación terrenal del diamante; integró con un sutil ventarrón a un lado de su gema. Provocó cambios en su morfología; comenzaron a salirle hojas de sauce y ramas tan finas y delicadas que podrían rompérsele en cualquier momento, la intangibilidad se perdió en su ser al ahora contener materia viva. El aire movía libremente entre las maderas y relieves, creó a un ser completamente nuevo, junto con su mente.
De a poco me fui acercando al nuevo ser, me acerqué muy lenta y cuidadosamente para poder divisar y hablar, pero estaba un poco confundido. La criatura yacía un poco escabrosa en su mirada, era bastante penetrante. Cuestioné su proceder y motivación.
  • ¿Seguiremos con tu propuesta?
  • Osado del olvido, no tengo que remitir ante tu ser, criatura grotesca.
  • ¿Qué dices?
  • Que te quitaré las gemas para mí, este poder es impresionante, nunca me había sentido tan poderoso, ¿cómo será con las demás gemas? – sonriente – Dame las demás de forma pacífica, te dejaré vivir si lo haces.
  • Prefiero que sean quitadas de mi cuerpo muerto.
  • Esperaba que dijeras eso, acepto tu propuesta.

Me transformé en el topo de obsidiana cubriéndome con una armadura helada dándome mayor protección. Mis garras aumentaron a un tamaño descomunal y llegando a cortar el propio aire. El otro monstruo se abalanzó para tratar de voltearme, sus esfuerzos fueron en vano pues rompió muchas de sus ramas y hojas de protección, no pudo realizarme daño alguno. La criatura se vio a las garras, estaban cubiertas un tanto de madera y tierra, soltó un rugido atronador que hasta a mí me dio escalofríos. Raíces salieron del suelo envolviéndome completamente, mi movilidad quedó impuesta a su disposición. Hasta nunca, maldita escoria – dijo el ave. Comenzó a enterrarme vivo, me llevó a las profundidades de la tierra, más allá del alcantarillado de la ciudad y mucho más allá de lo que conocería. Llegó un punto donde la presión ejercida hizo quebradizas a las raíces. Congelé las raíces liberándome y aprovechando las capacidades del topo. Quizás en la superficie no era ágil con esa forma, pero sí lo era bajo tierra al tener una velocidad comparable a la de aquella criatura voladora en el aire. Llegué a la superficie y salí disparado por la velocidad que había alcanzado, me enrollé como bala de cañón para atacarle a esa ave. Pude atacarle por la espalda llevándonos nuevamente al suelo duro en donde se escuchó el crujir de sus raíces y hojas, no le sirvió la protección del sauce llorón. Volví a excavar llevando conmigo a esa criatura la cual tuvo que escupir la esmeralda para poder recuperar su intangibilidad y así evitar la pérdida de su dureza. Accidentalmente la gema se integró a mí, adentrado en la tierra las raíces me obedecieron y mis órganos se recubrieron por una mayor protección, mi color obscuro cambió por uno verdoso el cual fue gracias a la esmeralda.

Salí a la superficie y enfrentarme a esa criatura. Volví a mi forma base, tenía un color anormalmente azulado sin saber el motivo. La criatura apareció delante de mí. Tan solo quedó con el diamante, su intangibilidad había regresado, pero se volvió más vulnerable. Noté que en su gema había una cuarteadura, el diamante tenía un poco de rompimiento.
  • ¡Mira lo que me hiciste! – gritoneando – Mi perfección se irá por tu culpa, he de matarte para obtener el rubí y curarme antes de morir.
  • No te hice absolutamente nada, no quiero batallar más, déjame curarte.
  • ¡Mentiras dices al por mayor! Recibirás un castigo eterno, te maldigo con eso.

Me transformé en una fiera cuadrúpeda, similar a un tigre dientes de sable. Mis garras fueron de obsidiana, al final de mi cola tenía una cuchilla recubierta de obsidiana templada recubierta de hielo. Mi armadura se formó de las hojas de sauce y hielo. Estaba preparado para pelear. El ave fue contra mí, del suelo salieron poderosas raíces y plantas carnívoras capaces de defenderme de aquella criatura, me sorprendió la defensa creada por la esmeralda. Los plantíos y raíces tomaron al ave, ésta a su vez usó su intangibilidad para liberarse nuevamente; sin embargo, una de las plantas carnívoras tomó el diamante antes de que desapareciera. Canceló su intangibilidad y, no sé si de forma accidental, finalmente rompió al diamante. Había matado a aquella ave.

La planta abrió sus fauces soltando la pedacería. Me transformé nuevamente en humano, reuní los pedazos quebrados del diamante, rasgué un poco de mi piel para liberar la sangre con el poder del rubí y reparé al diamante. Antes de que volviera a reconstituirse, me tragué al diamante. Mi constitución volvió a cambiar, comencé a levitar y mi cuerpo ahora cambió a una especie de quetzal, tenía el colorido de las gemas recolectadas y los atributos de estas. Tenía todo el poder de las gemas, tan solo faltaba la estatuilla, recordé que estaba en el mausoleo de mi abuelo.



Créditos: Doctor Suavecito

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