Mermelada. Décima novena minificción.

Mermelada

Una vez conocí a una persona que estaba obsesionada con la mermelada. Esta personita la conocí en el kínder, la recuerdo porque cada vez que podía exclamaba su manía por la mermelada, nadie lo tomaba en cuenta.
Curiosamente también coincidimos en primaria y secundaria. Seguía con su manía, incluso lo decía cada vez que podía, por no decir que lo decía cada vez que hablaba.
Un día, fastidiado de él, decidí seguirlo a casa. Al llegar a su morada, esta era bastante tétrica por la pésima condición de su fachada. Me puse a mirar en una de sus ventanas, la vista daba directamente a su cocina. De su refrigerador sacó dos cosas; la primera era una especie de gelatina o mermelada, pero se veía extrañísima, era mucho más rojiza de lo normal mientras que la segunda era una bolsa en donde se almacena la sangre y sus hemoderivados. El chavo le dio un gran mordisco a la gelatina de mermelada y se sirvió un poco del contenido de la bolsa. Su obsesión no era por la mermelada, era por la sangre. Asustado, empecé a correr y jamás volteé hacia atrás. Afortunadamente, luego de la secundaria, no lo volví a ver, aunque dudo lo que ahora esté haciendo para la búsqueda y saciedad de sangre.



Créditos: Doctor Suavecito

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