I de insignificante
“Cuando la puerta azota, cuida a tu hermana y no salgas, no seas tonta”, me lo repetía muy seguido mi mamá. Cada vez que se azotaba la puerta, el ambiente amoroso y hogareño era suplantado por lo más tétrico, inseguro y doloroso jamás pensado.
El olor a alcohol y tabaco era penetrante, me dan náuseas con tan solo recordarlo.
Nunca estábamos seguras, el sonido podría llegar al despertar o en la madrugada, al anochecer o atardecer, jamás sabíamos con certeza. Los gritos, golpes, sangre y moretones, recuerdos y moretones quedaron para siempre...
Si mi hermana lloraba, por el pánico que le tenía a ese sujeto que se dice ser mi padre, él se dirigía hacia nosotros y nos golpeaba por interrumpirlo. Siempre recalcaba que él tendría la razón por todo.
Un buen día me harté. Oculté a mi hermana y me le enfrenté al estúpido quien estaba moliendo a golpes a mi mamá. Nos hicimos de palabras de las cuales más recuerdo fueron “...i de insignificante pues eso eres. ¡Tú y la otra mocosa fueron las causantes de todos los males!”, acto seguido, comenzó a golpearme salvajemente sin tentarse el corazón. Quedé inconsciente, aunque hubiese preferido estar muerta para no seguir sufriendo los actos repulsivos y grotescos que él nos cometía día con día...
Basado en una historia real...
Créditos: Doctor Suavecito
Comentarios
Publicar un comentario