Carreras técnicas. El extraño y la cosa. Series.

Carreras técnicas

El extraño y la cosa

Después de unas pequeñas vacaciones de semana santa, nuestro protagonista regresó a la escuela. Fue exactamente aquel 10 de abril cuando inició la semana para la presentación de las carreras técnicas en su bachillerato de la UNAM. Lastimosa o afortunadamente, dependerá cómo se vea, él era el único que estaba en representación de banco de sangre; tenía que resolver las dudas y mostrarles todo lo referente a esta carrera durante toda la semana, desde las diez de la mañana hasta las cinco de la tarde. Sería una pesada semana.
Comenzó a poner su pequeño puesto de sangrado; colocó dos mesas para poner la centrifugadora y microcentrífuga traídos de uno de los laboratorios en donde alguna vez tomó clases, trajo extensiones para conectar los aparatos, extraídos de enfermería trajo las jeringas y agujas junto con camisa y agujas Vacutainer, sueros para la determinación de su grupo sanguíneo y tubos de ensaye, lancetas y placas de vidrio. Con bastante esfuerzo, y cansancio, trajo un pizarrón blanco para pegar las cartulinas que había preparado, estas explicaban lo que es la sangre y sus componentes junto con la cascada de coagulación. Trataba de llamar a la gente para que se acercara a preguntar e incluso les ofrecía decirles su grupo sanguíneo con una pequeña extracción sanguínea o piquete en el dedo, pero parece que a nadie le interesa la sangre, algo tan vital para nosotros. El aburrimiento, desesperación y hambre lo estaban atosigando hasta que, favorablemente, llegó una vieja amiga quien también había tomado esta carrera técnica. Estuvo regándole durante mucho tiempo hasta que accedió a cubrirlo, la dejó a cargo unos momentos para explorar las demás carreras que ya se ponían a lo largo y ancho del plantel.
Recorrió el apartado de medicina, era el más cercano al suyo. Vio los programas de enfermería y obstetricia con sus múltiples materiales quirúrgicos, reconoció la gran mayoría; psicología, se quedó extrañado de que únicamente tuvieran documentos; químico farmacológico con materiales que, vagamente, identificaba; en ese momento no supo el motivo del por qué estaban con los de medicina el apartado de química orgánica y botánica, aunque les daba un toque diferente.
Siguió caminando con rumbo fijo hasta llegar al área artística; música, escultura, escritura y danza fueron de los más destacables. Se llenó de sentimentalismo, específicamente de nostalgia, ya que le recordaba a sus días como escritor adolescente. Antes de seguirse atormentando, dobló a la izquierda para olvidarse momentáneamente de esos escritos dolosos.
Con la mente nublada, no supo cómo llegó a los laboratorios de SILADIN en dónde, por única ocasión, se exponían criaturas endémicas, raras y escabrosas. Aprovechando que estaba ahí, se quedó al recorrido. Al entrar a los laboratorios, pudo observar bastantes peceras con un par de animales curiosos; reconoció a las carabelas portuguesas, ajolotes, dragones azules, un ornitorrinco e incluso a un kiwi. Hubo un animal que no tenía clasificación alguna, únicamente tenía signos de interrogación. Esta criatura o esperpento espeluznante, diría yo, poseía un cráneo alargado, puntiagudo y con forma de un bumerang, su cuerpo era azulado y medía de largo lo mismo que dos ajolotes adultos, contaba con grandes ojos cafés y dientes afilados capaces de destrozar huesos. La curiosidad de nuestro protagonista hizo que preguntara al personal científico sobre la criatura, pero la triste y pobre respuesta dada fue “La trajimos pues nos la encontramos al transportar todas las criaturas para acá”. Se llevó bastante desilusión.
Fue a donde la extraña criatura, la observó con más detenimiento, hizo unos gestos para averiguar alguna de sus reacciones. Quedó maravillado porque rápidamente las imitó a la perfección. Actúa mejor que muchos actores conocidos.
Sonaron las alarmas de los laboratorios, algo había pasado, debían evacuar. Alteraron a todos los que estaban en esa exposición. Estas alarmas sonaban por emergencias menores como un fallo en la energía o emergencias mayores que iban desde el escape de gas hasta un derrame de alguna sustancia peligrosa. Todos debían evacuar la zona de laboratorios hasta que se aseguraran de que nada había pasado o, en dado caso que hubiera pasado algo, debían limpiarlo y asegurar el área. No quiso averiguar qué había sucedido, decidió seguir recorriendo las demás carreras técnicas. Antes de irse, notó una sombra arriba del laboratorio, era un hombre corpulento. Nadie debía estar en esas zonas y menos si había pasado algo en los laboratorios, ¿tendría algo que ver con que hubieran sonado las alarmas? No quiso quedarse a averiguar.
Mientras tanto, en la evacuación, alguien, accidentalmente, derribó la jaula de cristal donde estaba aquella criatura desconocida, esta aprovechó para poder escapar. El animal escaló hasta el acuario de los ajolotes. Al estar frente a frente a uno de ellos, el mini monstruo se sintió amenazado. Rápidamente se acercó a uno de los ajolotes y le arrancó las extremidades superiores dejándolo con extremo dolor. La criatura creció un poco más después de devorar parte del ajolote. La sangre volvió loco a esa aberración. Un tanto eufórico, devoró al ajolote manco y a los restantes que se encontraban por ahí nadando. Ninguno se pudo salvar. Curiosa y extrañamente, adoptó la coloración blanquecina y rosada de los ajolotes devorados.
La sombra de ese sujeto entró en el laboratorio, buscaba algo en específico, pero no lo hallaba. Movió las estanterías, abrió los despachos, derribó las puertas que tenían seguros, comenzaba a desesperarse. Antes de que se fuera decepcionado por no haber encontrado el objeto que quería, miró detenidamente esa escena del pequeño acuario lleno de sangre. Con bastante cuidado lo sacó. Esto me servirá – comentó por debajo. Apresuradamente salió del laboratorio antes de que alguien lo viera, rápidamente se dirigió a los pastizales; sin embargo, una rama hizo sangrarse. La criatura, que estaba siendo zangoloteada, pudo probar una gota de la sangre del sujeto y, como les pasó a los ajolotes, se volvió loco. Comenzó a mordisquearlo dejándole heridas de gravedad, succionó su sangre, comió sus tejidos y órganos. Con cada mordida dada, el pequeñín comenzó a aumentar de tamaño. La escena era terrorífica pues el intestino, huesos y ojos los dejó porque no pudo devorarlos. La criatura se hizo del tamaño de aquel hombre con el único defecto de que sus escamas fueron suplantadas por tejidos semejantes mas no iguales a la piel humana, cambió su color blanco por marrón, su cráneo se redujo al tamaño del de un mono. La criatura se escondió entre la hierba no podada de los jardines aledaños a los laboratorios, seguía moviéndose al restante del plantel sin ser detectado.
Nuestro protagonista siguió caminando sin darse cuenta de la masacre. Llegó a una exposición deportiva. Jamás había visto ningún deporte esclarecido como carrera técnica, debe ser que también se juntó con la presentación de los talleres. Observó deportes variados; baloncesto, boxeo, voleibol y natación. Este último deporte estaba siendo presentado en el gimnasio techado en dónde estaba una grande alberca olímpica.
En lo más apartado de la entrada, específicamente en el auditorio o audiovisual, estaban haciéndose una práctica escabrosa y macabra ya que estaban diseccionando a cuerpos de animales grandes y creo que de humanos. Ahí no podían abandonar o entrar una vez que iniciaran con la práctica.
Todo estaba bastante interesante y único, desfavorablemente, nuestro protagonista ya tenía que regresar a su puesto de sangrado. Al llegar a su puesto, encontró a su amiga dando información de banco de sangre y realizando extracción venosa y capilar. Rápidamente se reintegró a su trabajo y empezó a explicar lo que debía. El día estuvo saturado.
En una extracción venosa, el protagonista estaba extrayendo tranquilamente hasta que otra alarma de laboratorios sonó, espantó a todos. La sangre del paciente se derramó a destajo, un desastre horroroso. Tuvieron que actuar de inmediato para evitar que se lastimara aún más. La paciente se enojó por el maltrato recibido. Dijo y maldijo. El desgraciado protagonista se sintió mal por lo que hizo, pero tuvo que estar inmutable.
La paciente, encarrerada, fue a los laboratorios para quejarse de ese maltrato. Para no perder más tiempo, pasó por los pastos no posados ya que, teóricamente, era el camino más rápido. Resbaló con algo gelatinoso y pegajoso. Enrabiada, tomó con lo que resbaló. Quedó impactada y atónita al darse cuenta de que era un ojo, se desmayó de la impresión.
La criatura vio todo lo que sucedió. Lentamente fue a dónde la joven. La olfateó y mordió. Le inyectó un anticoagulante para que la sangre circulara libremente y así pudiera extraer lo que quería. Pronto la dejó seca, mucho más que un desierto, procedió a devorarse la piel y otros órganos importantes para la criatura. Igual que la primera ocasión, no sé tragó el intestino, ojos y huesos largos. Terminando su comida, su apariencia volvió a cambiar; pudo estar erguido, sus patas no fueron tan torpes y en sus extremidades superiores le apareció un pulgar oponible para maniobrar y manipular mejor los objetos, su cola se empezó a reducir hasta casi desaparecer, empezó a salirle vello corporal. Lo más perturbador fue el hecho de que pudo articular un par de sonidos similares al habla humana.
Se puso en su forma bípeda, su visión empezaba a deteriorarse, necesitaba un cuerpo de agua para no morir. Con su ahora empobrecido olfato detectó algo, olía demasiada sangre que estaba siendo extraída. Quería ir a donde sus instintos lo guiaban, pero necesitaba el agua para no morir. Se agudizaron sus sentidos y finalmente pudo detectar la piscina, el cuerpo de agua más grande y cercano de la zona. Sin dudarlo, se escabulló entre los pastizales sin cortar, atravesó a los lugares en donde no se oían voces o pasos, mantuvo su sigilo. Finalmente llegó a la parte trasera de la alberca olímpica; no obstante, había bastante ruido, seguían las competencias de natación.
Desesperado, subió hasta el techo de aquel lugar, buscó algo para llamar la atención y ahuyentar a todas las personas, su ansiedad y cansancio estaban jugándole en contra. Con sus mandíbulas agarró un pedazo metálico que ahí estaba arrojándolo al lado contrario de dónde estaba, inmediatamente de que impactara salieron chispas y un escenario de luces impresionantes. Destruyó la caja de luz. Esto no fue únicamente para la piscina, no, también afectó a la mitad del plantel alcanzando las presentaciones deportivas y electrónicas que ahora estaban. Todos los que estaban en esas zonas comenzaron a desalojar dirigiéndose a las zonas son afectación.
Cuando se quedó vacío, la criatura bajó del tejado para meterse en las instalaciones de la alberca, atrincheró las entradas con pequeños muebles para que nadie pudiera entrar con excepción suya, claro está. Al tocar el agua fría, volvió a su forma original; sin embargo, continuó con ese tamaño descomunal.
Los anfitriones e invitados tuvieron desagrado pues no comprendían el porqué del fallo de energía. Las autoridades del plantel pidieron disculpas de lo sucedido, pedían que no se fueran y que tenían las cosas bajo control. Muchos no confiaban en la palabra por parte de la dirección y prefirieron retirarse. Los únicos condicionados para seguir ahí fueron los presentadores de las carreras técnicas a pesar de no tener a nadie a quien enseñar o explicar.
Dieron las mil setecientas horas, el turno de todos acabó, rápidamente recogieron pues la falta de luz solar haría compañía con la falta de energía eléctrica que seguía sin regresar. Nuestro protagonista tenía dudas de todo lo que estaba pasando en el plantel, convenció a su amiga para que los días posteriores le acompañara en las guardias de ahí para que investigaran. Zara, la amiga, accedió a ir el restante de la semana.
Un par de horas pasaron desde aquel accidente eléctrico y la criatura empezó a tener hambre…


Créditos: Doctor Suavecito
Créditos de imagen: Fritz

Comentarios