Querida química. Cuarto cuento.

Querida química.

Quizá ante muchos la química sea abrumadora, terrorífica, aburrida o incluso inalcanzable, y la sufrimos demasiado quienes la estudiamos; bueno, no es la excepción con nuestra joven protagonista…
Rosario es una adolescente de preparatoria que, como a los de nuestra edad, no le gusta la química en lo absoluto y reprobaba seguido esa materia, a pesar de tener como única compañía a una abuela química, pues sus papás la echaron a su suerte con ella.
En alguna ocasión, Rosario llegó bastante cansada de la escuela después de su clase de química y su abuela, Dolores, le pidió ayuda para hacer una pequeña prueba de sus experimentos raros. Luego de mucho rogarle y suplicarle, Rosario accedió a ayudarle momentáneamente. En este pequeño experimento estuvieron mezclando algunos metales, helio, oxígeno, pólvora, oro, plata pura, acetona, cloro y pétalos secos.
Luego de un par de minutos, el experimento quedó listo para ponerse a prueba: de la mesa donde lo tenía lo pasó hacia la mesa de la cocina. Al cambiarlo de lugar, se fijó en que se había cortado con quién sabe qué objeto de su laboratorio improvisado, pero lo dejó pasar sin más. La abuela puso la solución en un vaso de precipitado; sin embargo, le cayó una pequeña gota de sangre la cual influiría en el resto del experimento.
El cansancio fue bastante para la pobre abuela, así que se fue a dormir, y Rosario se quedó en la sala para realizar sus labores escolares y encargarse del quehacer de la casa para ayudarle a su abuela. La mezcla se quedó expuesta al sol.
La noche llegó y ambas se pusieron a merendar. Posteriormente de cenar, la abuela puso el compuesto en el congelador, ya que estaba muy caliente para la hora que era y ambas se fueron a dormir. Mientras tanto, una mosca se había metido en el congelador y, para obtener calor y no morirse, se acercó a la solución y tomó un poco de ésta, pero algo empezó a pasarle a la pobre mosca porque se empezó a hacer muy vieja hasta que sus funciones biológicas dejaron de funcionarle y, por fin, le llegó la muerte.
A la mañana siguiente, Rosario se fue un poco apresurada a la escuela y, como una travesura, sacó la mixtura del congelador y se la llevó a la escuela para poder alardear y presumir sobre todo en la clase de Química. Llegando a la escuela pudo alabarse con el experimento, aunque inmediatamente que la empezó a agitar el compuesto se encontraba mucho más caliente y le empezaba a quemar las manos, se asustó y no entró a clases para poder regresarse a su casa y decir a su abuela de este extraño fenómeno. Cuando llegó a su casa, la abuela estaba trapeando y tenía una preocupación por la mezcla, ya que había desaparecido del refrigerador dejando una gran quemadura y derritiendo el hielo. Al entrar, Rosario se resbaló con la disolución, haciendo que ésta se le derramara en el cuerpo entero, provocándole una pequeña irritación. De inmediato, Dolores levantó a Rosario y la trasladó a su laboratorio para ponerle una pequeña pomada que ella misma había creado, la cual contenía pequeñas porciones de yodo, rosas frescas, agua, glicerina, ácido clorhídrico, alcohol etílico y crema humectante. Se fue a dormir teniendo la esperanza de que tendría alguna mejoría; fue un verdadero error. Durante la transición hacia la noche no quiso comer ni hacer ninguna actividad, ya que sentía muy caliente la piel, hasta el punto de sentir que la piel lisa se empezó a arrugar y achicar, prácticamente como si se le estuviera cayendo o quemando la piel.
Rosario se levantó en la madrugada para dirigirse al sanitario. Al prender la luz y verse en el espejo, se había convertido en una copia casi idéntica de su abuela, solamente con muchas más arrugas. Lanzó un grito desaforado a punto de ser ensordecedor. Su abuela se despertó de prisa a auxiliarle para lo que fuera que le hubiera pasado y, al entrar al baño, se sorprendió al verla; era como si se viera en un espejo. Rosario abrazó a Dolores, suplicándole y sollozando le estaba rogando que le ayudara a revertir aquella monstruosidad. Dolores no sabía qué hacer, se quedó en shock, estaba en un bloqueo que no pudo ni moverse. Una hora después, Dolores se puso a trabajar en su laboratorio elaborando mil y una fórmulas para poder revertirlo. Algo sorprendente es que únicamente su apariencia era de una anciana decrépita, pero sus órganos eran aún jóvenes, con excepción de los huesos que se deterioraron con la pomada de la abuela.
Los días pasaron sin tener alguna mejoría, ni mucho menos que la abuela pudiera elaborar la contraparte para poder revertir aquello. La pobre Rosario no salió en todo ese tiempo, y si salía solamente se disfrazaba muy bien para que nadie la reconociera ni preguntaran por ella. Si preguntaban por ella decían que se fue a un viaje al campo y que no se sabía cuándo regresaría. Rosario estaba ayudando a su abuela para dos cosas esenciales: aprender un poco de química y poder ayudarle a recuperar la forma que tenía anteriormente.
Los días se volvieron semanas y las semanas en meses y nada funcionaba. Dolores estaba más cansada de lo normal, pues después de muchos meses de investigaciones con ensayo y error (con más error), no podían revertir ese horrible experimento.
Una semana antes de cumplirse los cinco meses, Dolores había conseguido por fin una fórmula que podría revertir todo. Al hacerla y experimentar con unas moscas funcionó por completo, pero era muy fuerte de olor. Cuando estaba escribiéndola, Dolores sintió unos dolores en su corazón, hizo presión en él y el brazo izquierdo le dolió mucho más. La mente se le nubló, el mareo comenzó, el dolor no paró y poco a poco empezó a desvanecerse sin más.
Tristemente, Dolores murió y ahora se preguntarán: “¿Dónde estaba Rosario?”. Bueno, ella estaba fuera consiguiendo algunos materiales a su ahora difunta abuela, para poder completar otra prueba que jamás se realizará…
Ese mismo día, cuando llegó de conseguir los materiales, encontró a Dolores tirada en el suelo de su laboratorio, con un papel escrito con una fórmula incompleta que decía algo más o menos así: “Fórmula prototipo positiva para Rosario. +𝐾2𝐶𝑙4𝐻2 + 𝑃10(𝑁𝑂2)3 →” lo demás eran simples líneas inentendibles que no se distinguían de lo que querían decir, y era la solución para poder revertir aquella desgracia de niveles míticos, o por lo menos para ella lo era.
En la desesperación e impotencia, al ver a su querida abuela tirada muerta y al descubrir esa fórmula completa deshecha por la muerte y el querer del azar, destruyó el laboratorio e hizo un verdadero caos en su casa, y sin pensar se fue corriendo a su cuarto, llevando a su abuela en brazos, acostándola en su cama y pareciéndole que estaba durmiendo, experimentando el tan afamado dormir sin soñar qué significa la muerte…

Cuento ganador del concurso "CUENTO QUÍMICO"

Créditos e imagen: Doctor Suavecito
Edición: Prof. Antonio Guzmán Vargas
Agradecimientos: Profa. Ariana Andrea Nicio Cruz y Prof. Antonio Guzmán Vargas

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