Y. Cuarto relato.

Y

Y dime, ¿Todavía lo recuerdas? No me mires con esa cara de desagrado y reprobación; si es que no recuerdas aquella tan “maravillosa” historia de nosotros, te la volveré a contar…
¿Nos recuerdas en esa arboleda del puerto? En ese lugar nos conocimos cuando éramos niños inocentes, hay una vieja foto que lo demuestra. Aún nos recuerdo que coincidimos porque un juguete mío se fue hacia ti, lo tomaste y peleamos por él, finalmente jugamos con él en paz. Jamás pensé encontrarte desde ahí…
Años después, en la adolescencia, te volví a encontrar en el mismo lugar y tu belleza era tanta que era prácticamente imposible no voltear a verte, sobre todo por tu lunar cerca de tu boca; contigo fue mi primer beso el cuál fue algo tan placentero, mágico, extraño, maravilloso, excitante, y húmedo por las gotas microscópicas de las olas que golpeaban salvajemente contra el rompeolas cercano. Cuando te robé ese beso corriste de mí, no sé por qué y me lo sigo preguntando hasta el día de hoy.
Siguieron pasando los años, mi adolescencia se transformó en adultez joven y de nuevo llegué a este paraíso bellísimo, o por lo menos para mí. En esta ocasión había norte, o huracán para quienes no sepan. Me senté cerca del rompeolas y para ser sinceros me pegaba muy feo el aire con el agua marina y la arena. Tú llegaste y me sorprendiste para mal, casi me muero del susto, nos reímos de la ocasión y nos quedamos platicando ahí. En esa ocasión te invité a cenar, bebimos, te mostré e invité a mi habitación del hotel y ocurrió aquello tan adorado. No diré todo lo que pasó, pero mis manos recorrieron ese bello lunar.
Al conocernos profundamente, desde el alma hasta cada rincón del cuerpo, nos casamos sin pensar en nada. Nunca llegaron los hijos, ninguno quiso tenerlos y creo que fue lo mejor para todos…
El tiempo nunca se detuvo. En un día estábamos haciendo el amor con desenfreno y frenesí y al otro estábamos en la mesa del comedor tomando nuestras medicinas. En todo nuestro tiempo, jamás nos faltó el amor ni la intensidad del mismo.
Antes de ir al hospital, me decías cosas que ni en los mejores momentos se nos hubieran ocurrido. Estabas echando miel al por mayor sin saber lo que pronto vendría a destrozarnos la vida…
Todavía recuerdo aquella fatídica noche, te pusiste muy mal y no dudé en llevarte al hospital y ahora estamos aquí, yo recordándote la historia de nueva cuenta y tú viéndome como si fuera bicho raro…
¡Por favor! Trata de recordarme, sé que tu memoria está mal, se deteriora con cada palabra que te digo, pero si no lo hago ahora jamás te lo podré decir. ¡No quiero que mueras sin que yo esté fuera de tus momentos! ¡TE AMO COMO NADIE!


Créditos: Doctor Suavecito.

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