Y
Y
dime, ¿Todavía lo recuerdas? No me mires con esa cara de desagrado y
reprobación; si es que no recuerdas aquella tan “maravillosa” historia de
nosotros, te la volveré a contar…
¿Nos
recuerdas en esa arboleda del puerto? En ese lugar nos conocimos cuando éramos niños
inocentes, hay una vieja foto que lo demuestra. Aún nos recuerdo que
coincidimos porque un juguete mío se fue hacia ti, lo tomaste y peleamos por
él, finalmente jugamos con él en paz. Jamás pensé encontrarte desde ahí…
Años
después, en la adolescencia, te volví a encontrar en el mismo lugar y tu
belleza era tanta que era prácticamente imposible no voltear a verte, sobre
todo por tu lunar cerca de tu boca; contigo fue mi primer beso el cuál fue algo
tan placentero, mágico, extraño, maravilloso, excitante, y húmedo por las gotas
microscópicas de las olas que golpeaban salvajemente contra el rompeolas
cercano. Cuando te robé ese beso corriste de mí, no sé por qué y me lo sigo preguntando
hasta el día de hoy.
Siguieron
pasando los años, mi adolescencia se transformó en adultez joven y de nuevo
llegué a este paraíso bellísimo, o por lo menos para mí. En esta ocasión había
norte, o huracán para quienes no sepan. Me senté cerca del rompeolas y para ser
sinceros me pegaba muy feo el aire con el agua marina y la arena. Tú llegaste y
me sorprendiste para mal, casi me muero del susto, nos reímos de la ocasión y nos
quedamos platicando ahí. En esa ocasión te invité a cenar, bebimos, te mostré e
invité a mi habitación del hotel y ocurrió aquello tan adorado. No diré todo lo
que pasó, pero mis manos recorrieron ese bello lunar.
Al
conocernos profundamente, desde el alma hasta cada rincón del cuerpo, nos
casamos sin pensar en nada. Nunca llegaron los hijos, ninguno quiso tenerlos y
creo que fue lo mejor para todos…
El
tiempo nunca se detuvo. En un día estábamos haciendo el amor con desenfreno y
frenesí y al otro estábamos en la mesa del comedor tomando nuestras medicinas.
En todo nuestro tiempo, jamás nos faltó el amor ni la intensidad del mismo.
Antes
de ir al hospital, me decías cosas que ni en los mejores momentos se nos
hubieran ocurrido. Estabas echando miel al por mayor sin saber lo que pronto
vendría a destrozarnos la vida…
Todavía
recuerdo aquella fatídica noche, te pusiste muy mal y no dudé en llevarte al
hospital y ahora estamos aquí, yo recordándote la historia de nueva cuenta y tú
viéndome como si fuera bicho raro…
¡Por
favor! Trata de recordarme, sé que tu memoria está mal, se deteriora con cada
palabra que te digo, pero si no lo hago ahora jamás te lo podré decir. ¡No
quiero que mueras sin que yo esté fuera de tus momentos! ¡TE AMO COMO NADIE!
Créditos: Doctor Suavecito.
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