Astillas. Tercer relato.

 Astillas.

Y desperté, extrañamente estaba en el largo pasillo de la iglesia, jamás me ha gustado estar en la iglesia. A mi lado estaba un hombre, este era de mi estatura, barbado y con mirada decaída, sus ojeras parecían ojos de mapache, parecía que sufría anemia. En una voz muy baja dijo que lo siguiera, no tengo ni la menor idea del porqué, pero lo seguí.

El extenso pasillo parecía que seguía extendiéndose con cada paso que daba. Llegamos una puerta de madera y entramos, ahí dentro estaba el padre durmiendo profundamente, parecía que era la habitación de él. El cuarto se componía de una cama, un ropero negro, un gran ventanal, un muy viejo foco que parecía estar fundido, algunos zapatos regados por el piso, un pequeño trajecito harapiento, un gran bulto de ropa sucia, un pequeño televisor viejo, una puerta que dirigía a quién sabe dónde. Aquel hombre me dijo que fuéramos hacia esa puerta, pero antes de que pudiéramos abrirla, nos escondimos. No sabía el porqué.

Pronto, entró un ente extraño, vestía una gabardina negra, levitaba, sus manos eran blancas y huesudas, me di cuenta de que era la muerte. Se dirigió donde estaba el padre y, con un dedo, le tocó la frente. Antes de que se fuera, volteó hacia donde estábamos y notó nuestra presencia, se dirigió hacia nosotros, específicamente hacia mí. Me comenzó a tocar la cara rompiéndome el cubrebocas, sus dedos eran astillosos, simplemente lastimaban al más mínimos tacto. Me moví porque ya me lastimaba mucho es el roce y con una voz sádica y chillona dice.

  • ¡Mary, dame dos boletos!

Y se va corriendo hacia un pasillo largo afuera de la habitación del padre.

Este señor me dijo que corriera muy lejos porque lo iba a distraer. Abrí la puerta y había unas escaleras, bajé por ellas, no sé porque, pero me encontraba en el baño de la iglesia y me encerré. La muerte bajó y empezó a buscarme, mi pulso cardíaco empezó a latir a mil por hora, mi sudoración aumentó junto con mi respiración, tragué saliva.

Y por fin me encontró, abrió lentamente la puerta y...desperté estando en mi cama, vi mi cuarto y mis cosas, una vil pesadilla que pareció tan real.


Historia sacada de un sueño.

Créditos y adaptación: Doctor Suavecito.

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