Bloqueo creativo
Llegué de las compras, quería gritar “¡Ya llegué!”, pero recordé que vivía solo. Dejé las bolsas en la mesa y me dirigí a mi escritorio. Me senté y tomé mi libreta, la abrí en una página en blanco y con la tinta de mi tintero derramé una pequeña gota para marcar mi huella, luego, agarré mi pluma de ave y vi la hoja en blanco, no podía escribir, no sabía qué escribir. Me recargué sobre el respaldo de mi silla, hace tiempo no tenía un bloqueo creativo. Por horas estuve sentado analizando y observando mi casa, no quería escribir sobre un pobre departamento. Recordé mi día, pero tampoco podría escribir mi pestilente y triste día, prácticamente así es mi vida.
Un poco desesperado, abrí mi computadora, consulté algunos viejos escritos que había hecho. Al checar algunos de mis libros publicados recordé a las pequeñas aventuras de “Archipiélago”, no podría replicarlo con otra obra. También me reencontré con el conquistador que recorrió el mundo en “Botín y motín”, en seguida mi mente se llenó de ideas para una segunda parte, pero la descarté de inmediato ya que perdería su esencia. Lastimosamente encontré a la escoria de “Guerra de las bestias”, una verdadera fatalidad. Otra obra de la cual me arrepiento es la de “Personalidades”, aunque inicia bien, jamás lo pude terminar con un final coherente. Luego, hallé una de mis mejores obras según yo, “Querido pantano”, quise replicarlo con animales marinos y únicamente se me ocurrió un cangrejo fumador. Una adaptación de mis textos fue la de “Doctor Suavecito”, la versión final me gustó, parece que la adaptación que le hice de su idea como comic a texto fue un rotundo éxito. Un bodrio tremendo fue “Botella Vacía” ya que jamás pude realizar un texto de terror, pero la buena noticia es que me quedó un texto policiaco. Algún texto desechado por no tener ni pies ni cabeza era “Estrella mexica”, un fiasco desde el inicio. La mayor de mis obras fue “Sombrero de pluma” y, con pena en mi alma, jamás pude hacer una novela igual o mejor que esa. Y así seguí durante horas viendo viejos triunfos y fracasos. Froté mi cabellera por desesperación, las ideas que me surgían eran tan ridículas como el cangrejo fumador.
Cuando noté, ya había caído la noche, antes de que me fuera a dormir, metí los comestibles al refrigerador. Después de lavarme los dientes me fui a dormir. En la madrugada, entre mis sueños, una idea magnífica se me ocurrió y me desperté. Adormilado, me dirigí a mi escritorio y anoté la idea al final de mi libreta. Contento, me fui a dormir. Cuando amaneció y desperté, lo primero que hice fue revisar mi libreta, pero me llevé desilusión ya que había anotado puras líneas absurdas y sin entendimiento, no recordaba el sueño. Me desesperé y estresé ya que la editorial me había pedido un escrito para ese día.
Inspiración tomada de todos aquellos colegas escritores que, como un servidor, tenemos algunos bloqueos creativos.
Imagen tomada de internet.
Créditos: Doctor Suavecito.
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