Botín y motín. Primer cuento.

Botín y motín

El entender como soy es muy complicado, incluso para mí. Desde muy pequeño, fui diferente en el aspecto de mi tiempo libre, escuchaba a los acianos contar demasiadas aventuras fantásticas y opiniones de pensadores en lugar de jugar. Cuando descansaba del trabajo siempre me iba a un viejo barco que tenía muchas maderas podridas y quebradizas al simple tacto, estaba en una playa despoblada con el agua y la arena más limpia que había visto en toda España para evitar las burlas de otros jóvenes y adultos que me veían de cierta forma rara. Gracias a los ancianos tuve muchos conocimientos, pero siempre reservaba y casi no utilizaba ese conocimiento; pude haberme casado, aunque no me atreví a hacer esa aventura tras querer expandirme en saber, pero después me arrepentí de esa decisión...

Mi querer se fue de muchas tierras, pero aquel amor de conquista se fue entre las sombras y el olvido, hasta el odio de guerrero a otra tierra. Desde hace tiempo no creo en el amor ni mucho menos en el momento de una conquista.

Salí de España para empezar mi propia conquista, con ese conquistador de mi gran admiración. Fui parte de la tripulación que conquistó esa tierra hermosa y extraña, pero esas tierras no eran para mí, prefiero explorar los mundos que conozco, en lugar de las nuevas tierras...

Al arribar de nuevo a Europa, decidí explorar las ciudades del amor después de ver tanta sangre y muerte. Exploré ciudades hermosas como París y Roma, parecería que no tienen guerra con tanta belleza, las mujeres ahí son hermosas y preciosas, pero no llego a estar del todo convencido en esas regiones.

Luego de explorar las ciudades y pueblos europeos. Me fui hacia África, mi destino principal era Egipto. Estando ahí, me robé un camello para explorar las tierras desérticas e infernales. Exploré los reinos de Egipto, Libia y Argelia y, aunque vi animales extraordinarios y únicos en esos reinos, no logré mi cometido de encontrar a una mujer para mí, pero no me fui con las manos vacías, me llevé algo de oro y diamantes. Entré como un mendigo y salí como rey...

Mi viaje hacia China fue muy extenso y cansado, volví por Egipto sediento y me adentré a Persia, Turquestán, Mongolia y llegué al Imperio Chino. De esa dinastía se pueden decir muchas cosas, a excepción de hermosa. En ninguno de esos reinos, encontré a una mujer que se interesara por mí y si se interesaran, sólo era por el oro. En la tierra del Sol naciente me quedé sólo dos noches, no iba a tolerar la comida tan extraña y asquerosa de esa región, lo único que podía comer era el pescado. La primera noche me quedé sorprendido por las construcciones tan diferentes a las de Europa, no comprendía sus dialectos, casi no notaba la diferencia entre un hombre y una mujer, y tenían a más de un dios, creo que son otra parte de los indígenas. La última noche de mi estancia, montado en el camello preparado para partir a los primeros rayos del sol, una mujer se me acercó y empezó a hablar en su lengua.

  • Disculpa, no te entiendo.
  • Perdona, me llamo Quenani ¿Cómo te llamas tú?
  • Me llamo...Esteban –nervioso
  • Mucho gusto, ¿Qué haces por aquí?
  • Estoy explorando, pero no encuentro lo que busco.
  • ¿Qué buscas?
  • Encontrar a una mujer –nostálgico
  • Yo tampoco he tenido la dicha de enamorarme...
  • ¿Qué te lo impide?
  • Mi fealdad.
  • Tú no eres fea, vales tu peso en oro.
  • Y tú, eres hermoso.

Dudoso y sin saber que decir, cambié el tema.

  • Mañana regreso a España y dudo que encuentre a una acompañante.
  • Quiero acompañarte. Quisiera vivir una aventura, junto a ti.

Ese momento me maravilló y me puso en un estado de contrariedad total.

  • Pero no me conoces, y...y...sería inapropiado que tú y yo...nos fuéramos.
  • Eso que importa, sólo contamos tú y yo y lo que sentimos, tú me atraes mucho.

No le quise romper la ilusión a ella, así que acepté y partimos de China a España. Mi travesía fue por esos imperios y reinos tomó mucho tiempo, casi un año, pero logré cumplir mi cometido y de manera triunfante regresar con una dama de Oriente. Conocí poco de ella, desde las múltiples lenguas que habla, hasta sus comidas tan extrañas. Ella supo todo de mí, hasta el último rincón, pero recuerdo que me dijo algo extraño e interesante “Tú me podrías conocer muy poco o casi nada, yo sé más de ti de lo que tú crees...” esa situación me dejó en conflicto, pero lo dejé pasar, lo que no pude pasar desapercibido fue que tenía extrañas actitudes como observar los troncos quemados o muertos, o dormir de pie y no sabía el porqué, asimilaba que eran sus costumbres, pero presentía que era algo más... Le conté de los días de que pasé en esas tierras de Occidente y mi viaje para poder encontrarla, pero parecía que ya se las había contado más de una vez. 

Regresé un año después, claro que ya no tenía nada en la ciudad, pero nos quedamos en un pequeño poblado cercano a Castilla, una tierra seca, agrietada y polvosa, con maleza y pocos árboles, la mayoría muertos y agusanados, su lejanía con la ciudad, es algo insignificante, en los mapas que parece una mancha de tinta. El día llega a quemar por dentro, las noches congelan hasta el propio fuego. Algo frustrante para volver con esa gloria, pero un buen comienzo. 

Construí una casa grande, con madera de roble, con decoraciones de oro, al respirar se sentía el bosque con esa tranquilidad, recordaba lo que de niño me alegraba. 

Al principio siempre había amor y deseo lujurioso, pero con mi insistencia e ignorancia del motivo que ella tuvo para venir hasta España conmigo, siempre mataba el momento. Pasaron los días y ella no cedía el decirme su ausencia continua y frecuente. Pensaba que eran sus cosas de mujeres o por mi presencia, y sólo dejaba pasar.

Pasó un mes que ya no insistía con esa necedad, pero una ocasión discutimos fuertemente igual que un campo de guerra y vi algo muy extraño en sus ojos, algo que no puedo describir, salí despavorido por esa escena. Fui a un viejo árbol derribado, casi podrido por gusanos asquerosos, y me encontré a Leonardo, un viejo amigo, y le conté esta situación.

  • Las parejas siempre pelean
  • Sí, pero entiende Leonardo, algo sucedió en sus ojos
  • No me digas que le cambiaron a los de un sapo –burlándose sarcásticamente
  • No, pero le cambió el color de verde a rojo
  • Se me hace que el humo de la leña te afecta
  • No te estoy mintiendo
  • ¿Y estas seguro de lo que viste?
  • Estoy muy seguro, créeme
  • Entonces hay que ver otras cosas que hace de manera diaria

Empezamos a idear algo, pero “hasta los árboles tienen oídos”

Días después de esa platica, Quenani cambió drásticamente en la forma amorosa como me trataba y hablaba. Siempre la despertaba con acciones acarameladas y recibía saludos secos y amargos, claramente estaba enojada, pero no sabía que había hecho. Un día por la tarde se molestó y salió fastidiada, fue con dirección al peñasco más cercano. Fui detrás de ella para evitar cualquier tontería que pudiera pasar, me dijo muchas inconformidades y empezó a hablar en su lengua y, aunque no le entendía, se notaba su enojo. Pasé cerca de una hora rogando que se alejara del peñasco, accedió y la abracé, pero ese abrazo lo sentí fatal, mi espalda se puso fría y mi cabeza empezó a hervir, me sentía muy mal esa noche de invierno. Recostado, tenía el cuerpo repleto de cobijas y la cabeza con trapos húmedos.

La mañana siguiente, todavía adolorido, Quenani se fue a la ciudad por provisiones, no llegaría hasta el día siguiente por la noche, salí y platiqué con Leonardo; le conté esta situación con mi rara sensación, me miro como si eso fuera una completa locura, aunque creía esa historia. Me dijo que fuera con el hechicero que se encontraba en la punta de la montaña. Ese viaje es de pensarse tras los riesgos que puede partir, como laderas que caen hasta las confusiones que puede provocar los caminos montañosos. Era un riesgo que, inseguro, estaría dispuesto a aceptar. Por la tarde partí a la montaña. Al anochecer arribé donde el hechicero, al platicar con él me dijo algo similar a lo que me había pasado.

  • Eres un explorador, y encontraste a una mujer que no es mujer
  • Si soy explorador, pero ¿Cómo sabe que encontré a alguien? y ¿Cómo que una mujer que no es mujer?
  • No te puedo decir como sé que encontraste a alguien, lo único que te puedo decir es que de Oriente las cosas son raras y más las mujeres
  • Y dígame, sus...
  • Desconozco las costumbres de Oriente y por qué actúa de esa manera.
  • ¿Cómo supo mi pregunta?
  • No puedo decirlo
  • ¿Qué fue esa...
  • La sensación fue a causa de que abrazaste a lo que trajiste, eso te insertó un veneno muy fuerte y no puedo ayudarte, sólo te curarás hasta que te deshagas de esa persona que trajiste
  • ¿Cómo quitarla?
  • Tú debes averiguarlo

Con las respuestas que quería, me dirigí al pueblo, llegué a mi casa al otro día, cercano al medio día, me senté frente al fuego y me quedé dormido. Desperté, ella estaba ahí, con la mirada borrosa, el cuerpo helado, cada minuto veía menos y me enfriaba más, aun estando frente al fuego me estaba congelando y no me podía mover.

  • ¿Qué...me...hiciste? –con voz temblorosa
  • Te regreso la traición
  • ¿Cuál...traición?
  • Ir donde el hechicero y atacarme
  • No...sólo fui...por...dudas
  • ¿Crees que soy idiota?
  • En...lo absoluto...creo que...eres...una diosa
  • ¡No empieces con tus alegatos!
  • Quítame...lo que...me hiciste...por...favor
  • Está bien, pero estarás solamente para mí
  • Sí, pero...quita...esto
  • Oui

Con un beso malicioso, fue como si me regresara el alma al cuerpo de golpe. Aunque me quitó ese maleficio, todavía sentía ese malestar de un principio, aunque no tan fuerte. Los días pasaron y sentí que me chupaban la vida, poco a poco, cada día, en el reflejo del agua me veía más delgado y estaba más débil, pero ella cada día se ponía más fuerte.

Empecé a preguntarme sobre ese reino y las ninfas de ahí; y si serían como las sirenas terrestres, de las cuales se habla mucho...

En la siguiente semana, me topé a Leonardo, le conté mi situación, me ofreció asilo de una noche en lo que su mujer regresaba de Aragón de ver a su madre. Cayendo la noche, ese banco era tan incómodo para sentarse, pero el cansancio es mayor y me da el consuelo para dormir; cerca de las dos de la mañana, algo o alguien golpetea la puerta con esa intensidad de 100 toros furiosos, casi derribando la puerta. Con dificultad abrí y era Quenani furiosa por estar “preocupada” por mí.

  • Nunca me debes dejar con la angustia, soy tu mujer y me debes decir todo lo que hagas
  • Yo...
  • ¡NO LO MAGONEÉS! –la voz de Leonardo resuena desde arriba
  • ¡Cállate bola de cebo!
  • ¡Lárgate bruja!

En el instante que la corrió, pude observar los ojos de Leonardo llenos de miedo rotundo

  • Es cierto lo que me dices de los ojos
  • Es mi maldición, me encuentra y me enferma, no sé qué hacer
  • Vayamos donde el hechicero
  • Buena idea, partimos por la mañana

Planearon todo a la perfección, pero alguien escuchó todo...

A los primeros rayos del sol partieron, llegaron allá más tarde del medio día y al arribar donde el hechicero fue algo extraño.

  • Hechicero, n...
  • ¡Fuera de aquí bruja!
  • Tornerò a cercati
  • Y se llenó la choza de humo
  • ¿Qué fue eso?
  • La cosa que trajiste Esteban, cada día te extrae un poco de vida y se hace más fuerte –agitado
  • Y como...
  • Desde la vez que viniste te advertí que sacaras a eso por tu mano sino, te llegará a extraer la vida como si fueras un huevo vacío –con una voz cansada-
  • Y esos ojos...
  • Esos ojos, Leonardo, significa que se vengará de esa persona. Con Esteban fue diferente, porque con él se llena de vitalidad
  • Y su edad...
  • Es mayor que yo
  • Y ¿Cuántos...
  • No les puedo decir mi edad, sólo les puedo decir que mi edad es de cuatro cifras

Lo que me sorprendió más de esas respuestas fueron las edades de Quenani y del hechicero, también mi poco coraje para eliminarla. Regresando al poblado llegada la noche, fui a casa, y se sintió un ambiente tenso y frío; no estaba Quenani y estaba en completo silencio la casa, las maderas rechinaban como si hubiera mucho movimiento, empecé a calentarme en el fuego, en ese sillón empecé a dormitar...me desperté y estaba en las fauces de una serpiente enorme más grande que un caballo similar a las del nuevo mundo, sentía que se me acababa el aire, cada segundo que pasaba, me apretaba cada vez más fuerte. Luchaba y forzaba a que me soltara, pero era inútil. Empezaba a ponerme decolorado, tener menos coherencia, sentía que flotaba. Antes de ser comido, me empezó a hablar la serpiente

  • Si quieres eliminar a eso, tienes que renovar el sol
  • ¿Renovar el sol?
  • Quemar lo que tu hiciste y trajiste
  • ¿Cómo?
  • Derribando las paredes

Después, con su lengua rasposa, me babeó todo el rostro, me lanzo algo transparente como si fuera un poco de veneno, se alzó y en un abrir y cerrar de ojos me comió. 

Desperté muy excitado en el sillón frente al fuego y, mi corazón estaba muy agitado, sabía lo que debía de hacer. Busqué a Quenani y la encontré a pocos pasos de la casa, observando la luna en ese tronco derribado. Le dije que arregláramos nuestras inconformidades y lo tomó muy literal...me empezó a lanzar todo lo que encontraba a su paso.

  • ¡Deja de lanzarme cosas!
  • Dijiste que arregláramos nuestras diferencias, bueno, así las arreglo
  • ¡YA! Tranquilízate por favor
  • ¡Cállate y no me levantes la voz!

Analizando la situación, me levanté por un escudo y tomé una antorcha, protegiéndome de cualquier cosa que me lanzara.

  • ¡A LA CARGA!

Con un movimiento hacia la puerta, agarre la orilla de escudo y se lo lance al rostro al igual que la antorcha, le prendí fuego a la casa con ella dentro, derribé con un hacha la columna de afuera y calló, como cuerpo por barranco, ardió más la casa. Muchos ojos alrededor quisieron apagar el fuego, y no les dejé.

  • ¡AGUA! ¡Traigan agua! –exclamó el viejo caballero
  • ¡NO! Ya está todo perdido
  • A un lado, ahí va el agua –dijo el mercader
  • No arrojen nada
  • Se puede apagar, a lo mejor a tu esposa... -replicó la virgen
  • Ella ya no tiene salvación

Me sentí triste y a la vez alegre tras perder a una mujer que significó algo, pero fue por completo mi maldición, gocé todos esos momentos de lujuria. Dando mi paso por mi casa que ardía y desmoronaba, ese instante recordé lo que los ancianos decían del significado al quemar tus pertenencias; “el fuego guía a un nuevo amanecer y ese descanso de las almas maldecidas o que penaron”.

La mañana siguiente, Leonardo y yo fuimos a los escombros de mi casa para encontrar los restos de Quenani y rescatar mi oro y diamantes. Solamente encontramos lo preciado, pero no encontramos los restos de ella.

  • ¡Que tragedia lo de tu casa!
  • Ni tanto, por lo menos me liberé de esa arpía
  • Pero lo más raro es que no encontramos el cuerpo
  • Sí, pero encontremos los accesorios de ella
  • ¿Cómo te sientes?
  • Fuera de lo sorprendido, débil
  • ¿Crees que la encontremos?
  • Sinceramente no. Porque...
  • ¡Cuidado!

Solo alcancé a escuchar un gemido antes de que ese cuchillo se enterrara en su cuello. Con el rostro desfigurado y quemado, ella quiso hacerme lo mismo; le enterré el mismo cuchillo que le enterró a Leonardo. La sangre de Leonardo, se escurría por chorros en mi ropa. Cuando le enterré el cuchillo a Quenani, empezó a sangrar verde y desapareció su cuerpo en una cortina de humo. Vi morir poco a poco a ese amigo que se convirtió en mi hermano.

Ese día viví y experimenté muchas cosas distintas, desde cómo se siente la vitalidad devuelta, como encontrar a una bruja, sueños que ves, hasta el dolor de perder a alguien que considerabas más que parte de tu vida. Con la pena en el alma, empecé a enterrar a Leonardo cuando llegó su viuda, lloró al igual que yo y, aunque no convivíamos, la consolé

  • Fue alguien honorable
  • Fue lo mejor de mi vida
  • Lamentablemente, se nos adelantó
  • ¿Por qué nadie me lo dijo?, ¿Cómo murió?
  • No sé porque no te dijeron y murió salvándome
  • Siempre vio por otros en vez de él
  • Por desgracia no pude hacer nada
  • Gracias por tratar de consolarme, vengo muy cansada, necesito digerir lo que pasó
  • Antes de que te vallas, ¿Qué harás?
  • Regresaré con mi madre
  • Descansa, estaré por aquí si necesitas algo
  • Gracias

Al caer la noche helada, tomé ese cuchillo de plata, el poco oro que tenía y ese camello cargado con agua y provisiones; salí lo más pronto de ahí para olvidar esa aventura que recorrí todo el mundo, encontré maldiciones y toque la gloria, aunque todavía no me llego a explicar de mucho, me sirvió para formar lo que ahora soy. Sin ningún motivo para quedarme en el viejo mundo, me colé en un navío hacia las nuevas tierras... 

Edición: César Carbajal

Créditos: Doctor Suavecito

Imagen tomada de internet





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